Ciclismo antiguo
Juan Antonio Flecha sigue siendo el «outsider»
Es complicado conocer ciclistas y exciclistas tan singulares como Juan Antonio Flecha
Singular, raro, extraño, fuera de norma, ajeno a la tradición, original,… desde tiempos inmemoriales desde que Flecha es Flecha en el ciclismo, siempre ha sido igual.
En Tour de Pekín, hace nueve años, cuando éste cerraba el World Tour, Juan Antonio Flecha, catalán con raíces argentinas, puso punto y final a una trayectoria que en España se puede considerar de precursora, con un siglo largo de historia ciclista consumido.
Desde entonces le hemos visto en mil historias, de Eurosport, a colaborar con diferentes proyectos y ser embajador de Gobik, donde ya tiene su colección de ropa… de gravel.
Mestizo se llama la línea.
Una colaboración que él mismo nos explicó y que nos devuelve al carácter alternativo, «outsider» que ya desarrolló como corredor.
El Juan Antonio Flecha ciclista fue un competidor corpulento, educado en las ciencias de la pista y prometedor amateur, que dio el asalto allá a principios del 2000 con maillot del equipo Relax.
Surgía entonces una leyenda: «Flecha ya camina escapado».
Un sino marcado en las piernas, su ADN le impedía estarse quieto, su objetivo, allá al fondo, ser un español en Flandes y Roubaix, disputando la fortuna a los grandes.
Y lo logró.
Estuvo en liza bastantes años.
Trazó una muesca en la pared velódromo más icónico del ciclismo en 2005, cuando se cargó a la espalda Tom Boonen y George Hincapie, para llegar tercero a Roubaix.
Antes una declaración de intenciones: dejó la comodidad de Banesto para probar en aquellas carreras donde Eusebio Unzué jamás se prodigaría entonces.
Los hechos le dieron la razón.
Dos hándicaps lastraron de éxitos su trayectoria, un extraño y lejano sentido táctico y la convivencia con una generación única, un dúo compuesto por el mentado Boonen más Fabian Cancellara que se ha repartido lo mejor de estos tiempos.
“Desde mi modestia, no puedo decir que Boonen me haya ganado por suerte. Me considero un buen corredor, pero quizá él esté un puntito por encima mío. Además de suerte es un poco más bueno que yo, más rápido y más fuerte. Eso se acaba reflejando en el palmarés” me dijo hace años del mejor corredor de la historia de Roubaix.
Pisó buenos podios, pero nunca el primero, salvo una edición de la Het Volk que luce como guinda a una trayectoria cargada de esfuerzo, tesón y audacia.
El táctico, el menos común de los sentidos, le lastró.
Porque Boonen y Cancellara no siempre ganaron, pero en el empeño de algo grande ciclistas de su talla se le adelantaron: Stuart O´ Grady, Nick Nuyens, Stijn Devolder, Johan Vansummeren… clase media entre los clasicómanos que tiene su monumento, ese que Juan Antonio Flecha no pudo dedicarse.
¿Por qué le costaba tanto ganar?
Hasta Oscar Freire ironizó sobre ello. “Ojalá la victoria llegue ya. La manera de correr este año en Roubaix demostró esas ganas –hablaba en 2009-. Corrí siendo más zorro que otras veces, pasando la responsabilidad a otros. La segunda o tercera plaza no me valían, aunque nunca le haces el feo al podio en un monumento. El año que viene volverá a ser el todo o nada” me comentaba justo antes de fichar por Sky, justo después de demostrar en Rabobank que “no era flor de un día” en el pavés.
“Ha sido siempre mi línea, he sido un buen corredor que siempre está ahí pero que le cuesta ganar. Rematar muchas veces rematan pocos. Si te fijas siempre son los mismos. No estoy en esa primera línea, quizá un poco por debajo, entre los que en cualquier momento pueden ganar”
Como Oscar Freire, y un poco Pedro Horrillo, fue un pionero, un corredor que dio mucho más de lo que sembró en lo deportivo, pero que se llevó a su primer retiro hawaiano calor, cariño y admiración por su entrega y disposición.
Flecha se quitó un dorsal para ¿siempre?, no para siempre, no, estuvo en la Badlands, ciclismo de «outsider», donde él siempre se siente mejor.
Imagen: Gobik
Ciclismo antiguo
El ciclismo español en los Juegos Olímpicos
El ciclismo ha sido un buen semillero para el casillero español en los Juegos Olímpicos
Este es un recorrido apropiado a inicios del año que nos ocupa, un recorrido por los nombres y las gestas del ciclismo español en los Juegos Olímpicos.
Esta es una historia de éxito y buenas alegrías venidas a menos con el tiempo, como hemos visto en Londres, Río -con Purito cerca del podio- y Tokio, donde el ciclismo español no ha dado el brillo de antaño en una cita del tamaño de los Juegos Olímpicos,
Y es una pena porque la cita ha dado mucho de sí para nuestro deporte, desde el mismoJaime Huélamo y su positivo en Múnich 72.
Paradójicamente, Miguel Indurain es el corredor de fondo con mayor bagaje olímpico.
Se inició siendo un desconocido viviendo las mieles olímpicas en el ocaso de su carrera. Dos ciudades norteamericanas marcan además este periodo.
En 1984 formó parte del combinado que tomó parte en Los Ángeles. Con él participaron el antiguo seleccionado nacional, Paco Antequera, de hecho el único en acabar, fue vigésimo tercero, el velocista Manuel Jorge Domínguez y José Salvador Sanchís. Doce años después y tres olimpiadas más tarde, Indurain volvió, ahora en Atlanta, a tomar parte en unos juegos. Lo hacía decidiendo su suerte poco antes de celebrarse. Acababa de ceder el que debiera haber sido su sexto Tour a Rijs y su rendimiento no brindaba garantías.
En la prueba de ruta de Atlanta el desenlace no fue tan oportuno para los intereses españoles. Triunfó el corte formado por Pascal Richard, Rolf Sorensen y Max Sciandri. La delegación española careció de olfato. Melchor Mauri, sexto, fue el mejor de los nuestros. Para entonces, como ahora, la carrera olímpica de fondo era una moneda al aire. Sólo cinco corredores seleccionados por país hacían de ésta una competición ajena, en muchas ocasiones, a toda lógica. Indurain quiso tener a Marino Alonso, pero él sólo no bastó para contener la prueba.
Los otros dos participantes fueron los vigentes campeones del mundo y de España, Abraham Olano y Manuel Fernández Ginés.
De Momeñe a Huélamo
Ciclismo antiguo
Ediciones top del Tour: 1987 con Roche
Tadej Pogacar mira al 1987 de Roche con Giro, Tour y Mundial
Es cierto que todos hemos hablado mucho de 1998 y Marco Pantani, marcando el límite temporal del último doblete Giro-Tour de la historia pero sin embargo, creo que ahora mismo la efeméride que toma relevancia es la de Stephen Roche en el año 1987 cuando aunó Giro. Tour y Mundial en una misma campaña.
Resumir, por eso, los logros de 1987 de Roche en esa línea no sería justo, pues la campaña del irlandés incluyó otros episodios, como la Lieja-Bastgone-Lieja que pierde a manos de Argentin, que le tuvieron competitivo todo el año.
Qué diferentes fueron, los éxitos de Roche a los de Pogacar este año.
El Tour 1987 lo recuerdo como uno de los primeros de los que tengo consciencia y sin vacilar que lo metería entre las mejores carreras jamás vistas.
En aquella mágica generación de los 80, con Lemond en el dique seco y Fignon, lejos de su mejor momento, Pedro Delgado y Stephen Roche se jugaron la carrera hasta la misma crono final.
Dijon y su kilometrada fueron la tumba para las opciones de Perico, quien en ese Tour hizo todo lo posible para distanciarse del irlandés quien, como se vio, caminaba mucho más en la crono.
Hasta ese día el Tour 1987 fue una sucesión de historias que ponían al filo a los favoritos casi a diario.
Desde la misma cronoescalada al Mont Ventoux, el gran día de Jeff Bernard, la carrera entró en locura con golpes de ida y vuelta entre Perico y Roche.
Al día siguiente, en Villard de Lans, un ataque en un avituallamiento, creo que de Fignon, pilló a Bernard desprevenido y le cayó toda la ira de los rivales.
En los Alpes, entre Alpe d´Huez y La Plagne, Perico puso toda la carne en el asador, pero ese irlandés era listo, muy listo, aguantó lo que no estaba en los escritos, se fue medio desmayado a descansar en La Plagne y acabó levantándole el Tour a poco de París.
Qué ciclista aquel Roche, que inteligencia de guante de seda y carita de niño bueno, disfrazado de una sonrisa que camuflaba el veneno de sus pedaladas.
Semanas antes protagonizó un duelo fraticida con Roberto Visentini en la conquista del Giro y semanas después sería campeón del mundo formando un tándem mágico con Sean Kelly.
Como veis victorias agónicas y sufridas, pro victorias al fin y al cabo.
Ahora a ver si Pogacar las emula con la corona del mundial en Zurich.
Ciclismo antiguo
El Tour en Isola 2000
Veremos si Isola 2000 deja tanto para hablar como cuando Indurain y Rominger
31 años después el Tour de Francia vuelve a Isola 2000, un enclave muy poco frecuentado por la carrera pero que llega en plena efervescencia entre Pogacar y Vingegaard.
Aunque queda el fin de semana, con otra llegada en alto y la crono, a nadie se le escapa que ésta de Isola 2000 es la etapa reina del Tour 2024, en pugna con las de los Pirineos.
Una jornada que toca el techo del Tour y que llega con el debate de qué hará Pogacar y si buscará hacer más daño a Vingegaard, incluso con el Tour muy decantado.
Será una jornada mini en kilometraje como tanto gusta en la actualidad, en un perfil que conocemos, hacia el sur, similar al de 1993, pero sin el Izoard, porque aquel Tour había llegado a Serre Chevalier el día antes, al lado de Briançon, y se salía desde más al norte.
Es curioso, Tony Rominger y Primoz Roglic, quienes tantas cosas comparten, hayan ganado en Serre Chevalier.
Por lo demás, una etapa casi calcada a una jornada que tenemos muy marcada en la memoria.
Aquel Tour 93 estaba destinado a ser un duelo Rominger vs Indurain, matizado por las diferencias de la primera semana, con una contrarreloj en Lac de Madine de esas que el amigo navarro acostumbraba esos días.
Aquella etapa fue la constatación que había dos cocos en el Tour, la continuidad del Galibier pero ahora en Isola 2000, una estación más al sur, que curiosamente nunca más visitaría el Tour, pero que quedó con letras de oro por el duelo Indurain vs Rominger.
Si os acordáis de la conclusión de aquella etapa, en la recta final de Isola 2000, Pedro González narraba con pasión la más que posible victoria de Indurain.
Rominger tiraba y tiraba, lanzó el sprint, pero no… cuando parecía que le iba a pasar, Miguel miró a su izquierda y detuvo la remontada.
Isola 2000 ¿Dejó ganar Indurain a Rominger?
Si me fío de la primera sensación, os digo que sí, sin duda, sin vacilar.
Un día antes ambos habían destrozado la carrera por la cara dura del Galibier sentenciando el Tour para el 99% de los favoritos.
Lo normal es que en Serre Chevalier, como dije antes, Indurain dejara pasar primero a su «aliado» suizo ese día, pero ¿Isola 2000?
Cada uno se quedará con su interpretación e impresión, la mía ya la he expresado, aunque pasados los años, no sería tan rotundo como entonces.
Indurain no creo que dejara ganar carreras, no desde el mero hecho de la generosidad por la generosidad, en todo caso, la prebenda se incluía en el plan estratégico de un ciclista que tenía muy claro lo que le interesaba más, la general del Tour, considerando lo demás algo accesorio y prescindible.
Si para ganar el Tour, Indurain hubiera necesitado triunfos parciales, otra historia habríamos visto.
El Tour 2024 llega con un protagonista que ejerce de «Carpanta», todo lo que pueda ganar, a la saca, el contraste es brutal y quienes crecimos en el ciclismo de Indurain, más conservador, como otros que vinieron luego, nos frotamos los ojos ante Pogacar.
Can´t wait sobre lo que va a pasar.
Imagen: Eurosport
Ciclismo antiguo
Cuando Indurain perpetuó el tramo de Pinerolo a Sestriere
Las veces que Sestriere se cruzó en la vida de Indurain dejó huella
La despedida del Tour en Italia se hizo por un trazado que conocíamos de otras muchas ocasiones, pero me ha hecho gracia que los primeros 50 y pico kilómetros se hicieran prácticamente sobre el mismo tramo en el que Miguel Indurain sentenció su segundo Giro, en 1993.
Porque el tramo entre Pinerolo y Sestriere es uno de los más comunes en la historia del ciclismo a lo largo de los años, pero sólo ese día, una tarde de junio de 1993 se cubrió de forma específica.
Llegaba aquella cronoescalada de 55 kilómetros en el tramo final de Giro de Italia, con Miguel Indurain en clara maglia rosa ante el rush final de la carrera.
El navarro se tomó con calma la mañana de la crono definitiva de la entonces segunda gran vuelta del año, pues ya se había celebrado la Vuelta.
Se levantó sobre las siete y media, y tras un rápido desayuno se fue a reconocer el primer tramo de la crono, el más sencillo sobre el papel, pero siempre, siempre, picando para arriba.
Tras una comida a mediodía, descansó y planificó con Echávarri la crono para abordarla pasadas las tres y media de la tarde.
Ya en competición, el navarro no fue el primero en el tramo inicial, pero a partir de la segunda referencia empezó a abrir el melón.
Piotr Ugrumov mantenía el tipo pero el resto empezaba a irse a una distancia importante, en especial Claudio Chiapucci y sobre todos, Maurizio Fondriest.
En la cima de Sestriere, Indurain lograba 45 segundos importantísimos sobre Ugrumov, el rival que venía del anonimato y que estaba en capilla de ponerle al pie de los caballos en la famosa ascensión a Oropa, al día siguiente.
Indurain y Sestriere no se cruzaron muchas veces en la historia, pero su relación tuvo altibajos, desde la bestial etapa del Tour 92, en la que se planteó un maratón alpino que pasa por ser uno de los más duros de la historia, al Tour 96, cuando Riis demostró ir tres, cuatro o cinco puntos por encima del resto.
Imagen: Youtube
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¿Pogacar positivo? algunos lo están deseando
Juan carlos
26 de octubre, 2022 En 18:05
A mi de joven Flecha me gustaba, siempre escapado… pero con el tiempo vi que sólo por ir escapado no era tan buen corredor.
La etapa tour, Omloop y el podio en Roubaix no se lo quita nadie, pero realmente se le recuerda por mil escapadas que no llegaron a nada.
Iban Vega
27 de octubre, 2022 En 8:20
las escapadas que no llegaron a nada dan carisma