Ciclismo antiguo
La desconocida historia del ciclismo colombiano
«El Zipa» podría ser el kilómetro cero del ciclismo colombiano
Todos miramos la suerte actual del ciclismo colombiano, pero en el país andino la bicicleta tiene una larga, larguísima tradición, que va más allá de aquellos escarabajos de los ochenta que pusieron el ciclismo colombiano en el mapa. Hete aquí una historia que queríamos compartir con vosotros, la historia de porqué el ciclismo colombiano no ha sido tratado con el poso y antigüedad que merece:
A Efraín Forero todos le dicen “El Zipa” porque nació en Zipaquirá, pero sobre todo, por la sangre chibcha de sus venas. Los Zipas fueron los reyes indígenas de esos valles altos y fríos aledaños a Bogotá, antes de que llegaran los españoles.
Para demostrar a un puñado de interesados que era posible organizar en Colombia una carrera por etapas similar al Tour de Francia o al Giro de Italia, el Zipa realizó en solitario una travesía desde Bogotá hasta Manizales cruzando en bicicleta el Páramo de las Letras, aquella ascensión descomunal de 83 kilómetros que sube de las orillas del Magdalena, a 500 metros sobre el nivel del mar, hasta las cumbres cercanas al Nevado del Ruíz, a 3.760 metros de altitud.
Cuentan que el Zipa pasó la cresta de la cordillera entre senderos de tierra y descendió otros 30 kilómetros hasta la ciudad de Manizales, donde arribó por la noche mientras una multitud lo esperaba como a un héroe. Tenía entonces 20 años.
Un año más tarde, en 1951, Efraín Forero sería el primer campeón de la Vuelta a Colombia, que nunca ganaría de nuevo porque en su camino se atravesó el antioqueño Ramón Hoyos Vallejo, “El Escarabajo de las montañas”, el mismo que después derrotaría a Fausto Coppi subiendo al Alto de Minas, cierta vez que el campeonísimo vino con su equipo a correr unas competencias de exhibición en Colombia.
Ramón Hoyos ganó cinco veces la Vuelta a Colombia, fue campeón panamericano de ruta y también estuvo entre los primeros colombianos que corrieron una carrera en Europa: la Route de France de 1953, donde tuvo que retirarse antes de las montañas.
No podremos decir lo que habría sucedido si Ramón Hoyos, el primer escarabajo, hubiese sostenido un mano a mano con Bahamontes o Charly Gaul en los Pirineos. Tampoco podremos asegurar si era cierto eso que le decían los italianos a Martín Emilio Rodríguez “Cochise” cuando ya viejo fue a correr como gregario de Gimondi: que de llegar a Europa más joven, a lo mejor Eddy Merckx no tendría cinco Tours en su palmarés. Cochise, el primer latinoamericano que ganó algo grande allá (dos etapas del Giro) tenía cuatro Vueltas a Colombia en el bolsillo, había sido record de la hora y campeón mundial de persecución individual.
No podremos decir en qué lugar del podio del Tour hubiera terminado Fabio Parra si los controles y sanciones por dopaje funcionaran como funcionan hoy. Podremos decir que fue tercero. Podremos decir que hubo dos positivos por delante.
Cuando Patrocinio Jiménez atacó en el Tourmalet nadie era capaz de seguirlo, ni siquiera Lucien Van Impe, el mejor escalador de su momento. Muy a pesar de eso, un periodista italiano se refirió en cierta ocasión a esos ciclistas colombianos debutantes en las carreras de los ochenta como unos “pobres ratoncitos oscuros” que no sabían lo que era el Alpe.
Quizá este periodista acertaba en algo, los ciclistas colombianos eran pequeños y oscuros como ratones, pero se equivocaba en lo demás: fueron los europeos quienes nunca conocieron las montañas de verdad, esas donde falta el aire y los cóndores hacen sus nidos, esas de cuarenta o cincuenta o sesenta kilómetros para arriba.
Aquello quedó zanjado cuando Laurent Fignon –ciclista con cara de gato– persiguió sin éxito al ratoncito Lucho Herrera durante la etapa 17 del Tour de 1984, la etapa del Alpe famoso aquel donde se consagran los gigantes. Jaques Anquetil, que no en vano había ganado cinco veces aquella carrera, dijo algo diferente de los colombianos. “Si vuelven serán terribles” dijo. Y tenía razón.
Ahora hay una generación que vuelve con hambre y sed de victoria, con deseos de demostrar que el ciclismo no era una disciplina exclusiva para blancos y europeos, también es –y además lo es por decreto de un Presidente– el deporte nacional de este país escondido entre los Andes, el deporte donde se sublima como en ningún otro el sufrimiento de su pueblo.
Fue el escritor inglés Matt Rendell quien llamó a los corredores colombianos “los Reyes de las Montañas”. Creo que en cierto modo todos son hijos del Zipa, ese hombre con sangre de rey indígena que demostró en 1950 cómo era posible atravesar en bicicleta un país de alturas monstruosas y carreteras inexistentes.
Por Camilo Alzate
Imagen tomada de HSB Noticias
Ciclismo antiguo
Las clásicas e Indurain, una relación no imposible
Las clásicas podrían haber sido un gran terreno para Miguel Indurain
En estos días en los que, al tener más tiempo, nos llenan las sobremesas largas con las gestas de Miguel Indurain, nos surge una reflexión: ¿qué habría sido del astro navarro si hubiera decidido abrir su carrera también a las clásicas?
Un gran día en Lieja
El 16 de julio de 1995, Miguel Indurain sorprendió al mundo. No lo hizo en las montañas alpinas ni en las llanuras francesas, sino en el ondulado paisaje de las Ardenas. Durante la séptima etapa de aquel Tour Indurain mostró lo que pudo haber sido y nunca fue en las clásicas.
Era un clasicómano en potencia. Aprovechó el perfil quebrado de esa etapa para arrebatar 50 segundos a sus rivales en una escaramuza que no tenía precedentes. Ese momento quedó grabado en la memoria colectiva española como un hito, ya que mostró un Indurain diferente: agresivo, punzante e imprevisible.
¿Podría haber conquistado las carreras de un día?
Al observar su historial, es lógico preguntarnos si Indurain habría sido un gran corredor en las clásicas. Durante los años previos a su primer Tour (1989-1991), acumuló destacadas actuaciones en pruebas como la Clásica de San Sebastián (1º), Lieja-Bastoña-Lieja (4º) y Flecha Valona (4º, 7º). Tenía la resistencia y, además, cierta velocidad en los momentos decisivos.
Una de las grandes pruebas de su potencial en las clásicas fueron los Mundiales. Indurain siempre compitió al máximo nivel en estas pruebas, logrando tres medallas, incluso cuando ya se encontraba centrado en el Giro de Italia y el Tour. En una línea temporal paralela, es posible que hubiera sumado grandes victorias a un palmarés que, por sí mismo, ya era impresionante.
La Lieja, su carrera más adecuada
De todas las clásicas, la que más se ajustaba a sus características era Lieja-Bastoña-Lieja, donde consiguió un cuarto puesto en 1991. En esa edición, Indurain se metió en un corte que había sido provocado por Claude Criquielion, muy lejos de la meta. Al final, como era habitual en esos años, la victoria fue para Moreno Argentin.
Desde ese día, nunca más vimos a Indurain brillar con la misma intensidad en una clásica. Los adoquines, con su dureza y su peligro, no eran el terreno adecuado para él, pero pruebas como la Amstel Gold Race o Lieja habrían podido ser objetivos posibles.
Lo que jugaba a su favor
Indurain tenía una serie de características que lo habrían hecho muy competitivo en las clásicas:
- Un físico formidable para afrontar los recorridos duros.
- Técnica y manejo de la bicicleta impecables, como hemos visto en los momentos más serios de su carrera.
- Una mente estratégica, con una visión de carrera excepcional y una economía de esfuerzos sin igual.
- Buena punta de velocidad, mejor de lo que a menudo mostró. Un ejemplo claro es el Mundial en el que ganó al sprint a Ludwig y Museeuw.
Lo que jugaba en su contra
Sin embargo, su planificación para el Tour de Francia, que lo convirtió en un campeón imbatible durante cinco años, se le interponía en su camino. La primavera, con su calendario de clásicas, no se ajustaba a su preparación para el Tour.
La ausencia de clásicas en su palmarés
A pesar de todo, si comparamos a Indurain con otros grandes del ciclismo, su palmarés se queda sin algunas de las clásicas más prestigiosas. Pero todo eso, los tiempos, los rivales, las exigencias… todo era muy distinto a lo que había en el pasado.
Cada época, en definitiva, fue diferente.
Ciclismo antiguo
¿Veréis la película de Gino Bartali?
Leyendas como Gino Bartali tardan en tener una película
Siempre he pesando que el ciclismo es el deporte más literario, y por ende cinematográfico que existe, un deporte que se mueve por los sitios, que se escribe en historias increíbles y en circunstancias que no somos capaces de concebir.
Me sucedió cuando escribí la historia de Mariano Cañardo y todo lo que de su vida se desprende, y claro, cuando veo que va a salir una película de Gino Bartali empiezo a salivar.
Porque la vida de Gino Bartali, dos veces ganador del Tour de Francia y héroe de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, será llevada al cine en una nueva película biográfica titulada Bartali.
El actor Miles Teller será Gino Bartali en su película, para rememorar su éxito deportivo y su papel crucial en la resistencia italiana al transportar documentos secretos y ayudar a judíos a esconderse durante la invasión alemana.
La película será dirigida por E. Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin, ganadores del Oscar en 2018 por el documental Free Solo.
La producción estará a cargo de su compañía, Little Monster Films.
Gino Bartali una leyenda, en lo deporgivo ganando múltiples títulos como el Giro de Italia y el Tour de Francia antes y después de la guerra.
En lo histórico demostrando su valentía durante la Segunda Guerra Mundial, transportando mensajes y papeles importantes escondidos en su bicicleta, le valió el reconocimiento de Justo entre las Naciones en 2013, por parte del Centro de Memoria del Holocausto en Jerusalén.
Miles Teller, conocido por sus papeles en Whiplash y Top Gun: Maverick, flipa por interpretar a Bartali, destacando el coraje y la humanidad del ciclista que arriesgó su vida por otros.
La historia de Bartali ya ha sido explorada en otras películas y libros, pero esta nueva versión promete ampliar la faceta heroica del ciclista mucho más allá de su legado deportivo, cosa muy importante en los tiempos de que corren.
Recordar a Gino Bartali es recordar la barbarie.
Lo aplaudo.
Ciclismo antiguo
Indurain: Amor por los Pirineos
Podemos decir que lo mejor de Indurain empezó y acabó en los Pirineos
Ya lo sabéis, Miguel Indurain es un navarro de Villaba, un pueblo cercano a Pamplona, situado en el Camino de Santiago, con los Pirineos a unos 40 kilómetros, por lo que no es raro que desde pequeño pudiera disfrutar de esos paisajes montañosos.
A solo un paso de su casa, tenía lugares como Roncesvalles y otras zonas para entrenar.
Cuando Miguel empezaba a formarse como ciclista, recorría rutas como Larrau, Ochagavía y Valcarlos.
Y esos Pirineos tan cercanos fueron clave para su desarrollo y también lo trataron muy bien. Desde sus primeras victorias en carreras como Cauterets y Luz Ardiden, quedó claro que iba en serio y que su objetivo era el Tour.
Ya en 1991, Miguel tuvo su primer gran golpe en el Tour, aunque las cosas no estaban siendo fáciles para los ciclistas españoles en general, ni para su equipo Banesto en particular, en especial por la etapa de Jaca.
Pero la gran jugada vino al día siguiente, en la etapa de Jaca a Val Louron, cuando Miguel aprovechó una jornada épica en los Pirineos para dejar huella.
En el Tourmalet, a mitad de etapa, se fue para adelante con el italiano Claudio Chiapucci, y al final, subió al podio con el maillot amarillo por primera vez.
Los Pirineos siempre fueron su terreno.
En Cauterets logró su primer triunfo en el Tour y en Luz Ardiden se perfiló como el ciclista imparable que llegó a ser, incluso dejando atrás a figuras como Greg Lemond.
Ya antes, en el Tour del Porvenir, se mostró como un gran talento en las montañas, que siempre fueron su zona de gloria y sufrimiento.
Y aunque en 1996 sufrió un golpe durísimo en Hautacam, cuando se despidió de su sexto Tour, Miguel siempre encontró más alegrías que decepciones en los Pirineos.
Esos mismos Pirineos que le dieron tanto y lo vieron brillar, también fueron testigos de sus inicios, pero su historia sigue siendo una de las más grandes del ciclismo.
Ciclismo antiguo
100 años de Bernardo Ruiz
Bernardo Ruiz fue el primer español en pisar el podio del Tour
Cuando Bernardo Ruiz nació, ayer hace 100 años, España en pleno periodo de la dictadura conducida por Miguel Primo de Rivera en conexión directa con el el rey Alfonso XIII, el último monarca antes de la irrupción de la segunda república.
En Orihuela, Bernardo Ruiz daba sus primeros pasos, los de un un pionero que abrió el camino para el ciclismo español en competiciones internacionales, primer podio en el Tour, en un contexto muy diferente al actual, puesto que en su época el ciclismo en España estaba en la prehistoria.
Desde joven, Ruiz demostró su talento.
Empezó a ganar competiciones importantes como la Vuelta a España en 1948 y la Volta a Catalunya en 1945, con 20 años. También ganó varias veces el Campeonato de España y la Vuelta a Valencia.
Pero lo más destacado de su carrera fue su participación en el Tour de Francia, el gran escaparate y restablecido tras el parón por la Segunda Guerra Mundial.
En 1951, Bernardo destacó en el Tour al ganar dos etapas y quedar en noveno lugar en la clasificación general, lo cual fue un gran logro para un ciclista español en esa época.
Al año siguiente, en 1952, logró el tercer puesto en la clasificación general del Tour, convirtiéndose en el primer español en subir al podio, fue el primero de una lista larga y fecunda en nombres que vienen hasta hace bien poco.
Este logro fue muy importante para el ciclismo español, que en ese entonces no tenía mucho reconocimiento internacional.
Además, Bernardo siempre destacó la figura de Fausto Coppi, el ciclista italiano que para él fue el mejor de todos, por su talento y versatilidad tanto en carretera como en pista.
Después de catorce años de carrera, Bernardo Ruiz decidió retirarse en 1958.
Su legado en el ciclismo español es enorme, pues fue el primero en lograr un podio en el Tour y abrió las puertas para que otros ciclistas españoles pudieran destacar en el ámbito internacional.
Por todo, Bernardo Ruiz fue un ciclista clave en la historia del ciclismo español, especialmente por su papel en el Tour de Francia, y su legado sigue muy vigente desde la expo que se le ha dedicado en su Orihuela natal.
Imagen: Córdoba Hoy
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Juan Andrés Pérez
8 de julio, 2017 En 17:34
Muy bien artículo felicitaciones. Queremos más historias como esta que vinculan pasado y presente. Saludos
Julio A Sanin Mejia
9 de julio, 2017 En 2:06
Excelente nota, aunque des los años 50, ya hablábamos de una raza INDÓMITA y alla por 54/56, con el intercambio Colombo Mexicano, los empezábamos a bautizar como los ESCARABAJOS COLOMBIANOS…!!!
Yuri Efrain Dominguez Carvajal
9 de julio, 2017 En 22:21
Es un excelente Articulo sobre los escarabajos. Les comparto este de 1955 escrito por nuestro Nobel Garcia Marquez. Un imperdible sobre Ramon Hoyos publicado por el diario el Espectador en 14 entregas. Es para disfrutarlo. https://drive.google.com/file/d/0B6_Pb401T29oZWdyMUVfYWhndFE/view?usp=sharing
jose david rodriguez pedroza
11 de julio, 2017 En 0:21
excelente……lo dicho lo de hoy no es casualidad y mucho menos suerte, estamos donde estamos por meritos propios y no nos han regalado nada, viva COLOMBIA carajo.
Víctor Melchor
13 de septiembre, 2022 En 16:13
Me emociona tu artículo Camilo, vaya manera de escribir !.
Milton Noy
13 de septiembre, 2022 En 17:20
Un escrito sencillo pero emotivo, me gustó.