Ciclismo antiguo
Los ciclistas del hambre
Publicado
8 años atrásen
Por
Iban Vega

Explica con detalle Jon Rivas en su “En París se han vuelto locos” cómo se estructura la dieta presente de un ciclista del siglo XXI. Medidas porciones de calorías a través de los más diversos alimentos en tablas y rutinas marcadas por auténticos especialistas. En ese rancho va la suerte del corredor en esfuerzos que los más comunes mortales ni imaginamos. Como una vez me dijo el doble campeón olímpico de BTT, Julien Absalon: «Iba tan tan tan fuerte que mi ser abandonó mi cuerpo en algunos momentos”.
La realidad no obstante nos marca que el ciclismo ha sido un deporte mellado por el hambre. La realidad nos lo marca y la historia nos lo certifica. Traemos aquí a tres grandes de la historia del ciclismo español a raíz de la foto que ilustra esta entrada, un joven y escuálido Federico Martín Bahamontes tirando de carretilla por las cuestas toledanas diez años antes de ganar el Tour.
Pero vayamos al principio. Vayamos al ciclista que muchos consideramos el primer profesional íntegro de la historia del ciclismo español. Mariano Cañardo, nuestro primer campeón, fue fruto de una España mísera y sin horizonte. Nació en Olite y pasó más hambre que un maestro de escuela en Jaca. Ese hambre de entraña y espíritu se agarra a tu ser tanto que a veces hasta el golpeo del pedal está movido por la necesidad más que por ambición de ganar. Muchos años después, sin ser ya ciclista, cada vez que Mariano volvía a Jaca recordaba la casa por cuya verja le daban un chusco de pan algunas mañanas. Lo recordaba con mayor nitidez que su primer trofeo o su primera carrera.
Otro que pasó hambre con mayúsculas fue Ocaña, Luis Ocaña. Movido de su pueblo llegó a la Vall d´ Aran en años sin fe ni esperanza. Luis era un amasijo de huesos, largo pero carente de chicha. Triunfó en el ciclismo siendo uno de sus grandes actores en la “belle époque” de este deporte, pero en la mesa bromas las justas. Como Mariano, Luis no estaba satisfecho hasta que no tuviera e estómago lleno. A veces pareció que ese fantasma de la hambruna pedaleara con él en esa furiosa caza que emprendió sobre Eddy Merckx.
Y volvemos a nuestro personaje central. Bahamontes siempre vivió al pie del Alcázar de Toledo. Vio el asedio republicano en la Guerra Civil, la metralla sobrevoló su coronilla mientras descascarillaba la fachada de la Santa Cruz. En esos años le tocó hacer de carretillero, como muestra la foto. Entrenar en bicicleta era un jodido lujo que en su casa no se podían permitir. Luego esas mismas calles que recorría deslomado, anónimo y ágil se llenaron para celebrar el primer Tour de Francia de un ciclista español.
Hoy los ciclistas viven en otra esfera. Generalmente, y aunque hay plausibles excepciones, viajan cómodamente y comen lo que les corresponde a su titánico esfuerzo, pero no siempre fue así, el ciclismo fue un deporte que nació del hambre y con ella agarrada al espíritu hemos visto las más tremendas gestas.
Imagen tomada de Facebook-grupo Vuelta a España photos nostalgie
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Ciclismo antiguo
El día que Greg Lemond sí batió a Sean Kelly
Publicado
3 días atrásen
6 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Ese mundial de Chambery condenó a Kelly ante Lemond
Sitúense. Década de los ochenta, años vintage.
Tiempos de transición, de respeto real y cariño sincero hacia el ciclismo. Guimard diría que los últimos tiempos de inocencia.
El pelotón es poblado por leyendas vivientes.
Nos centramos en dos. Un americano de grácil pedaleo y afortunado sino, Greg Lemond. Enfrente el mejor ciclista del momento, Sean Kelly, un corredor cuyo bagaje excede los límites de la estadística.
En 1989 el Campeonato del Mundo se desarrolla en la ciudad francesa de Chambery, la puerta de los Alpes, un sitio mágico, de montañas preciosas y duendes escondidos.
La jornada es lluviosa y fría. El mundial, siempre en el ocaso del verano rara vez se corre bajo tanta agua. Aquel día descargó el cielo sobre los corredores, tanto que pasarían unos años hasta ver ediciones tan húmedas.
Oslo a los cuatro años y Valkenburg a los nueve le harían honor.
La carrera se decide en un sprint, qué sprint.
Uno entre un millón, Greg Lemond, sorpresivo ganador del Tour un mes antes ante el desconsuelo de Laurent Fignon, lo hizo, ganó a Kelly en una llegada explosiva, casi icónica, en un ambiente espeso y húmedo, con huesos asomando bajo el maillot calado, imitando eso que griegos inventaron en la Victoria de Samotracia, la técnica de los paños mojados para descifrar la anatomía.
Sean Kelly vs Greg Lemond. Un duelo desigual si en grandes clásicas nos fijamos y asimétrico si añadimos mundiales.
Kelly llegaba como ganador de la recién creada Copa del Mundo, fue cuatro veces verde en el Tour, ganador de una Vuelta.
Kelly amasó victorias parciales sobre Lemond en San Remo, Lombardía y Lieja. Le sacó del podio de la Roubaix de 1985.
Sólo en una clásica Lemond rompió la tiranía de Kelly, el Gran Premio de las Américas de ese mismo año cuando se clasificaron cuarto y quinto respectivamente.
Greg pudo con Sean en esa clásica y en todos los mundiales en los que se cruzaron.
Sean nunca pudo con Greg cuando el arco iris amanecía en el horizonte.
La carrera tuvo otro protagonista, Dimitry Konishev, un jovenzuelo soviético que clavó la carrera siempre en vanguardia.
Posiblemente él fuera, con su plata colgando de la nunca, el tipo más feliz del podio francés. Lemond ya había sido campeón del mundo, Kelly nunca lo sería. El ciclismo, caminos paralelos, caminos cruzados, siempre tuvo estas cosas, estos azares.
Lemond nunca ganó a Kelly hasta que lo hizo, y en un Campeonato del Mundo.
Una historia discreta pero latente que explica por ejemplo lo que este año le ha pasado a Peter Sagan, quien nunca fallaba hasta que se vio en el sprint de San Remo.
Historia y foto tomadas de greglemondfans.wordpress.com
Ciclismo antiguo
La Vuelta que descubrió Portugal
Publicado
4 días atrásen
4 de agosto, 2022Por
Iban Vega

La Vuelta a Portugal camina hacia los 100 años de vida
En días pasados, pero no olvidados, salió a la carretera la 1ª Volta a Portugal. Era el año de 1927, abril, el día 26, un total de 42 corredores formaron el primer pelotón de la que se convirtió en la prueba reina del calendario luso. En ese tiempo eran 24 los favoritos a su conquista, bien diferente del selecto lote de candidatos a la victoria en la actualidad.
António Augusto de Carvalho (Carcavelos) fue el primero en firmar su nombre en el palmarés de la Volta.
Para la historia quedó el gran espacio ofrecido al ciclismo con honores de portada en el periódico de mayor tirada nacional, el Diário de Notícias. Igual a lo que hoy hace el periódico francés L’Équipe trayendo en la portada el Tour de France, en ese día en Portugal el rostro de los 24 favoritos imperó con toda grandeza en la prensa, como grandiosa fue la recepción al pelotón para la gran salida en la Plaza Marquês de Pombal.
La capital Lisboa parecía pequeña para la marea de gente que quiso ver de cerca los héroes de las bicis, repitiéndose la misma imagen impactante al final de las 18 etapas con la definitiva llegada en la Avenida da Liberdade.
Pronto aquí comenzó a ser dibujado el título de reina del ciclismo lusitano al juntar entre Campo Grande y Avenida da Liberdade aproximadamente 50.000 personas en la fiesta de consagración de António Augusto de Carvalho, el gran ganador de la 1ª Volta a Portugal tras 79h08m00s.
Con él han finalizado 26 corredores la debutante prueba velocipédica, subiendo al podio en 2º Manuel Nunes Abreu (Leixões) a 9m31s y en 3º Quirino de Oliveira (Campo de Ourique) a 19m06s.
Una curiosidad, en la etapa de apertura el pelotón se concentró en la Plaza Marquês de Pombal hacia al Cais do Sodré, donde embarcaron ciclistas y bicicletas cruzando el Río Tajo para vivir en Cacilhas la salida oficial.
Esta 1ª edición repartió 1958 km por 18 etapas, siendo el primer maillot amarillo Quirino de Oliveira, ganador de la primera jornada al final de 1h24m05s, el tiempo que llevó a recorrer 40,4 km desde Cacilhas a Setúbal.
Triunfó en siete etapas más.
Cinco fueron ganadas por el gran vencedor de la Volta y de las demás cuatro sonrieron a Francisco Santos Almeida (SL Benfica) y una al 2º en la general Manuel Nunes Abreu.
La 1ª Volta tuvo numerosos episodios claramente distintos de los que se viven hoy, fruto del escaso conocimiento del país.
El recorrido, diseñado a partir de un mapa topográfico de 1905, dio lugar a errores en el trayecto y a caminos impracticables al paso de las bicicletas. En dos de las jornadas, la 3ª que unió Sines a Odemira y la 7ª de Beja a Évora, los héroes de las dos ruedas se enfrentaron con el fin del asfalto, poco común en una época muchísimo rural, teniendo de contar con los trabajadores rurales para abrir camino al paso de la Volta.
El pelotón siguió su camino, cautivando a los fans en cada tierra por donde pasaba. Y así es hasta hoy.
Desde 1927, la Volta a Portugal llena de emoción el corazón de los portugueses.
Para aquellos que la viven desde los pedales, los ciclistas, ella representa el máximo objetivo de la temporada, sintiendo por ella una reverencia como si de una soberana se tratara, pues ella fue, es y siempre será la reina del ciclismo portugués.
En 2022, Vilanova de Gaia, enfrente de Port volverá a recibir a los héroes al final de la 83ª Volta a Portugal para la consagración del gran vencedor.
Por Helena Dias
Ciclismo antiguo
El Tour de 1983, por Ángel Arroyo
Publicado
4 días atrásen
4 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Escuchándole ahora se puede decir que Ángel Arroyo pudo ganar el Tour de 1983
Hablando de Ángel Arroyo, Reynolds y el Tour de 1983, tomaron la salida a verlas venir y volvieron de París hechos unos héroes.
Ángel Arroyo capitaneó la vuelta del ciclismo español al gran circo del Tour de Francia en un año que el ciclismo español dio el gran salto.
De aquello han pasado casi cuarenta años, pero en la resaca del memorable Tour que acabamos de ver, queríamos escuchar a Ángel Arroyo narrando la histórica edición de 1983.
Una carrera en la que los pronósticos ya saltaron por los aires desde el kilómetro cero, con la baja de Hinault,, y que, a partir de ahí vio como las diferencias parecieron un acordeón de ciclistas subiendo y bajando en la general a una velocidad de vértigo.
Jorge Lastra, buen conocedor de la época, nos acompaña en esta charla con el entrañable Ángel Arroyo, quien recuerda a la perfección aquellos días de julio.
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Ciclismo antiguo
Hugo Koblet en el momento más alto del «Pédaleur du charme»
Publicado
6 días atrásen
3 de agosto, 2022Por
Iban Vega

Así acuñó Hugo Koblet el apodo «Pédaleur du charme»
Hay una etapa que no está en los anales más extendidos del Tour de Francia pero que sin duda debería figurar, fue un día de julio de 1951, más de 70 años ya, en una etapa de esas considerada de transición, cuando Hubo Koblet acuñó el apodo que le acompañó durante toda su vida y que incluso dio título a una película estrenada hace doce años: «Pédaleur du charme».
Literalmente podríamos traducirlo como pedalista de encanto, o con encanto, en romano paladín diríamos que fue una «puta maravilla» verle rodar ese día.
No había nacido el Jacques Anquetil estelar, que uno se le adelantaría en el tiempo de rodar como los ángeles.
Todo surgió por una crónica al día siguiente de aquella etapa, el 16 de julio de aquel año, del periodista Jacques Grello, quien habló de Hugo Koblet como «le Pédaleur du charme».
Pero ¿qué hizo de extraordinario aquel suizo de encanto eterno?
Sucedió en una etapa entre Brive y Agen, un trayecto por el centro del hexágono en mitad del Tour con la mirada puesta en los inmediatos Pirineos.
La jornada de 140 kilómetros iba a ver algo extraordinario.
En el kilómetro 30, Hugo Koblet atacaba con la sola compañía de Louis Deprez.
No sabía éste, en ese momento, que iba a ser el último sobre ruedas que iba a ver a Hugo antes de llegar a meta.
Por detrás no había unos cualquiera.
A los problemas mecánicos de Louison Bobet, pinchazos varios, se le unía el desconcierto del equipo francés.
Koblet, ganador días antes de la crono y el año anterior del Giro de Italia, iba haciendo camino, ya en solitario, con el viento en contra y la ventaja subiendo.
Ante lo dantesco de la imagen, todas las estrellas atrás y un tío solo metiendo tiempo delante, los primeros espadas echaron los gregarios a un lado y se pusieron a tirar.
En la ruleta entraban Fausto Coppi, Gino Bartali, Raphael Géminiani y Louison Bobet, ojo que hablamos de la crema de la época, de década, si me apuráis.
«¿Qué cojones hace el de adelante? no es posible» soltó Géminiani, cerca de su querido Clermont Ferrand, ante la solidez del suizo en punta.
Las figuras al comando sólo lograron una cosa, contener los daños en meta, que se quedaron en dos minutos y medio, con el complemento de un minuto de bonificación.
Hugo Koblet no ganó el Tour ese día, pero «le Pédaleur du charme» empezó a hacerlo.
Se pondría líder en la etapa de Luchon, ya en Pirineos, a donde llegó escapado con Fausto Coppi.
Aquel Tour lo ganaría con 22 minutos sobre Géminiani, media hora ante Bartali y tres cuartos de hora más rápido que Coppi.
Aquellos eran días de miel y gloria para Hugo, lo que habría de venir fue triste y trágico, una de las historias más brutales de este deporte.
Imagen: RTVE


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