Ciclistas
Pogacar y la Flecha Valona como la conocemos
Cambiar el desarrollo de la Flecha Valona, el otro objetivo de Pogacar
Este artículo es un déjà vû, escribiendo estas líneas sobre Tadej Pogacar en los prolegómenos de la Flecha Valona, me vienen a la mente los instantes previos de San Remo, de Flandes y de la Amstel.
Instantes en los que sabíamos que el esloveno era favorito, no el único, pero favorito primero que si no ganaba, estaría cerca o condicionaría.
En todas las previas anteriores, sucedió lo dicho, en ésta me veo en las mismas.
Es muy complicado imaginar una carrera, la que sea, en la que comparezca este corredor y no creer que va a ser decisivo, pero ya no sólo eso, la duda que me asalta en estos momentos es cómo va a querer ganar, para dejar la marca, el sello para la posteridad.
A diferencia de otras grandes clásicas citas, incluso a diferencia de la Lieja-Bastogne-Lieja, la Flecha Valona es una de esas competiciones con un carácter muy marcado, en especial en su desenlace, muy condicionado por el que llaman kilómetro más largo del mundo.
El final de Huy, la capilla, ese serpenteo hasta la misma, con el nombre bien marcado en el asfalto es una de esas instantáneas que cada año nos recuerdan que estamos ante un momento grande.
El poder que esos mil metros ejercen sobre los competidores es brutal, condiciona una barbaridad, al punto que todos los desenlaces desde 2003 han sido los mismos, ataque y patada para arriba.
En estos veinte años, Alejandro Valverde ha sido maestro de ceremonias, pero no el único, también el llorado Davide Rebellin y Julian Alaphilippe, en especial.
Ya veis qué nombres, killers, uphill finishers de manual que esperan agazapados todo el camino para rematar en coronilla de Huy.
¿Podrá Pogacar romper esa tradición con otro desenlace bajo el brazo?
Dejar sello es bonito, atacar a 20, 40 ó 50 es la hostia, pero la campaña también se compone de la suma de esfuerzos y en su economía puede estar la clave.
Salivo con la posibilidad que el esloveno busque el show en el que otros murieron en el intento, por ejemplo su compañero lesionado Tim Wellens o Vinvenzo Nibali.
Que la fuga llegue a Huy es algo que no se da desde hace veinte años, cuando Igor Astarloa batió a Unai Osa.
Antes aconteció aquella edición gélida en la que Michele Bartoli arrasó en vísperas de morir chafado por VDB en La Redoute.
A Pogacar, un final Flecha Valona no le va mal, pero ahí entrarían otros a competir que podrían hacerle pupa o al menos sorprender, desde Higuita, el que mejor veo, a Pidcock, pasando por Gaudu y Powless.
Fuera de ahí, me cuesta imaginar otros nombres.
Ciclistas
Jonathan Milan, entre Wiggins y Ganna
Las posibilidades de Jonathan Milan ahora mismo son infinitas
Metro noventa largo de bigardo, un físico afinado, puñal afilado, Jonathan Milan venía todo el año avisando que éste podía ser su Giro.
En una edición marcada por la gran actuación de los pistards (Geraint Thomas, Derek Gee…), Jonathan Milan ha sido punta de lanza de una modalidad que muchos han visto incompatible con la carretera y ahí están los resultados.
Su omnipresencia en carrera le ha dado una ciclamino ganada casi por KO, mucho antes de llegar a Roma y no ha sido sencillo, pues ha tenido rivales como Mads Pedersen en el camino.
A Milan le hemos visto delante, detrás y medio en muchas etapas, superando con nota la prueba de la montaña tras brillar en las jornadas en las que le tocaba hacerlo bien.
Sin embargo, a mí lo que más me ha sorprendido es la excelente punta de velocidad que ha sacado ante muy buenos velocistas.
Ya sabíamos que era veloz, que había ganado alguna etapa al sprint, y disputado alguna otra, pero el salto en el Giro es evidente.
El final de Jonathan Milan en la etapa que gana Alberto Dainese, esa forma de remontar a ciclistas lanzados, ha causado impacto, como no podía ser de otra manera.
Ahora nos viene la gran pregunta ¿qué futuro le aguarda a Jonathan Milan?
Es una pregunta buena.
El tipo viene de la precisión de la pista como otros nombres que bien conocemos.
Hay dos tipos de trayectorias.
La de su homólogo Filippo Ganna, con quien se mide en envergadura y datos, asegurando el tiro en hacer bien lo que sabe hacer, es decir competir en pista, cronos y jornadas llanas.
O la de Bradley Wiggins, el persecucionista campeón olímpico que acabó ganando el Tour de Francia.
Ahora mismo no pondría la mano en el fuego por ninguna de las dos opciones.
Hablamos de un superclase, un producto 100% de la Federación Italiana para recuperar la corona olímpica en pista cuya evolución, con la base y calidad que atesora, ahora mismo es un campo infinito.
Primoz Roglic
El Giro que mejor define a Primoz Roglic
Nunca una victoria es tan fiel a la persona como este Giro a Primoz Roglic
Primoz Roglic es certero, frío, calculador, rocoso, coherente y en especial un ejemplo vital a tomar en serio.
Todo eso lo ha reflejado en este Giro de Italia.
Tres semanas largas del medio al sur y vuelta hacia el norte en la que el esloveno ha dado una clase de cómo con mínimos se pueden lograr máximos.
El otro día, comentábamos sobre la suerte que habría corrido la carrera de haber proseguido Remco Evenepoel.
Si en un principio, siempre vi a Primoz Roglic un punto por encima que el belga en este Giro, creo no errar si pienso que el desenlace podría haber sido perfectamente a la inversa.
He tenido la sensación que Roglic esta vez no, esta vez no jugaba a los puntos y todo al final a propósito.
Una sensación que sólo se ha roto en una cronoescalada estratosférica que conecta con lo que decía al principio.
Roglic ha corrido tres semanas pensando en este momento, en el instante definitivo, esa brutal rampa, por un escenario singularísimo, cerca de su país, para decantar las cosas a su favor.
Nunca ha dado la sensación en este Giro de ir sobrado, al contrario, muchos días corrió al despiste y algún otro a encajar golpes.
Qué valor adquiere ahora el trabajo de Kuss en el Bondone.
Dudo mucho que Roglic, por lo que sea, llegara a tope a este Giro.
Sabemos de los casos de Covid de su equipo, sucedieron en ciclistas integrados en un grupo que pasó tiempo con él hasta las mismas puertas de la carrera, como nos explicó el propio Kuss en el podcast.
A ello se le añade la caída en la que Tao acaba fuera de la carrera y él se va al suelo.
Un tipo que nuca se queja advertía que no estaba cómodo, que la carrera se le hacía bola.
Pero eso es Roglic, el ciclista que ante los problemas no se crece, directamente los esquiva y sigue su camino.
Jugarse todo al final, en una cronoescalada creo que no era una opción, directamente la carrera le empujaba a ello.
Y lo hizo con una exhibición de época, sacando los colores a sus rivales en el tramo definitivo, el final, con incidente mecánico incluido, tan grave y costoso que pensé echaba su Giro a tierra.
Ahora, Roglic es un poco más Rominger, el suizo ha encontrado su némesis en un esloveno.
Ambos comparten muchos triunfos similares y la seguridad que no es necesario un Tour para ser un grande de siempre.
Imagen: FB de Giro d´ Italia
Ciclismo antiguo
Alfonsina Strada: La mujer ciclista que conquistó la luna
Alfonsina Strada puso a la mujer ciclista en la historia
Hay una historia, desconocida, tristemente obviada, no sé por qué no se divulga más, que realmente merece ser escuchada, la historia de una mujer ciclista que hizo algo singular. Es la leyenda de Alfonsina Strada, la primera y única mujer que engañó a propios y extraños para hacer el Giro de Italia masculino, algo increíble, impensable, inconcebible.
En la edición de 1924 había un nombre entre los inscritos que no levantó sospecha. Era el de Alfonsin Strada. Ataviada con lo necesario para pasar desapercibida, no tardó el respetable en conocer la verdad.
En la octava etapa, Alfonsina sufrió un rotura de manillar y tuvo que finalizar la etapa con un palo de escoba que un espectador le dejó.
Esa medida desesperada le impidió entrar en el plazo permitido, pero la misma valentía que le hizo emprender la aventura en ese ciclismo prehistórico le empujó a insistir hasta la saciedad para que los jueces la readmitieran.
Alfonsina, Alfonsin en la relación de participantes, llegó a Milán con un retraso acumulado de 28 horas respecto a Guiseppe Enrici, toda vez había cubierto los 3600 kilómetros. Su hazaña le valió una interesante gira por los velódromos de media Europa, demostrando una verdad que entonces pareció más obvia que ahora, y no es otra que el ciclismo femenino puede ser rentable y mucho.
Pero no todo fue sencillo para esta aguerrida piamontesa.
Mucho antes de competir tuvo que enfrentarse a su familia para desempeñar su trayectoria ciclista.
Se vio obligada poco menos que a dejar el hogar y contraer matrimonio a la edad de 14 años con un mecánico llamado Luigi Strada.
Enamorada de la bicicleta desde bien pequeña, meter un hombre de ciclismo en casa fue el veneno que le hacía falta. Su marido fue su mánager.
Posteriormente se casaría tras la segunda Guerra Mundial y con su nuevo marido abriría una tienda de bicicletas hasta que murió con 58 años.
Estos días, noventa años después de su singular logro, algo que nunca más sucedió y que entiendo muy complicado repetir, la localidad de San Salvatore de Monferrato la recuerda con una plaza con su nombre.
Alfonsina Strada, una mujer que bien podría haber sido astronauta.
Foto tomada paneroseacri.wordpress.com
Ciclistas
El ciclismo necesita otro Mark Cavendish
Pocos han dado que hablar lo que Cavendish en 17 años de ciclismo
Como se preveía y la propia naturaleza evidenciaba, Mark Cavendish ha aprovechado la segunda jornada de descanso del Giro de Italia para decir que se retira.
Miro atrás y recuerdo ese mozalbete de azul Columbia que empezó a amasar etapas en el Tour, tras estrenarse en la Volta, con la misma voracidad que iba regalando titulares.
Mark Cavendish ha sido héroe y villano de ciclismo, a veces mal, otras bien, pero ha sido un personaje totalmente referencial en todo el tiempo que ha estado en el profesionalismo.
Aterrizó, recuerdo, en tiempos muy turbios para este deporte, con positivos surgiendo de entre las piedras, patrocinadores cancelando sus contratos e importantes ciclistas apartados de profesión.
Me chocó aquel crío imberbe, dando lecciones sobre la limpieza en este deporte, sacando la mano y acusando esos ciclistas que él consideraba tramposos y causantes de todo el mal que rodeaba al ciclismo.
Le echó un par de pelotas, he de admitirlo, y visto ahora, salvo error u omisión, no le recuerdo vinculado a ningún asunto relacionado con dopaje más allá de pertenecer al Team Sky que aúpa a Wiggins hasta el Tour.
Aquel equipo, pesar de dar mil lecciones, también tuvo sus historias, crónicas y no sé si hasta algún juicio por lo que recibía y dejaba de recibir Wiggins aquellos días tan importantes para él, y para su país, que se jugaba el prestigio en los Juegos de Londres.
Más allá de ese affaire, Mark Cavendish me ha parecido un tipo que ha competido con lo que ha tenido, que no ha sido poco a nivel de material y medios, y se ha hecho una historia deportiva que podemos etiquetar de «legendaria».
En su haber datos incuestionables como las 161 victorias en 17 temporadas, ojo la media que sale.
De esa bolsa de triunfos, quedan 53 etapas en las grandes vueltas a sólo una de desempatar con Eddy Merckx en lo más alto del Tour de Francia.
Hablamos de registros de la historia, firmados en la actualidad, sabedores que hoy el ciclismo resulta más igualado que aquel que protagonizó el mejor de todos los tiempos.
Cavendish acabará el Giro y se irá al Tour a por la marca del caníbal y espero que lo logre, pues soy de los que piensa que los récords están para batirlos.
El |
No entraré en un debate que me ha costado alguna bronca en redes como valorar qué triunfos han tenido más importancia, los sprints del inglés o las etapas de todo tipo del belga.
Mark Cavendish nunca ha sido un tipo fácil
Siempre he pensado que de no haberse dedicado al ciclismo, habría abado de hooligan en cualquier estadio de la Championship
Salidas de todo y caídas durísimas provocadas por él mismo están en su debe, igual que las mil leyendas de sus remolques en el coche de equipo en las etapas de montaña del Tour.
Sea como fuere el valor y utilidad de Mark Cavendish para el ciclismo es innegable.
Ha sido uno de los que ha abierto el mercado inglés, y anglosajón por ende, para este deporte.
Muchos de los cambios que esto ha supuesto han derivado en un ciclismo muy diferente al de hace veinte o treinta años, más global, si cabe, pero sobretodo más inglés.
Y eso hay que agradecérselo, pues aunque este ciclismo más anglosajón tenga muchas cosas que nos guste, este proceso le ha dado una vida extra a un deporte que no hace tanto se lamía las heridas de tanto escándalo.
Todo eso está también en la hoja de servicio de Cavendish y por eso el ciclismo necesita otro como él.
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