Ciclismo antiguo
El día que Castellania lloró a Fausto Coppi
En Castellania hay una estatua perenne de Fausto Coppi, su vecino más ilustre
Hace cinco años el Giro salió de Castellania, la cuna de Fausto Coppi, un pequeño pueblo que un día vio como su población quedó ampliamente rebasada….
Fragmento extraído de La pasión de Fausto Coppi, de William Fotheringham. Cultura Ciclista, 2015):
Coppi fue enterrado en Castellania el 4 de enero de 1960. El diminuto pueblo quedó colapsado.
Las estimaciones sobre el número de asistentes al funeral oscilan entre las 20.000 y las 50.000 personas.
Las hileras de coches aparcados a los dos lados de la carretera se prolongaban durante seis kilómetros y medio, hasta el pie de la colina y más allá. El único tráfico permitido a través de los retenes policiales era el continuo ir y venir de las camionetas de las también colapsadas floristerías de la zona.
Al llegar depositaban su carga, daban media vuelta y se iban para abajo. Los autobuses alquilados por el club ciclista de la zona solo llegaban hasta el pie de la colina y los fans tenían que ascender a pie, como si estuvieran subiendo puertos de los Alpes o de los Pirineos para ver pasar el Giro o el Tour.
El recuerdo más duradero que le quedó a Bartali de aquel día fue el barro.
Los aficionados empezaron a subir hacia Castellania a las seis de la mañana, y lo siguieron haciendo bajo un débil sol invernal y entre los restos de nieve sucia que cubría las cunetas.
A medida que aumentaba el flujo de tifosi y estos subían campo a través para ahorrarse unos metros, sus pies se iban hundiendo cada vez más profundamente en el barrizal.
“Lo recuerdo como un momento de gran solemnidad: la gente subía a pie, colina arriba hacia el cementerio, a miles”, explica Jean Bobet, quien acudió al funeral en nombre de L’Équipe.
“El silencio, el tañer de las pequeñas campanas de la iglesia. A la medida de la imagen de Fausto, un hombre trágico”.
El día anterior se echó gravilla en el camino de 500 metros que conduce hasta la iglesia de San Biagio, situada en las afueras del pueblo, en una loma de la colina.
En el cortejo fúnebre encabezado por los excompañeros de equipo, gregarios y rivales circulaba lentamente la ammiraglia, el coche del equipo Bianchi, con su fantástico perfil ondulado y sus grandes faros, coronado por la gran baca de las bicis y las ruedas de recambio.
El periodista Bruno Raschi contaba que se había imaginado a Tragella de pie en el vehículo con un altavoz, animando a Coppi en su último viaje.
No se trataba tan solo de dar el último adiós a la mayor estrella deportiva de Italia.
“Ni siquiera muerto se pertenecía a sí mismo. La gente se lo había apropiado”, dice Jean Bobet
¿A quién pertenecía aquel admirado ser recién desaparecido? El tipo de ceremonial italiano de despedida del difunto no podía encajar a todas las partes enconadamente enfrentadas que Coppi había dejado atrás.
Tan pronto como el ciclista exhaló su último suspiro se planteó el problema de quién iba a hacer pública la noticia su muerte.
En Italia esta cuestión es mucho más relevante que en el mundo anglosajón: hoy en día, igual que entonces, las notificaciones de fallecimiento se cuelgan en los lugares públicos de la ciudad del fallecido.
¿Ese derecho correspondía a la familia que llevaba el apellido Coppi, a Bruna y a Marina, o a la Dama Bianca y a Faustino, que eran los que realmente vivían con Coppi cuando este murió?
Ciclismo antiguo
Cuando Banesto se quedó con Amaya
La fusión entre Banesto y Amaya juntó a Indurain y Antonio Martín por unos meses
Aquella historia se produjo en el otoño de hace treinta años, un paso inesperado en aquel entonces, la fusión de dos de los mejores equipos españoles, Banesto y Amaya, que estos días recordamos en plena vorágine entre Soudal y Jumbo.
La historia la contó bien entonces Carlos Arribas en El País, con todos los protagonistas en la crónica, explicando una acción que evidenciaba que los años de muchos equipos en el ciclismo española habían tocado a su fin.
Si tres temporadas antes, podíamos tener hasta once equipos nacionales en la Vuelta, en 1994 el filtro dejó sólo a cinco, además del Banesto, que hizo desaparecer Amaya del mapa, la ONCE como gran rival, el Kelme como eterno aspirante al trono de los grandes y la suma de Deportpublic y Artiach, pues el Clas había pasado a la panza del Mapei, con una buena parte de sus activos (Rominger, Olano y Escartín).
Es curioso que aquel Mapei que empezaba a ser grande sea el germen de lo que hoy es el Soudal-Quick Step.
Volviendo sobre aquel movimiento, que Banesto absorbiera parte de Amaya era en la práctica la unión de la gran estrella del momento, Miguel Indurain, con la gran promesa del ciclismo español, Antonio Martín Velasco.
Aquel camino compartido duró unos meses, pues el ciclista madrileño murió atropellado mientras entrenaba coincidiendo con la disputa Ruta del Sol.
Del Amaya, Banesto no sólo tomó al de Torrelaguna, y se trajo a los hermanos Zarrabeitia, Juan Antonio y el también prometedor Mikel que sería segundo en la última Vuelta en abril, año 1994, Jesús Montoya, Vicente Aparicio, Santiago Crespo y un viejo conocido de la estructura de Echávarri, Melcior Mauri.
El nuevo superequipo español manejaba un presupuesto de 2000 millones de pesetas y llegó a tener hasta 29 ciclistas, entre los que emergían ciclistas del filial como Ángel Casero o Santiago Blanco.
Así las cosas, fue curioso el carrusel de declaraciones por todas las partes esos días.
Fracasadas sus negociaciones con Freixenet, Mínguez vio bueno el cobijo de Echárvarri, mientras en la ONCE se lamentaban en el golpe que se le propinaba al equilibrio del pelotón español, no en vano los amarillos tenían en ciclistas internacionales (Zulle, Jalabert y Breukink) sus principales líderes.
El mago Echávarri, con Miguel Indurain coronado tres veces ganador del Tour y dos del Giro daba un golpe de teatro certero y eficaz, juntando un equipo que le proporcionaba el fondo de armario necesario para competir en las tres grandes.
Lo que estos días estamos viendo con el Soudal y Jumbo, ya lo vivimos en España, Banesto y Amaya confluyendo en unos nombres y dando salida a otros también importantes, como Lale Cubino que se fue a Kelme u Oliverio Rincón a la ONCE.
Todos estos movimientos recordadlos estos días, si lo de Soudal y Jumbo se acaba confirmando.
Imagen: La Guía del ciclismo
Ciclismo antiguo
DEP Francis Lafargue y las historias que nunca sabremos
Figuras como Francis Lafargue explican mi amor por el ciclismo
De la foto que ilustra este artículo me gusta todo, Perico en medio con ese maillot, el más bonito de la historia del ciclismo, interpelado no sé por quién y con Francis Lafargue detrás.
Sabéis que Francis ha fallecido este jueves, nuestro pésame para toda su familia y abundante grupo de amigos, como hemos podido ver.
Para los de mi generación, Francis Lafargue era algo así como el amigo que sabías que iba a tener a tus ídolos perfectamente cuidados.
En tiempos en los que salir más allá de los Pirineos era una aventura, tiempos en los que no teníamos ni idea de otros idiomas y pensábamos que Alpe d´Huez estaba en otro planeta, sólo oír que Perico, Laguía, Indurain y Gorospe estaba con Francis Lafargue antes y después de cada etapa, que los ayudaba por los vericuetos de algo tan complicado y gigante como el Tour, sólo oír su nombre nos calmaba.
Han pasado muchos años de aquella época, años ochenta y noventa, pero en especial los ochenta, tiempos de descubrimiento del ciclismo al que España estaba ajeno, el Tour de 1983, mágica edición que recordamos hace un año con su gran protagonista, Ángel Arroyo.
Con la muerte de Francis Lafargue recaigo en lo que otras veces hemos comentado en este mal anillado cuaderno y es que perdemos historia hablada y viva del ciclismo.
Recuerdo con mucho cariño el par de días que he podido hablar con Fede Bahamontes con calma, porque le saqué aquello que buscaba, le preguntaba y tenía respuesta a unas inquietudes que poco a poco pierden quienes las responda.
Es un poco lo que dice Carlos Arribas en su obituario de Francis, un texto escribo con la ternura y cariño que sólo él puede transmitir.
Leo ha historia cómo Francis Lafargue abordó a José Miguel Echávarri en la Plaza del Castillo de Pamplona y les veo ahí, jóvenes e inquietos tramando con toda la ilusión lo que sería el gran éxito del Tour de 1983.
Esas cosas, esos encuentros, esa intrahistoria que explica tan bien la historia que vemos, nos la estamos perdiendo mirando siempre adelante, siempre vigilantes del presente y futuro inmediato, sin saber que por lo que pasamos han pasado ya muchos antes.
Me apena la pérdida de Francis, como la de otros personajes de este circo que he tenido la suerte de conocer y a los que siempre recurriré en los momentos de incertidumbre, pues al final el ciclismo, a pesar de todo lo que le ha rodeado, sigue siendo sentimiento, recuerdo y emoción.
Imagen: Lorenzo Ciprés
Ciclismo antiguo
Ulrrich en 5 esenciales
Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich
Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.
Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.
Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.
Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.
Explosión y ocaso muy rápidos
En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.
Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.
De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.
Condiciones físicas como pocos
La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.
Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.
Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.
Un desastre táctico
Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.
Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.
A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.
Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.
Los inviernos de Ullrich eran muy largos
La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.
Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.
¿Un día?
De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.
Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.
Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.
Imagen: Narración Deportiva
Ciclismo
Lejarreta en 5 esenciales
Cuando hablamos de Lejarreta, lo hacemos de los valores mismos del ciclismo
Con la Vuelta en efervescencia y con ese Conexión Vintage que acaban de dedicarle y que quiero ver, queremos echar una mirada a uno de los corredores más queridos y apreciados que he disfrutado desde que veo ciclismo: Marino Lejarreta.
Le llamaban el «Junco de Bérriz», junco porque nunca se doblaba ni se doblegaga, sacando os mejores valores de este deporte como pocos han logrado hacer
En la conclusión del Vintage de Paco Grande, Benito Urarburu, quien estuvo en el estudio hablado de Marino y su trayectoria, habló del enorme carisma alcanzando por un ciclista que no tuvo el mejor palmarés de su tiempo.
Marino Lejarreta convivió con egos enormes, en una historia llena de muchos nombres queridos y seguidos en aquel pelotón español.
Marino convivió con Perico, Pello, Alvaro Pino, Fede Etxabe, Eduardo Chozas, Alfonso Gutiérrez y una larga lista que habla de la cantidad y calidad que se manejaba a este lado de los Pirineos, durante los años ochenta.
Pero vamos con el vasco, vamos con Marino Lejarreta y los cinco elementos que quiero destacar.
Humildad en la competición
Todo lo que Marino representaba era humildad, una ambición tranquila, honesta y sincera, un ciclista que voló muy alto en lo deportivo, que compitió con lo que tuvo, sin que nunca ofendiera a nadie.
Ejemplo de sacrificio
Seguimos con los valores más evidentes del ciclismo para hablar de Marino.
Conocidas fueron sus temporadas con las tres grandes en escasos cuatro meses, cuando la cosa arrancaba con la Vuelta en abril y finalizaba con el Tour en las postrimerías de julio.
Acostumbraba a hacer dos grandes bien o muy bien, y «flojear» un poco en la otra, pero ello no le sacó nunca de las quinielas de outsider.
Pionero en el extranjero
A inicios de los ochenta Marino fue uno de los grandes nombres del ciclismo español en irse a Italia y conocer de primera mano lo que allí se cocía.
Aprendió mucho y cuando volvió a España, entonces un país aún lejos de las grandes potencias, supo transmitir esos aires de modernidad.
Clave en la explosión del equipo ONCE
Aunque dejó el ciclismo de forma abrupta, por una caída en Amorebieta, Marino Lejarreta fue uno de los personajes que le dio relevancia y peso al primer equipo ONCE en el pelotón.
De amarillo, fue protagonista en grandes momentos, como la etapa que ganó en el Tour, en Millau, la Vuelta en la que colaboró para que Melcior Mauri se llevara el amarillo o en el Giro de Franco Chioccioli, que por algún instante pensamos que tenía opciones serias de disputar.
La Vuelta del 83
Cuarenta años después, podemos seguir diciendo que Marino Lejarreta fue sin duda uno de los grandes protagonistas en la que muchos consideran la mejor Vuelta de la historia.
Un mal paso en unos abanicos le dejaron fuera del concurso de una general en la que sin embargo brilló de inicio a fin, siendo el primer ganador de la historia en los Lagos de Covadonga, plantándole cara a un tal Bernard Hinault.
Defendía ese año el dorsal uno que le vino de rebote por el positivo de Angel Arroyo un año antes y lo hizo hasta el final, saliendo en la foto de días tan icónicos como el de Ávila y la masacre de Hinault.
Hoy a Marino le vemos como entonces, con pelo blanco, pero con el mismo poso de tranquilidad, humildad y cercanía de siempre, sabedor que buena parte de nuestros mejores recuerdos de ciclismo pasaron por sus piernas.
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Galego mindoniense
29 de junio, 2022 En 20:50
¿Y al final quien tuvo ese derecho?