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Ciclismo antiguo

Las historias más surrealistas de Stephen Roche

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Stephen Roche Giro JoanSeguidor
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Pocos campeones tan caricaturescos como Stephen Roche

La profusión de Tours de los ochenta y en especial aquel de 1987 que fue tremendo nos dio por pensar en un perfil de quien fue el coco en aquella edición y uno de los ciclistas más atractivos de ese ciclo: Stephen Roche…

 

Los amantes del mundo Marvel conocerán a Arma XI.

Kern Pharma

Un ser creado en el laboratorio que reúne los poderes de cada mutante; capaz de teletransportarse, lanzar el láser de Cíclope y manejar la catana con la destreza de un maestro ninja.

Stephen Roche va a ser un Arma XI ciclista: el resultado de meter en una batidora a ciclistas históricos para obtener lo mejor de cada uno.

A su vez, emula a ese personaje de ficción en el sentido de que un ligero defecto de fabricación le impide dominar el planeta.

Roche va a aunar la pasión de amasar patrimonio de Van Steenbergen (aunque no le pirran tanto los pelucos poligoneros, es de cash), la precocidad para brillar en la élite y el uso de elementos aerodinámicos de LeMond, el talento innato de Perico para pegar talegadas en los contratos, los problemas iniciales de Rominger en asimilar la tercera semana de GV y por último la vena pugilística de Hinault.

Nuestro protagonista nace a finales de 1959, está por tanto encasillado en la generación del 60.

Si la del 64 (Indurain, Bugno o Breukink) pertenece a una época de ciclismo espectáculo, la del 60 con los LeMond, Fignon, Delgado y Roche se puede considerar como la última de puro ciclismo. Ésta tuvo su apogeo en los 80; un mundo del pedal más ofensivo todavía que en los 90, pero con más descontrol y con la certeza absoluta de que los ganadores eran los más talentosos. Por entonces el dopaje (más antiguo que la orilla del río) en este deporte ofrecía una ganancia residual.

Stephen Roche JoanSeguidor

El caprichoso azar decide que en Dublín, apenas con unos meses de diferencia, vengan al mundo Stephen Roche y Paul David Hewson (cuyo nombre artístico es Bono).

Ambos van a arrancar la década de los 80 a todo trapo: U2 se situará en los primeros puestos de la Billboard con su disco Boy, mientras que un Roche imberbe se impondrá en una París-Niza con participación de primerísimo nivel.

Pese a vencer en lo que es la mejor carrera de una semana -por entonces con mejor palmarés que la propia Vuelta a España- los inicios del irlandés no son un camino de rosas.

Tiene que en enrolarse en el equipo amateur ACBB y sufrir una novatada propia de Kuznetsov con Berzin (después de machacarte en el velódromo te haces unos larguitos en la piscina), en su caso le va a tocar disputar la París-Roubaix amateur.

Lo más divertido de su participación es que Roche ignora por completo que es una estratagema para que le den la patada ante el vaticinio de una actuación random… pero resulta que el de Dublín se impone en la «Pascale baby».

Esta peformance le supone pasar a profesionales, nada menos que con Peugeot.

Por desgracia varios van a ser los talones de Aquiles del bueno de Stephen: al igual que su compatriota Kelly no digiere bien las elevadas temperaturas, esto te elimina prácticamente de la victoria en un Tour de Francia… o te va a hacer depender en exceso de una edición en la que pegue poco el Lorenzo.

Roche y Kelly JoanSeguidor

www.welovecycling.com

A esto hay que sumarle sus continuos problemas de espalda y rodillas.

Con estas premisas Roche apenas va a tener continuidad en su carrera profesional, irá picoteando actuaciones top, como un 2º puesto en Amstel y una medalla mundialista; también va a suponer que encuentre similitud con Juan Carlos Domínguez en cuanto a brillar en años impares (para bajar el rendimiento en los pares), sólo que en el caso del corredor de Irlanda la puja de vueltas de una semana de una tacada subirá a un montante bastante más suculento.

1985 va a ser un gran ejercicio para él, deja clarinete que Lieja es una carrera que tiene en las piernas con su tercer puesto (aunque hasta la bochornosa edición del 88 el recorrido perjudicaba a los que no tenían buen sprint).

Ya tiene continuidad de grandes resultados y por fin le pilla el punto a una GV; Roche va a ser 3º en un Tour de Francia en el que la Vie Claire inicie su monopolización de la Ronda Gala. Como guinda a su gran temporada firma un 7º puesto en el Mundial, resultado que no va a reflejar una pseudo victoria moral.

Estuvo muy cerca de vencer, pero finalmente fue atrapado al ser una rueda muy vigilada y un abuelete que pasaba por allí se llevó el arcobaleno a casa.

La temporada que viene a continuación, la 86, va entrar dentro de la maldición de las pares, un quiero y no puedo que no deparará más alegrías que levantar un hype tras su más que potable crono larga en el Tour para posteriormente fracasar en las etapas de montaña.

Y amigos, hemos llegado a la temporada de 1987.

Hablar del 87 de Roche es como hablar de Pecharromán en su mes desrtroyer.

Este año del irlandés seguramente sea por palmarés bruto la mejor temporada ciclista de la historia… excluyendo claro al Chuck Norris del ciclismo.

Dice la leyenda que el Récord Guiness en realidad es una compilación de segundas mejores marcas, ya que las primeras todas son de Chuck; en ciclismo Eddy literalmente tiene todas las mejores marcas: Tours, Giros, días de amarillo, monumentos, mundiales, carreras ganadas o comerse donuts de una tacada.

Antes de meternos de lleno en esta temporada vamos a despachar el resto para así poder centrarnos en su año mágico.

Roche terminó la temporada 87 conquistando el mundial y en el ejercicio del 88 va a vivir de lleno el gafe del arcoíris.

Por fortuna no tendrá el liderato de las maldiciones como el trágico suceso de Monseré con su fallecimiento, pero sí que va a vivir un año prácticamente en blanco, como acontecerá posteriormente con Leblanc en el 95.

Seguirá la tónica de año bueno impar-malo par (victorias en Itzulia 89 y Criterium Internacional 91) para terminar protagonizando un come back en Carrera donde nos obsequiará con una victoria de etapa en el Tour del 92.

A su vez habrá que sumarle su alta cuota de pantalla en la etapa de Mont Blanc de esa edición de la Ronda Gala.

Jornada en la que de nuevo convivió con Perico en lo que fue una fuga de supuestos gregarios que fueron a su bola.

En esta fase final de su carrera Stephen va a perpetrar bochornos como el de la CRE del Tour del 91

Celoso de Delgado quiere emularle en Luxemburgo y llega tarde a la CRE, tal es su retraso que cuando toma la salida sus compañeros están ya en Cuenca.

No le queda otra que cascarse los casi 40 kms en solitario y finalizar con el «short delay» del doble de tiempo máximo para el cierre de control.

En todas las escuadras que milita la va liar parda.

Los contratos que firmó Roche

Pega sablazos en los contratos, como en Fagor para al final marcarse una temporada tirada al retrete.

A su vez genera disputas que terminaran en los tribunales como con Histor.

Otro daño colateral de sus andanzas es el impuesto revolucionario que va a dejar en Carrera. A esta escuadra le endiñará tal púa que al equipo italiano no le quedará más remedio que llevar publicidad de Peugeot en el culotte.

Para saciarse por completo de fechorías va a tener el valor de desafiar a uno de los mayores machos alfa de la historia: Roger De Vlaeminck, su director en Tonton-Tapis.

El año perfecto del ciclismo irlandés

Turno por fin para su gran curso del 87.

La temporada 86 del irlandés fue un verdadero desastre dentro del conjunto Carrera, todo ello agenciándose un gran contrato.

Para que sea más divertida la historia, Visentini (también enrolado en Carrera) viene de ganar el Giro de Italia y es de cajón que siendo italiano va a querer plenos galones en la Corsa Rosa para retener corona.

A este cocktail le sumamos que Zimmermann (también integrante del equipo de Boifava) ha sido podium en el Tour, y mejor no Vie Claire, y claro, va a demandar protagonismo.

La situación coge tintes Woody Allen cuando el corredor suizo salta a la palestra reclamando una mejora salarial y echando en cara a Roche que está sobrepagado, su año 86 no justifica para nada su elevada ficha.

Roche replica que los contratos reflejan con ceros a la derecha la trayectoria profesional de cada corredor, «yo soy un corredor molón y tú Zimmermann no eres más que un one-hit wonder, hasta la fecha…» le vino a decir y así fue eternamente.

El caso Zimmermann es para comer aparte.

Se vio metido en unas movidas de cuidado con una novia becaria periodista que se convirtió en su peor pesadilla.

Rompieron la relación en pleno Tour y la becaria dedicó al «salsa-roseo»: haces mal el amor y te encontré unas pastillas raras raras, con el pretexto (no cuela ni de Blas) de que eran para la tos.

El año 87 se inicia con la muerte de Gribaldy (mentor de Sean Kelly).

Precisamente en París Niza vamos a tener un duelo entre los dos irlandeses que se saldará con la sexta Carrera hacia el Sol consecutiva para Sean Kelly y una victoria moral para Stephen.

Éste fue el más fuerte pero perdió toda opción de victoria por una avería mecánica.

Paralela a Niza se ha disputado una Tirreno-Adriático en la que Greg LeMond ha tenido que retirarse por rotura de muñeca.

Para su recuperación se instala en su rancho de Murieta (California) con la fatalidad de ser tiroteado por su cuñado.

Salva la vida por tener un físico privilegiado ya que un ciudadano de a pie no habría sobrevivido a tal desangrado.

Pero por desgracia se va a perder el Tour de Francia, Roche se ha librado en apenas unos meses de los dos primeros de la última edición del Tour.

Por estas fechas Stephen es de nuevo ganador moral en otra carrera de prestigio: Lieja.

Pero se puso a hacer el canelo con Criquielion y se la levantó Argentin.

Error de principiante, ya que con Moreno no hay que jugarse nunca los cuartos, corres el riesgo de terminar en cueros y tener que pagar un suplemento para poder taparte con un barril.

Llegamos al Giro, pero vamos a aparcarlo hasta el final ya que es el episodio más descacharrante de toda esta novela.

En el Tour de Francia Roche se beneficia de un clima benigno en lo caluroso, es superior a Perico en la lucha contra el crono, puede superar su May Day en La Plagne (bastante teatro en meta, eso sí) y en Morzine empieza a guisar su victoria recuperando unos segundos en una jornada en la que en principio tenía que mitigar pérdidas (como sucederá en la Vuelta 2002 en Ávila entre Aitor González y Roberto Heras).

Tour de Francia - Perico Delgado JoanSeguidor

Queda por disputarse el campeonato del Mundo de fondo en carretera.

Esta vez la sede es Austria y Roche acude con la intención de sacrificarse por Kelly.

Su compatriota Sean además de ser el favorito es un corredor que en el Mundial tiene la misma laguna en el palmarés que Jalabert y Valverde (hasta 2018 éste), con lo que a un Stephen en principio con la tripa llena no se le van a caer los anillos por hacer de currela esta tarde.

Así acontece, Roche en la última vuelta enfila el grupo, seca ataques y cuando se forma un corte de cinco muy cerca de meta no para de mirar girar el cuello buscando a su líder.

Pero no llegan y arranca pegado a las vallas para conseguir la triple corona.

A su vez se confirma como el mejor corredor del año al conquistar el Superprestige Pernod International, trofeo que con Kelly de por medio asolando carreras de una semana y clásicas no queda otra que hacer una animalada si lo quieres tener en tus vitrinas… y esto es lo que realmente ha hecho Roche en el 87.

Para terminar el relato vamos a retroceder unos meses y así situarnos en el Giro de Italia de ese año 87

La carrera arranca con la victoria en el prólogo de Visentini y por tanto primera maglia rosa. Posteriormente viene la WTF cronobajada al Poggio que se la lleva Roche (gran bajador) aunque la maglia pasa a propiedad de Breukink.

El conjunto Carrera se impone en la CRE y la prenda rosa vuelve a las espaldas de Roche.

El liderato lo mantiene hasta la primera CRI larga, en la que Visentini le arrebata el maillot y con Roberto de líder llegamos a la ultramítica etapa de Sappada.

Os recomiendo permanecer sentados porque vamos a vivir un episodio que, en cuanto a pelea interna, va a dejar el cabreo de Marc Soler en la Vuelta en una riña por ver quién pilla en el bus ventana o pasillo.

Ante ustedes el que seguramente sea el episodio más divertido de la historia del ciclismo:

Roche es compañero de habitación de Eddy Schepers, personajazo que ya ha estado trapicheando en jornadas previas, dejándose superar en la etapa que se impuso Bagot para así obtener como contraprestación ayudas futuras de Fagor.

Pero ojo, todo ello sin que su director Boifava tenga conocimiento alguno, ya que se la da con queso, le justifica su derrota con una falta de fuerzas en los metros finales.

Curiosamente Schepers en el 88 correrá en Fagor, como Roche.

El irlandés en vez de comentarle que ya te vale lo ve con buenos ojos, ya que asume que Carrera va a quemar todas sus naves en proteger a Visentini y van a pasar de él.

Ahora por fin llega Sappada. El desternillamiento comienza con un Roche que empieza a salir a ataques ante lo que Visentini decide marcar a su compañero como si fuese su peor rival, todo ello aderezado con que anda metido en la fiesta Bagot del Fagor, equipo en principio untado… pero no por Carrera en bloque sino únicamente por los dos compis de habitación… de risa tía Felisa.

 

Roche que es un gran bajador se larga en el descenso y lo hace en compañía de Bagot, que no se corta un pelo en colaborar, aunque por desgracia pincha el francés y se queda cortado.

Con Stephen escapado y tirando a muerte quién es el que tira en el pelotón… pues un tal Chiappucci de Carrera.

Esto empieza a ser Babilonia.

Ante todo este esturreo a Boifava no le queda otra que acercarse a Roche, la orden es clara: PÁRATE.

El irlandés tampoco deja interpretaciones a su respuesta: pues va a ser que no.

Roche continúa con su cabalgada, en el grupo de favoritos se producen ataques que hacen pasar apuros a Visentini… pero Schepers pasa olímpicamente de esperar.

Ni Telekom y ZG como equipo mixto en el Tour del 95 fueron tan a su bola, tela.

La escena se vuelve más delirante cuando Schepers no es que no colabore, es que se pone A RUEDA de un Visentini en modo Houston Houston.

Roche es atrapado por el grupo de Visentini pero, lejos de dejar un desarrollo más normal, cuando empieza a ceder el italiano lo que presenciamos es algo inédito: la maglia rosa quedándose y tiene a dos compañeros delante que pasan de su cara.

Roberto se pilla un melocotón del bueno y pierde la maglia con Roche.

En Carrera imaginad la que se monta con un Boifava que pese al liderato amenaza con expulsar de carrera al irlandés.

Stephen Roche Giro JoanSeguidor

La prensa italiana no perdona la actuación de Stephen y le pone el cariñoso apelativo de «Judas»

Visentini lejos de comentarios todo queda en casa no se corta un pelo y afirma que a Roche le va a dar una tunda por su comportamiento.

El italiano pese a proceder de una familia millonaria es un macarra de cuidado, como si Poli Díaz fuese hijo de Emiliano Revilla.

Tras el «Sappadazo», Roche barrunta que se va a largar del equipo para la temporada 88, pero ignora si le van a dejar tomar la salida por su rebeldía.

Al final puede competir pero ahora vienen sus yuyus ante un posible sabotaje y porque los tifosi empiezan a inflarle a lapos.

No se vayan todavía, aún hay más.

Continúa el lapidamiento a Roche y cuando Visentini parece que se pone en paralelo para echarle un capote es para intentar mandar a la cuneta a la pareja rebelde.

Cuando llegan a la Marmolada Roche tiene un problema mecánico (raro, raro) y claro, Visentini aprovecha para atacarle en el descenso.

Hay reagrupación y en meta Visentini sigue subiendo su energumenismo: afirma que la próxima vez le soltará un mantecado a su compañero de equipo.

El duelo fratricida termina con caída, hundimiento y retirada de Visentini

Roche mantiene la maglia rosa y se permite el lujo de imponerse en la crono final.

La guerra interna vivida en este Giro de Italia perdurará hasta la eternidad como el caso más extremo de lo que se conoce forerilmente como «equipo casa de putas» y en esta historia el protagonista no podía ser otro que el singular Stephen Roche.

Por Miguel González

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Ciclismo antiguo

Milán-San Remo: finales que perduran

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Milán-San Remo Kwiatkowski Sagan JoanSeguidor
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El catálogo de desenlaces Milán-San Remo perfila la trascendencia dela cita

¿Cuánto hace que no vemos un sprint en los desenlaces de la Milán-San Remo?

Exactamente desde 2016, desde Arnaud Démare.

Recuerdo esos años, cuando nos preguntábamos, quién rompe San Remo y casi siempre el sprint se imponía.

Kern Pharma

Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski anticiparon los desenlaces precipitados de la Milán- San Remo y desde entonces cada año es una fiesta.

Acontece un par de veces por temporada, dos de esos momentos que ves venir, que anticipas con la seguridad que te van a dejar seco en el sofá: los desenlaces de la Milán-San Remo y el Mundial de ciclismo.

Si en la pugna por el arcoíris suele suceder en las dos vueltas finales -a no ser que tercie un Remco-, en la la primavera acontece en la subida y bajada Poggio.

Una suerte de carrusel de emociones en la que cada gesto, cada trazada y la suerte juegan un papel total para entrar en la historia.

En este magno escenario, han ganado grandes nombres, pero también otros notables ciclistas que tienen en San Remo su mejor logro y que ,en cierto modo, les hace justifica ante la ausencia de fortuna en otros teatros.

En los tiempos recientes recuerdo la victoria de un tipo brillante pero con escaso palmarés como Jasper Stuyven, o los inesperados éxitos de Matt Goos o Gerald Ciolek, hace diez años justo, cuando la lluvia y la nieve obligaron a recortar el tramo central de la carrera.

Es cierto que durante muchos años hemos tenido desenlaces al sprint en Milán-San Remo.

Los años de Zabel, de Freire, incluso los de velocistas como Cipollini o Cavendish, algunas ediciones tuvieron sus cocos en el Poggio pero no lograron romper.

Y es que la clave está ahí, en romper en el Poggio, si no para arriba, para abajo, una tachuela en cualquier carrera que pesa tras casi 290 kilómetros de carrera.

La entrada en las curvas, frenando para no salir despedido, es la mejor imagen de la dureza real del Poggio en cuanto pendiente, otra cosa es la velocidad a la que van las balas.

En todo caso, los años recientes nos han traído ediciones memorables que entran en colisión con eso que muchas veces he leído sobre qué era mejor, ¿la Strade o San Remo? cuando yo creo que no son cosas comparables.

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No me voy muy lejos en el tiempo para marcaros tres desenlaces top de la Milán-San Remo, tres además que son diferentes entre ellos.

En 2014 la  victoria fue para el noruego de casco torcido, Alexander Kristoff

Entonces en el Katusha, el nórdico sabía muy bien que todo lo que no fuera llegar al sprint le iba a complicar la carrera.

Sabedor de las que se lían en el Poggio, él dejó hacer, Nibali fue el intento más brillante, pero sin éxito.

Luego del descenso, ya con la meta en el horizonte, Kristoff adelantó plazas y puso a un ciclista hoy controvertido como Luca Paolini a controlar con tal maestría el grupo que el noruego, hoy en el Uno X, se vio obligado a imponerse con esa fuerza bruta que le caracteriza.

Cuatro años después, hubo quien rompió el grupo en el Poggio y ganó en San Remo

Si en la edición de Kristoff, Nibali se había quedado con las ganas, esta vez no le pasó factura el gran grupo.

Atacó en el momento exacto en el Poggio para coronar con lo justo y descender hasta la Via Roma con tiempo para celebrarlo con Caleb Ewan maldiciendo su suerte.

Y vamos a por la última que quiero reseñar, la de 2017 y el sprint increíble, con roce incluido, entre Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski, un ciclista mayúsculo en estos escenarios, ganador en San Remo tras soldarse a Sagan en el Poggio, cuajar un descenso impecable y la rúbrica en la volata final.

Como veis tres momentos, tres desenlaces diferentes pero todos poniendo en común que la Milán-San Remo es eso, una carrera mágica.

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Ciclismo antiguo

La semana fantástica de Claudio Chiapucci acabó en la Milán-San Remo

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Chiapucci demostró que se puede ganar Milán-San Remo atacando de lejos

Veamos quién era ese Claudio Chiapucci de 1991 en la Milán-San Remo.

Recordar que era el el año posterior a su explosión en el Tour, todos le atribuían su segunda plaza fruto de la escapada bidón del primer día, aquella de Futuroscope.

Casualidad o no, el de Uboldo aguantó hasta muy al final y a Lemond le fue de 24 horas para acabar remontándole antes de llegar a París.

Kern Pharma

Esa primavera del 91, todos miraban con curiosidad a Claudio Chiapucci, aunque el suyo no era un nombre que sonara en la salida de la Milán-San Remo.

Aquella tarde de sábado en marzo puso colofón a la 82 edición de la Milán-San Remo, «la más fácil y la más difícil» como me ha dicho muchas veces Eduardo Chozas.

Fácil porque se va mil y el terreno no es quebrado.

Difícil porque hay mil momentos clave y pasa todo tan rápido que acaba ganando siempre el más listo.

Sin embargo la San Remo que gana Claudio Chiapucci pasaría no sólo por la inteligencia en carrera, que también, y sí por un monumento a la fe y el esfuerzo plasmados en una escapada hoy impensable.

Bajo una pertinaz lluvia que en marzo, entre Lombardía y Liguria es heladora, Chiapucci manda a Bontempi arriesgar en la bajada del ¡¡¡Turcchino!!!!.

El descenso que hace el veloz Guido hace estragos y, cuando el pelón enfila la carretera de la costa, ya con San Remo muy al final, la carrera va partida: por delante circula Chiapucci y con él otros perros del calado de Van der Poel padre, es decir Adrie, Lejarreta, Mottet y Sorensen.

Poco después entran elementos tan importantes como Nidjam y Marie, el gran prologuista francés.

Empieza ahí la trituradora de carne, un ritmo endiablado en cabeza que, combinado con el desconcierto de atrás, abre un hueco de cuatro minutos que en ningún momento presagian que esa escapada podía ser la buena.

Pero iba camino de serlo.

En el Capo Mele, Chiapucci impone marcheta y saca de la quiniela de San Remo al mismísimo Mottet.

Luego en la Cipressa, hace lo propio con el resto, salvo Rolf Sorensen, un danés de esos que podríamos llamar ciclista de culto.

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Con un minuto escaso, Chiapucci y Sorensen se plantan en la base del Poggio, en el que Claudio, el gran Claudio, tiene un ataque, otro, reservado para Rolf.

Chiapucci coronaría solo el Poggio y de ahí hasta la meta de San Remo

El mismo Chiapucci de Val Louron, meses después, firmaba un éxito antológico, el mismo que esa misma semana había ganado un sprint a los velocistas y una cronoescalada en nuestra querida Setmana Catalana poco antes.

Así era Don Claudio, un rival íntimo de Miguel que quisimos casi tanto como al mismísimo Indurain.

Imagen: RTBF

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Sean Kelly, 7 París-Niza en blanco

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¿Quién puede igualar a Sean Kelly en la París-Niza?

Qué bonita era la París-Niza cuando el líder iba de blanco, cuando la veía con Miguel Indurain, con Laurent Jalabert, con VDB y con King Kelly.

De esos años guardamos imágenes imborrables que protagonizaron los más grandes del momento porque en esta carrera no ganaba un cualquiera, aunque más complicado veo que cualquiera iguale a Sean Kelly en el palmarés de la París-Niza.

Jean de Gribaldy siempre tuvo ojitos para su querido Sean Kelly, ese irlandés trabajador, de raíces campesinas, cuyo talento impresionó a uno de los grandes directores de la historia del ciclismo, trayéndoselo ya en 1976, mucho antes de empezar su gran ciclo en París-Niza.

Fichar por el Flandria fue el primer paso de Kelly para convertirse en el gran dominador de toda la historia de la carrera hacia el sol, la París-Niza, en un periodo de dominio que no sólo impresiona por la propia carrera, siete triunfos seguidos, también por la historia del ciclismo en general.

Corriendo en el equipo de Gribaldy, nuestro querido irlandés tomó buena nota de cómo el «ganalotodo» Freddy Maertens gestionó su triunfo en la carrera que se distinguía por su maillot blanco.

Entre otras sutilezas, Kelly asistió ante su compañero belga a una genial gestión de las bonificaciones para sacar el premio más grande posible.

A los pocos años el maestro Maertens vio cómo el alumno le tomaba el rebufo y le superaba en la historia.

Sean Kelly firmó su primer triunfo en la París-Niza en 1982, líder camino de Saint-Étienne, cinceló su primer trofeo en el que sería su feudo por años, la cronoescalada al Col d´ Èze, epílogo habitual durante tantos años en la carrera.

Gilbert Duclos Lassalle y Jean Luc Vandebroucke acompañaban al astro irlandés en la primera travesía blanca.

A la siguiente, 1983, Kelly no sólo gestionaba como Maertens, también era capaz de dar golpes de teatro que dejaban secos a sus rivales como la subida a Tournon o la etapa de Miramas, repitiendo en Mandelieu, para desespero de Zoetemelk, y renovando corona el Col d´ Èze.

Ese era Sean Kelly, guante de seda, golpes demoledores en la carrera con la que se mimetizó durante años, abriendo el repertorio a todo tipo de triunfos, a través de múltiples exhibiciones

Como en 1984, cuando demostró que no sólo daba lecciones de cara al liderato y sí por el puro y simple gozo del público, como en la llegada en la que se impone al sprint a Eddy Planckaert en Bourbon-Lancy, lejos aún de los momentos decisivos de la carrera.

Estos llegarían, por ejemplo, en el Chalet-Reynard, donde Eric Caritoux, semanas antes de ganar la Vuelta a España, le mantuvo controlado el rebaño de rivales, entre los que se contaban Hinault, Millar, Vichot y Rooks,

1985  sería una edición extraña para Kelly, en una carrera marcada por el frío intenso, el irlandés ganaría su cuarta París-Niza sin triunfo de etapa.

La presión de su compatriota Stephen Roche le llevó a ir a lo práctico, a pesar de que en el Col d´Èze, Roche diera cuenta de Kelly por un segundo.

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Ya con los colores del Kas, Sean Kelly renovaría a lo grande su dominio en la carrera, con una edición que no tuvo otro líder que su persona.

Desde el prólogo de París al epílogo en las alturas de Niza, en el Col d´Èze, Kelly no dejó nada para los demás: en el podio le acompañaron dos integrantes del cajón del Tour de ese año, Urs Zimmermann y Greg Lemond, casi nada.

1987 y Kelly sumaría su sexto triunfo: una carrera marcada por una igualdad terrible con Roche, en vísperas de sus grandes triunfos, que se rompería por un pinchazo de Stephen en el sector matinal de la jornada final.

La última victoria de Kelly llegaría al año, en una edición marcada por la muerte meses antes del diector de la carrera, Jacques Anquetil.

En ruta, Kelly homenajea a maitre Jacques con un triunfo final que selló, no podía ser de otra manera, en el Col d´ Èze.

Y es que esta cima, que está tan presente también hoy, en la jornada express por los alrededores de Niza, es sin duda el sitio que deberíamos escoger para tomar medida del monumento que Sean Kelly le hizo a la París-Niza, pues tomando el inicio de subida a diez de la cima, el irlandés tiene aún hoy el mejor registro de siempre 19´45´, el que marcó en la edición de 1986.

Tras sus tiene triunfos, empequeñecen los cinco de Anquetil y los tres de Merckx, Zoetemelk y Jalabert.

Imagen: Paris-Nice

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Bartoli en 5 esenciales

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Cuando estaba en forma, Michele Bartoli era un huracán

De esos ciclistas que seguro, pase lo que pase, recordarás con el tiempo, no importa cuánto pase, cuándo lo pienses, Michele Bartoli fue uno de los ciclistas que más me marcó en los noventa.

Y no sabría decir un motivo en concreto, quizá fuera esa amalgama de imágenes, de omnipresencia en la carrera, un ciclista al que le encantaba que le diera el aire, que firmó en una Lieja, una de las victorias más increíbles que le recuerdo a alguien que competía en minoría.

Recupero la rueda de Michele, y ahí van mis cinco rasgos…

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Corredor competitivo en muchos frentes

En dos años, Michele Bartoli fue capaz de ganar el Tour de Flandes y la Lieja-Bastogne-Lieja.

Su polivalencia en clásicas quedó probada en casi todos los terrenos, pues pasó de largo de Roubaix.

En las grandes, tentó un poco en el Giro 1998, donde logró su primer gran triunfo, en una etapa de 1994, pero quedó claro que las generales eran demasiado para él.

Una pose que rozaba lo pornográfico

Su forma de correr, ese ánimo ofensivo, maridó perfectamente con su acople a la bicicleta.

Cuando se agarraba de abajo y se erizaba como un gato se desataba la tormenta.

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Un palmarés de capricho

Su medio centenar de triunfos no sólo es cosa de cantidad, y sí de calidad.

Bartoli ganó cinco monumentos y pudo haber sido alguno más.

Abrió la cuenta en el Tour de Flandes, con un ataque demoledor en la capilla, cuando ésta era decisiva en la carrera, un poco como ahora la Het Nieuwsblad.

Le siguieron dos Lieja-Bastogne-Lieja y ya más mayor, sendos Giros de Lombardía.

Ojo con el valor y la dificultad de ganar un monumento, que Michele sumó hasta cinco.

San Remo y Mundial, sus asignaturas pendientes

En ese bagaje de lujo, le quedó la «pena» de no llevarse ni la Milán-San Remo ni el Mundial.

Especialmente doloroso fue su bronce en Valkenburg, cuando Camenzind se le adelantó, siendo el gran favorito.

Su cara en el podio era un poema, el mundial para cualquier ciclista es lo increíble, para un italiano, el viaje al cielo.

¿Una carrera? Lieja de 1997

Aquello fue un abuso, una carrera de esas que nunca olvidas, un frenesí de no sé cuántos kilómetros en un pulso a tres con Bartoli entre dos ONCE, Zulle y Jalabert, para más señas.

Escapados con ambos, el italiano no se cortó ni un pelo, entró a los relevos y encajó todos los golpes hasta que, a menos de un kilómetro de meta, hizo del muro de Ans la tumba deportiva de Jalabert.

Aquel día, el bicho fue demasiado, como lo sería Vandenbroucke para él un par de años después.

Imagen: L´Equipe

 

 

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