Ciclistas
La Tirreno de las maravillas
La Tirreno-Adriático 2021 ofrece un monumento diario al ciclismo
No es por subirnos a caballo ganador, pero hace unos días dijimos que la Tirreno-Adriático de 2021 iba a ser de traca.
Con la emoción de la jornada de domingo, no veíamos tamaño destrozo desde hace mucho tiempo, invadiendo nuestros pensamientos, escribimos estas líneas, varios días después, con la certeza que la apuesta por esta vuelta estaba clara.
El escenario de la carrera de los dos mares era similar al anterior a la Strade.
Con Van der Poel, Van Aert, Pogacar, Alaphilippe y Bernal, especialmente, en la salida, tienes la seguridad que vas a ver ciclismo de altura, inolvidable, para siempre
Y es lo que hay, esto no es como la final del mundial de fútbol o las muchas etapas reinas del Tour, donde todos se amilanan ante la responsabilidad, esto es disputar dando la patada adelante, sin reservar ni esconder cartas, trazando un plan que puede parecer temerario, pero que se ejecuta hasta las últimas consecuencias, sin mirar atrás, sin perdón.
Y es lo que hay.
Hablábamos el otro día con Alex Aranburu del sentimiento que le recorre el cuerpo, a sabiendas que compite con gigantes y la conclusión es una mezcla de respeto y pánico, alicatados por la fe inquebrantable que el ciclismo te acabará premiando.
Pero no es sencillo, la Tirreno-Adriático 2021 es una de las carreras más caras de la historia que tenemos a mano.
Sólo un ejemplo, la etapa de Castelfidardo marcó una diferencia de casi tres minutos entre Van der Poel y el décimo, que fue Matteo Fabro, pero por medio llegaron de uno en uno salvo un par de dúo: Bernal-Formolo y Wellens-De Marchi.
Ojo a los nombres, corredores World Tour, bregados en mil batallas que han llegado a una distancia sideral de Mathieu Van der Poel, en una de las etapas de cabecera para lo que nos queda de «vida ciclista», como aquella también en Tirreno que firmó Nibali bajo el diluvio con Sagan y Purito, desplazando a Froome de un liderato que parecía seguro.
La etapa de Castelfidardo fue la continuación de una carrera que nos tiene «ojipláticos» desde su inicio.
Son mil ciclismos en uno y en el mismo escenario, corredores de clásicas, velocistas y vueltómamos juntos y revueltos disparando a discreción.
Un recital que inició Wout Van Aert, el corredor que todo lo puede, en Camaiore, batiendo a Caleb Ewan en un sprint masivo, además sin subterfugios ni sorpresas, «in your face» podríamos decir.
Al día siguiente, un corte con Almedia, Landa, Yates y Sivakov que todo lo precipita hasta el final eléctrico de Alahilippe, ganador con lengua fuera como Van der Poel al día siguiente atravesando la meta de brazos cruzados.
Hay «varios Sagan» en el pelotón y todos juntos
¿Es un circo?
Posiblemente, nosotros no lo acabamos de compartir, pero es que a esta Tirreno-Adriatico 2021 todo le queda bien.
La jornada en alto supuso el antes y después para el prodigio que vino para domar a las fieras, a todas las fieras, el triunfo de Pogacar entre las nieves del macizo del Gran Sasso es la constatación de que este esloveno es infalible.
Un poco como la chavalería que le rodea, un grupito de genios sobre ruedas que no saben del relax ni la desconexión, ciclismo non stop le llamamos hace un tiempo… que siga, que viene San Remo.
Imagen: FB Tirreno Adriatico
Ciclismo antiguo
¿Os acordáis de Cadel Evans?
Nadie fue tan conservador como Cadel Evans, incluso dando siempre más de lo que tenía
No hace tanto lo teníamos por aquí, una década atrás Cadel Evans era uno de los ciclistas más importantes del pelotón.
Ganador de un Tour y campeón del mundo, su figura fue perenne durante unos cuantos años a pesar de no ser el ciclista más apreciado: Cuando se hablaba de corredores conservadores, lapas, ciclistas que están ahí, sin que les dé el aire, pero sacando rédito de lo ajeno, siempre salía su nombre.
Pero fue así, un hecho claro y nítido en el imaginario del populacho ciclista que un día creció y se asentó y da igual el tiempo que pasé, que siempre surge.
Nosotros hemos hablado con gente del pelotón sobre Cadel Evans y hay de todo, unos respiran mal, otros peor, lo dibujan como un tío introvertido, con sus rarezas poco disimuladas y un carácter complejo aunque también hay gente que lo apreció.
Fue tras Lance Armstrong, uno de los pocos que se pusieron seguridad en el Tour de Francia, fue curioso verle con un gorila, vestido de amarillo, por las metas del Tour que acabaría ganando Carlos Sastre.
Cadel Evans era un corredor serio y trabajador que tuvo muy pocas salidas fuera de tono… salvo cuando le tocan su oso de peluche.
En una entrevista con prensa, alguien le intenta tocar y Evans se pone extremadamente agresivo para lo que supone que toquen tu oso de peluche. pic.twitter.com/lFx1dGXMBb
— Carlos CR (@CarlosCR_) December 9, 2018
Que nadie le tocara el peluche.
Aquella edición le recuerdo también vistiendo una camiseta interior por el Tíbet, cuya bandera se le adivinada en el maillot abierto.
Sea como fuere pocos corredores, desde el punto de vista de aficionado al ciclismo, nos merecen el respeto y admiración de Cadel Evans.
A pesar de esa pose afectada, de esa mirada melancólica, de esa actitud a veces soberbia, nos pareció un extraordinario profesional.
Por un lado trae hasta aquí una extensa trayectoria, iniciada en las ruedas gordas, llegó a ser subcampeón del mundo, siendo uno de los casos de transición del BTT a la carretera que podríamos tomar de éxito.
Esa habilidad de la montaña la plasmó en dos hechos en la carretera, por un lado con muy buenas cronos a lo largo del tiempo, sabiendo domar el arte de rodar por kilómetros y kilómetros…
Por otro lado, en aquella icónica etapa del sterrato, Giro de 2010, en las que los ciclistas acabaron irreconocibles.
Evans ganó aquella etapa, en arcoíris, tras dejar a los Liquigas, Basso y Nibali atrás.
Un día para recordar de un Giro para enmarcar en el que Cadel Evans tuvo su cuota de culpa.
Y es que ese ciclista conservador, que nunca se movía, que iba a remolque sacó muy buenas actuaciones en esa y otras carreras.
Fue campeón del mundo atacando sin atacar, sacando petróleo de la empanada de Purito y Kolobnev en el momento decisivo de Mendrisio, un triunfo que le valió un arcoíris que seguro tiene en un marco en casa junto al amarillo del Tour.
Y es que el Tour que gana Cadel Evans fue de todo menos sencillo, supo estar ahí siempre, sacando provecho a la torpeza táctica y obsesión de los hermanos Schleck por Contador.
Ganó un Tour en la carretera, nadie se lo regaló, apretó cuando debía y consiguió escribir la historia del ciclismo australiano, que es la suya.
Evans ganó ese Tour porque dio lo mejor que tuvo, es decir todo, sin dejar nada, recogiendo de cada recoveco de su cuerpo, mientras otros jugaban a no sé qué.
Y no sólo eso, ese corredor lapa que muchos señalan por la calle, dejó la bicicleta hace seis años con un palmarés que incluye Tirreno y Romandía al margen de un goteo de triunfos parciales y una Flecha Valona.
Y no preguntaremos por lo que pasó esa tarde en Monachil y la eternidad que tardaron en atenderle en un pinchazo mientras Valverde volaba hacia la Vuelta 2009…
Escuchad lo que se nos cuenta desde los coches azules de Shimano.
En todo caso el ciclismo australiano no ha vuelvo a rodar al nivel de Cadel desde su retirada y sólo ya eso da a entender la dimensión de su leyenda.
Imagen: Bendigo Advertiser
Ciclistas
Top24 El renovado Matteo Jorgenson
Matteo Jorgenson es de los pocos que puede pedir sitio en la mesa de los más grandes
En la campaña de las maravillas, en el año en el que toda revisión se queda pequeña al lado del Rey Sol esloveno, no es fácil encontrar un balance como el de Matteo Jorgenson.
La suya ha sido una campaña total y moderna, sostenida en el tiempo y labrada carrera a carrera, desde el minuto uno, aunque con la sensación de pedir un poco la hora al final.
El salto de Matteo Jorgenson al Visma, desde Movistar, fue una de las noticias de la campaña pasada, en especial por unas explicaciones no muy bien dadas sobre la inversión personal que tuvo que hacer para mejorar su rendimiento, señalando el equipo neerlandés como uno de esos bloques inspiracionales a lo que hay que ir si quieres mejorar sí o sí tu rendimiento.
De esta manera aterrizó de pie en el Visma.
Desde el primer momento el californiano daba resultados y los daba a pleno pulmón, mezclando todo, clásicas, y vueltas por etapas, situándose como una baza cada vez más sólida para secundar a Jonas Vingegaard o Wout Van Aert, en sendos terrenos.
Lo que nadie sabía es que acabaría tomando el papel de cada uno en más de una carrera.
Tuvo, de inicio, sus momentos, como en París-Niza, ganando por la mano a Remco Evenepoel y firmando una etapa final antológica con el belga.
La etapa final de Niza siempre es bonita.
Luego, emprendió con éxito la andadura flamenca, demostrando una versatilidad que ya había demostrado en Movistar, pero esta vez mejorada.
Estuvo cerca de ganar Het Nieuwsblad y no falló en A través de Flandes, en el día negro de Wout Van Aert.
Lo que le vino a Jorgenson a partir de ahí fue diferente por eso, sin dejar de intentarlo, sin cejar en el empeño, le tocó lidiar con Mathieu Van der Poel en De Ronde y Tadej Pogacar en instantes puntuales del Tour, donde corrió con un ojo en Vingegaard y el otro en sus objetivos personales.
Las diferencias ahora mismo con los dos cocos son plausibles, pero si algo tiene Matteo es que no para de mejorar ni de invertir tiempo y esfuerzo en su progreso.
Está llamando a la mesa de los grandes.
Su segunda parte del año evidenció que la campaña es larga y pesa en las piernas, pero el balance es ese, el de un corredor que no escatima y siempre va a más, veremos si esa progresión continúa, conociéndole casi apostaría que sí.
Imagen: A.S.O.
Ciclismo antiguo
La ubicuidad del apellido De Vlaeminck
Pocas sagas ciclistas fueron la prolíficas como los De Vlaeminck
En la antesala de las citas gordas del ciclocross, nos ha venido a la mente un apellido mítico que aquí ya hemos tratado alguna vez: De Vlaeminck, o lo que es lo mismo, es decir ciclocross, pista y carretera en uno.
Eric y Roger De Vlaeminck alimentaron una parroquia, la flamenca, cuya identidad reposa sobre tubulares y su fe entre adoquines.
De ellos, Roger distribuyó sus cualidades entre velódromos, campas y adoquines. Aún hoy sigue siendo el vecino ilustre de Eeklo, población equidistante entre los santuarios de Brujas y Gante, donde regenta su tienda de bicicletas cuando no toma parte en proyectos del todo peculiares, como lo fue dirigir la selección de Zimbabwe.
También le queda tiempo para lanzar peculiares soflamas.
Roger De Vlaeminck aúna en una persona todo aquello que palpita en el corazón ciclista flamenco.
Su empresa no estaba sujeta a los rigores del calendario, su obra se ejecutaba sobre doce meses, cuajando campañas en las que acumulaba victorias y podios en tres especialidades al mismo tiempo.
En las tres disciplinas, el mocetón de Eeklo, apodado “El Gitano” por los viajes de su familia a causa de su negocio de la ropa, Roger cimentó una leyenda sostenida en 257 victorias en carretera y 120 en ciclocross. En la pista, pese a ser un asiduo de las seis horas de Gante, Bruselas y Amberes, su portentoso físico no le dio tanta gloria. Entre sus éxitos destacar el logrado en Amberes junto a Patrick Sercu en 1982.
El camino iniciado por Eric
Dos años mayor, Eric De Vlaeminck ha sido el mejor corredor de la historia del ciclocross, hecho que certifican sus siete títulos de campeón del mundo, seis de ellos consecutivos entre 1968 y 1973.
Mathieu Van der Poel opta a igualarle el próximo mes de enero.
Así lo charlamos el otro día con Unai Yus…
El primero lo logró en 1966 y pudiera haber encadenado ocho victorias seguidas de no haber mediado problemas mecánicos en la edición de 1967.
El día más grande de la familia De Vlaeminck fue en Luxemburgo en los Mundiales de ciclocross de 1968.
Roger, en amateurs, y Eric, en profesionales, se proclamaban campeones del mundo el mismo día.
A pesar de sus innegables cualidades, Erik no tuvo la fortuna de su hermano en la carretera. Una victoria de etapa en el Tour y la general de la Vuelta a Bélgica son sus principales activos.
En el Campeonato del Mundo de 1975, Roger de Vlaeminck volvía a situar el largo apellido flamenco en lo más alto del cajón.
Ganó en Melchnau, cerca de Berna, por delante de los anfitriones Peter Zweifel y Peter Frischknecht, a 31 segundos y 1´21´´ respectivamente.
Su hermano Eric llegó cuarto.
También finalizaron los españoles José Antonio Martínez y Juan Gorostizi, decimotercero y decimocuarto.
“Monsieur París- Roubaix”
En 1972 Roger, con 25 años, ganaba la primera de sus cuatro París- Roubaix.
Fue un éxito recordado por la tremenda selección que nos volvió a proporcionar el inigualable Arenberg.
En él enterró sus opciones el campeón del mundo Eddy Merckx, ciclista con quien Roger mantuvo algo más que una mediática competitividad. Quedaban en carrera los otros lobos de la partida.
Allí rodaban Gimodi Van Springel, Janssen, Guimard y Basso junto a nuestro protagonista. Con Gimondi fuera de carrera, lo probaba el belga Van Malderghem, a por él salta De Vlaeminck, quien diez de meta ya rodaba solo.
Repetiría en Roubaix dos años después, ganaría otra en al año siguiente y la última en 1977.
Su obra en la “Pascale” se traduce en catorce participaciones, un solo abandono, cuatro posiciones de plata y otra de bronce.
Cifras que unió a los otros cuatro monumentos. Por que San Remo, Flandes, Lieja y Lombardía también están en su palmarés, como sólo en el de Merckx y Van Looy.
En la reina de las clásicas flamencas, el Tour de Flandes, ganó en 1977, siete años antes lo hizo en la gran carrera valona, la Lieja- Bastogne- Lieja. También sumó a su causa las dos semiclásicas Het Volk, una semana después de ser subcampeón del mundo de ciclocross amateur, y Flecha Valona.
Récord en la Tirreno
Además de Bélgica y también Francia, fue en otro país donde tuvieron el placer de disfrutarle a grandes dosis. En Italia el “Gitano” dejó huella.
A día de hoy sigue siendo el mejor corredor de la historia de la Tirreno- Adriático, donde con seis triunfos consecutivos lograba el tono adecuado para las exigencias de la primavera. En San Remo alzó los brazos tres veces y dos en el Giro de Lombardía.
El Giro de Italia fue en la grande donde obtuvo mejores resultados.
Se llevó hasta 22 etapas y varias generales de la regularidad. Especialmente cabe resaltar la edición de 1975 con siete victorias parciales. Participó en tres Tours de Francia, ganó una etapa pero nunca lo finalizó. En la Vuelta se llevó la etapa de Zaragoza de 1984, el año de su retirada.
Su mejor resultado en el Mundial de fondo fue la segunda plaza 1975 tras Hennie Kuiper.
Cuando oigáis de él, sabed que es otro de los irrepetibles que tanto nos gusta traer por este mal anillado cuaderno.
Imagen: Flandria Bikes
Ciclistas
Evenepoel en 5 esenciales
Evenepoel es un choque de dos trenes: capacidad física y carácter
Permitidme recuperar aquel serial de esenciales, con la temporada en modo invierno, con Remco Evenepoel.
El doble campeón olímpico y del mundo de contrarreloj entra en una ristra de nombres que incluye Indurain, Lemond, Cancellara, Hinault, Bahamontes y otros.
Aquí vamos a por mayor.
Un ciclista en dos partes
Hay un par de Remcos en uno, el de antes y después de la caída de Lombardía, hace cuatro años, como fecha en la que se quebró la inocencia.
El tamaño de aquel accidente y sus consecuencias se dejaron sentir en su joven cuerpo, magullado y maltratado por la cara más cruel de este deporte.
Antes de la misma, Remco Evenepoel era una máquina de ganarlo todo, luego le costó, pero dio un paso adelante y siguió ganando lo mejor a lo que podía aspirar.
En especial destaco el cambio del chip mental y la madurez de aquella experiencia, horrible cuando sucedió, pero beneficiosa vista desde la actualidad.
La evolución física que no cesa
Evenepoel se ha vuelto un especialista en derribar muros que le creíamos imposibles.
Ganó una gran vuelta, hizo lo propio con un monumento como la Lieja, domó a su favor el mundial y pisó el podio del Tour.
Para más inri llevará casco dorado en todas las carreras, el año que viene, tanto en crono como en línea, su evolución física partía de unos estándares inflados, hoy es una constante.
La mentalidad ayuda pero no gana carreras
El ciclista que tomaba riesgos a veces innecesarios se ha vuelto más frío y calculador, no entrando al trapo en retos que sabe que va a perder.
Fue notoria esta madurez en la Vuelta a España que ganó hace dos años y lo ha ido ejerciendo en todos los sitios que ha tenido ocasión, Remco Evenepoel es mentalidad ganadora, pero ha aprendido a ponerle coto cuando es necesario.
En el ciclismo no todo se conquista con ganas de hacerlo bien, hay que medir y medir muy bien.
El techo se lo marca Pogacar
El Evenepoel vs Pogacar no ha sido un duelo que se haya dado mucho, pero vamos de cabeza a que sea «el Duelo» con mayúsculas.
En el Tour, Remco vio dónde está el nivel y mucho me temo que se va a dejar la vida por estrechar esa diferencia que ahora vemos abismal
El belga ya ha demostrado que es capaz de mejorar y redoblar la apuesta cuando nada invita a pensar que va a ser capaz de lograrlo, confiar en él se impone.
Y como nos dijo Carlos de Andrés, al final Pogacar logra que el resto mejore.
Un día, la crono del Tour
Aquella tarde de julio, con la Eurocopa al final de la jornada, pero con la certeza de una contrarreloj histórica aconteciendo en el Tour, Remco Evenepoel se despachó una de sus victorias más simbólicas.
Es un obús en la lucha individual, el mejor de su generación en el momento de la historia que las cronos son menos importantes que nunca.
Pero le valió la primera en la que se cruzó con Tadej Pogacar para marcarle el territorio del mejor croner del mundo.
Ha ganado mundiales, también el oro olímpico, pero ser mejor que el esloveno en su carrera es «demasié», ojalá que la evolución no se pare ahí.
Imagen: A.S.O.
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