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Ciclismo antiguo

El ciclismo español en los Juegos Olímpicos

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El ciclismo ha sido un buen semillero para el casillero español en los Juegos Olímpicos

Este es un recorrido apropiado a inicios del año que nos ocupa, un recorrido por los nombres y las gestas del ciclismo español en los Juegos Olímpicos.

Esta es una historia de éxito y buenas alegrías venidas a menos con el tiempo, como hemos visto en Londres, Río -con Purito cerca del podio- y Tokio, donde el ciclismo español no ha dado el brillo de antaño en una cita del tamaño de los Juegos Olímpicos,

Y es una pena porque la cita ha dado mucho de sí para nuestro deporte, desde el mismo Jaime Huélamo y su positivo en Múnich 72.

CCMM Valenciana

Paradójicamente, Miguel Indurain es el corredor de fondo con mayor bagaje olímpico.

Se inició siendo un desconocido viviendo las mieles olímpicas en el ocaso de su carrera. Dos ciudades norteamericanas marcan además este periodo.

En 1984 formó parte del combinado que tomó parte en Los Ángeles. Con él participaron el antiguo seleccionado nacional, Paco Antequera, de hecho el único en acabar, fue vigésimo tercero, el velocista Manuel Jorge Domínguez y José Salvador Sanchís. Doce años después y tres olimpiadas más tarde, Indurain volvió, ahora en Atlanta, a tomar parte en unos juegos. Lo hacía decidiendo su suerte poco antes de celebrarse. Acababa de ceder el que debiera haber sido su sexto Tour a Rijs y su rendimiento no brindaba garantías.

Sin embargo, fue en Atlanta donde Miguel Indurain culminó su última gran obra. Fue campeón de contrarreloj por delante de Abraham Olano, con el británico Boardman en tercera posición. La primera crono olímpica tuvo nada menos que al cinco veces ganador del Tour en primera posición.

En la prueba de ruta de Atlanta el desenlace no fue tan oportuno para los intereses españoles. Triunfó el corte formado por Pascal Richard, Rolf Sorensen y Max Sciandri. La delegación española careció de olfato. Melchor Mauri, sexto, fue el mejor de los nuestros. Para entonces, como ahora, la carrera olímpica de fondo era una moneda al aire. Sólo cinco corredores seleccionados por país hacían de ésta una competición ajena, en muchas ocasiones, a toda lógica. Indurain quiso tener a Marino Alonso, pero él sólo no bastó para contener la prueba.

Los otros dos participantes fueron los vigentes campeones del mundo y de España, Abraham Olano y Manuel Fernández Ginés.

Como Indurain, Samuel Sánchez y Joan Llaneras han campeones olímpicos. El mallorquín se colgó el oro en Sydney en su mejor especialidad, la puntuación. Ese año fue también campeón de mundo en Manchester. De hecho, en el mallorquín encontramos una trayectoria que va más allá de ese oro, por que en Atenas se colgó la plata, también a los puntos, mientras que fue diploma, sexto al final en Atlanta, donde formó parte también de la cuarteta de presesión que finalizó quinta. En el capítulo del fondo español destacar la extraordinaria cosecha de Atenas con dos medallas de bronce en ambas persecuciones, en la individual con Sergi Escobar y en la colectiva con Carles Torrent, Asier Maeztu, Carlos Castaño y de nuevo Escobar.
Y cómo no Samuel Sánchez en Pekín, al frente de ese dream team.
Costa Blanca- Diputació Alacant
Esa madrugada de sábado de agosto un asturiano nos dio un premio mayúsculo nada más empezada la cita pequinesa en la que vimos las lágrimas de bronce en el la puntuación de la guipuzcoana Leire Olaberrria.
La velocidad por su parte tiene su cenit en una calurosa noche de julio en el velódromo de Barcelona. Sobre los peraltados de madera del Camerún, la ciudad condal vivía con especial efervescencia la medalla de oro de José Manuel Moreno en el kilómetro, la primera de los anfitriones en esos juegos. Nacido en Ámsterdam e hijo de inmigrantes, Moreno radicó su vida en Chiclana de la Frontera. En Barcelona logró su mayor hito, pero no el único, puesto que un año antes fue campeón del mundo en Sttutgart. Estuvo en tres olimpiadas. En Seúl compitió en velocidad, siendo octavo, en Atlanta, también en velocidad cayó en octavos de final. Allí debutó en el kilómetro José Antonio Escuredo, lejos de los mejores, decimotercero. El catalán quemó otros juegos, los De Sydney, para finamente auparse hasta el podio, ya en Atenas, siendo subcampeón olímpico de keirin.

De Momeñe a Huélamo

Varios ciclistas olímpicos merecen un alto en el camino para ser recordados. El mejor español en la prueba de fondo de Roma 1960 fue José Antonio Momeñe. Vizcaíno de origen, éste fue uno de los desconocidos más ilustres de nuestro ciclismo puesto que en su haber tenemos toda una cuarta plaza en el Tour de 1964, el que ganó Aimar. Pequeño escalador, fino y muy regular, Momeñe fue 16º en la olimpiada romana. Le acompañaron otros como Ignacio Astigarraga y Ramón Sáez, bronce en el Mundial de 1967 y vencedor en varias etapas de la Vuelta. Cuatro años después, en Tokio llegó la quinta plaza de José López. Leonés de la hermosa provincia de Laciana, conocido en el pelotón como “pancho” acuñó el mejor resultado de un corredor español en la prueba de fondo de unos juegos. Fue ese año el de la entrada de la familia Lasa en la historia olímpica. Primero con José Manuel y cuatro años más tarde con Miguel Mari, quien acompañado por Gómez Lucas, González Linares y Jiménez firmó una discreta undécima plaza en la crono por equipos siendo el grupo español el vigente ganador del Gran Prix de Belgique, gran referencia en test cronometrados por equipos de la época.
El ciclismo español pudo haber tenido un podio olímpico de fondo gracias a Jaime Huélamo de no ser por su positivo en Munich 72. El conquense finalizó tercero una prueba que ganó Kuiper. Poco después se supo de su positivo por coralina, sustancia prohibida por el COI pero no por la UCI. De tales lagunas legales salió beneficiado el neozelandés Bruce Biddle, bronce a todos los efectos. Profesional un año después, Huélamo dejaría el ciclismo a los tres años de ser profesional. Otra plaza de mérito fue la lograda por el madrileño Bernardo Alfonsel quien entró décimo en Montreal 76.
En Barcelona 92 la selección española estuvo compuesta por Ángel Edo, Kiko García y Eleuterio Mancebo. El mejor fue Edo, decimoquinto. En la crono por equipos de 100 kilómetros el grupo español finalizó quinto.
A pesar de lo lejanos de esos tiempos, y de las excelentes perspectivas que ofrece el pelotón español en la actualidad cuando hablamos de pruebas de un día, se sigue sin celebrar el oro olímpico en el fondo. En Sydney Oscar Freire, quien llegaba como vigente campeón del mundo, no pudo pasar del 17º puesto. Ese día, tres corredores del mismo equipo, Ullrich, Vinokourov y Kloden anduvieron varios puntos por encima del resto. En la crono australiana Olano se quedó cuarto y por tanto a un paso de rep etir podio. Por delante tuvo a Ekimov, Ullrich y Armstrong.
Ya en Atenas, las colinas de Partenón fueron testigo de la exhibición de Paolo Bettini, con Sergio Paulino soldado a su rueda, y de la desgracia del combinado español. A pesar de contar de nuevo con el titular del mundial, Igor Astarloa, rodeado de Alejandro Valverde y Oscar Freire, nuestras opciones cayeron en picado al ritmo que marcaban las caídas y desplomes.
Otro personaje de amplio recorrido olímpico ha sido Joane Somarriba. La mejor corredora de la historia del ciclismo español debutó en Atlanta con una discreta 21ª plaza en el fondo pero un prometedor resultado en la crono: 13ª. Consumidos cuatro años alcanzó su mejor registro en la crono, quinta.
Su presencia en Atenas se saldó con doble séptima plaza.
A ver cuándo vuelve el ciclismo español a aportar y sumar para la causa en unos Juegos Olímpicos.
Imagen: Eurosport

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1 Comentario

1 Comentario

  1. Dori

    10 de agosto, 2024 En 12:12

    hola Iban, gracias por la buena recopilación de datos, solamente comentarte que falta la medalla de Leire Olaberria Bronce en Pekin 2008 ( más que nada porque has puesto todas las de los de la pista ) y luego yo tengo la recopilación también de los chicos y chicas de la btt o bici de montaña. Gracias por tu cuaderno y tu información valiosa y minuciosa .Un Saludo . Dori

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Ciclismo antiguo

Eddy Merckx en el Giro: cinco triunfos y enormes polémicas

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La corona de Merckx en el Giro tiene cinco joyas

Eddy Merckx, para muchos el mejor ciclista de la historia y del Giro, por ende, nació en 1945 en Meensel-Kiezegem, Bélgica.

Dicen que desde los ocho años ya andaba en bici y tenía como ídolo a Stan Ockers, una figura del Tour de Francia.

CCMM Valenciana

El Tour lo era todo para mí”, diría años después.

Su verdadero nombre es Edouard Louis Joseph Merckx y fue ciclista profesional entre 1961 y 1978.

Durante esos años se ganó el apodo de “El Caníbal” porque quería ganarlo todo, y casi lo logró: 525 victorias en su carrera, incluyendo cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia y una Vuelta a España.

También ganó tres mundiales, casi todas las clásicas (menos la París-Tours) y batió el récord de la hora.

Un monstruo en vida.

Merckx y e Giro, binomio lleno de aristas

Su relación con el Giro fue especial: lo ganó cinco veces y dejó huella en cada participación.

En Italia lo adoran casi tanto como en Bélgica.

Eso sí, su carrera no estuvo libre de polémicas.

En tres ocasiones dio positivo en controles antidopaje (fencamfamina, norefedrina y pemolina), aunque él siempre defendió su inocencia.

A pesar de eso, su legado sigue siendo enorme.

Se retiró en 1978 y desde entonces ha recibido todos los honores:

Barón en Bélgica, Comandante de la Legión de Honor en Francia, y el trofeo UCI al mejor ciclista del siglo XX.

Hay velódromos, calles, estatuas, libros, cómics y hasta una marca de bicicletas con su nombre.

De vez en cuando, aún aparece como comentarista en carreras o sólo se deja ver para revuelo del personal.

“El Ogro de Tervueren” no solo está en lo más alto de la lista de los mejores ciclistas de todos los tiempos: es una leyenda viva.

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Ciclismo antiguo

Hace 90 años la Vuelta a España ya rodaba

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La efeméride de los 90 años de la Vuelta merece ser reconocida

Puede que ya estemos a 1 de mayo, y que el 29 de abril haya quedado unos días atrás, pero hay aniversarios que merecen ser contados aunque lleguen con algo de retraso. Porque ese día, hace 90 años, comenzó una de las historias más emocionantes del deporte español: la primera edición de la Vuelta a España.

CCMM Valenciana

Amanecía en Madrid. El sol se colaba entre los árboles de la Puerta de Hierro y una multitud se apretujaba para ver partir a los valientes que iban a dar forma a una carrera que nadie sabía todavía cuánto duraría… pero que estaba a punto de comenzar su leyenda.

Los periódicos de aquel día retrataban como podían el ambiente, los rostros, las esperanzas. Un fotomontaje reunía a los que, sobre el papel, llevaban el peso de las ilusiones españolas.

Federico Ezquerra, delgadísimo, parecía una figura de papel. Luciano Montero tenía la mirada perdida, como si algo ya lo distrajera de la meta. Y Vicente Trueba, casi ausente, ido, como si el cuerpo estuviera ahí pero la cabeza no. Se notó: esa no fue su carrera.

Pero había uno que destacaba, y no solo por llevar una camiseta oscura que rompía con el blanco casi obligatorio. Mariano Cañardo, el ídolo, el favorito de la gente. Elegante, fuerte, de rostro anguloso y ojos llenos de energía.

Llevaba el dorsal número uno, y con él, las esperanzas de toda una afición que había escrito su nombre con tiza por miles de kilómetros: Viva Cañardo, decían los arcenes, los muros, las cunetas.

Niños, ancianos, madres y padres gritaban su nombre al paso. Espachurraban la tiza en el suelo como si con eso pudieran empujar sus sueños hasta el cielo. Era un sentimiento colectivo, casi religioso, ese fervor por Mariano.

Y no era para menos. Cañardo era ya un campeón nacional consolidado. Había ganado la Volta a Catalunya cuatro veces, tenía en su palmarés campeonatos de España, la Vuelta al País Vasco… y hasta un noveno puesto en el Tour de Francia, en tiempos en que cruzar los Pirineos era como atravesar el mundo.

Aquel 29 de abril de 1935, a primera hora, se dio el pistoletazo de salida hacia Valladolid. Pronto, en el Alto de los Leones, Leo Amberg lanzó el primer ataque de la historia de la Vuelta. Y Mariano no tardó en colocarse donde debía: al frente, marcando el paso, pegado a la rueda del belga Antoon Dignef.

Pero el infortunio se cruzó en su camino. Los tubulares de Cañardo parecían hechos de mantequilla: pinchó una y otra vez. Mientras él lidiaba con el asfalto, Dignef volaba hacia la historia.

Ganó la etapa en Valladolid y se vistió de líder. De naranja. Ese maillot que Mariano, pese a todo, nunca llegaría a lucir.

No por eso dejó de ser gigante. Ni dejó de merecer el amor de la gente. Mariano no ganó esa etapa, ni la Vuelta, pero su leyenda empezó justo ahí, en ese arranque lleno de gloria y mala suerte.

Días antes de la carrera, con su estilo discreto, había dicho poco sobre su forma física. Evitó hablar de rivales. Pero debajo de la modestia, había ambición. Sus piernas sabían que podían.

Y aunque esa edición no fue para él, su historia, su coraje y su nombre quedaron grabados para siempre en los libros del ciclismo. Como un pionero, como un héroe de otra época.

Feliz aniversario, querida Vuelta. 90 años después, y con la edición femenina a punto de arrancar en Barcelona.

 

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Ciclismo

DEP Joaquín Galera

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Hermano de Manuel Galera, Joaquín llegó a ganar una etapa del Tour

Poco a poco nuestros mayores se nos van y en este caso Joaquín Galera, una de las figuras más destacadas del pelotón español en los años sesenta y no era sencillo estar en este nivel, entonces el ciclismo español tenía muy buenos ciclistas. .

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Nacido en 1940 en Baúl, una pedanía del municipio de Baza, en la provincia de Granada, Galera dejó una huella imborrable en el deporte nacional, tanto por sus logros sobre la bicicleta como por su compromiso con la memoria de su hermano.

Joaquín Galera fue ciclista profesional entre 1961 y 1972, y durante más de una década formó parte de equipos emblemáticos como Kas, Licor 43, Fagor, La Casera-Bahamontes y Karpy.

Su carrera internacional fue especialmente brillante en el Tour de Francia, prueba que disputó en cuatro ocasiones: 1964, 1965, 1966 y 1969. Su momento más recordado llegó en la edición de 1965, cuando se alzó con la victoria en la 16ª etapa entre Gap y Briançon, jornada en la que el mítico italiano Felice Gimondi vestía el maillot amarillo.

También participó en tres ediciones de la Vuelta a España, en los años 1965, 1970 y 1971, logrando su mejor resultado en 1970 con un destacado octavo puesto en la clasificación general. A lo largo de su carrera, Galera sumó importantes triunfos en competiciones nacionales, como el Campeonato de España de montaña y la prestigiosa Subida a Arrate en 1964. Un año más tarde, en 1965, amplió su palmarés con victorias en la Vuelta a los Valles Mineros y en la Subida al Naranco.

Más adelante, en 1968, se impuso en la exigente Subida a Urkiola, y en 1970 consiguió una victoria de etapa en la Vuelta a Andalucía.

Pero la vida de Joaquín Galera también estuvo marcada por la tragedia.

En 1972, su hermano menor, Manuel Galera, también ciclista profesional, falleció trágicamente durante la Vuelta a Andalucía tras sufrir una caída en el Puerto del Mojón, provocada por una avería en el cambio de su bicicleta.

En el libro de Secudario de Lujo, Jaime Mir nos explicó con pelos y señales aquella horrible caída.

Desde entonces, Joaquín mantuvo vivo su recuerdo organizando el Memorial Manuel Galera, una competición ciclista que se celebró ininterrumpidamente desde 1972 hasta 2004.

Por ella pasaron grandes nombres del ciclismo nacional como Óscar Sevilla y José María Jiménez, quienes también inscribieron su nombre en el palmarés de la prueba.

Con la muerte de Joaquín Galera, el ciclismo español pierde a un corredor combativo, un referente de su generación y una persona profundamente comprometida con los valores del deporte y la memoria.

Su legado, tanto en las carreteras como en el corazón de los aficionados, permanecerá intacto.

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Ciclismo antiguo

Las clásicas e Indurain, una relación no imposible

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Las clásicas podrían haber sido un gran terreno para Miguel Indurain

En estos días en los que, al tener más tiempo, nos llenan las sobremesas largas con las gestas de Miguel Indurain, nos surge una reflexión: ¿qué habría sido del astro navarro si hubiera decidido abrir su carrera también a las clásicas?

Un gran día en Lieja

El 16 de julio de 1995, Miguel Indurain sorprendió al mundo. No lo hizo en las montañas alpinas ni en las llanuras francesas, sino en el ondulado paisaje de las Ardenas. Durante la séptima etapa de aquel Tour Indurain mostró lo que pudo haber sido y nunca fue en las clásicas.

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Era un clasicómano en potencia. Aprovechó el perfil quebrado de esa etapa para arrebatar 50 segundos a sus rivales en una escaramuza que no tenía precedentes. Ese momento quedó grabado en la memoria colectiva española como un hito, ya que mostró un Indurain diferente: agresivo, punzante e imprevisible.

¿Podría haber conquistado las carreras de un día?

Al observar su historial, es lógico preguntarnos si Indurain habría sido un gran corredor en las clásicas. Durante los años previos a su primer Tour (1989-1991), acumuló destacadas actuaciones en pruebas como la Clásica de San Sebastián (1º), Lieja-Bastoña-Lieja (4º) y Flecha Valona (4º, 7º). Tenía la resistencia y, además, cierta velocidad en los momentos decisivos.

Una de las grandes pruebas de su potencial en las clásicas fueron los Mundiales. Indurain siempre compitió al máximo nivel en estas pruebas, logrando tres medallas, incluso cuando ya se encontraba centrado en el Giro de Italia y el Tour. En una línea temporal paralela, es posible que hubiera sumado grandes victorias a un palmarés que, por sí mismo, ya era impresionante.

La Lieja, su carrera más adecuada

De todas las clásicas, la que más se ajustaba a sus características era Lieja-Bastoña-Lieja, donde consiguió un cuarto puesto en 1991. En esa edición, Indurain se metió en un corte que había sido provocado por Claude Criquielion, muy lejos de la meta. Al final, como era habitual en esos años, la victoria fue para Moreno Argentin.

Desde ese día, nunca más vimos a Indurain brillar con la misma intensidad en una clásica. Los adoquines, con su dureza y su peligro, no eran el terreno adecuado para él, pero pruebas como la Amstel Gold Race o Lieja habrían podido ser objetivos posibles.

Lo que jugaba a su favor

Indurain tenía una serie de características que lo habrían hecho muy competitivo en las clásicas:

  • Un físico formidable para afrontar los recorridos duros.
  • Técnica y manejo de la bicicleta impecables, como hemos visto en los momentos más serios de su carrera.
  • Una mente estratégica, con una visión de carrera excepcional y una economía de esfuerzos sin igual.
  • Buena punta de velocidad, mejor de lo que a menudo mostró. Un ejemplo claro es el Mundial en el que ganó al sprint a Ludwig y Museeuw.

Lo que jugaba en su contra

Sin embargo, su planificación para el Tour de Francia, que lo convirtió en un campeón imbatible durante cinco años, se le interponía en su camino. La primavera, con su calendario de clásicas, no se ajustaba a su preparación para el Tour.

La ausencia de clásicas en su palmarés

A pesar de todo, si comparamos a Indurain con otros grandes del ciclismo, su palmarés se queda sin algunas de las clásicas más prestigiosas. Pero todo eso, los tiempos, los rivales, las exigencias… todo era muy distinto a lo que había en el pasado.

Cada época, en definitiva, fue diferente.

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DESTACADO: Giro de Italia

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