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Puertos de Montaña

Desafío total: el Páramo de Letras

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Echamos de menos el Páramo de Letras en el Tour Colombia que se está celebrando estos días

 

Lo reconozco, llevo casi un mes obsesionado con este puerto colombiano, alto altísimo y con un nombre tan bello como Páramo de Letras.

No puedo parar de leer todo lo que explican de él y de las experiencias narradas por muchos avezados cicloturistas que han osado a desafiar este coloso andino.

Kern Pharma

Mi motor de búsqueda en la red de redes ha echado humo estos días tecleando las palabras: “Páramo de Letras”.

He visionado, incluso en YouTube, muchos videos de múltiples ascensiones de ciclistas que han afrontado este espectacular reto con muchísimo respeto y sobre todo muy bien preparados, tanto física como mentalmente.

Unos héroes anónimos.

Unos campeones.

 

Todo empezó hace un tiempo, cuando yo, desconocedor de este gran paso de montaña ubicado en plenos Andes, me fijé que muchos de nuestros amigos colombianos, lectores de este mal anillado Cuaderno, nos emplazaban más de una vez a conocer este  “desafío extremo para el ciclista”:  toda una eternidad para recorrer en bicicleta.

Lo hacían cuando nosotros hablábamos de las típicas aventuras en bici que se viven en los grandes puertos alpinos o pirenaicos, de la épica, el mito y la gloria al hacer cima en sus históricas cumbres.

Fue entonces cuando empecé a leer comentarios entre nuestros colegas, del otro lado del charco, que “el verdadero reto es Letras”, que empequeñecía cualquier desafío en cualquier otro puerto europeo.

 

En efecto, si siempre hemos dicho, por ejemplo, que el Tourmalet “no es el puerto más duro, ni el más largo, ni el más bello”, probablemente con el Alto de Letras sí no encontremos ante estos paradigmas como puerto más largo del mundo, con sus nada menos que 82 kilómetros de longitud, más duro, con un coeficiente APM de 623 puntos (el que más), y más bello, por su diversidad y variedad de paisajes, desde los más tropicales hasta los más andinos.

Para que os hagáis una idea, el Monte Zoncolan por Ovaro tiene un coeficiente de 543 y el Angliru de 517 (datos APM), porque además, el Alto de Letras, puede presumir de ser el más largo que se haya subido nunca en competición, ya que tanto en la Vuelta a Colombia como en el Clásico RCN era costumbre incluirlo en las competencias de alta montaña.

 

 

Para mí, sin duda alguna, esta ascensión se ha convertido en todo un sueño para mí y su potente magnetismo que desprende me atrae cada vez más, para que, más pronto que tarde, un día pueda cumplir este deseo y presentarme en Bogotá,  para iniciar el ascenso con mi bici desde la localidad de Mariquita, punto de arranque de este pedazo vaina, a unos 200 kilómetros de la capital colombiana.

Sé lo que me espera.

Desde los 470 metros de altitud de esta turística ciudad del departamento de Tolima, que es Mariquita, hasta el Páramo de Letras a 3700 metros, en la carretera que une Bogotá con el departamento de Caldas, me dará tiempo para todo: para disfrutar, sufrir, pasar mucha calor los primeros kilómetros, sudar a chorros en este húmedo ambiente tropical, hasta pasar frío, mucho frío, una vez superados los 3000 metros de altitud y cerca ya de la cima, el extenso altiplano que marca el fin del puerto, donde tendré que abrigarme bien en el Páramo, envuelto en un ambiente gélido, ventoso,  e incluso puede que me encuentre con la niebla.

Los tremendos y constantes cambios de temperatura serán un duro condicionante más.

Habrá que ir bien preparado: buena hidratación, buena alimentación durante el recorrido y buenas dosis de fuerza mental sobre todo para afrontar su terrorífico final.

Será doloroso y sufrido, pero también hermoso, entre cafetales, pinos y valles espectaculares.

En definitiva, me esperará lo que muchos expertos, entre ciclistas pros, aficionados y periodistas en general, lo consideran como el puerto de montaña más duro del mundo: la ascensión más complicada del planeta.

 

Sin embargo, no me dejaré engatusar por sus engañosos números, ya que si bien la pendiente media no excede nunca del 4%, sí me encontraré rampas por encima del 11% en muchos de sus tramos más terribles como en el pueblo de Delgaditas, la parte más difícil del Alto de Letras, donde la carretera sube y sube como una escalera hacia el cielo.

La pendiente suele ser tendida los primeros 20 kilómetros hasta llegar a Fresno, con algunos toboganes, justo hasta la mitad de la subida ubicada en la población de Padua, donde habré de afrontar el muro más duro de esta cinta asfaltada que se desliza como una lombriz en la montaña.

Aquí encontraré veredas en la sierra, aguas claras en lagunas y cascadas, paisaje, historia, conocimiento sobre el cacao y el café.

Dicen que, al menos, al ganar altura, el calor se hará menos agobiante y la humedad descenderá, pero que por contrapartida, al alcanzar los 2000 metros empezaré a notar, claro está, los efectos del clima, sobre todo cuando llegue a los 3000, si es que llego, y las piernas me empiecen a flaquear y a sentir más fatiga, el pedaleo se haga más cansino y mis pulmones noten que el oxígeno les empieza a escasear.

Una experiencia terroríficamente bella que se verá recompensada si tengo suerte ese día y, si me quedan fuerzas, para intentar levantar la mirada y dirigirla hacia el imponente y bellísimo volcán Nevado del Ruiz, de terrible recuerdo cuando su erupción, el 13 de noviembre de 1985, provocó la tragedia de Armero, población en la que murieron más de 20 mil habitantes. Terrible.

 

No será fácil verlo. Pocos han conseguido contemplarlo. Si así fuera, la visión del nevado monte sería una estampa onírica, una experiencia única e inolvidable.

Sólo allí dicen que se puede cantar victoria.

Explican que alcanzar este techo del mundo en bicicleta supone que te quemen las piernas y tus manos se puedan congelar a la vez, que puedas tener sensaciones contrapuestas de desesperación y cansancio pero a la vez de concentración y felicidad.

Cuentan que con buena cadencia, a ritmo constante, con seriedad y respeto, se puede conseguir, entre 6 y 7 horas los más rápidos hasta 9, 10, 12 horas o las que hagan falta para completar el reto de una vida en una sola jornada, aunque narren que en ese momento no estén para gritar de felicidad, porque el hecho de llegar hasta allí arriba habrá supuesto temblores en el cuerpo, desorientación de la mente y que el corazón en ese instante no será capaz de dimensionar el hito logrado.

 

Habrá que tener en cuenta también que igual el retorno, el descenso, se habrá de afrontar de noche, con lo que unas buenas luces, traseras y delanteras, serán indispensables para poder volver.

Y pensar que los ciclistas Sebastián Gil y Miguel Olarte, el 22 de abril de 2017, decidieron retarse en el Alto de Letras para intentar el asalto al Everest Challenge… ¡subiendo dos veces y un poco más!  este ya mítico y legendario Páramo de Letras.

 

Tal es mi ansia por dominar este puerto que tengo una fecha marcada en rojo en el calendario:  el 19 de julio de este año los amigos colombianos de www.altodeletras.com.co organizan este reto mayúsculo de 100 kilómetros: el Tour de Letras entre Honda y el Alto de Letrasen el que todos estamos invitados, sin importar la bici que tengamos, si es todo terreno o profesional de ruta, nuestra procedencia ni nuestro género”.

¿Estáis preparados?

Fuente, altimetría y fotos: https://altimetriascolombia.blogspot.com

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2 Comentarios

1 Comentario

  1. Frederic Ràfols Barrufet

    13 de febrero, 2020 En 22:51

    Fuimos en el 2013. Si te interesa mi visión de entonces está en esta entrada.
    Por los Andes en Colombia 2013 (I) – Pujant colls en bicicleta. Frederic Rafols.html

  2. Hugo montoya Ibáñez.

    16 de febrero, 2020 En 16:04

    Excelente crónica. Gracias Joan por tu aporte literario a un deporte en el que a cada pedalada se construye una historia inolvidable.

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Puertos de Montaña

Col de Braus, un clásico de los Alpes Marítimos

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El Col de Braus es un clásico de la zona de Niza y Cannes

El Tour 2024 va a ser el primero de la historia que no acabe en París a causa de los Juegos Olímpicos.

Si hace tiempo que sabíamos las etapas de la salida, ahora ya tenemos claro cómo va a ser el fin de semana final, en un sitio de vacaciones por antonomasia, la Costa Azul y los alrededores de Niza.

Entre otros sitios pasarán por el Col de Braus…

La primera vez que vi de esta subida fue en una de las páginas de la guía realizada por L’Equipe sobre Cols Mythiques du Tour de France.

Quedé impresionado por aquellos hermosos lazos que ascendían montaña arriba, muy cerca de la costa mediterránea francesa, superando las primeras estribaciones alpinas de la Provenza-Costa Azul. Fascinado por aquella carretera construida literalmente doblada en diversos giros a izquierda y derecha, estuve buscando más imágenes, pero todas las páginas web que encontré me mostraban siempre la misma cara: esos increíbles 9 zigzag que protegen la subida como una fortificación medieval.

Lo puse en el punto de mira del manillar de mi bici: tenía que contemplar en vivo como habían moldeado perfectamente aquellas horquillas en la montaña. Tardé unos años, pero por fin en una visita relámpago a la Costa Azul pude cumplir mi sueño. La motivación era doble: escalar aquel bello, y no demasiado duro, Col de Braus, y por otro, en mi particular búsqueda de tesoros cicloturistas, alcanzar su cima a 1002 m de altura y llegar a la Estela en memoria de René Vietto, otro lugar de peregrinación muy apreciado por los cicloturistas franceses.

Desde el mismo puerto de Niza, por una calle muy transitada, iniciamos su escalada, aunque no será hasta L’Escarene, histórico condado de la ciudad de la Riviera francesa, donde podremos decir que ya ascendemos con decisión el puerto: 10,3 km a una media del 6,4%, atravesando la hermosa población de Touêt de L’Escarene y un pequeño paso encajonado hasta afrontar la bella serie de curvas que poco a poco iremos dejando atrás, quedándonos sin palabras, mirando con tortícolis las tremendas herraduras que acabamos de escalar.

La visión de lo que un día llamó L’Equipe “alambique”, “tirabuzón”, “kriss malayo” (antigua espada flamígera) o simplemente “cric”, palabra que con imaginación podemos leer en su vertiente, nos dejará una grata sensación al coronar a esos mil metros y disfrutar de una increíble panorámica de 360º desde los picos más altos de esa maravilla natural que es el Parque Nacional de Mercantour hasta el intenso azul del mar Mediterráneo.

En su cima encontramos la Estela a René Vietto, lugar de culto. En ella están depositadas las cenizas del ciclista nacido en Cannes en 1914, considerado como el mejor escalador anterior a la Segunda Guerra Mundial. A su muerte, el 14 de octubre de 1988, y por expreso deseo de “Le Roi René”, sus restos descansan aquí, 54 años después de que el francés realizara una exhibición ascendiendo sus rampas.

Hubo una época en la que el Tour de Francia frecuentaba con asiduidad los Alpes Marítimos 

El paso por el llamado Arco de Sospel (no muy lejos de Monte Carlo), con las ascensiones al tríptico Braus, Castillon y La Turbie, entre Niza y Cannes, era habitual en las primeras ediciones del Tour entre 1911 y 1939. El Col de Braus, incorporado a la Grand Boucle aquel primer año junto a los grandes cols alpinos a propuesta de Émile Georget, mítico vencedor en el Galibier, fue puerto de paso en 24 de las 28 primeras ediciones. Desde entonces sólo se ha vuelto a ascender dos veces: en 1947 y la última en 1961. Ha pasado demasiado tiempo.

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René amaba el Col de Braus, y éste se dejaba querer entre sus curvas. Fue en 1934 cuando el joven debutante de Cannes, con tan sólo 20 años, ganó esta etapa del Tour, la 11ª, caracoleando en primera posición Braus, Castillon y La Turbie. No fue una sorpresa, porque ya venía de ganar dos grandes etapas alpinas, pero en la 16ª, y cuando estaba a punto de ser nuevo maillot amarillo, su líder indiscutible, Antonin Magne, cae y destroza la bicicleta. Enterado del accidente, René no duda en dar la vuelta, algo que por entonces estaba permitido, hasta encontrarle y cederle la suya.

Antonin ganó aquel Tour gracias al generoso acto de René, que perdió todas sus opciones de victoria, cediendo aquel día más de cinco minutos en favor de su líder. Dicen, los que lo vieron, que Vietto quedó sentado en un muro, llorando, esperando el camión de reparación. Aún y así fue quinto en aquella edición, llevándose el trofeo al mejor escalador y consiguiendo rehacerse ganando la 18ª etapa entre Tarbes y Pau, con el Tourmalet y el Aubisque de por medio. Aquel detalle con su jefe de filas le hizo ganar mucha popularidad y simpatía entre los franceses pero sobre todo, como rezó L’Equipe, “René se convirtió en un escalador eterno, como el diamante”.

Imagen: Ciclismo Épico

 

 

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La Covatilla, la cima «blanca» de la Vuelta

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La Covatilla - Santi Blanco JoanSeguidor
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En La Covatilla se juega la suerte final de la Vuelta y la temporada 2020 

Recordando La Covatilla no podemos evitar que nos venga a la memoria la imagen del salmantino Santi Blanco, porteño de Puerto de Béjar (a 8 kilómetros de Béjar), escalando con dificultad las terribles rampas de esta gran cima bejarana.

Os invitamos este segundo domingo de noviembre, a desplazaros hasta la Sierra de Béjar en Salamanca, para que probéis de primera mano, y en vuestras piernas, la dureza que no se esconde en este alto de La Covatilla camino de su estación de esquí.

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Una ascensión terrorífica con varios kilómetros enteros por encima del 10% y rampas máximas de hasta el 17% de desnivel.

Un muro que se dio a conocer al mundo del ciclismo un 26 de septiembre de 2002, con la disputa de la 17ª etapa de la Vuelta.

Otra jornada para el recuerdo.

 

En ella se ponía al descubierto otro puerto inédito de categoría especial con una carta de presentación tremenda con sus duros desniveles pero que se mostraba ante la afición como un puerto puro, con una calzada nueva con un firme en un estado perfecto para que se deslizaran cuesta arriba las finas ruedas de los ciclistas.

No en vano, la estación de esquí se había inaugurado un año antes, no sin polémicas medioambientales con los ecologistas que se oponían, abriendo un espectáculo grandioso con unas vistas impresionantes desde la estación de sierras y pueblos como la de Gredos o la propia ciudad de Béjar.

A los pies de La Covatilla, Lale Cubino

Desde esta localidad que vio nacer otro gran ciclista como nuestro protagonista –Lale Cubino– y que hace que nos preguntemos qué tendrá esta tierra para dar tan enormes escaladores como el propio Cubino, Santi Blanco y, cómo no, Roberto Heras, porque aquella jornada de septiembre en la Vuelta a España ganó el porteño, agónicamente pero ganó, pero sobre todo venció Béjar, situada a 950 metros de altitud (quizás de este dato podamos extraer una buena explicación de por qué es cuna de grandes corredores), porque en aquella etapa además quedó en segunda posición Roberto Heras, en la edición que perdió el maillot oro en la última contrarreloj a manos de Aitor González, que ganó en el inédito final del Estadio Santiago Bernabeu.

Cruz 400×400

 

Aquel día los salmantinos hicieron bueno el dicho y fueron profetas en su tierra con la descomunal cabalgada de un motivado Santi Blanco, dejando el pelotón a más de 6 minutos a 10 kilómetros para meta, tiempo que tuvo que administrar con mucho sacrificio, pasándolo bastante mal ante el empuje de Roberto Heras que aceleró brutalmente dejando de rueda a Aitor González que aguantó todo lo que pudo, bastante más de lo imaginado, y que fue su gran rival para ganar aquel año.

Y es que sólo 40 segundos, de la renta que llevaba, le separaron de su vecino bejarano, en una ascensión que todos sufrimos viendo como Santi iba perdiendo los minutos de ventaja como un collar de perlas roto, retorciéndose en una primera rampa superior al 10%, pedaleando con mucha dificultad el resto de la ascensión mientras Roberto daba un recital por detrás.

 

Hasta que no entró en el último kilómetro, con un minuto de adelanto, no supo que iba a ganar aquella etapa a casi dos mil metros de altitud, superando la rampa final al 14% y tocando el cielo alzando sus brazos al viento, igual que lo haréis vosotros cuando superéis el tremendo muro bejarano.

Béjar al poder.

Por Jordi Escrihuela

Imagen tomada de El Norte de Castilla 

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Seis cosas que le dio el Angliru al ciclismo

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Grandes vueltas
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Cuando el Angliru entró en el recorrido de la Vuelta, ésta no volverá a ser la misma

Ya lo dijimos, con el Angliru cambió todo. 

Pero aquella tarde de septiembre, cuando el pelotón se puso rumbo al Angliru desde León para ver al Chava en su día de más gloria, el ciclismo inició un camino de retorno por que iba ruta de la cima que iba a romper las reglas.

 

En breves cuentas el Angliru le dio al ciclismo…

1. Un símbolo, otro más para el ciclismo, el Angliru fue un regalo, como el día que se descubrieron los Lagos de Covadonga, o se holló por primera vez el Tourmalet, sitios clave en la historia de este deporte más que centenario.

2. Una historia narrada por los grandes, por los que trascienden al deporte, recuerdo estrellas de la radio en directo, Manolo Lama, que no será santo de nuestra devoción, pero que estuvo ahí dándole jabón al Chava, el corredor que en ese momento cargaba con el peso de una fama que excedía cualquier lógica.

3. Un día para encumbrar el Chava, un ciclista que nunca nos apasionó, pero que rompió el corazón por media España. En su leyenda siempre quedó la remontada en el Angliru, el premio in extremis, adelantando a Pavel Tonkov en el descenso previo a meta, entre la niebla y los coches.

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4. Un nuevo ciclismo, un ciclismo que premiaba los desniveles, que buscaba las paredes, una tendencia que con los años se acentuó, pero que parece más contenida, los muros se frecuentan, pero no tanto como .

5. Un puerto mediático, el Angliru fue el primer puerto que ocupó portadas, por sus pendientes, curvas, dureza y dificultad, llegando incluso a superar a los ciclistas.

6. El faro de la Vuelta que en su desafío logístico apostó por irse a un sitio que le diera lustre y proyección, entre todos los colosos asturianos, tuvo que aterrizar en éste.

Desde entonces el Angliru ha coronado a grandes escaladores como Heras, Simoni o Contador, el único que ha ganado dos veces aquí.

Siete veces ha entrado en la ruta de la Vuelta, se prevé volver este año si la situación se normaliza.

Si nos pedís uno, aquella subida de 2002, cuando ganó Heras con Aitor González y Oscar Sevilla tirándose los platos por detrás… esa tarde fue caliente, a pesar de la lluvia que todo lo empapó.

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Marie Blanque en el Tour: Por fin va a ser decisivo

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Marie Blanque Tour 2020 JoanSeguidor
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El Tour 2020 le da la mil veces negada oportunidad de ser trascendente al Marie Blanque

Ya están los Pirineos aquí, y el Col de Marie Blanque no será una montaña más, ni de paso, en el Tour de Francia 2020.

Sobre el lugar, la «dama blanca», nuestro compañero Jordi Escrihuela nos escribió hace un tiempo…

Lo he ascendido once veces, las cinco primeras de forma consecutiva (1997-2001) y podría dar para escribir un libro todas las sensaciones, para lo bueno y lo malo, que yo he vivido ascendiendo este puerto. Aquellos años encadenado al terror de los Pirineos Atlánticos tuve una extraña sensación: cada vez que volvía y me enfrentaba al muro de sus 4 km finales y engranaba todo lo que llevaba detrás (desde 39×26, pasando por toda la gama, hasta el compact 34×27) me daba la sensación como si el tiempo no hubiera pasado y allí me veía de nuevo escalando mi dulce tortura (Miguel Gay-Pobes), como si lo hiciera eternamente, pedalada a pedalada, buscando la siguiente curva, esa que no llega nunca, para intentar distraer la cabeza.

 

Podría deciros que casi todas las subidas que he hecho a esta mole han sido bien diferentes, pasando un calor de morirse (40ºC, 1998) a la niebla, la lluvia y el fresco de otras ediciones, sin poder llegar a decir que he pasado frío, pues esto, en el Marie Blanque, es imposible que suceda y siempre con sensaciones variadas, buenas o malas, aunque estas últimas siempre me han ganado por mayoría absoluta con “esa sensación de intentar avanzar sobre una bici estática” que tan bien describía el propio Miguel Gay-Pobes.

Como gran anécdota, recuerdo mi primera ascensión. Sus primeros kilómetros decepcionaron un tanto a los que me acompañaban (“¿Esto es el terrible Marie Blanque? Esto no asusta a nadie”) Y que incluso subían a plato aquellos suaves primeros desniveles. Qué equivocados estaban, cuando de repente se toparon con el muro, la famosa recta infernal de 4 km al 12%, que muchos afrontamos completamente atrancados, otros haciendo eses o bien andando con la bici en la mano.

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El Marie Blanque no es un col más, es muy conocido por el populacho, y en el Tour 2020 por fin tendrá la relevancia que merece.

Recuperamos las sensaciones de Nacho cuando la cima se programó para julio, y nos llega un seis de septiembre.

Cosas del 2020.

 

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