Ciclismo antiguo
El día de ciclismo más duro de la historia: Hampsten en el Gavia

Para Hampsten el agujero blanco del Gavia fue la catapulta a su Giro de Italia
En días de frío, vamos a irnos a los extremos, a Hampsten, el Gavia y el Giro, y todos tenemos claros esos días que los ciclistas excedieron sus funciones en el pelotón y se adentraron en las tormentas más terribles de la historia de este deporte que rara vez se paraba ante algo o alguien.
Si nuestro viaje a de ir a un extremos, vamos al Giro 88, 35 años van a pasar ya, al Gavia y a la gesta de Andrew Hampsten, el ciclista se conoció como «el conejo», aunque fuera un poco peludo y muy huesudo escalador.
Hoy nos preguntamos qué pudo haber sucedido, qué desgracia podríamos haber leído sobre aquella tarde de mayo de 1988 en el Gavia, cuando la gran nevada sobrevino sobre un destrozado pelotón del que emergió un ciclista americano con gafas de esquiador llamado Andy Hampsten.
Lo cierto es que en tiempos modernos, los que nos ha tocado vivir, cuando vemos una jornada en el alambre de la suspensión o recorte por mor de la meteorología, siempre nos acordamos de ese para agarrarnos a eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor».
Lo hicimos el día que el Giro recortó la etapa de Cortina hace dos años o aquel del 2020 que llovía tanto y el pelotón presionó para que se acabara recortando.
El ciclismo actual, puesto negro sobre blanco sobre el que un día conocimos, no sale bien parado en esta comparación, pero a veces me pregunto si no hubo días en los que se jugó con fuego.
El Giro de hace diez años tuvo un par de jornada comprometidas: el día que Visconti ganó en el Galibier bajo una tremenda nevada, y a los pocos días Nibali hacía lo propio en Lavaredo.
El Giro 2023 vuelve a Lavaredo
También cuando Nairo se vistió de azul «Tirreno» en la cima del Terminillo.
El día que el ciclismo rozó la calamidad fue ese del Giro de 1988 y la famosa etapa del Gavia
Fue un cinco de junio, primavera en los Dolomitas, primavera a medias -como cuando Perico y Carlos de Andrés hablan del verano francés-, más cuando la tarde antes a esa jornada todos los informes apuntaban a un tiempo apocalíptico en la subida al Gavia.
Por la mañana, a sabiendas que la cosa se iba a poner fea, Mike Neel, director deportivo del Seven Eleven, ya planteó una logística especial.
A trescientos metros de la cima del Passo di Gavia, situó un coche con bebidas calientes para los corredores
Arriba del todo, aposta un segundo vehículo cargado de ropa seca.
Antes de llegar allí, el fin del mundo.
Ya en el tramo sin asfaltar del principio, el escapado Johan Van der Velde trepaba en medio de una nevada que convierte la ruta en un lodazal, pues el Gavia tiene tramos sin asfaltar.
La suya fue una aventura feroz, que ha pervivido en el tiempo y el recuerdo del aficionado, que no tendría el final perseguido, pues en el grupo de contraataque salieron los capos, con Erik Breukink en cabeza, y Andy Hampsten con él, para conquistar el Gavia más indomable de la historia.
Aunque Van der Velde fue el primero en coronar, sería cazado por neerlandés y americano al pararse en la cima por abrigarse ante un descenso que se anunciaba horrible
Perico no trató ni ponerse los guantes ante la inutilidad de sus manos ateridas de frío y humedad, lo hizo en medio de aficionados que prestaron sus anoraks a los ciclistas.
La bajada presentaba curvas cerradas con pendientes del 16%, un reto que dejaba la monstruosa subida en una anécdota, una cuestión de supervivencia que los del Seven Eleven supieron prever mejor que otros.
Al margen de los coches en la cima del Gavia, Andy Hampsten se había untado de vaselina de la cabeza a los pies.
El resultado lo vimos, Hampsten llegó con Breukink escapado a la meta de Bormio para empezar a encarrilar un Giro histórico, pues sería el primero que ganaría un estadounidense, algo que no hemos visto repetirse.
A media hora de los ganadores, llegaron los preferidos de la afición, Visentini & Saronni, como muestra de las diferencias que se abrieron ese día.
El Gavia, un puerto con más de sesenta años de tradición en el Giro había pasado a la historia para ser recordado anualmente, cada vez que el pelotón afronta una jornada que entra en los cánones de los extremos del frío.
«Poco sabíamos del Gavia y ni si siquiera quisimos reconocerlo por adelantado. De repente me vi en pistas de tierra y en medio de paredes de seis metros de nieve. Me sentí como Fausto Coppi» dijo Imerio Massignan, el primero en coronarlo el año 1960.
Imagen: Ciclismo épico
Ciclismo antiguo
¿Chava o Heras? Yo me quedaba con el segundo
Heras tuvo resultados que no compitieron con el carisma del Chava
La foto de familia que ilustra este artículo es del siglo pasado, y por tanto etiquetada en este mal anillado cuaderno como ciclismo antiguo con, de izquierda a derecha, Joseba Beloki, Roberto Heras, José María Jiménez, el Chava, Abraham Olano y Fernando Escartín.
Ahí hay un poco de todo y de todas las edades, pero en estos apellidos, y algún otro, recayó el peso de la gloriosa época de Miguel Indurain y su larga sombra.
No sé si casualidad, pero en el centro están los protagonistas de esta pequeña fábula.
Roberto Heras y el Chava Jiménez fueron los dos mejores escaladores españoles de finales de los noventa y primeros años del nuevo milenio, que podría haber sido alguno más si no el abulense no nos hubiera dejado de forma tan temprana, hace veinte años casi exactos.
En todo caso, la rivalidad que ambos ciclistas nos ofrecieron aún hoy la recordamos.
Los dos castellanos, uno de Salamanca, de Béjar, el otro de la sierra de Ávila, de El Barraco, dos parajes no muy lejanos geográficamente, que nada tenían que ver con el carácter de cada uno.
El Chava era efervescente, el ídolo, el hombre de la afición.
Estuve en la llegada de Ávila de aquella famosa etapa de VDB en Navalmoral, todos impresionados con el valón, pero lo que arrastraba el Jiménez en su tierra había que verlo en directo.
Roberto Heras no se parecía al Chava, de perfil más retirado, más frío, a veces distante, pero encantador y cercano en las distancias cortas, si se sentía cómodo.
En carretera tuvieron sus buenos piques, aunque nunca disputando una grande.
Cuando mejor estuvo el Chava, en 1998, Heras se debía a Fernando Escartín en el Kelme, y cuando el bejarano ganó la Vuelta, el abulense no estaba delante.
Sin embargo, la afición se decantó por uno u otro, poniendo en la balanza qué era mejor, una personalidad arrolladora o un tipo que salía y ganaba, con más o menos brillo, y eso que Heras fue un escalador brutal.
A mí, resultadista desde que tengo uso de razón, me gustó siempre mucho más el del Kelme, y eso decirlo entonces no resultaba nada popular.
Entre el fervor por el Chava y una prensa que de ciclismo entendía lo justo creo que se construyo una figura excesiva para lo que ciclísticamente fue, aunque siendo justos seguro que a su estela no pocos quisieron probar fortuna en esto llamado ciclismo, un deporte que estaba en la picota en muchos sentidos pero que con esta generación se vivieron días bonitos.
Imagen: Marca
Ciclismo antiguo
Cipollini en 5 esenciales
¿Qué figura ha trascendido más que Mario Cipollini? casi ninguna
Hablábamos el otro día de Francesco Moser, figura eterna, y entre sus gregarios figuró un tal Cesare, de apellido Cipollini, hermano de Mario, el protagonista de esta pequeña historia.
¿Quién no recuerda a Mario Cipollini? es más ¿qué aficionado ciclista no ha escuchado cachondeo con su apellido?
Eso es y eso fue Mario Cipollini, un ciclista que trascendió con mucho el ciclismo y su época, pues aún hoy, en cualquier machar histórica que reúna varias leyendas, ninguna atrae lo que el velocista nacido en Lucca.
Hemos realizado el difícil ejercicio de sacarle cinco puntos para describir al que llamaban el «rey león».
Amor por el Giro
Ciclista de números, auténtico goleador sobre la bicicleta, en especial en el Giro de Italia, donde resultó inaccesible durante muchos años, con 42 triunfos.
Era sin duda su coto, siendo además la única grande que finalizó, hasta en seis ocasiones, vistiendo a veces la maglia ciclamino hasta el final.
Anotador nato
Con más de 160 victorias, es uno de los corredores más prolífico, no sé si el más, que he tenido la suerte de ver.
Su forma de sumar en las volatas era brutal.
Rara era la vez que concurría en una vuelta por etapas y no acababa con dos o más etapas.
La Gante-Wevelgem, su clásica
A diferencia de la actualidad, la clásica de los campos de Flandes que limitan con Francia ha sido su mejor territorio clásico.
Ganador tres veces de esta carrera, destaca que entre la segunda y tercera victoria pasaron casi diez años.
Su último éxito fue en 2002, año mágico, pues venía de ser el mejor en la Milán-San Remo, logró salir vivo del Poggio, y acabaría siendo campeón mundial en el vilipendiado circuito de Zolder.
En el filo de la polémica
Carácter fuerte, fue foco de atención de cámaras y ojos en las carreras.
Sin embargo un par de hechos han perturbado su reputación: dio positivo por EPO en 2004 y años después su nombre aparecería en aquellos famosos papeles donde figuraban ciclistas que se habían dopado durante el Tour 98.
Además pende sobre él un fallo en contra por violencia doméstica.
¿Una victoria? El mundial
Zolder 2002 fue uno de los circuitos más criticados de la historia de los mundiales, una suerte de encefalograma plano en el que buscar la sorpresa fue una quimera.
Entre los que lo intentaron, curiosamente, estuvo Igor Astarloa, y digo curiosamente por que un año después sí que sería campeón del mundo.
En el sprint final, Italia recuperaba el cetro de su carrera fetiche con su mejor baza: Mario Cipollini lograba batir a Mc Ewen y Zabel tras 256 kilómetros corridos a más de 46 por hora.
Imagen: Cycle
Ciclismo antiguo
La primera crono que gana Indurain
Ya han pasado casi 40 años del estreno de Indurain ganando una crono
Ilustro el post de la primera crono que entra en el palmarés de Miguel Indurain con una foto de los Juegos Olímpicos de los Ángeles, aquel mismo año 1984, semanas antes de la carrera que nos ocupa, el Tour del Porvenir.
Nos situábamos en septiembre de aquel año, otoño ciclista y prueba de fuego para los más jóvenes, aquello era el preludio del Tour de la CEE, que con el tiempo se ha convertido en el Tour del Avenir.
Indurain ganaría esa carrera dos años después, pero la aproximación a la misma la haría poco a poco y, como no, empezando por una crono, aunque haciendo justicia al desarrollo de la carrera aquel mocetón de veinte años ya había mostrado maneras en etapas anteriores.
La cosa fue que entre Loudes y Tarbes no hubo milagro y sí la constatación del chaval ese que rodaba como los ángeles.
Indurain afrontaría la crono a bloque desde el inicio, para nada asustando por los 30,5 kilómetros iniciados por un primer repecho.
En meta, diferencias humanas pero premonitorias.
El que más cerca acabó el talentoso Jeff Bernard, ya en La Vie Claire, a unos veinte segundos.
El ciclismo les situaría en el mismo equipo y en el mismo lugar siete años después con el navarro de amarillo.
En aquella clasificación de jovenzuelos había algún nombre conocido.
Charly Mottet, ganador de aquella carrera, y Piotr Ugrumov fueron los más destacados.
Ambos ya conocían a Indurain y cómo se las gastaba en su terreno, la crono, rompiendo con ese perfil de agonista español, bueno en la montaña y nulo en la lucha contra el cronómetro.
La presentación en sociedad del navarro fue eso, rompedora, con las crónicas mostrando sorpresa por ver a un ciclista de este lado de los Pirineos ganando toda una contrarreloj.
Ciclismo antiguo
Francesco Moser en 5 esenciales
Francesco Moser lo hizo casi todo bien
No sé si fruto de la casualidad, si de forma inconsciente, Francesco Moser sigue a Fabian Cancellara en esta galería de grandes de siempre que rueda estos días por este mal anillado cuaderno.
Francesco Moser, no lo vi en directo, pero su áurea seguía intacta en los años que empecé a ver ciclismo, a disfrutar de este deporte.
Un ciclista que, leyendo y releyendo, fue muchas cosas al mismo tiempo, un adelantado, un portento y también un poco tramposo.
Pero vayamos al grano…
La hora más rentable
Cuando Francesco Moser batió el récord de la hora de Eddy Merckx en México no tuvo suficiente.
Lo había dejado en 50 kilómetros altos, pero a los cuatro días quiso más, y firmó más de 51.
La tecnología como aliado
En esa tentativa, Moser torció la historia de este deporte y su propia evolución.
Se coronó con esos registros sobre una bicicleta histórica por sus geometrías y prestaciones rodando en un velódromo especialmente tratado para la ocasión, marcando el camino de los que habrían de venir después, el escocés Obree, Boardman, Indurain y Rominger.
Polivalencia
Su palmarés es rico como pocos, pues ahí entran mundiales de ruta y pista -imaginaros qué tipo de persecucionista podía ser-, un gran vuelta, varios monumentos y muchos triunfos por doquier.
Si el récord de la hora forma parte indisoluble de su recuerdo, no menos lo es ese Giro de 1984 que le gana a Laurent Fignon con toda la «ayuda» del mundo, como si la Italia de Bertoglio, Battaglin y Saronni necesitara también coronar al trentino.
Un «bruto» rodador
Su enemistad con Roger De Valeminck fue mítica en Roubaix, eran dos ciclistas maestros en lo suyo, Moser ganó hasta tres ediciones del tirón -algo inédito desde la Segunda Guerra Mundial- para cabreo del gitano.
Si De Vlaeminck era más sutil sobre el adoquín, el amigo italiano directamente los abordaba por la mitad para volar hacia el velódromo, sin rodeos ni abalorios, directamente chocando contra ellos.
¿Una victoria? Roubaix, año 1978
En la Roubaix del 78, Moser, arco iris a la espalda, arco iris que ganó en Venezuela, se presentó ante “Monsieur Roubaix” como alternativa ganadora a la mejor carrera del año.
El italiano, listo como el hambre, jugó sus bazas sin esperar instrucciones del gran jefe.
Realizó dos ataques, primero a 23 de meta y luego a 18 para romper la resistencia de Maertens y Raas, mientras el influjo de De Vlaeminck se hacía notar.
Moser llegó solo al velódromo y De Vlaeminck echaba fuego.
“Este tipo es un desagradecido” dijo el belga.
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