Suena, y fuerte, Barcelona para dar inicio al Tour de Francia en 2026

Los dos días que el Tour de Francia de 2009 pisó la ciudad de Barcelona los guardo con cariño, de hecho, tengo un porrón de fotos de aquellas jornadas.

Qué Tour aquel, recordado por la rivalidad doméstica entre Lance Armstrong y Alberto Contador, un encontronazo más mediático que otra cosa, pues en la práctica el segundo era muy superior al americano y al resto, como así se vio en Verbier.

Contador ese año hasta le ganó una crono a Fabian Cancellara.

Puesto el contexto, queda el meollo de la cuestión, el Tour saliendo de Barcelona.

Ya entonces, en 2009, se trabajó en esa hipótesis que quedó en nada, creo, por desidia de los dirigentes municipales.

Desde el momento que la Vuelta a España salió el año pasado de Barcelona supe que la opción del Grand Départ del Tour se iba a activar.

No sé, intuición, como si la casa madre, ASO, pidiera una muestra de fidelidad por parte de la ciudad antes de darle el premio gordo.

Sabía también que para 2025 era imposible, eran demasiadas salidas fuera de Francia,

Lille será el inicio del año que viene, cuatro años después de la apertura bretona y con Copenhague, Bilbao y Florencia, por medio.

Que Barcelona fuera salida del Tour en 2026 pondría en cuatro los inicios foráneos de esta carrera en esta década

No son pocos.

Creo en eso de que cuando el río suena, y veo la salida del Tour 2026 desde mi ciudad, cosa que me encantaría por toda la sucesión de cosas que conlleva un evento así y que por suerte pude comprobar este año en la Emilia Romagna.

Sin embargo me reafirmo en algo que ya escribí cuando la salida de la Vuelta el año pasado dejó bastante que desear…

En Barcelona falta algo muy obvio, falta ambiente ciclista, que no tradición ni cultura, pues aquí finaliza cada año una de las carreras más antiguas del mundo, la Volta, se disputaron un par de mundiales de ciclismo y se han vivido grandes tardes de Tour y Vuelta.

El presente es otra cosa, alejada a los buenos tiempos.

Barcelona es una ciudad que vive de espaldas a este deporte, que no a la bicicleta, elemento de transporte que cada vez vemos más por la calle.

Lo vimos en la presentación, con afluencia insuficiente y en un entorno que no transmitía nada.

A ello le sumamos, la dimensión de la urbe, tan grande, tan dispersa, que cualquier cosa, por grande que sea, pasa de puntillas por la vida de la gente.

Poca gente sabría, por ejemplo, situar en el mapa dónde están los tinglados de la Copa América de Vela, siendo ésta una grandísima competición internacional.

Que llegara el Tour seguro que se notaría más que la Vuelta lo vimos en 2009, pero por el caché del evento y lo que significa, pero no por ese cariño al ciclismo que otros sitios del grand départ sí demuestran.

No veo la ciudad paralizada como Bruselas, Niza -en tiempos de Covid-, Brest, Copenhague y Bilbao, últimas sedes de la salida del Tour.

Entiendo que si la ciudad cumple en lo logístico y económico con los requisitos de ASO puede optar al arranque, pero entiendo que los mentores del Tour buscan otras cosas, como un público entendido y amante.

Barcelona, lo siento, no está en esa sintonía y la Vuelta lo ha corroborado, más allá de los evidentes fallos en la organización y me apena decirlo, pero hablamos de una ciudad con tanto evento, con tanto calendario, que el Tour podría caer en el anonimato, primero, y en el cabreo de ciudadanos hastiados de carreras populares, conciertos y cosas varias que en cualquier otro sitio seguro que serían mejor recibidas.

Etapa y rosa en Oropa ponen el Giro en la normalidad que quiere Pogacar

El Giro de Italia ya está sobre lo previsto, Tadej Pogacar comanda la general tras ganar en el Santuario de Oropa.

No será como Gianni Bugno, pero sí como Tony Rominger si el esloveno mantiene la maglia rosa hasta el final.

Un premio que vino con más sobrecarga «Pantani» de la que habría imaginado, cuando al pie de Oropa un reventó en toda regla, me pareció que hasta su líquido sellante era rosa, le tiró al suelo y le obligó a meter tuerca para subir en el grupo.

Lo visto posteriormente fue lo previsto, como hace dos semanas en Lieja, otras tantas en Volta, e incluso en Strade Bianche: UAE acelerando y acelerando para que, pasado el umbral de los cinco a meta, Pogacar fuera a por la etapa y el rosa, emprendiendo el camino hacia la victoria final en el Giro de Italia.

No le caben más honores a este ciclista que emociona y asusta a partes iguales, por un lado, es único e histórico verle, por el otro, vemos que de un momento a otro puede sentenciar la carrera.

Pero ésta no está sentenciada, ni mucho menos.

Tenemos tres semanas limpias hasta llegar a Roma y concluir el Giro 2024, y por medio espero ver otras cosas que no sea el monólogo de este corredor.

Hay motivos para creer que puede haber algo emoción, al menos eso quiero creer.

El principal reside en su equipo y cómo éste puede encajar la propuesta que formula su líder, en cabeza ya desde la primera llegada en alto, cuando ni siquiera ha acabado el fin de semana de inicio.

Lo visto en la primera jornada ha dejado cierta duda en el respetable, digo cierta, porque la prueba de verdad está aún lejos y será entonces cuando juzguemos si el UAE de Tadej Pogacar está en disposición de volar al nivel de su líder.

Eso sí, una imagen que nos sonó a «día de la marmota» nos vino en medio de la subida a Oropa.

Había atacado Tadej Pogacar, había descolgado a Ben O´Connor, cuando éste fue cazado en ese típico momento en que los rivales de cualquiera de los del «big 6» se empezaban a mirar como si la segunda plaza fuera ya su opción.

Espero que esto no quede en una rendición directa, y que Ineos, Decathlon y Bora, especialmente, busquen otra cosa que no sea acompañar a que ahora mismo es líder hasta Roma.

Pogacar, mientras tanto, ya tiene etapas en las tres grandes y eso que acaba de salir del concurso de la clasificación de los jóvenes, el maillot que seguramente más veces haya ido a recoger en su corta pero fértil carrera deportiva.

Imagen: FB Giro d´Italia

Las analogías entre Pogacar y Pantani rodean el asalto a Oropa

Ahí lo veis fue el 30 de mayo de 1999, no había pasado ni un año de su triunfo en el Tour de Francia, cuando Marco Pantani hizo llano el ascenso que lleva hasta el Santuario de Oropa.

Il ricordo di Marco Pantani deve restare sempre vivo in tutti noi 🙏

Riguardiamo la leggendaria rimonta al Giro d'Italia 1999 sulla salita di Oropa 🏴‍☠️⛰️#Pantani #EurosportCICLISMO #14febbraio pic.twitter.com/kwxWy7rKIG

— Eurosport IT (@Eurosport_IT) February 14, 2024

Ya es curioso que en el primer fin de semana de carrera, el Giro aborde su primera llegada en alto.

Nada más empezar, el Santuario de Oropa, una cima que siempre llegaba mediado o a finales de carrera, entra en escena.

Dije en su día, que Marco Pantani iba a ser una referencia muy frecuentada para explicar la gesta que Tadej Pogacar se propone para estos meses, y ya en Oropa vamos a tener cantinela.

La ascensión que el italiano protagonizó en 1999 fue una de esas cosas que el divino calvo normalizó.

Pinchar en la base, perder su tiempo y acabar remontando a todos para ganar arriba y de rosa, eso sólo lo firman personajes como él.

Que la gente lo recuerde y celebre como lo más grande la historia, incluso días antes de ser expulsado del Giro de Italia, creo que sólo pasa en este bellísimo país.

Porque Marco Pantani es y sigue siendo Dios en la bota itálica, una afirmación rápida nada más alguien te habla de su figura tanto tiempo después de su trágico final.

Las sensaciones que transmitió están muy por encima de su epílogo, tanto ciclista como personal, cuando ambos fueran sendas tragedias.

Pero a día de hoy, Marco Pantani sigue siendo el último ciclista en firmar el doblete más caro de la historia reciente del ciclismo y este Giro, y también el Tour, va a frecuentar santuarios de su recuerdo, como el de Oropa.

Si Pogacar logra emular a Marco, sólo le deseo que las cosas le vayan por caminos muy diferentes y que su legado no tenga tantas imperfecciones.

Por cierto que Oropa creo que nadie duda que el esloveno va a por la etapa y el rosa, el niño que tiene prisa por hacerlo todo y hacerlo bien, quiere empezar a decantar el Giro cuanto antes, quedó claro en Turín.

Ahora está en Italia, luego lo que suceda en el Tour, se verá.

Que no sea líder de inicio, no distrae sobre el objetivo de Pogacar de ganar el Giro

Ser el favorito unánime, el cinco estrellas, mientras otros están en las tres o menos tiene peajes que creo que Tadej Pogacar ha pagado en la primera jornada del Giro de italia.

El foco, la presión son cosas que tanto Pogacar como el UAE deben tener muy por la mano, pero entiendo que abstraerse al 100% resulta imposible.

Todos pensamos en Tony Rominger y Gianni Bugno cuando ganaron la carrera de rosa desde el primer día, bueno el suizo desde el segundo.

Pero claro, ser líder de inicio a fin de una carrera como el Giro no es tarea fácil si no te ponen la etapa idónea.

Una jornada en alto, para empezar una gran vuelta es algo que quizá algún día veamos, pero no ha sido el caso, también podría haber sido en crono, pero tampoco sucedió, así que un trazado en línea, con final emocionante y abierto ha tenido la palabra.

Y en esas, hay que calibrar muy bien para que las cosas salgan a pedir de boca.

No pretendo criticar gratuitamente a un equipo como el UAE, pero la sucesión de los acontecimientos ha demostrado que medir en estos entornos es un mundo.

Quemaron el bloque en el control de la carrera, pero llegados a un punto, se quedaron en cuadro, sólo Rafal Majka con Pogacar, en la conquista de la primera maglia rosa del Giro.

El tramo llano entre los dos últimos altos, el final no puntuable, pero muy duro, desmadró la carrera lo suficiente para que Pogacar tuviera que hacerlo todo, sacar y rematar el córner en el ya célebre alto de San Vito.

No digo que su obligada reacción le condicionara al final, pero está claro que no ha sido la mejor aproximación.

Claro que a su rueda se soldó en un equilibrio imposible un Jonathan Nárvaez excelso que no sólo le aguantó, también le remató en meta tras una de esas actuación en las que el dolor y sufrimiento del corredor las siente el mismo aficionado.

Pogacar a diferencia de Bugno y Rominger no tuvo una crono a su servicio para lograr la primera rosa, pero el objetivo sigue siendo el mismo, ganar el Giro, y como hemos visto hoy, mejor medir las fuerzas que dosificar bien al equipo.

Imagen: FB Giro d´Italia