Ciclismo
Probar el ciclismo de Flandes en Girona
La jornada de Flandes en Girona resultó un éxito
Niebla baja, mañana fresca, muros, algún adoquín y cervezas al acabar… el pasado 20 de mayo Girona fue un pedacito de Flandes para los casi 50 ciclistas que quisieron conocer un destino único para el amante de este deporte, una tierra prometida apta para todos los públicos, desde el aguerrido ciclista que quiere emular a los “flandriens”, esos que escriben la gran historia del ciclismo desde hace más de 100 años, a la persona que quiere sumergirse en un territorio hecho para ser conocido en bicicleta, en buena compañía y mejor entorno.
Todo esto fue, como contamos, el pasado sábado 20 de mayo en una jornada mañana en un marco tan ciclista como la cafetería Hors Catégorie, en el centro de una Girona inmersa en su tradicional celebración de “temps de flors”. La agencia Joanseguidor juntó casi medio centenar de ciclistas, entre medios y entusiastas de este deporte, para que Cycling in Flanders pudiera contar las bondades del lugar a los asistentes.
Ángeles Alonso-Misol, responsable de comunicación de la Oficina de Turismo de Bélgica: Flandes y Bruselas en España, tuvo toda la atención de los asistentes en un desayuno informal, en el que dio cuenta de los valores que el ciclista encuentra en una tierra volcada con el ciclismo.
Además de grandes retos, como el “Flandrien Challenge”, que da la opción de hacerse eterno en las todas las cotas de flamencas, se habló de otras opciones como la visita de museos e infraestructura ciclista, como cafeterías, monumentos, lugares, calles y todo tipo de entornos que evidencian el gran calado de la cultura ciclista en este lugar.
Tras coger fuerzas e imbuidos por la presentación, varios grupos salieron por los alrededores de Girona en una ruta organizada por Cycle Tours Catalunya que incluía los rasgos que hacen de Flandes una tierra tan querida por el ciclista: recorrido revirado, buenas cotas, algún adoquín y sorpresa final.
La jornada se cerró al calor de la charla sobre la ruta, regada por buenas cervezas flamencas al sonido del brindis de las botellas y la emoción de saber quién sería el agraciado con un vuelo y dos noches en Flandes para dos personas.
Con una foto de familia, el recuerdo de una jornada amena y entretenida y la promesa de visitar alguna vez Flandes, finalizaron las horas más flamencas jamás vividas en la capital del ciclismo, Girona.
Ciclismo
Arena, parquet y corazón: el secreto español en el fútbol playa y sala
Un viaje a pie descalzo y zapatillas gastadas por la pasión española, entre la arena ardiente y el eco de los pabellones. ¿Por qué España brilla tanto en fútbol playa y sala? Aquí, la respuesta no es solo táctica: es piel, es alma, es locura.
FÚTBOL PLAYA Y FÚTBOL SALA: ¿POR QUÉ LOS ESPAÑOLES ESTÁN ENTRE LOS 1 MEJORES DEL MUNDO?
¿Has sentido alguna vez la arena quemando bajo los pies? No hablo de vacaciones, ni de tumbonas. Hablo de correr, de sudar, de perseguir un balón que parece tener vida propia. El fútbol playa en España no es solo un deporte, es una excusa para vivir. Y el fútbol sala… bueno, eso es otra historia, pero igual de nuestra.
La pasión empieza en la calle
Todo arranca en la calle. En la plaza, en la playa, en el patio del colegio. Los niños españoles no esperan a que les pongan una portería reglamentaria. Dos mochilas, una piedra, una chancla, lo que sea. El partido empieza y ya está.
Recuerdo a mi primo Dani, con los pies llenos de arena y la camiseta pegada al cuerpo, gritando “¡gol!” aunque el balón ni había entrado. Así se aprende a soñar. Así se aprende a ganar.
Y sí, a veces la vida es como un partido en Plinko: nunca sabes si la próxima jugada será la que te cambie el día. Un rebote, un giro inesperado, y de repente todo es posible.
Arena, sudor y magia
El fútbol playa es otra cosa. El sol te pega en la nuca, la arena se mete por todos lados, y el balón… ¡ay, el balón! No rebota igual, no corre igual. Hay que inventar, improvisar, hacer malabares.
Los españoles tienen algo especial para esto. Será la sangre, será el carácter, será que aquí nadie se rinde aunque el marcador diga lo contrario.
¿Has visto alguna vez a Chiky Ardil hacer una chilena? Es como ver a un acróbata en el circo, pero con la camiseta empapada y la sonrisa de quien sabe que está haciendo historia.
Y el público, claro. Porque aquí la gente no mira, vive el partido. Gritan, saltan, se abrazan aunque no se conozcan. La playa se convierte en estadio, y el estadio en fiesta.
El parquet, la cueva de los sueños
Y luego está el fútbol sala. El eco de los balones en el pabellón, el olor a resina, el sonido de las zapatillas frenando en seco.
España, tierra de magos del balón pequeño. Ricardinho, aunque portugués, se hizo leyenda aquí. Pero los nuestros… ¡qué decir de los nuestros! Kike, Ortiz, Lozano. Nombres que suenan a gloria, a finales de infarto, a remontadas imposibles.
El fútbol sala es ajedrez a toda velocidad. Un segundo de distracción y te pintan la cara. Pero también es arte, es picardía, es ese pase que nadie ve venir.
Y sí, a veces el partido se pone tan tenso que parece que todo depende de una moneda al aire. Como en el casino, como en la vida.
¿Por qué España?
Buena pregunta. ¿Por qué aquí? ¿Por qué no en otro sitio?
Quizá porque aquí el fútbol no es solo un deporte. Es una forma de estar juntos, de olvidar los problemas, de sentir que, aunque todo vaya mal, siempre queda un partido por jugar.
Quizá porque aquí se aprende a perder antes que a ganar. Porque aquí nadie te regala nada, pero todos te animan a intentarlo una vez más.
O quizá porque, simplemente, nos gusta demasiado el balón. Y cuando algo te gusta tanto, lo acabas haciendo bien. Muy bien.
Historias que no salen en la tele
Hay miles de historias que nunca verás en la tele. El niño que juega descalzo en la playa de Cádiz, la chica que entrena sola en un pabellón vacío de Albacete, el abuelo que lleva a su nieto a ver un partido de fútbol sala y le explica, con paciencia infinita, por qué ese pase era imposible.
Esas historias son las que hacen grande a España. No los títulos, no las medallas. Las personas. La pasión. El corazón.
Reflexiones finales: lo que realmente importa
Al final, lo que importa no es cuántos trofeos hay en la vitrina. Lo que importa es la pasión con la que se juega, la alegría de compartir, la locura de creer que todo es posible.
Por eso España está entre los mejores. Porque aquí, en la arena y en el parquet, el fútbol no se juega solo con los pies. Se juega con el alma.
Ciclismo
El pulso de la Vuelta: sudor, gloria y la eterna búsqueda del respeto
Un viaje visceral por la Vuelta a España, donde el ciclismo español se reinventa, tropieza, se levanta y sigue luchando por un lugar en el Olimpo mundial. Entre sudor, polvo, recuerdos y sueños, la carrera se convierte en un espejo de la pasión y la resiliencia de todo un país.
LA VUELTA A ESPAÑA: CÓMO EL CICLISMO ESPAÑOL LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO MUNDIAL
¿Sabes lo que es levantarse a las seis de la mañana, con el cielo todavía azul oscuro, y sentir ese cosquilleo en el estómago?
No es miedo, no es hambre. Es la emoción de saber que hoy, justo hoy, empieza la Vuelta. El país entero parece contener la respiración. Las calles, los bares, los pueblos diminutos que solo aparecen en los mapas cuando pasa el pelotón. Todo se detiene. Bueno, casi todo. Porque la vida sigue, claro, pero durante tres semanas, España late al ritmo de las bicicletas.
La Vuelta a España no es solo una carrera
Es una especie de ritual colectivo, una excusa para soñar, para discutir, para recordar. Mi abuelo, por ejemplo, siempre decía que la Vuelta era como una partida de cartas en la sobremesa: nunca sabes quién va a ganar, pero todos quieren jugar. Y, hablando de cartas, el otro día, mientras veía la etapa de montaña, mi primo soltó: “Esto es como apostar en penaltyshootout.es, pero aquí el azar es el viento, la lluvia, las piernas”. Y nos reímos, claro, porque en el fondo es verdad. La Vuelta es una apuesta constante, una ruleta de emociones.
Pero, ¿por qué el ciclismo español sigue luchando por el reconocimiento mundial?
Es curioso. Tenemos historia, tenemos leyendas, tenemos paisajes que quitan el aliento. Pero siempre parece que nos falta algo. ¿Será el glamour del Tour? ¿La mística del Giro? No lo sé. Lo que sí sé es que aquí, en España, el ciclismo se vive de otra manera. Más cruda, más real, más cercana. Aquí los héroes sudan, se caen, se levantan. Aquí los campeones no siempre tienen cara de anuncio. A veces tienen barro en la cara y cicatrices en las rodillas.
La Vuelta es impredecible
Un día, un desconocido se escapa y gana. Al siguiente, el favorito se queda sin fuerzas en una rampa imposible. ¿Te acuerdas de la etapa de Lagos de Covadonga? Yo la vi en un bar de carretera, rodeado de camioneros y abuelos. Gritábamos, nos abrazábamos, nos lamentábamos. Era como una montaña rusa, pero sin cinturón de seguridad.
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Y, sin embargo, el mundo parece mirar a otro lado
A veces pienso que es porque no sabemos vendernos. O porque aquí, en vez de celebrar la victoria, nos regodeamos en la derrota. O porque, simplemente, preferimos la épica de la lucha a la comodidad del triunfo fácil. No sé. Lo que sí sé es que cada año, cuando la Vuelta cruza los Pirineos, cuando el pelotón se pierde entre los olivos de Andalucía o sube jadeando por las cuestas imposibles de Asturias, algo se enciende en nosotros. Un orgullo raro, una alegría que no cabe en el pecho.
Los nuevos talentos empujan fuerte
Ayuso, Rodríguez, García Pierna… Nombres que suenan a futuro, a esperanza, a cambio. Chavales que no tienen miedo de mirar a los ojos a los grandes del pelotón internacional. Chavales que, a golpe de pedal, están escribiendo una nueva historia. Y nosotros, desde la cuneta, desde el sofá, desde el móvil, los seguimos, los animamos, los criticamos. Porque el ciclismo, aquí, es también una conversación interminable, un debate sin fin.
La Vuelta es, sobre todo, una fiesta
Una fiesta de pueblo, de amigos, de familia. Una excusa para salir a la calle, para gritar, para soñar. Una fiesta que no entiende de fronteras ni de idiomas. Una fiesta que, aunque el mundo tarde en reconocer, ya es parte de nuestra identidad.
Reflexiones finales: lo que realmente importa
Al final, lo que importa no es el reconocimiento mundial, ni los titulares, ni los trofeos. Lo que importa es el viaje, la lucha, el sudor compartido. Lo que importa es esa sensación, al final de cada etapa, de haberlo dado todo. De haber formado parte, aunque sea un segundo, de algo más grande que uno mismo. La Vuelta a España es eso: un latido colectivo, una promesa de que, pase lo que pase, siempre habrá una nueva meta, una nueva montaña, una nueva oportunidad de soñar.
Ciclismo
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Ciclismo
Todo listo para el Tour 2025, que espera otro duelo entre Pogacar y Vingegaard
El Tour 2025 pinta a duelo Pogacar y Vingegaard
Cuenta atrás para el inicio del Tour de Francia, cuya edición número 112 comenzará el 5 de julio en Lille y finalizará el día 27 del mismo mes en los Campos Elíseos. Serán 3.338 kilómetros repartidos en 21 etapas en una ronda que tiene como claros favoritos a los dos corredores que se han repartido las victorias finales en los últimos cinco años, Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard.
Las casas de apuestas lo tienen muy claro. Los aficionados, que pueden aprovechar para la ocasión el bono de bienvenida de Gran Madrid, recibirán tan sólo 1,36 euros por cada euro apostado si aciertan tras optar por confiar en que el esloveno, campeón en 2020, 2021 y 2024, renueva su título. La cuota del danés, que en 2022 y 2023 relegó a Pogacar al segundo lugar del podio, multiplica lo apostado por 3,25 en caso de acierto.
El esloveno, que lucirá el dorsal número 1, llega posiblemente en el mejor momento de su carrera y arropado por un fortísimo UAE que debería llevarlo en volandas. De hecho, uno de sus gregarios, el portugués Joao Almeida, es el cuarto favorito al título en las apuestas, con un dividendo de 19 a 1.
El danés es la gran alternativa. Un calendario pensado para llegar a tope a la Grande Boucle y una concentración en altura son sus potentes argumentos para aspirar a destronar al
esloveno, aunque el precedente reciente del Dauphiné, donde Pogacar se confirmó como el más fuerte, deja dudas respecto a si el nórdico podrá estar a la altura del esloveno. Evenepoel, con un dividendo de 11 a 1, es el ‘tapado’ de la carrera. El ciclista belga regresará a París, donde hace un año tocó el cielo del olimpismo conquistando la medalla de oro tanto en ruta como contra el crono. Reciente campeón de contrarreloj de su país, las etapas en alto serán su principal hándicap contra los dos favoritos.
Y por detrás de Almeida, que en teoría llega a las carreteras francesas a prestar ayuda a Pogacar, Primoz Roglic (29 a 1) ocupa el quinto puesto de la lista de favoritos. El tetracampeón de la Vuelta sueña con romper su mal fario en la ronda francesa y con que una caída no vuelva a arruinar sus aspiraciones de competir con los mejores. La edición de este año transcurrirá íntegramente por suelo francés e incluirá subidas míticas como las de Hautacam, Superbagneres, Mont Ventoux, la Loze y La Plagne. Con un total de 52.500 metros de desnivel, los corredores afrontarán siete etapas llanas, seis de media montaña, seis de montaña y dos jornadas contra el crono. La ronda finalizará con una etapa especial que conmemorará el 50 aniversario de la primera llegada de la prueba a los Campos Elíseos y atravesará en los últimos kilómetros hasta en tres ocasiones Montmartre. Al recorrer las cuestas adoquinadas de la Rue Lepic, la organización quiere endurecer el recorrido y favorecer las opciones de que la etapa que cerrará el Tour no se resuelva con el habitual sprint.
Imagen: A.S.O.
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