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Ciclismo antiguo

“Hautacam”, por Bjarne Riis

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Curiosamente otro danés, como Bjarne Riis, se jugará la suerte en Hautacam

Así cuenta Bjarne Riis en su libro el capítulo de Hautacam…

Veía a Zülle nervioso, mirando a su alrededor, inquieto, como si estuviera a punto de atacar. Estábamos llegando al pie de los 13,5 kilómetros de subida que conducen a Hautacam, con una pendiente media del 7,8%. Allí se iba a decidir el Tour de Francia: en tan solo 13 kilómetros de escalada, durante los cuales tenía que batir a mis rivales lanzando el ataque decisivo que demostrara que aquella carrera era mía y que yo merecía llevar el maillot amarillo.

El inevitable ataque de Zülle no tuvo otro efecto que estimular a Indurain, quien aumentó el ritmo para intentar deshacerse de los corredores más débiles del grupo. Puse a Bölts y a Ullrich a marcar un ritmo aún más elevado. “A tope hasta que no podáis más”, les dije, “luego llegará mi turno”.

CCMM Valenciana

Me descolgué hacia la parte trasera del grupo para observar los rostros de mis rivales. Estudié sus desarrollos, qué piñón estaban moviendo, y me fijé en si cambiaban muy a menudo, un buen indicador de si les estaba costando encontrar su ritmo. ¿Se ponían de pie más a menudo de lo que solían? ¿Les quedaban balas en la recámara? Me di cuenta de que todo el mundo iba casi fuera de punto, al máximo de sus pulsaciones, cosa que genera mucha tensión y te lleva rápidamente al límite. No parecía que pudieran aguantar mucho antes de que el ácido láctico empezara a agarrotarles las piernas. Había llegado el momento de poner en práctica todos los trucos que Fignon me había enseñado a la hora de analizar el estado de mis rivales. Sabía qué síntomas tenía que acechar. Una parte importante de mi trabajo era estudiar la competición. ¿Se sentaban en el sillín de forma rara? ¿Tensaban los músculos del cuello? ¿Apretaban los dientes? ¿Resoplaban? Deduje que lo estaban pasando mal. Rominger sin duda, así como Berzin.

Lancé un ataque, obligándolos a exprimirse todavía más. La joroba de Rominger se hizo más prominente. Olano se sentó todavía más en la punta de su sillín, y Berzin se las veía y se las deseaba para mover un desarrollo demasiado grande. Los hombros de Induráin parecían hundidos. Era un buen síntoma de que estaba a punto de explotar, tal y como yo pretendía. Los cambios de ritmo habían hecho mella en el defensor del título, quien hacía un buen rato que iba al límite. Yo no había lanzado todavía un ataque al cien por cien de mis posibilidades, así que todavía me quedaban balas en la recámara, pero yo era el único que lo sabía. Volví a atacar enseguida, cosa que bastó para soltar a Olano y a Berzin. Ya llevaban demasiado rato fuera de punto. Tras unas cuantas aceleraciones más aflojé hasta casi detenerme y puse el plato pequeño para dar a entender que yo también estaba sufriendo. Pero inmediatamente volví a poner el plato grande y aceleré otra vez, y en aquella ocasión fue Indurain el que se quedó.

Mi desarrollo secreto los había hundido. Podía verlo en sus miradas. Cada vez que había atacado lo había hecho con el plato grande, mientras que ellos sufrían para mover el pequeño. Aquello les hizo creer que yo iba cómodo con el plato grande y que estaba demasiado fuerte. Con mucha gasolina en la reserva y con las riendas de la etapa en mis manos, aceleré por última vez y me marché en solitario. Nadie pudo seguirme. Se había acabado. Habiendo roto a mis rivales con mis ataques previos, me dediqué a darlo todo, seguro de que ninguno iba a poder alcanzarme.

Subí en solitario los últimos siete kilómetros. Tenía el Tour en mis manos. Virenque, Leblanc, Laurent Dufaux y Leonardo Piepoli intentaron organizar un grupo perseguidor, pero era demasiado tarde, y estaban demasiado agotados como para tener alguna posibilidad de echarme el guante. Aunque mis esfuerzos también me estaban pasando factura, y los últimos kilómetros se me hicieron eternos. Lo había dado todo, y mis piernas empezaron a arderme mientras resoplaba agitadamente. Tuve que autodisciplinarme y concentrarme en pensar que cada segundo ganado me acercaría más a la victoria final. Tuve que hacerme amigo del dolor, aceptarlo y no dejar que se impusiera en mi cerebro ni en mi cuerpo. Lo aparté a un lado, me convencí a mí mismo de que podía mantenerlo a raya durante un par de minutos más.

De hecho, durante los últimos cinco kilómetros continué aumentando mi ventaja porque pude mantener la velocidad, hacer caso omiso del dolor y obligarme a seguir hacia arriba. Al llegar a la pancarta de los últimos 500 metros me invadió un sentimiento de euforia, y el subidón de adrenalina mitigó el dolor de mis piernas. “Llevas más de un minuto de ventaja”, me gritó Godefroot desde el coche del equipo. Dejé que me invadiera la alegría y el orgullo y me permití hacer una verdadera celebración, besando mis índices y señalando con ellos al cielo. “Ahora sí que puedo considerarme el mejor”, me dije. Había conservado el maillot amarillo e incrementado mi ventaja sobre el segundo clasificado, Olano, hasta los dos minutos y 42 segundos.

Costa Blanca- Diputació Alacant

Miguel Indurain había sido hasta entonces el jefe indiscutible del pelotón, gracias a sus cinco victorias consecutivas en el Tour, entre 1991 y 1995. Para mí siempre será un gran campeón. Su derrota de 1996 la asumió con dignidad. Otros corredores con menos clase en una situación similar habrían dado rienda suelta a su ego y a su orgullo, y habrían abandonado la carrera en vez de prolongar su sufrimiento, pero Indurain no era de esa calaña y prometió continuar luchando. Al día siguiente llegábamos a su ciudad, Pamplona, y yo quería reconocer en público la categoría de aquel hombre. Indurain hablaba un poco de italiano y de francés, así que no teníamos muchas posibilidades de comunicarnos, pero siempre me pareció una persona excelente.

Extracto del libro “Nubes y claros”, la autobiografía de Bjarne Riis (Cultura Ciclista)

Imagen Diari Ara

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5 Comentarios

1 Comentario

  1. Carolina

    24 de julio, 2014 En 15:10

    Aún estoy leyéndolo. Pasmada ando con lo que ha sido la vida de este ciclista.

  2. Francisco Bonilla

    31 de julio, 2014 En 19:43

    Así que le dolían las piernas, menos mal.

  3. philip

    12 de abril, 2020 En 16:54

    lo siento pero ni he perdido ni perderé tiempo leyendo artículos sobre corredores dopados como riss y lance armstrong.

  4. Bernat Costa

    15 de julio, 2020 En 19:06

    Eso iba a decir, paso de dopados. Conocí a ese tipo y es un impresentable.

  5. Galego mindoniense

    28 de julio, 2022 En 15:42

    Hay que ir muy sobrado para que, en un grupo con los mejores ciclistas del mundo, te pongas a jugar con ellos e a ir descolgándote y subiendo para ver los desarrollos de cada uno. Las maravillas de tener un hematocrito por encima del 60%.

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Ciclismo antiguo

Manolo Saiz en el Tour 1995 y ¿cómo viven los eslovenos el ciclismo?

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Este episodio del podcast habla del Tour de 1995, pero no sólo de ello

No podía ser de otra manera, y el Tour de Francia es el eje de este nuevo episodio del podcast. Con una efeméride que queríamos recordar: se cumplen 30 años de la quinta victoria de Miguel Indurain, en una pugna excelente con el equipo ONCE. Hablamos del Tour de 1995.

Aquella carrera fue la mejor de los cinco triunfos del navarro, en parte porque delante tuvo un bloque que se lo puso muy difícil.

Manolo Saiz estuvo al mando de aquella escuadra, moviendo ciclistas como peones en un tablero de ajedrez para darle brillo al éxito de Indurain y escribir una de las mejores actuaciones de la historia del equipo.

CCMM Valenciana

No os perdáis el meollo de la conversación: una historia llena de matices, con un pie también en algunos de los pasajes oscuros que rodean a un personaje al que no se le puede negar una importancia capital en aquel ciclismo, e incluso en el actual.

De todo esto, y también de lo que puede ser el Tour que empieza, hablamos con Manolo Saiz. Pero con Kike Molares centramos el tiro entrando en materia: que si Pogacar, que si Vingegaard, qué será de Carlos Rodríguez, de Remco, de Van der Poel…

Todo especulaciones a estas alturas de la historia. Veremos quién tiene razón.

Y para cerrar, viajamos a Eslovenia, curiosos de saber cómo se vive el Tour en el país del gran favorito y de otra gran estrella como Primoz Roglic.

Nos guía en este viaje Miha Hocevar, editor de ciclismo en el principal diario del país, Delo, que nos pone sobre la pista de Tadej Pogacar, de la explosión de Roglic y de la semilla ciclista en Eslovenia, un país que ahora es muy seguidor de este deporte.

En este podcast:

  • 1´25´´- Rememoramos con Manolo Saiz el Tour de 1995, pero en el recuerdo cuelgan y surgen otros temas.

  • 42´25´´- A cuchillo con Kike Molares, recién venido de Eurobike y del Gavia, entre otros, para hablar sin tapujos del Tour.

  • 1hr 09´35´´- Miha Hocevar nos habla de la Eslovenia que se ha vuelto muy ciclista.

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Ciclismo antiguo

Eddy Merckx: 5 motivos

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En ciclismo y en el deporte general, Eddy Merckx es símbolo de excelencia

Cuando se habla de ciclismo, pero yo creo que de cualquier deporte, hay un nombre que siempre sale primero: Eddy Merckx.

80 años recién cumplidos, nacido el 17 de junio de 1945, no quería pasar de puntillas sobre una efeméride tan singular.

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Y quiero hacerlo justificando por qué muchos consideran el mejor de todos los tiempos, con cinco razones que lo explican muy bien.

1. Ganó más que nadie, en todos los terrenos

Merckx acumuló la increíble cifra de 445 victorias como profesional, además de más de 80 cuando era amateur.

11 + 19: Ganó 11 Grandes Vueltas (cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia y una Vuelta a España), además de 19 Clásicas Monumento, incluyendo 7 veces la Milán-Sanremo.

También fue tres veces campeón del mundo y ganó en pista, en ciclocross, y hasta hizo historia con el récord de la hora. Literalmente, lo ganó todo.

2. El récord de la hora fue su obra maestra

En 1972, después de ganar de todo esa temporada (Giro, Tour, clásicas…), viajó a Ciudad de México sin entrenar en pista ni adaptarse a la altitud, y rompió el récord de la hora, pedaleando 49,431 km.

Al terminar, bajó de la bici y dijo “nunca más”.

Y no hizo falta repetir: su marca duró 12 años, hasta Francesco Moser.

3. Tenía una ambición sin límites: era “El Caníbal”

No dejaba ganar a nadie, ni en las etapas pequeñas.

Una niña, hija de un ciclista rival, lo apodó “el caníbal” porque no dejaba ni las migas.

Aunque sufrió lesiones, como una grave caída en 1969, nunca perdió el hambre de victoria.

4. Perdía, pero volvía más fuerte

Aunque parecía invencible, también fue derrotado por grandes como Ocaña o Gimondi.

Pero siempre volvía con fuerza. Incluso cuando Ocaña lo superó por 8 minutos en el Tour, Merckx remontó con ataques épicos y terminó ganando.

5. Nadie ha repetido lo que él logró

Muchos han ganado Giro, Tour y Vuelta, pero muy pocos dos de ellas el mismo año.

Algunos ganaron las cinco clásicas monumento, pero nadie las ganó todas dos veces y además dominó las grandes vueltas como él.

Su récord sigue intacto.

Por todo eso, Eddy Merckx no fue solo el más fuerte, fue el más completo y hace poco disfrutamos de esta entrevista con él de mano de su hijo Axel.

Y eso, hasta hoy, nadie lo ha igualado.

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Ciclismo antiguo

Eddy Merckx en el Giro: cinco triunfos y enormes polémicas

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La corona de Merckx en el Giro tiene cinco joyas

Eddy Merckx, para muchos el mejor ciclista de la historia y del Giro, por ende, nació en 1945 en Meensel-Kiezegem, Bélgica.

Dicen que desde los ocho años ya andaba en bici y tenía como ídolo a Stan Ockers, una figura del Tour de Francia.

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El Tour lo era todo para mí”, diría años después.

Su verdadero nombre es Edouard Louis Joseph Merckx y fue ciclista profesional entre 1961 y 1978.

Durante esos años se ganó el apodo de “El Caníbal” porque quería ganarlo todo, y casi lo logró: 525 victorias en su carrera, incluyendo cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia y una Vuelta a España.

También ganó tres mundiales, casi todas las clásicas (menos la París-Tours) y batió el récord de la hora.

Un monstruo en vida.

Merckx y e Giro, binomio lleno de aristas

Su relación con el Giro fue especial: lo ganó cinco veces y dejó huella en cada participación.

En Italia lo adoran casi tanto como en Bélgica.

Eso sí, su carrera no estuvo libre de polémicas.

En tres ocasiones dio positivo en controles antidopaje (fencamfamina, norefedrina y pemolina), aunque él siempre defendió su inocencia.

A pesar de eso, su legado sigue siendo enorme.

Se retiró en 1978 y desde entonces ha recibido todos los honores:

Barón en Bélgica, Comandante de la Legión de Honor en Francia, y el trofeo UCI al mejor ciclista del siglo XX.

Hay velódromos, calles, estatuas, libros, cómics y hasta una marca de bicicletas con su nombre.

De vez en cuando, aún aparece como comentarista en carreras o sólo se deja ver para revuelo del personal.

“El Ogro de Tervueren” no solo está en lo más alto de la lista de los mejores ciclistas de todos los tiempos: es una leyenda viva.

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Ciclismo antiguo

Hace 90 años la Vuelta a España ya rodaba

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La efeméride de los 90 años de la Vuelta merece ser reconocida

Puede que ya estemos a 1 de mayo, y que el 29 de abril haya quedado unos días atrás, pero hay aniversarios que merecen ser contados aunque lleguen con algo de retraso. Porque ese día, hace 90 años, comenzó una de las historias más emocionantes del deporte español: la primera edición de la Vuelta a España.

CCMM Valenciana

Amanecía en Madrid. El sol se colaba entre los árboles de la Puerta de Hierro y una multitud se apretujaba para ver partir a los valientes que iban a dar forma a una carrera que nadie sabía todavía cuánto duraría… pero que estaba a punto de comenzar su leyenda.

Los periódicos de aquel día retrataban como podían el ambiente, los rostros, las esperanzas. Un fotomontaje reunía a los que, sobre el papel, llevaban el peso de las ilusiones españolas.

Federico Ezquerra, delgadísimo, parecía una figura de papel. Luciano Montero tenía la mirada perdida, como si algo ya lo distrajera de la meta. Y Vicente Trueba, casi ausente, ido, como si el cuerpo estuviera ahí pero la cabeza no. Se notó: esa no fue su carrera.

Pero había uno que destacaba, y no solo por llevar una camiseta oscura que rompía con el blanco casi obligatorio. Mariano Cañardo, el ídolo, el favorito de la gente. Elegante, fuerte, de rostro anguloso y ojos llenos de energía.

Llevaba el dorsal número uno, y con él, las esperanzas de toda una afición que había escrito su nombre con tiza por miles de kilómetros: Viva Cañardo, decían los arcenes, los muros, las cunetas.

Niños, ancianos, madres y padres gritaban su nombre al paso. Espachurraban la tiza en el suelo como si con eso pudieran empujar sus sueños hasta el cielo. Era un sentimiento colectivo, casi religioso, ese fervor por Mariano.

Y no era para menos. Cañardo era ya un campeón nacional consolidado. Había ganado la Volta a Catalunya cuatro veces, tenía en su palmarés campeonatos de España, la Vuelta al País Vasco… y hasta un noveno puesto en el Tour de Francia, en tiempos en que cruzar los Pirineos era como atravesar el mundo.

Aquel 29 de abril de 1935, a primera hora, se dio el pistoletazo de salida hacia Valladolid. Pronto, en el Alto de los Leones, Leo Amberg lanzó el primer ataque de la historia de la Vuelta. Y Mariano no tardó en colocarse donde debía: al frente, marcando el paso, pegado a la rueda del belga Antoon Dignef.

Pero el infortunio se cruzó en su camino. Los tubulares de Cañardo parecían hechos de mantequilla: pinchó una y otra vez. Mientras él lidiaba con el asfalto, Dignef volaba hacia la historia.

Ganó la etapa en Valladolid y se vistió de líder. De naranja. Ese maillot que Mariano, pese a todo, nunca llegaría a lucir.

No por eso dejó de ser gigante. Ni dejó de merecer el amor de la gente. Mariano no ganó esa etapa, ni la Vuelta, pero su leyenda empezó justo ahí, en ese arranque lleno de gloria y mala suerte.

Días antes de la carrera, con su estilo discreto, había dicho poco sobre su forma física. Evitó hablar de rivales. Pero debajo de la modestia, había ambición. Sus piernas sabían que podían.

Y aunque esa edición no fue para él, su historia, su coraje y su nombre quedaron grabados para siempre en los libros del ciclismo. Como un pionero, como un héroe de otra época.

Feliz aniversario, querida Vuelta. 90 años después, y con la edición femenina a punto de arrancar en Barcelona.

 

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DESTACADO: Giro de Italia

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