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Ciclismo antiguo

Ulrrich en 5 esenciales

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Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich

DMT – KRSL pogi’s edition

Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.

Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.

Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.

CCMM Valenciana

Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.

Rudy projet – 2023 – EOS Helmet

Explosión y ocaso muy rápidos

En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.

Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.

De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.

Condiciones físicas como pocos

La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.

Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.

Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.

Costa Blanca- Diputació Alacant

Un desastre táctico

Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.

Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.

A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.

Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.

Sea Otter 2023 CicloBrava
Cambrils 2023 400×400
Gravel Sea Otter

Los inviernos de Ullrich eran muy largos

La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.

Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.

¿Un día?

De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.

Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.

Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.

Imagen: Narración Deportiva

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2 Comentarios

1 Comentario

  1. Dani

    15 de septiembre, 2023 En 10:32

    Hablas de Ulrich como si no supieses que iba hasta las cejas…

    • Iban Vega

      16 de septiembre, 2023 En 16:50

      hablo de él sabiendo de su persona y época, cosa que no quita que me transmitiera todo aquello que explico. El tiempo puso ese tiempo en su sitio, todo lo demás es decir cosas que ya sabemos

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Ciclismo antiguo

Adiós, maestro Javier de Dalmases

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Sin Javier de Dalmases perdemos un excelente relator de ciclismo

Hace ya un tiempo que hablé por última vez con de Javier de Dalmases, jubilado de El Mundo Deportivo.

Le invitamos al podcast, pero declinó.

CCMM Valenciana

El ciclismo —decía— le quedaba lejos.

Y sin embargo, había sido su casa durante más de treinta años.

Tres décadas en un rotativo histórico, más que centenario, que fue impulsor de carreras, promotor de actividad y espejo de un deporte que respiraba verdad.

Hoy, por desgracia, convertido en un panfleto para los ciegos del fútbol.

Leo que Javier ha muerto.

Y lo ha hecho joven, demasiado pronto, llevándose consigo un trozo de lo mejor que ha dado este oficio en el ciclismo.

Javier escribía de maravilla.

Hilvanaba historias con sencillez, con método, con claridad.

Le daba a esto de escribir otra dimensión: cuidaba la ortografía, el estilo, la estética.

Y lo hacía desde el terreno, narrando grandes carreras in situ, como quien pinta un cuadro desde el borde de la carretera.

Era un personaje.

Uno de los periodistas de peso en nuestra pequeña esfera ciclista, con proyección internacional y su nombre impreso en libros que aún rondan por casa desde que tengo uso de razón.

Un grande que se nos va.

Le conocí por primera vez en una llegada de la Vuelta a España, en Cerler, hace casi treinta años.

Zülle y Jalabert se disputaban una carrera que días antes había dejado Miguel Indurain, casi de manera prematura.

Recuerdo a Javier con su cuaderno en la mano, el gesto serio, la mirada limpia.

Su carácter era como su escritura: transparente, preciso, de calidad.

Le veo aún, enfadado con un periodista francés, no sé bien por qué, pero con esa pasión que solo tienen los que aman lo que hacen.

Con él se apagan un poco las luces de un tiempo en el que el ciclismo era el mejor caldo para las crónicas más ricas, más humanas, más verdaderas.

Pocos deportes retratan mejor la vida.

Y Javier lo hacía con maestría.

Descanse en paz, maestro.

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Ciclismo antiguo

Gianni Bugno no ganaba por fuerza: ganaba por estética

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Gianni Bugno: la elegancia que dudó un segundo y perdió un Tour y los que vinieron

Ya lo veis ahí, con la tricolore, maillot eterno, Gianni Bugno.

Hay ciclistas que ganan carreras, y otros que ganan miradas.

Gianni Bugno fue de los segundos.

CCMM Valenciana

Aquel italiano nacido en Suiza, con la raya al lado perfecta y la planta de actor francés, podía estar deshecho por dentro, pero por fuera era mármol.

Vestido con la tricolore, subiendo Alpe d’Huez sin casco, con gafas de espejo y el gesto impasible, parecía más modelo de Armani que campeón de Italia.

Ese maillot duró unos meses, pero dejó más huella que muchas temporadas enteras.

Con él ganó Burgos, San Sebastián y Zúrich antes de coronarse campeón del mundo en Stuttgart.

Pero aquel verano también dejó la escena que cambió su historia: el Tourmalet.

Indurain bajó a toda máquina, Chiapucci hizo de puente… y Bugno, Gianni el bello, dudó.

Esperó al coche. Un parpadeo. Dos minutos. Y adiós Tour.

Desde ahí, las trayectorias se cruzaron.

Indurain se vistió de amarillo para cinco años; Bugno empezó a vivir de recuerdos, y qué recuerdos.

Porque un año antes había hecho lo que casi nadie: ganar el Giro de inicio a fin.

Líder desde Bari hasta Milán, tres semanas de rosa sin un solo día flojo. Mottet, Giovanetti, Lejarreta… todos quedaron a más de seis minutos de un Bugno que no sudaba, simplemente rodaba. “No me llaméis campeón —decía—, eso sería ofender a Bartali y Coppi”.

Pura elegancia también para quitarse mérito.

Luego llegaron sus grandes días menores: aquel Alpe d’Huez de 1991 que ganó sabiendo que el Tour no era suyo, el sprint largo y demoledor de Benidorm, el Flandes del 94 donde dejó clavado a Museeuw con una arrancada de 300 metros.

Gianni no ganaba por fuerza: ganaba por estética.

Quizá le faltó sangre, o le sobró belleza.

Quizá dudó cuando había que morir un poco más.

Pero si hay una imagen que resiste los años, es la suya: agarrado del manillar plano, sin gesto de dolor, elegante incluso en la derrota.

Porque hay campeones que ganan, y otros, como Gianni Bugno, que nunca dejan de parecerlo.

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Ciclismo antiguo

Los 10 maillots más bonitos de la historia del ciclismo

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Los maillots que vistieron nuestros mejores recuerdos de ciclismo

Ahí está Perico, con el inolvidable Francis Lafargue y es que en la memoria de ciclismo, los maillots son mucho más que tela y publicidad.

Son piel, historia y símbolo.

Cada generación guarda el suyo, ese que, al verlo, despierta el ruido de una fuga o el eco de una meta en alto.

CCMM Valenciana

Aquí va mi lista, tan subjetiva como sentimental

Como digo el Reynolds de Perico ocupa el primer lugar.

Ese degradado de azules, limpio y elegante, fue la bandera de un ciclismo español que soñaba a lo grande.

Lo ves y hueles a los Alpes, a Delgado escapando con Rooks camino de Alpe d’Huez.

Luego llegó Banesto, sí, pero el encanto de aquel Reynolds era puro y sincero.

Por detrás, el Z de Lemond, ese cómic convertido en maillot.

Azul degradado, la Z gigante y una modernidad que anticipó los noventa.

Lemond lo llevaba con una elegancia natural que hacía parecer que el ciclismo era, también, cuestión de estilo.

Y hablando de arte, el La Vie Claire de Tapie, Hinault y Lemond sigue siendo el cuadro más famoso sobre ruedas.

Mondrian reinterpretado en lycra, geometría pura que hizo del ciclismo un lienzo en movimiento.

Más atrás en la lista, el ONCE de 1990, amarillo y verde, fue un rayo de optimismo español en tiempos de Lemond y Bugno.

Diseñado con Etxe Ondo, nació para brillar… y lo hizo hasta en Japón.

El azzurri de la nazionale italiana no necesita explicación: cada puntada lleva un pedazo de orgullo patrio. Lo han vestido Bugno, Bettini, Nibali… cuando aparece esa maglia, sabes que la carrera se pone seria.

El Leopard de Andy Schleck y Cancellara es la elegancia moderna: limpio, blanco, negro, sin estridencias.

Minimalismo puro en tiempos de saturación publicitaria que creo marcó la tendencia.

El Molteni de Merckx es historia viva.

Marrón, sobrio, con una franja oscura: el ciclismo en su forma más pura.

Detrás, el olor a grasa, a salami y a gloria.

El campeón belga, en cualquier espalda, es poesía sobre dos ruedas.

Cuando Wellens gana en el Tour, se celebra por partida doble, por el ciclista y por esas franjas negro-amarillo-rojo nunca fallan, y cuando Bélgica se viste de celeste, roza la perfección.

Vamos con Castorama, el maillot-mono de Fignon y Guimard fue locura francesa, humor gráfico y talento.

Y el Team GB del Mundial de Cavendish, con su Union Jack estilizado, marcó la era moderna del ciclismo británico.

Son solo maillots, dicen. Pero cada uno es un pedazo de nuestra memoria ciclista.

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Ciclismo antiguo

DEP Luis Zubero

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Luis Zubero podía hablar de diez años del ciclismo que muchos sólo podemos imaginar

Luis Zubero se ha marchado a los 77 años, y con él se va un pedazo del ciclismo vasco de verdad, de aquel que olía a grasa, a tubular caliente y a lluvia en los puertos de Euskadi.

Nacido en Zeberio en 1948, Zubero fue corredor del mítico equipo KAS, siete temporadas vestido de amarillo limón, cuando el ciclismo era una escuela de vida más que un escaparate.

Entre 1968 y 1976 rodó junto a los gigantes —Merckx, Poulidor, Thévenet, Ocaña—, y en sus piernas quedaron cuatro Tours, dos Giros y una Vuelta.

CCMM Valenciana

Su palmarés cabría en pocas líneas, pero su historia ocupa muchas más. Campeón de España amateur en 1967, olímpico en México y dos veces ganador en 1970, Zubero representó esa casta de ciclistas que no necesitaban alardes para ser grandes.

Fue decimoquinto en el Tour del 70, segundo en Grenoble tras Merckx, y aun así hablaba de aquel día con la modestia de quien se sabía afortunado por simplemente estar allí, pedaleando entre los mejores.

Pero su verdadera carrera empezó después de colgar la bici.

En 1977 abrió Ciclos Zubero, en el corazón de Bilbao, y convirtió aquel taller en un santuario para generaciones enteras. Entre llaves Allen y cuadros de acero, enseñó que una bicicleta no era sólo un objeto, sino una forma de entender la vida.

Los buenos amigos que me ha dado el ciclismo, eso ha sido lo mejor”, decía, y en esa frase se escondía todo su legado.

Zubero tenía alma de mecánico poeta.

Hablaba de los conos, de las ruedas Clément o de una holgura milimétrica como quien describe una sinfonía.

Miraba el ciclismo moderno con una sonrisa entre irónica y tierna: “Desde cadetes ya tienen bicis de tope de gama… nosotros las hacíamos rodar con cariño”.

Era un hombre del detalle, del esfuerzo y de la conversación amable al borde del mostrador.

Hasta el final siguió saliendo en bici.

Las eléctricas, decía, le habían salvado: “Ahora subo Morga y llego a casa más a gusto que nunca”.

Y uno imagina que sí, que allá arriba, donde el viento sopla limpio y las cumbres se confunden con el cielo, Luis Zubero sigue pedaleando despacio, disfrutando del camino.

Porque hay ciclistas que nunca se bajan de la bici.

Imagen: Diario Noticias

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DESTACADO: Giro de Italia

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