Tour de Francia
Decepción: Bienvenidos al Tour
La decepción prende entre los aficionados al Tour
El Tour de Francia lo es todo, la carrera que da y quita razones, que pone y derrumba ídolos, la carrera de los mitos, leyendas y otras historias. El Tour es también una carrera que por lo normal va de la mano de la decepción.
Hoy por ejemplo hacía sesenta años que Bahamontes ganaba su Tour, hoy hace 24 años Fabio Casartelli se dejaba la vida en aquel descenso del Portet d´ Aspet.
Son historias, cuentos, leyendas que alimentan la grandeza de la carrera más importante y universal del ciclismo, las tres semanas que todos esperan y todos miran, aunque sea para lamentarse.
Yo no sé qué tipo de expectativas alimenta el Tour de Francia, pero lo que sucedido entre Toulouse y Bagneres de Bigorre es un «déjà vû», todos esperando la montaña, oh los Pirineos, y luego se impone la lógica contemporánea del Tour, la reciente, la de una década que está pasando a cuchillo la emoción que hace unos tiempos teníamos sólo garantizada en el Tour.
No es la primera vez que lo decimos, el Tour, siendo el gran escaparate, la mejor reválida es una carrera en la que se corre a no perder, a no fallar y así es muy complicado.
Se pone la carrera en manos del Ineos -hasta Nairo dijo que estaría a lo que hicieran los ingleses- y se sale a ¿competir?
Es sencillo hablar desde el sofá, arguyen unos, hay que verse ahí dentro, saltan otros, pero la realidad es la que es.
Esta carrera es un monstruo, es la franquicia del ciclismo, pero caen audiencias, se enfría la atención, sale mal parada cuando se la compara con las otras dos grandes.
Y aún atendiendo a la gente que piensa en que la jornada de Peyresourde y Hourquette ha sido decepcionante, hay que decir que no todo es tan negro.
Que el Tour provocará decepción en apariencia, pero que cada cosa cuenta.
Por ejemplo, la lucha por la etapa que pone cada día magníficos ciclistas en liza para ganar un parcial.
El trabajo del Mitchelton para que Simon Yates justifique su presencia en el Tour y el sacrificio de la defensa de su Vuelta.
La importancia de llevar unas buenas ruedas
Las idas y venidas de los escapados.
La salida a cuchillo para pillar escapada, un espectáculo rara vez visto, porque la gente a esas horas está a otras cosas.
En definitiva una etapa de esas que no sé si se echará de menos o no, cuando se pase revista al final, pero muchos deberían hacer autocrítica, dándole el pábulo a una jornada que quizá no lo merecía.
Era la primera etapa seria de montaña es cierto, pero es que queda un mundo, y entre otras cosas, una contrarreloj en ciernes.
No obstante lo aterrador de la escena son las sensaciones, una jornada de montaña, por parajes preciosos, cunetas sembradas de gente, miles de ojos mirando, y la sensación de estar viviendo algo ya vivido: tardes de julio tediosas y odiosas al tran tran del Ineos.
El miedo a no perder de unos, junto al dominio casi insultante que el Ineos le ha tomado a la carrera nos dan esto.
Y así iremos caminando hacia París, con la sensación de estar presenciando un»déjà vû» que año tras año pica a nuestra puerta por estas fechas.
Veremos, queda, como decimos un mundo, y al final la sorpresa puede estar donde menos se lo imagine uno, en un Albi cualquiera más que en un Tourmalet, Bonette o Galibier.
Que no sería la primera vez.
Ciclistas
Tadej Pogacar, no busquéis nada igual
Lo que Tadej Pogacar está consiguiendo es lo mejor a lo que podemos aspirar
Giro y Tour, sin entrar en otras estadísticas ni victorias, en un mismo año resumen lo que acabamos de presenciar de Tadej Pogacar.
Es el ciclista definitivo, total, todo lo que se propone, focaliza y no deja ni los restos.
No es el momento de entrar en ello, en todo caso sí en lo que nos regala cada vez que se fija un dorsal en su espalda, un premio completo y redondo, 360 diríamos, que va desde la sensación de apreciar algo único e histórico hasta el cumplimiento con una estadística brutal.
Tadej Pogacar hace bellos los fríos números, lleva el ciclismo a otro estadio y conecta con los ancestros, con aquellos que un día dijimos nadie más iba a poder imitar.
La temporada de Tadej Pogacar que se corona en el primer Tour de Francia que acaba lejos de París entra ya en los anales de siempre.
No sabría yo calibrar el tamaño de esta obra, pero conectaría directamente con alguna de las que firmó Bernard Hinault hace más de 40 años.
Eso es, cuatro década de historia contemporánea del ciclismo que el amigo Tadej Pogacar se ha papeado en la conquista de su tercer Tour de Francia.
Su cultura del esfuerzo quedó comprobada otra vez más, pero su hambre infinito es lo que impresiona, casi asusta.
Las victorias alimentan su casillero a una misma velocidad que parecen llegar casi sin buscarlas, como en el alto de Couillole.
Tadej Pogacar ha logrado recuperar el doblete ausente desde Marco Pantani 26 años después, y no sólo eso, seis etapas en el Giro y las mismas en el Tour de Francia.
Es abrumador, estadísticamente hablando, como decíamos, inapeable, nunca visto.
Si le añadimos Strade, Lieja y Volta tenemos una temporada de esas para enmarcar, que dejan atrás otras que vimos en primera persona, como la de Jalabert en 1995 o Gilbert en 2011.
Esto es otro nivel, es soñar entre los mejores de la historia, con la sensación de poder que todos apreciamos, sumada a una progresión que no encuentra techo, como es de suponer en un ciclista que por primera vez no ha optado al maillot blanco.
Y eso es lo que asusta y alimenta nuestros sueños, Tadej Pogacar sigue siendo joven, pero ello no le ha impedido ganar una barbaridad y mantener intacta la ambición.
Su tercer Tour de Francia engrosa una lista que empieza a crecer en números absolutos.
Seguro que volverá a defender su título el año que viene, pero por el camino seguirá haciéndonoso soñar.
¿Qué será lo siguiente?
¿El Mundial?
¿La París-Roubaix?
Va a seguir tirando abajo las puertas dela historia, sólo un tipo de su tamaño, de su calibre, logra insertar el Tour de Francia en esa ristra de éxitos con esa naturalidad, ganando no, aplastando, pero sin ofender, levantando una sonrisa.
Por muchas más…
Imagen: A.S.O./Charly Lopez
Portada
El recorrido del Tour: nunca llueve a gusto de todos
A vueltas con el recorrido del Tour, son los corredores quienes lo pueden hacer bueno o malo
Lo cierto, si lo pensamos ahora, cualquier presentación del recorrido del Tour, o de otra grande, es un evento para quedar con amigos y hacer palomitas.
Es increíble lo que genera el mapa de una gran vuelta y cuánto nos gusta darle vueltas.
Recuerdo hace treinta años, cuando esperábamos en «candeletas» el Ciclismo a Fondo previo al Tour o la Vuelta, para indagar el paso de los corredores, los puertos, las posibles trampas, las odiadas llegadas al sprint… como si fueran etapas que no computaran.
Hoy, el organizador del Tour sabe que con su recorrido va abrir heridas en la gente, generar susceptibilidades entre territorios y contentar o mosquear a los ciclistas.
Sobre la presentación del recorrido del Tour este domingo por la noche, en prime time, ya dimos nuestra opinión: es mejor que el de otros años, bastante además, aunque como todo en la vida, mejorable.
Se ha cumplido con una demanda generalizada con las contrarrelojes, a la de treinta del final, le han sumado otra de más de veinte, y sin repechos imposibles ni nada parecido, un ejercicio de precisión suiza entre los grandes especialistas del mundo.
Por otro lado, se lamenta la omisión de grandes puertos y que las jornadas de montaña sean cortas.
Como dijimos es mejorable, sí, pero es lo que hay, es una vuelta a la tradición, aún a mitad de camino, pero vuelta, una admisión por parte de los organizadores que lo de estos años ha sido en un 90% infumable.
Ediciones del Tour cuyo recorrido ha sido más bonito en la disputa de etapas que en la pugna por la general.
Dicho todo esto, cuando nos empachamos de recorridos, de posibilidades, de variantes que se pueden realizar, omitimos el lado humano de la carrera: los ciclistas.
Y es que, señores, podemos estar aquí debatiendo de lo humano y divino de Tignes, Tourmalet o Portet, que si los ciclistas neutralizan la cosa, poco o nada veremos.
Y ese es el problema del Tour, una carrera en la que todos llegan tan bien y con tanto que ganar y perder que el bloqueo se impone.
Llevamos años de Galibier, Izoard, Tourmalet y Aubisque subidos a trenes imposibles de descarrilar, dando una imagen tan engañosa de la realidad que algún incauto ha dicho, con sus santos huevos, que un cicloturista podría ir ahí metido y aguantar a los pros.
La gente se queja de ocho posibles llegadas al sprint en el recorrido del Tour, del kilometraje de las grandes etapas de montaña, del llano que precede a la traca final de las jornadas pirenaicas… pero no piensa que, por ejemplo, parte de las mejores etapas de los tiempos recientes se han producido en parajes como la Bretaña, punto de partida de esta edición, donde el viento y los cambios de sentido son perfectos para destrozar pelotones y abrir distancias siderales.
La gente se olvida que la liebre salta en el lugar menos pensado, y que la organización puede meter más de 5000 metros en una etapa que si Jumbo pone sus galgos mirad lo que pasó en el Col de la Loze, hasta muy al final todos juntos y diferencias limitadas.
Al menos tenemos la seguridad que la primera crono abrirá primeras brechas y a la segunda habrá que llegar con deberes hechos.
Valoremos ese avance, como algo positivo, por que lo es, y esperemos que los corredores den luz a un recorrido que como todos está en manos de ellos.
Portada
Recorrido del Tour 2021, el guiño que estábamos esperando
Más cronos y encadenados montañosos en el recorrido del Tour 2021
A veces, los que somos muy de una cosa, corremos el riesgo de ser insoportables y dogmáticos, hecho que ocurre mucho en ciclismo y en especial con los recorridos que miramos con lupa, como el del Tour 2021 en este caso, exigiendo trazos sobre el mapa que creamos respetan la tradición.
Pero ¿qué es tradición en ciclismo?
Es seguir con lo que te ha hecho grande, potenciarlo y mostrarlo orgulloso, en el caso del ciclismo, de las grandes vueltas, entendemos por tradición una forma de hacer que ponga al Tour 2021 frente al espejo y se reconoce.
Eso sucede, y es un paso adelante.
Tras varias ediciones deambulando, que les habrán sido rentables en captar nuevos públicos, otra cosa es que sean fieles, creemos que el Tour da un paso atrás en el tiempo y se arma de un recorrido que en este 2021, esperemos que para entonces con cierta normalidad, bebe de esos valores que creemos inherentes a una gran vuelta.
Por ejemplo, el fondo, con la presencia de alguna etapa que supera los 200 kilómetros, un hecho que se potencia en una en especial, con final en alto, que se irá hasta casi los 250, un hito en el ciclismo moderno.
Es cierto que las grandes etapas de montaña siguen patrones de distancia similares, pero ello no nos quita de admitir que hay más kilómetros en general, al menos en apariencia.
Queda otro rasgo que nos gusta, el Tour 2021 mete dos cronos individuales en su recorrido, otro hito, un hitazo, que habla de justicia y equilibrio.
Nairo, Landa, Bardet, Pinot y toda esa generación al asalto de los cielos de París lo van a tener muy complicado, los Tours a los que optaron les daban chance, esta vez pesan dos cronos ante los fenómenos que crecen, más los especialistas sempiternos como Dumoulin o Roglic, sin saber qué será de Froome.
Que venga una hornada con Pogacar, Evenepoel y Ganna merece el premio a una disciplina que en el Tour 2021 tiene dos brochazos de 27 y 31 kilómetros en primera y tercera semana, en vísperas de llegar a París.
Premio.
Y luego la montaña, que es montaña de verdad, que no se reparte por maratonianas etapas, pero que implica grandes cumbres y encadenaros que pondrán el foco sobre los equipos y lo que quieran hacer.
El pliego alpino no hollará las grandes cimas, pero le dará otra oportunidad a Tignes, descartada por el aguacero el día que Bernal se vistió de amarillo, tras Saisies y Roseland.
Eso tras un entremés que nos suena, la dupla Romme-Colombiére camino de Le Grand Bornard, allí donde Contador sacó los colores a Kloden y la mala hostia de Bruyneel.
Entre macizos una etapa que hemos de admitir nos pone, y mucho, por que se programa justo a mitad de carrera una doble ascensión al Mont Ventoux, una idea que nos entusiasma en un bucle de 200 kilómetros y el último paso por el monte pelado a veinte kilómetros largos de meta.
Eros Poli tendrá sucesor.
Luego unos Pirineos que vienen con su sabor de siempre, primero llegando a Andorra, a la capital, tras descenso, y luego con dos encadenados que identifican la tradición de la cordillera en la historia del Tour.
Primero Peyresourde, Val Louron y Portet, allí en los confines donde dominó Nairo Quintana, luego Tourmalet-Luz Ardiden, una dupla de manual que otras veces venía quizá con Aspin, pero que suena bien.
En fin, que el Tour 2021 pone un recorrido que cumple con lo que se le supone a la mejor carrera del mundo, seguimos lejos de los kilometrajes contrarreloj de hace un cuarto de siglo y muchos símbolos quedan en la cuneta, pero la música que suena nos gusta, nos recuerda que, alguien ahí dentro, se ha percatado que más de cien años de historia no se pueden omitir por las modas.
Otra cosa es cómo estarán las cosas el próximo verano e hilando más fino qué querrán hacer los corredores, por que los superequipos que tantos disgustos nos dan algunas tardes ya están maquinando cómo hacer suya a mejor carrera del mundo.
Ciclismo de carretera
Ocho corredores que explican el Tour 2020
En el ocho del Tour 2020 vemos un revolcón importante de nombres
Hay un pelotón de ocho ciclistas que hemos escogido de entre todos los que han corrido el Tour 2020 que creo explican lo que ha sido una edición muy singular.
El primer Tour en septiembre ha sido un milagro en lo social, que haya podido llegar hasta París, pero también la renovada fotografía de un ciclismo que muda de nombres, permuta protagonistas.
Así vemos que si el podio es inédito, en este ocho, apreciamos nombres que nunca habían asomado a la ventana del Tour, la vida cambia, el ciclismo con ella…
Empezamos por Caleb Ewan, uno de los dos de esta lista que no es un extraño, el velocista de videojuego, que corre y esquiva rivales con el golpe final más demoledor que existe en el mercado de la velocidad, un nicho algo menoscabado por el ciclismo moderno.
En unas ediciones en las que las llegadas al sprint no son tan abundantes como antaño, Ewan lleva cinco etapas en dos ediciones, argumentando con resultados los motivos que le llevaron a dejar el Mitchelton hace un año y medio.
Proseguimos por otro doble ganador de etapa, y el verde, Sam Bennett, un velocista que ha corrido a cara perro buena parte de la prueba merced al acoso de Peter Sagan por su maillot de la regularidad.
Bennett se ha tenido que comer salidas a cuchillo, tener que entrar en fugas con el mentado Sagan y Trentin para evitar perder puntos… todo para culminar París con un triunfo.
La emotividad que le puso a su primera victoria en el Tour fue para recordar, luego en París su éxito ha sido por partida doble, el espejo de un trabajo extraordinario.
Tanto como el de su compañero Julian Alaphilippe, que ha sabido reinterpretarse en condición de animador de lujo, olvidándose de ese sueño que veíamos imposible para él, la general del Tour, y basándose en una presencia casi constante en carrera, presencia que además no es estéril, pues se llevó una etapa y varios días de un amarillo que perdió por desconocer el reglamento.
En esa línea Wout Van Aert se impone como uno de los corredores más valiosos del pelotón.
Es el ciclista multiherramienta que surge en el seno del equipo más potente, capaz de hacerlo todo y todo bien, y cuando decimos todo hablamos de marcar un paso matador subiendo, portar bidones a los líderes, ganar sprints y ser capo contra el reloj.
De locos…
Proseguimos por la línea dura, y vemos los estandartes de ese magnífico bloque que es el Sunweb.
Por un lado Kragh Andersen, un prodigio de rodar en solitario, recordad que ya ha ganado cronos del nivel de París-Niza y clásicas otrora prestigiosas, París-Tours, pero también leyendo la carrera, saltando en pleno descontrol de Lyon y dejando atrás un grupo de ilustres en la jornada previa a la crono.
Luego Marc Hirschi, el bichito que nos entró por los ojos en Niza e insistió e insistió hasta ganar su etapa, no sin estar perennemente delante, marcando clase, rodando como los ángeles, subiendo compacto y metiendo medio en los descenso.
Si Hirschi ha sido parte del paisaje, no le ha ido a la zaga Lennard Kämna, completísimo alemán, que venía precedido del éxito del Dauphiné.
Lo suyo también ha sido buscar el triunfo que Daniel Martínez le robó en una soberbia llegada al Puy Mary, una escena que no le amilanó para seguir en el filo: su nombre habla por esa generación que ha venido a tomar las riendas del Tour, una generación en la que está el citado Hirschi, como Daniel Martínez, como posiblemente Higuita o el propio Pogacar, pero también un ecuatoriano que ha roto su techo de cristal.
Por que el final de Tour de Richard Carapaz es de traca, con tres fugas seguidas que al final le han valido más reconocimiento que resultados: cedió la victoria a Kawiatkowski y el «polka jersey» a Pogacar.
Sin embargo la actitud de La Loze, delante hasta muy al final, eso es lo que seguro persistirá en el futuro para corroborar que este Tour 2020 ha sido un revolcón en nombres y perspectivas, en manos de estos está lo que ha de venir.
Imagen: ©Tim De Waele / Getty Images
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