Alejandro Valverde
El mejor medio año de Alejandro Valverde
¿Hay un ciclista más singular que Alejandro Valverde?
El ciclismo español, ese ciclismo de Pirineos hacia abajo, de sello auténtico, grandes agonistas. Ciclistas morenos, finos, afilados, algunos hijos del hambre (Cañardo, Bahamontes, Ocaña), otros bebiendo de las mieles de una época dorada (Perico e Indurain), héroes en medio de la tormenta (Contador)….
Ciclismo de vueltas por etapas, de grandes vueltas si puede ser, hasta que una generación dijo basta. Leyó y se instruyó en las hazañas del irrepetible Miguel Poblet, el noi de Montcada que ganó dos veces en San Remo. Ciclistas que miraban a Bélgica, a Italia y veían clásicas o adoquines (Freire y su inseparable Horrillo).
Y luego está Alejandro Valverde que es un poco de los primeros, pero también otro tanto de los segundos. Un ciclista irrepetible, que posiblemente nunca volveremos a ver nada igual. Un tío que vibra y hace vibrar. Un amor incondicional por la bicicleta, el ciclismo. El personaje que en el lecho húmedo y hostil de aquella curva de Dusseldorf, sólo pensaba en volver a ser ciclista, en volver a ganar.
Hasta esa tarde de verano alemán, tarde de julio, de agua y fresquito, Alejandro Valverde había firmado, en su 16ª temporada profesional, el mejor bagaje jamás visto.
Hubo un día, yo creo, que para Valverde las cosas cambiaron de signo. Fue cuando pisó, por fin, el podio del Tour. Ese día se quitó una espina clavada, que le dolía, en la carrera por la que sacrificó mucho, incluso una aún más prolífica trayectoria en las grandes clásicas.
Me contaba en primavera un rival histórico de Valverde que nunca le había visto igual, que daba gusto apreciarle por la televisión, pululando por las carreras, que era un ciclista desprovisto de corseres, que se dedicaba a lo que mejor se le daba: ganar, ganar y ganar.
El medio año de Alejandro Valverde ha sido de traca, el mejor de siempre. Puso el alma en esa carrera que tiene por fetiche, Andalucía, y amargó la estación verde a Alberto Contador, con quien se vio tantas veces como le ganó.
Tres momentos definen un ciclista dotado de talento e inspiración:
La llegada a Lo Port en la Volta, el día que explota Marc Soler al cobijo de un grande. Vence y convence frente a Contador y Froome y recupera el liderado que Van Garderen le birló en base a estrujar vilmente el reglamento.
https://www.youtube.com/watch?v=JH7g8BAURog
La crono final de País Vasco, en Eibar, donde unos pioneros hicieron del hierro de la escopeta, el tubo de la bicicleta, consiguiendo ganar otra vez sobre Contador en el que fue, sin saberlo ambos, su último duelo de siempre.
https://www.youtube.com/watch?v=m1LpUKvahtE
Y la Flecha Valona, esa carrera en la que tenemos un spolier cuando Valerde se engancha un dorsal, convirtiéndose en el maestro de las Ardenas, el sitio que encumbró un tal Moreno Argentin y que ahora tiene un murciano a su derecha.
Pero la grandeza es algo que no sólo se muestra en la carretera y se gestiona alrededor de ella, cuando caes como cae Valverde en el Tour, ves el destrozo que el golpe le ha propinado y sólo piensas en volver, en ponerse las pilas e intentar ser eterno en el corazón del aficionado, se toma la medida de su dimensión y singularidad.
2018 quiere ser el año Valverde, la temporada en la que renazca de sus cenizas, pocas cosas nos alegrarían tanto.
Imagen tomada del FB de Movistar Team
INFO
Alejandro Valverde
«El día menos pensado»: «Ahora tienes pendiente vivir» le dicen a Valverde
Valverde abre y cierra «El día menos pensado»
Siempre me he preguntado cómo debía ser la relación de Alejandro Valverde con su familia, y no lo digo en tono malo, más bien fruto de saber cómo se ha relacionar con los suyos una persona que ha pasado tanto tiempo fuera de casa y tan volcado en lo suyo.
No en vano Valverde ha pasado a la historia del ciclismo por alargar su carrera deportiva más allá de las 40 primaveras, tras más de veinte en el profesionalismo.
Es decir sus hijos han nacido con él compitiendo.
La cuarta entrada de «El día menos pensado» no escatima la figura de Valverde desde el mismo principio, y hasta el final.
Era de esperar, y de hecho suponía, sobre el papel, el elemento más potente para un serial que siempre ha venido abonado por el morbo de situaciones surrealistas que en este 2022 no se dieron.
De inicio Valverde y su mujer ya salen dándole el desayuno a los peques, y no tan peques antes de acercarles al bus del colegio.
Una acción cotidiana enmarcada por una estrella mundial del deporte que al final de todos los capítulos oye de su mujer: «Ahora tienes pendiente vivir».
Vivir, eso tan sencillo, en la mano de casi todos los mortales, que veo tan complicado en una persona como el murciano.
Aunque este deporte no le ha quitado de sus momentos de realidad mundana, con las dos cervezas diarias que admite haberse cascado durante su carrera deportiva y las salidas con su grupeta, una de ellas con susto monumental, el del pasado mes de julio, justo cuando arrancaba el Tour y fue atropellado a mala fe por un hijo de puta.
El Valverde de este «El día menos pensado» es un Valverde lacrimógeno, nostálgico, que se pasa la serie pellizcándose para creer que esto aún no se acababa, pero sí, había un final y éste lo sitió cuando se quitó la ropa de ciclista en el hotel de Madrid, tras acabar su última Vuelta: «Cuando me vestí de normal me dije: esto se ha acabado».
Han hecho bien los mentores del documental de Movistar en medir bien las apariciones del murciano, que ya ha tenido sus documentales, el momento de masaje de Escámez -más de 1000 masajes en once o doce años- con Rojas y Mas es hilarante, cuando su hijo le mete una buena trola sobre el colegio, pues el Bala no entendía el inglés de la profesora.
Lo mejor fue sin duda Lombardía, y no sólo que un tipo que me cae genial como Jan Ullrich fuera al bus a mostrarle sus respetos, me gustó mucho el niño que acoge emocionadísimo su autógrafo antes de salir.
El chaval sabía que estaba ante algo único.
Alejandro Valverde
Valverde y el gravel, dos caminos que parecen cruzarse
Momparler: «Creo que Valverde va a ser uno de los que monten en gravel y va a sorprender»
Hemos recibido desde La Mussara, esta charla con el seleccionador nacional, buen amigo de este mal anillado cuaderno, Pascual Momparler, sobre su relación con el gravel contando, entre otras cosas, que ve a Alejandro Valverde metido en la modalidad.
Mucho antes de ser seleccionador nacional de ciclismo en ruta, Pascual Momparler fue una de las primeras personas que anticipó una palabra que iba a llegar como un terremoto al ciclismo: gravel.
Gran aficionado al cyclocross desde joven, compró su primera bicicleta de gravel hace casi una década. Desde entonces, ha vivido el imparable crecimiento de esta modalidad.
Cada vez más aficionados y también, por supuesto, cada vez más pruebas. Numerosas en el extranjero y, también, a nivel nacional, como la Mussara Hunting Dogs que se celebra desde hace tres ediciones en la Costa Brava de Girona.
¿Hace cuántos años que practicas gravel?
Más de 15. Yo corrí en cyclocross cuando era más joven. Recuerdo ir desde mi casa al circuito todos los días y volver. Me lo pasaba muy bien. Iba con la bici de cyclocross por los caminos. Hacía mis viajes y mis aventuras con esa bicicleta, buscando vías verdes cuando el gravel aún no existía. Cuando empezó el gravel en Estados Unidos, compré mi primera bicicleta hará unos 7-8 años. Desde entonces, salgo con ella siempre que puede porque me parece muy divertido.
La organización de Mussara vio cómo aumentaba la cantidad de usuarios en bicicleta de gravel y decidió empezar a organizar en 2021 la Mussara Hunting Dogs. ¿Tú notas que cada vez hay más usuarios de gravel en tus salidas?
Sí, sí, sí. El gravel es una disciplina que no es moda. Ha venido para quedarse. Yo creo que va a apartar a ese cicloturismo de carretera y a ese mountainbike que se practica por caminos. Esa gente se va a quedar en gravel. Unos porque utilizan una bicicleta que no es adecuada para el uso que le están dando y otros porque se van a dar cuenta de que con una bicicleta de gravel pueden hacer lo mismo, pero por caminos más tranquilos y huyendo un poco de los coches. Todo eso ya está llegando.
¿Qué tiene el gravel que engancha tanto?
En mi caso, fue una época que cogí un poco de peso y cuando salía con la grupeta era una tortura. Pero luego empecé con bicicleta de gravel y me divertía mucho. Vas a 20 por hora, concentrado, en las curvas aprietas la técnica… me pareció muy divertido. Creo que eso es lo que engancha a la gente. Con una hora u hora y media te diviertes aunque vayas tú solo.
¿Cuál es tu rincón favorito para salir?
Suelo salir mucho por donde discurre la Jaén Paraíso Interior, Úbeda o Baeza, por ejemplo. Aunque voy por toda España y llevo siempre la gravel en el coche. Me he ido fijando en que cada vez hay más diversidad entre las bicicletas gravel: más rápidas, más de aventura o con doble suspensión. Son pequeños cambios que hacen falta dependiendo de los caminos por los que salgas.
El año pasado fue el primer mundial de gravel organizado por la UCI. ¿Fue una sorpresa para vosotros este paso?
En la comisión europea de cyclocross, a la que pertenezco, se hablaba de la posibilidad de este mundial desde hace cuatro o cinco años. En países como Italia, Bélgica o en el norte de Francia estaba pegando muy fuerte el gravel. Así que tampoco ha sido una gran sorpresa. Lo que sí que me sorprendió fue que tantos corredores españoles acudieran.
¿Y cómo conformaste el equipo que acudió al Mundial?
Como era el primer año, la selección la llevó más el equipo que se encarga de la parte de mountainbike. El criterio que se siguió fue que la gente hubiera cumplido las ratios que pedía la UCI, haber completado el número de carreras necesarias y clasificarse. Entre todos estos, se hizo un pull y un equipo final.
¿Y hay algún corredor que veas que puede ser un fan del gravel cuando se retire?
Yo creo que Valverde va a ser uno de los que monten en gravel y va a sorprender a más de uno. En la Strade Bianche disfrutaba mucho, el año pasado se quedó con ganas de correr en Jaén. Yo sé que lo tiene en su cabeza. De los que vinieron al Mundial, Carlos Verona me sorprendió por su técnica. Sé que tenía su bicicleta de gravel para descargar, pero vi que tenía mucho nivel.
El gravel tiene esa doble vertiente, entre competición y hobby más relajado. ¿Cómo puede evolucionar el gravel de competición en el futuro?
Al final, a la gente le gusta competir y le gusta ganar. Por un lado, está el cicloturista al que le gusta ir por caminos, ver cuántas horas es capaz de echar sobre la bicicleta, retos de supervivencia… este grupo no irá a competir. Pero seguro que surge otro grupo de gente a la que sí le guste competir. Esa gente con ADN de desnivel, distancia y dureza que buscará pruebas para pelearse con otros y ver cuánto tardan en hacer una marcha.
Texto: La Mussara
Alejandro Valverde
Alejandro Valverde, el segundo mejor de siempre del ciclismo español
Motivos para poner tan arriba a Valverde en la historia del ciclismo español
Llueve sobre mojado en este mal anillado cuaderno, y una vez consumada su retirada, creo que es buen momento de retomar la plaza de Alejandro Valverde en la historia del ciclismo español.
Hace un tiempo, creo que en el tedio de la pandemia, hice un listado de mis 10 mejores ciclistas españoles de la historia, fue algo subjetivo, aunque en parte, pues en el medio puse y valoré ciertas estadísticas que contemplaban el conjunto de la carrera de cada ciclista, y no sólo lo más gordo.
En este sentido, si mirásemos la estadística, el termómetro de PCS es muy bueno, pues pone toda la carne en el asador, y en esta clasificación Alejandro Valverde sería el mejor ciclista de la historia del ciclismo español y sexto entre todos.
Pero hay matices, sentimientos y recuerdos.
Como he dicho en más de una ocasión, un tipo que ha ganado cinco Tours de Francia, haciéndolo como lo hizo Miguel Indurain, no puede pasar por otra plaza que no sea la primera.
El navarro no sólo conquistó la carretera, lo hizo con los aficionados, los estadísticos, los menos seguidores del ciclismo, completó un serie irrepetible, con una autoridad tan sólida como su sencillez.
Dicho esto, y con Indurain en otra esfera, para mí la segunda plaza se la disputan Alejandro Valverde y Alberto Contador.
En este desempate me quedo con Alejandro Valverde, por varios motivos
El primero y más obvio es la larguísima trayectoria deportiva que ha cuajado.
Dos décadas enteras en el pelotón, nunca corriendo a ver qué pasaba, siempre aspirando a lo máximo, volviendo de una sanción y esquivando lesiones y caídas de una manera «casi milagrosa»
Sólo tuvo una grave, cosa complicadísima en un trecho tan grande de tiempo, y se recuperó para ser campeón del mundo.
En esas veinte temporadas compitiendo -le quitamos la 2010 y 2011- Alejandro Valverde se ha destacado como uno de los ciclistas más originales del ciclismo español.
Apuntó maneras más allá de las grandes vueltas, carreras que nunca dejó de lado, y amasó un palmarés de clasicómano monstruoso, con especial cita a su etiqueta de ardenero y especialista en mundiales, hasta que lo logró, pisó el podio más veces que nadie, y eso que en el camino le quedaron algunas actuaciones sonadas, y no precisamente por lo bueno, dígase Salzburgo o Florencia.
Pero salvados momentos puntuales, lo que Valverde le ha dado al ciclismo español es una trayectoria de ciclista de otra época, tocando todos los palos, sacando la cabeza en cada sprint, en cada corte, donde fuera.
Todo eso lo logró con la eterna sensación de que podría haber escogido mejor sus objetivos.
Si Alberto Contador tuvo siempre claro que las grandes vueltas era su terreno, Valverde picoteó en ellas, en especial en el Tour, quizá más de lo debido, pues yo nunca le vi favorito a la ronda francesa.
Su obsesión por esta carrera no le quitó de construir un palmarés irrepetible, pero nos cabe la duda qué habría sido si se hubiera centrado más en lo que todos veíamos que mejor se le daba.
O incluso haber probado más dos clásicas que creo que entraban en su molde como San Remo y Flandes.
Sea como fuere él siempre tuvo claro que la opinión de los demás era como un hilo musical -tiene un palmarés abrumador en carreras como Murcia, Valencia, Andalucía y Mallorca- y los números le avalan, también en vueltas por etapas, en especial tres muy gordas: Volta, Itzulia y Dauphiné.
Valverde, a groso modo, es más longevo, más singular y más laureado que Contador, por eso le pongo en la posición de plata de los mejores de siempre.
Alejandro Valverde
Nibali ha sido el corredor que alguna vez quisimos ver en Valverde
Aunque el palmarés de Valverde sea mayor, el de Nibali tiene muchísimo valor
Por mucho que cueste decirlo y pensarlo, Vincenzo Nibali y Alejandro Valverde ya son exciclistas.
Les espera ahora una vida que, entiendo, será más tranquila, más familiar, aunque seguro seguirán siendo solicitados en mil sitios, pues la suya es una leyenda que ha hecho grande este deporte durante los últimos veinte años.
Evidentemente que entre las mil cosas y obviedades que hemos dicho de ambos durante el Giro de Lombardía, han surgido, como no, las comparaciones.
Yo le he dedicado un ratillo a la ficha de ambos en el PCS y os quiero dar unos datos que no son interpretables, pues son estadística.
Alejandro Valverde es el sexto mejor ciclista de siempre, habiendo logrado 133 victorias y corrido 32 grandes vueltas y 35 monumentos.
Por su parte, Vincenzo Nibali se ha situado entre los 35 mejores ciclistas de la historia con 27 grandes vueltas corridas y 44 monumentos.
Como veis, dos monstruos de su tiempo, que se han zurrado hasta la saciedad durante años, en mil paisajes y en mil circunstancias para completar un periodo que, sinceramente, considero imborrable.
Luego están, como digo, las comparaciones… y no digo nada descabellado si afirmo que Vincenzo Nibali es ese ciclista que muchas veces habría querido ver en Alejandro Valverde.
Sé que a lo que ha hecho el murciano es muy difícil ponerle un pero, que hay que situar en valor todo lo logrado, pero también es cierto que lo del italiano ha sido magia sobre ruedas, emociones a flor de piel y querencia por los grandes escenarios.
Valverde es imbatible por Nibali en cantidad pero ¿y en calidad?
El segundo atesora cuatro grandes y tres monumentos, por una grande y cuatro monumentos del primero.
La selección de títulos que Nibali ha sido capaz de reunir en sus estanterías habla de un concepto muy diferente del ciclismo.
Vincenzo ha tenido victorias que podríamos decir «menores» pero nunca ha desestimado carreras como Milán-San Remo o Lombardía, por correr en casa o cerca de casa.
El objetivo de Valverde en pruebas como el Indurain, Valencia, Murcia y Andalucía, por citar unos ejemplos, incluso por delante de clasicotes como San Remo o Amstel ha sido algo que aficionado medio, entre el que me incluyo, no ha sentado bien.
No sé si ha sido él o su entorno, si el huevo o la gallina, pero estoy seguro que alguno de esos 133 triunfos el admirador de Valverde los habría cambiado por otros de más prestigio.
Ojo que digo el aficionado, pues el corredor al final ha hecho, como corresponde, lo que le ha rotado.
La cultura ciclista italiana de la que ha mamado el siciliano se nota en ese palmarés por la variedad que alcanza y lo celoso que ha sido de brillar en el calendario patrio, de por sí un top tres en prestigio mundial, muy superior, sin duda al español.
Luego está la actitud en carrera.
Alejandro Valverde ha basado sus grandes éxitos en estrategias inteligentes, sí, pero conservadoras, también.
Sus cuadro Liejas y cinco Flechas se resuelven de forma similar, lo mismo que otros muchos triunfos, cosa que por ejemplo Nibali ha logrado variar más.
El siciliano tiene una San Remo fraguada en la coronilla del Poggio con los velocistas viéndole partir, o un par de Lombardías culminados con estrategias brillantes y descensos históricos.
Valverde nos ha hecho vibrar, pero esa punta de velocidad y ese instinto que siempre le han acompañado han dado con triunfos más contenidos que los fuegos artificiales de Vincenzo.
¿Cuántas veces nos habría gustado ver a Alejandro tomar riesgos?
Más de una y más de dos, por eso victorias como la del Tour de 2012 o aquella clásica llamada Roma Maxima -efímera sucesora del Giro del Lazio- son tan queridas por los especialistas en Alejandro Valverde, por fraguarse de forma diferente a tantas y tantas de esas más de ciento treinta dianas con las que deja el ciclismo.
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