Ciclistas
Tres pifias que le han costado otros tantos Mundiales a Alejandro Valverde
Dicen que se oyeron gritos ayer en el box de Florencia recién acabada la carrera. Exabruptos y quejidos de una emoción incontrolable que mezclada con un cansancio supremo conlleva la pérdida de toda noción de decoro. Se ve que Purito Rodríguez no cabía en su pequeño cuerpo. Saber que estabas ante esa ocasión que te perpetúa en el mar de los grandes y no aprovecharla tiene que doler en el alma. Lo cierto es que la densa resaca que ayer poníamos sobre la mesa sigue. No sé cuántas horas dormirían los protagonistas, pero conciliar el sueño debió ser complejo.
El Mundial de Alejandro Valverde
En el balance posterior del Mundial Alejandro Valverde por su parte puso en valor varias veces sus cinco medallas en el Mundial para explicar el sentimiento de satisfacción que siempre utiliza cuando un resultado no le es favorable. Vamos a ver un bronce sí es interesante, pero cuando cuelga de tu cuello tres veces no resulta tan atractivo y eso un ganador de su tamaño debe ser la biblia.
En breve se cumplirán diez años de la primera medalla del murciano. Creo que fue un día del Pilar.
Con Igor Astarloa en oro, Alejandro Valverde remató la plata. Entonces tuvimos claro que ese veloz ciclista algún día sería campeón del mundo. Sin embargo la estadística no le es favorable en ese sentido, Valverde ha quemado unos años maravillosos, en los que la naturaleza le dotó de un don inmejorable para ser el ciclista de la década y el resultado se queda corto.
Pero cuando ayer en el box florentino se dijo oír los lamentos de Purito Rodríguez a mí me vinieron a la mente dos ciclistas: Samuel Sánchez y Oscar Freire. Y cito estos dos por que como a Purito, les tocó sufrir esas lagunas que a veces surgen en el proceder de Valverde y que acaban arruinando el plan perfecto, exactamente como ocurrió ayer.
Verona 2004 cuando Valverde ayudó a Oscar Freire
No obstante este repaso sería incompleto si no empezara por el principio, y eso es Verona 2004, cuando el trabajo limpio, claro y directo de Alejandro Valverde lanzó a Oscar Freire a su tercer campeonato del mundo. Sin embargo el epílogo entre ambos corredores no fue idílico.
El año pasado en Valkenburg, con la certeza de que Freire se retiraba y estaba ante su último cartucho, se acordó que el cántabro era la baza principal de la selección. Valverde asumió el rol pero en el momento clave nadó entre dos aguas.
Desbordado por Philippe Gilbert no auxilió a Freire ni cogió al valón. La mecha se encendió nada más cruzar la meta, Freire, de vuelta de todo y con los días contados en el convento señaló al murciano. Curioso que ayer Freire merodeara la zona de meta, seguro que se vio en Purito tan sólo 365 días antes.
El correr de Alejandro Valverde no es normal
Pero años antes, y en medio de otras ocasiones malogradas en el objetivo de ser campeón mundial, Valverde ya encendió comentarios y conjeturas sobre esa peculiar manera de correr. Sí, en 2006, en Salzburgo, cuando todo pintaba a una llegada masiva surgió un obús del pelotón llamado Samuel Sánchez.
Valverde soldado a su rueda parecía en la mejor disposición. Erik Zabel y Paolo Bettini, allí presentes también. Situación soñada, dos de cuatro escapados a menos de 1000 metros de meta. Samu hace un trabajo descomunal, de 100 llegadas Valverde le gana 99 a Bettini y Zabel, y sí, en efecto, italiano y alemán fueron mejores que el murciano en esa llegada.
Aquel desenlace lo comenté con el propio Samuel Sánchez en una entrevista publicada en la revista Ciclismo en Ruta de noviembre de ese año. Este es el trozo donde hablamos del desenlace mundialista:
Otro pasaje glorioso, el Mundial. Cuarto al final, tras reventar la carrera, ¿crees que la recompensa –el bronce de Valverde- estuvo a la altura de la labor realizada? “Nunca sabremos qué podrá haber pasado. Lo que tengo claro es que vine de Salzburgo muy satisfecho por que hice el trabajo a la perfección, también es cierto que haber obrado de otra manera podríamos haber ganado el Mundial.
Trabajamos como un equipo con el objetivo de ganar medalla, por eso nunca podremos cuestionar al técnico. Paco hizo un equipo con todas las letras y siempre nos ha tratado muy bien”
En un tercio de segundo, con la meta a menos de un kilómetro, rompes la carrera y Valverde se sitúa a tu rueda. En un instante la suerte de una prueba del calado de un Mundial está en tus piernas. ¿Eres consciente de que pudiste ser campeón del mundo?
“Si en el momento en que yo arranco, si Alejandro y yo estamos más listos podríamos haber ganado. Si ataco y me voy solo hubiera ganado. Si Alejandro sale a mi rueda y corta el pelotón tras él, el desenlace hubiera sido otro.
Tenemos que pensar que íbamos 70 kilómetros de hora y a 185 pulsaciones. Todo lo que hablemos ahora no son más que hipótesis. Después de 270 kilómetros cualquiera que llegue mejor que tú, te puede ganar. Le comenté a Valverde durante la carrera que no metiese el 11 llevando un 54 delante, y acabó por atrancarse un poco. Yo iba con un 53×11”
En el vigesimoquinto minuto de la transmisión que abre este post se ve el momento que describe Samuel. Las conclusiones le corresponden a cada uno.
Ciclistas
Cavendish no podía dejar el ciclismo así
Adicto al ciclismo y al triunfo, Cavendish alarga un año más
La imagen no es de este año, es de uno de los años felices de Mark Cavendish en ciclismo, uno de esos en los que amasaba uno de esos brutales botines en el Tour, ganando y ganando etapas hasta empatarse con Eddy Merckx en lo más alto de la historia.
Una historia que sí, es muy diferente en ambos casos, el belga era total, el inglés un anotador de sprints, cosa que no es para tomarse en broma, pero que implica una dificultad muy diferente al gran Eddy.
Pero numéricamente, está ahí, a un paso.
Y el caramelo es goloso, es entrar en lo más alto del ciclismo y su historia, es escribir tu nombre en los cenotafios más prestigiosos, quedarse solo en la cubre, algo tan grande que, a la vista está, no quiere dejar escapar.
Más cuando en el último Tour, se fue justo después de quedar segundo tras Phlipsen en la meca de Burdeos, la meca de los velocistas, allí donde los mejores de la velocidad, y él, han ganado alguna vez.
Mark Cavendish anunció durante el Giro, antes de ganar su etapa en Roma, que dejaba el ciclismo a final de campaña, esa decisión tiene marcha atrás, conectando con esos ciclistas que tantas veces recularon una vez anunciado su retiro.
Recuerdo a su compi de americana, Brad Wiggins en ese plano.
Si han habido años en los que se le ha visto lejos de los mejores, lo cierto es que el meneo que está sufriendo la velocidad mundial le ha dado otra oportunidad.
Caleb Ewan no se encuentra, Fabio Jakobsen no termina de explotar, lo mismo que Sam Bennett… sólo los Alpecin rinden a satisfacción, pero incluso los registros tan abiertos de Jasper Philipsen le pueden hacer albergar ciertas esperanzas de volver a ganar una etapa en el Tour.
Si lo pensamos bien, si vemos lo que sucedió en el pasado Tour, no lo tiene tan complicado y claro, dejarlo ahora, así, sentado en medio de una carretera francesa por caída, pues no procede.
Pues hablamos de un «adicto al ciclismo», un «yonki del triunfo», que seguro no llenaría con la familia los huecos que le dejase la competición.
Cuando anunció su retirada, pensé, lo juro, en esta posibilidad, sobretodo si se quedaba cerca de ganar una etapa en el Tour.
Además, el que viene es año olímpico, y quién sabe si hasta se anima en los velódromos.
En todo caso, repito lo que he dicho otras veces, los récords están para batirlos y el de Merckx me gustaría que cayera en sus manos, por muy mal que caiga en ciertas esferas.
Es un ciclista histórico, nadie se lo puede negar y le da un motivo más a Astana para seguir adelante, porque los celestes la verdad es que llevan unos años de auténtica lástima.
Wout Van Aert
Demasiadas medallas de plata para Wout Van Aert
El Europeo le deja otra plata a Van Aert, y van trece
Sí, lo sabéis, si ahora me pidieran una mano por alguien en el pelotón la pondría por Wout Van Aert, para mí el ciclista más valioso de la actualidad, un portento omnipresente, con un bagaje que no discutiremos ahora, pero con un gran qué en esa relación especial que ha construido con la medalla de plata, hasta trece, excesivas en su balance frente al oro en un balance en el que su némesis, el amigo Mathieu le ha sabido doblegar.
Trece medallas de plata, así nos lo confirman, contando Juegos Olímpicos, Mundiales, Europeos y Campeonatos belgas que, en ciertos momentos, como en ciclocross, son como mundiales encubiertos.
Ayer cuando le vi que no llegaba a tiempo para superar a Laporte en el final, cuando la medalla de plata colgaba del cuello del Van Aert pensé en esa cifra, y con ella en la mano, me pregunto cuál fue el oro que más me dolió que perdiera el belga.
Y en esa tesitura me acuerdo de la carrera de fondo olímpica de Tokio, cuando estaba sublime de forma, recién llegado del Tour, tres etapas ganadas, cada una totalmente diferente, y vio como el hábil Carapaz le levantó el título olímpico.
Fue esa mañana de sábado, a primera hora, un esquema que se nos ha hecho favorito.
Van Aert es el más fuerte de la concurrencia, rodó como nunca y perdió como siempre, pues cada vez que comparece en este plan, sucede lo mismo, alguien es más listo, se anticipa, y luego todos le miran a él para que emprenda la caza que, lógicamente, no llega a buen puerto.
Dice Van Aert que claro que piensa en la cantidad de medallas de plata que tiene en casa, que lo tiene presente, por mucho que en carrera no le venga a la mente.
Pero le condicionan, le tienen que perturbar, a cualquier crack en lo suyo tiene que pesar verse en el día de la marmota
A mí me pasaría.
Le hemos visto a la derecha del ganador, cuando el podio ha estado bien dispuesto, en muchas ocasiones y no cuento Roubaix y Flandes, otras que son de su perfil.
El tema de disputarlo todo, de ser bueno en casi cualquier terreno es lo que tiene, un coste en plazas de honor equiparable a las que lograba, por ejemplo, Alejandro Valverde.
Por eso molesta, por eso sabe mal, ver tanto talento vestido en plata, cuando debería tocar el dorado.
Ojalá Wout le dé la vuelta a la situación, que aprenda de los Carapaz en su día, o Laporte ayer mismo, ciclistas que no le son superiores, pero que son hábiles, se mueven bien y tienen instinto.
Imagen: FB UEC
Ciclistas
Juan Ayuso necesita un año entero y limpio
No pisar el podio de la Vuelta no es una mala noticia para Juan Ayuso
Volver al podio de Madrid para recoger el maillot blanco de mejor joven era un objetivo que Juan Ayuso veía más o menos factible.
De hecho creo que, salvo Remco Evenepoel, era el gran favorito a vestir una prenda que en el ciclismo actual no tiene el valor de hace no tanto tiempo, cuando los jóvenes llevaban una programación más calmada y su progresión se fijaba más a largo plazo.
Si los cambios que ha vivido el ciclismo se podrían resumir en esa prenda y su valor.
Para Juan Ayuso el objetivo era volver al podio de Madrid, un año después de estar en él, tras debutar en una gran vuelta.
Conociendo su ambición y sabedor de lo claras que tiene las cosas, me cuesta creer que el ciclista esté contento con esa cuarta plaza, más cuando tampoco estuvo nunca en disposición de ganar una etapa, otro objetivo que se marcó a fuego.
Lo dijo varias veces, incluso dando a entender que podía sacrificar la plaza en la general por levantar los brazos en meta.
No le fue posible…
Y es aquí donde quiero ir con Juan Ayuso, que ha demostrado que incluso en este ciclismo de prodigios las cosas no son sencillas para los jóvenes, que esto no es llegar y besar el santo, más bien todo lo contrario.
Los que llegan tan rápido a la elite no siempre lo tienen tan sencillo y Juan lo ha demostrado en la Vuelta.
Ha estado delante siempre, la ambición la tenía, el equipo no tanto –la forma de hacer de Almeida es muy difícil de entender– y la forma era la mejor en sus circunstancias, pero ahora mismo el Jumbo está en otro nivel, incluso para los todopoderosos del UAE.
Juan Ayuso nunca amenazó el podio de los neerlandeses y acabó entre el cansancio extremo de Enric Mas y el hastío final de Mikel Landa ante tal dominio.
A ello se le añade ese catarro que mencionó en alguna ocasión y la sensación que no ha hecho limpio de aquella lesión de principios de año.
La suma de todo ha pesado en un ciclista cuyo techo creo que sigue estando lejos, a pesar de algunos comentarios, pues tiene 21 años y en lo poco que ha podido competir ya ha logrado cuatro victorias y de ellas, tres en el World Tour.
Imagen: UNIPUBLIC / SPRINT CYCLING AGENCY
Mathieu Van der Poel
Van der Poel hijo en 5 esenciales
Ahora mismo no le veo límites al palmarés de Mathieu Van der Poel
No sé si es que el año le ha resultado muy intenso o que Mathieu Van der Poel ha querido pasar página rápido, pero su maillot irisado ha sido visto y no visto.
Unas cuantas carreras y cierre de Van der Poel en una París-Tours que merece a los mejores
Habrá que esperar a la próxima primavera para disfrutar a tope el buzo más especial del pelotón con más asiduidad en las espaldas de uno de los corredores con más flow del pelotón, un tipo que no deja indiferencia, despierta pasiones y genera afición como pocos.
Desde que diera el salto a la carretera, Mathieu Van der Poel ha demostrado una evolución tan brutal que nos cuesta reconocer en este campeón aquel mozalbete nieto de Poulidor recién venido del ciclocross, aunque con bagaje ya en carretera.
Con esta premisa, queremos dejar cinco básicos para entender y querer a Mathieu Van der Poel.
Una evolución tangible,…
Ver a Van der Poel «campeonar» en Glasgow y ponerlo negro sobre blanco con el que reventó en Yorkshire, cuatro años antes, es como degustar dos ciclistas diferentes.
El de entonces, un auténtico temerario, que se echaba las fugas a la espada y las arrastraba hasta caer destrozado.
El de este verano, un ciclista certero, con un golpe, sólo uno pero demoledor y suficiente para ser campeón del mundo.
Un cambio de ritmo brutal
Ahí reside la gran fuerza del neerlandés.
Cuando acciona el mecanismo de destrucción se acabó el plan para los demás, abre un pequeño hueco rápido y lo van ensanchando de forma paulatina e irremisibe hasta que decanta la carrera.
Lo vimos en San Remo, en Roubaix y en el Mundial, un tridente que habla del salto de calidad que le ha implicado el año que acaba.
Registros muy marcados
Si una cosa tiene el nene es que su programa se va concentrando y se centra en aquello que sabe le va a resultar.
Salió de la zona de confort del ciclocross para crecer en su entorno natural, las clásica, y en ello está.
Tiene claro el objetivo y se centra en él, todo lo demás que venga perfecto, como etapas o el amarillo del Tour, pero él la historia la escribe en sus terrenos.
Sólo se tuerce del renglón con el BTT, que no le sonríe, pero no creo que ceje en el empeño con unos JJOO en el horizonte.
Techo sin adivinar
Una vez abierto el melón de los monumentos, nos queda saber cuántos será capaz de coleccionar.
En clara competencia con Pogacar, que le ha pisado el césped en Flandes, ahora mismo cuelgan cuatro de su palmarés, pero a ritmo que va mira de tú a tú leyendas no tan lejanas como Boonen y Cancellara.
Si sigue con este registro anotador puede acabar entre los mejores de todos los tiempos en la materia.
¿Un día? El mundial mismo
Este Campeonato del Mundo escocés ha sido el culmen, la cuadratura del círculo para Mathieu Van der Poel.
Con presencias más contenidas y bien calibradas, su actuación en Glasgow ha sido sencillamente abrumadora, tanto como el cambio de ritmo que exhibió y la forma con la que se repuso de la caída posterior.
El coco ya viste de arcoíris, ¿qué será lo siguiente?
Por de pronto seguro que nos amenizará algunas sobremesas de Navidad y fechas aledañas.
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