Ciclismo antiguo
Memorias del Tour, el gran boom de Perico
El Tour de Perico fue un monólogo con caramelo envenenado final
Para quienes vivimos el Tour, la Vuelta y los años de Perico Delgado no es más que la reafirmación de eso que hemos hablado tantas veces sobre su carisma y dimensión social.
Aunque Miguel Indurain sea Dios en materia estadística, sin nadie que le tosa en ese campo, lo de Perico fue locura desatada durante sus años mozos, que no fueron pocos, y que tuvieron más sonadas decepciones, abandonos, caídas y desfallecimientos que triunfos efectivos.
Como dijimos una vez hace tiempo, Perico podía haber ganado más veces Tour pero las circunstancias dejaron el marcador en uno, el de 1988, el último, por cierto, que había visto el Puy de Dôme.
Aquella fue una edición especial de inicio a fin.
Deportivamente, Laurent Fignon era el único ganador de la carrera en tomar la salida.
Los más recientes estaban o retirados o convalecientes de alguna lesión o percance.
Greg Lemond seguía KO por su accidente de caza y Stephen Roche por su rodilla maltrecha, dándole un rendimiento bajísimo al Fagor.
Bernard Hinault había colgado la bicicleta dos años antes.
La nómina de salida, el camino llevado durante años, segundo el anterior, Perico era de salida el gran favorito del Tour de Francia.
Tardes de julio entre ls sonidos de la radio desde Francia y la televisión conectando mucho más cerca de meta que en la actualidad.
El deporte español entonces era un rara avis en las grandes competiciones, salvo en ciclismo en el que la inercia emprendida desde 1983 estaba dando sus frutos, un gran éxito internacional era la excepción.
Perico capitalizó muchas cosas esos días de julio, el sentimiento de un país que había tenido en el Tour uno de sus asideros más fiables, con grandes gestas, nombres eternos y hasta dos ganadores finales.
El segoviano recogió el testigo de Bahamontes y Ocaña con una carrera perfecta, salvando una crono larga, la misma que le había condenado ante Roche un año antes y atacando el liderato en Alpe d´Huez, en una estrategia de manual por parte de Reynolds.
Igual que en 1987, Perico salía de amarillo de Alpe d´Huez para asentar la pieza un día más tarde en la cronoescalada de Villard de Lans, sitio donde había ganado un año antes.
Su victoria se aseguraba diariamente, con nuevos ataque que dejaban secos a Rooks, Theunisse y Parra, principales rivales ante la ausencia, abandonos y bajo de rendimiento de otros.
A cinco días del final, en Burdeos, el positivo, un golpe a la línea de flotación
A diferencia de lo que pasaría hoy en día, pudo seguir corriendo mientras las fuerzas vivas el Gobierno Español echaron el resto para salvarle la papeleta.
Imaginaros, años 80, un español ganando en Francia, se agitaron todos los estereotipos sobre Francia y lo malos que son allí con los españoles, pero la realidad es una, si a Perico le pillan positivo sólo diez años después, se lo llevan por delante dando igual lo que pusiera su DNI.
Fue para un servidor el descubrimiento de los efectos de eso que llamamos doping y de cuánto daño podía hacer al deporte de mis amores.
A Perico le salvó un defecto de forma, pero en muchos sitios siguen refiriéndose a su Tour como «l´ affaire Delgado».
En todo caso minucias, España volvió a ganar el Tour, celebrándolo como si no hubiera un mañana, olvidando pecadillos e imperfecciones que quisieron buscarle esos «putos y envidiosos gabachos» como tanto recuerdo escuchar tantas veces esos días…
Ciclismo antiguo
¿Chava o Heras? Yo me quedaba con el segundo
Heras tuvo resultados que no compitieron con el carisma del Chava
La foto de familia que ilustra este artículo es del siglo pasado, y por tanto etiquetada en este mal anillado cuaderno como ciclismo antiguo con, de izquierda a derecha, Joseba Beloki, Roberto Heras, José María Jiménez, el Chava, Abraham Olano y Fernando Escartín.
Ahí hay un poco de todo y de todas las edades, pero en estos apellidos, y algún otro, recayó el peso de la gloriosa época de Miguel Indurain y su larga sombra.
No sé si casualidad, pero en el centro están los protagonistas de esta pequeña fábula.
Roberto Heras y el Chava Jiménez fueron los dos mejores escaladores españoles de finales de los noventa y primeros años del nuevo milenio, que podría haber sido alguno más si no el abulense no nos hubiera dejado de forma tan temprana, hace veinte años casi exactos.
En todo caso, la rivalidad que ambos ciclistas nos ofrecieron aún hoy la recordamos.
Los dos castellanos, uno de Salamanca, de Béjar, el otro de la sierra de Ávila, de El Barraco, dos parajes no muy lejanos geográficamente, que nada tenían que ver con el carácter de cada uno.
El Chava era efervescente, el ídolo, el hombre de la afición.
Estuve en la llegada de Ávila de aquella famosa etapa de VDB en Navalmoral, todos impresionados con el valón, pero lo que arrastraba el Jiménez en su tierra había que verlo en directo.
Roberto Heras no se parecía al Chava, de perfil más retirado, más frío, a veces distante, pero encantador y cercano en las distancias cortas, si se sentía cómodo.
En carretera tuvieron sus buenos piques, aunque nunca disputando una grande.
Cuando mejor estuvo el Chava, en 1998, Heras se debía a Fernando Escartín en el Kelme, y cuando el bejarano ganó la Vuelta, el abulense no estaba delante.
Sin embargo, la afición se decantó por uno u otro, poniendo en la balanza qué era mejor, una personalidad arrolladora o un tipo que salía y ganaba, con más o menos brillo, y eso que Heras fue un escalador brutal.
A mí, resultadista desde que tengo uso de razón, me gustó siempre mucho más el del Kelme, y eso decirlo entonces no resultaba nada popular.
Entre el fervor por el Chava y una prensa que de ciclismo entendía lo justo creo que se construyo una figura excesiva para lo que ciclísticamente fue, aunque siendo justos seguro que a su estela no pocos quisieron probar fortuna en esto llamado ciclismo, un deporte que estaba en la picota en muchos sentidos pero que con esta generación se vivieron días bonitos.
Imagen: Marca
Ciclismo antiguo
Cipollini en 5 esenciales
¿Qué figura ha trascendido más que Mario Cipollini? casi ninguna
Hablábamos el otro día de Francesco Moser, figura eterna, y entre sus gregarios figuró un tal Cesare, de apellido Cipollini, hermano de Mario, el protagonista de esta pequeña historia.
¿Quién no recuerda a Mario Cipollini? es más ¿qué aficionado ciclista no ha escuchado cachondeo con su apellido?
Eso es y eso fue Mario Cipollini, un ciclista que trascendió con mucho el ciclismo y su época, pues aún hoy, en cualquier machar histórica que reúna varias leyendas, ninguna atrae lo que el velocista nacido en Lucca.
Hemos realizado el difícil ejercicio de sacarle cinco puntos para describir al que llamaban el «rey león».
Amor por el Giro
Ciclista de números, auténtico goleador sobre la bicicleta, en especial en el Giro de Italia, donde resultó inaccesible durante muchos años, con 42 triunfos.
Era sin duda su coto, siendo además la única grande que finalizó, hasta en seis ocasiones, vistiendo a veces la maglia ciclamino hasta el final.
Anotador nato
Con más de 160 victorias, es uno de los corredores más prolífico, no sé si el más, que he tenido la suerte de ver.
Su forma de sumar en las volatas era brutal.
Rara era la vez que concurría en una vuelta por etapas y no acababa con dos o más etapas.
La Gante-Wevelgem, su clásica
A diferencia de la actualidad, la clásica de los campos de Flandes que limitan con Francia ha sido su mejor territorio clásico.
Ganador tres veces de esta carrera, destaca que entre la segunda y tercera victoria pasaron casi diez años.
Su último éxito fue en 2002, año mágico, pues venía de ser el mejor en la Milán-San Remo, logró salir vivo del Poggio, y acabaría siendo campeón mundial en el vilipendiado circuito de Zolder.
En el filo de la polémica
Carácter fuerte, fue foco de atención de cámaras y ojos en las carreras.
Sin embargo un par de hechos han perturbado su reputación: dio positivo por EPO en 2004 y años después su nombre aparecería en aquellos famosos papeles donde figuraban ciclistas que se habían dopado durante el Tour 98.
Además pende sobre él un fallo en contra por violencia doméstica.
¿Una victoria? El mundial
Zolder 2002 fue uno de los circuitos más criticados de la historia de los mundiales, una suerte de encefalograma plano en el que buscar la sorpresa fue una quimera.
Entre los que lo intentaron, curiosamente, estuvo Igor Astarloa, y digo curiosamente por que un año después sí que sería campeón del mundo.
En el sprint final, Italia recuperaba el cetro de su carrera fetiche con su mejor baza: Mario Cipollini lograba batir a Mc Ewen y Zabel tras 256 kilómetros corridos a más de 46 por hora.
Imagen: Cycle
Ciclismo antiguo
La primera crono que gana Indurain
Ya han pasado casi 40 años del estreno de Indurain ganando una crono
Ilustro el post de la primera crono que entra en el palmarés de Miguel Indurain con una foto de los Juegos Olímpicos de los Ángeles, aquel mismo año 1984, semanas antes de la carrera que nos ocupa, el Tour del Porvenir.
Nos situábamos en septiembre de aquel año, otoño ciclista y prueba de fuego para los más jóvenes, aquello era el preludio del Tour de la CEE, que con el tiempo se ha convertido en el Tour del Avenir.
Indurain ganaría esa carrera dos años después, pero la aproximación a la misma la haría poco a poco y, como no, empezando por una crono, aunque haciendo justicia al desarrollo de la carrera aquel mocetón de veinte años ya había mostrado maneras en etapas anteriores.
La cosa fue que entre Loudes y Tarbes no hubo milagro y sí la constatación del chaval ese que rodaba como los ángeles.
Indurain afrontaría la crono a bloque desde el inicio, para nada asustando por los 30,5 kilómetros iniciados por un primer repecho.
En meta, diferencias humanas pero premonitorias.
El que más cerca acabó el talentoso Jeff Bernard, ya en La Vie Claire, a unos veinte segundos.
El ciclismo les situaría en el mismo equipo y en el mismo lugar siete años después con el navarro de amarillo.
En aquella clasificación de jovenzuelos había algún nombre conocido.
Charly Mottet, ganador de aquella carrera, y Piotr Ugrumov fueron los más destacados.
Ambos ya conocían a Indurain y cómo se las gastaba en su terreno, la crono, rompiendo con ese perfil de agonista español, bueno en la montaña y nulo en la lucha contra el cronómetro.
La presentación en sociedad del navarro fue eso, rompedora, con las crónicas mostrando sorpresa por ver a un ciclista de este lado de los Pirineos ganando toda una contrarreloj.
Ciclismo antiguo
Francesco Moser en 5 esenciales
Francesco Moser lo hizo casi todo bien
No sé si fruto de la casualidad, si de forma inconsciente, Francesco Moser sigue a Fabian Cancellara en esta galería de grandes de siempre que rueda estos días por este mal anillado cuaderno.
Francesco Moser, no lo vi en directo, pero su áurea seguía intacta en los años que empecé a ver ciclismo, a disfrutar de este deporte.
Un ciclista que, leyendo y releyendo, fue muchas cosas al mismo tiempo, un adelantado, un portento y también un poco tramposo.
Pero vayamos al grano…
La hora más rentable
Cuando Francesco Moser batió el récord de la hora de Eddy Merckx en México no tuvo suficiente.
Lo había dejado en 50 kilómetros altos, pero a los cuatro días quiso más, y firmó más de 51.
La tecnología como aliado
En esa tentativa, Moser torció la historia de este deporte y su propia evolución.
Se coronó con esos registros sobre una bicicleta histórica por sus geometrías y prestaciones rodando en un velódromo especialmente tratado para la ocasión, marcando el camino de los que habrían de venir después, el escocés Obree, Boardman, Indurain y Rominger.
Polivalencia
Su palmarés es rico como pocos, pues ahí entran mundiales de ruta y pista -imaginaros qué tipo de persecucionista podía ser-, un gran vuelta, varios monumentos y muchos triunfos por doquier.
Si el récord de la hora forma parte indisoluble de su recuerdo, no menos lo es ese Giro de 1984 que le gana a Laurent Fignon con toda la «ayuda» del mundo, como si la Italia de Bertoglio, Battaglin y Saronni necesitara también coronar al trentino.
Un «bruto» rodador
Su enemistad con Roger De Valeminck fue mítica en Roubaix, eran dos ciclistas maestros en lo suyo, Moser ganó hasta tres ediciones del tirón -algo inédito desde la Segunda Guerra Mundial- para cabreo del gitano.
Si De Vlaeminck era más sutil sobre el adoquín, el amigo italiano directamente los abordaba por la mitad para volar hacia el velódromo, sin rodeos ni abalorios, directamente chocando contra ellos.
¿Una victoria? Roubaix, año 1978
En la Roubaix del 78, Moser, arco iris a la espalda, arco iris que ganó en Venezuela, se presentó ante “Monsieur Roubaix” como alternativa ganadora a la mejor carrera del año.
El italiano, listo como el hambre, jugó sus bazas sin esperar instrucciones del gran jefe.
Realizó dos ataques, primero a 23 de meta y luego a 18 para romper la resistencia de Maertens y Raas, mientras el influjo de De Vlaeminck se hacía notar.
Moser llegó solo al velódromo y De Vlaeminck echaba fuego.
“Este tipo es un desagradecido” dijo el belga.
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Alfredo
17 de julio, 2023 En 8:33
«Esos putos gabachos»…
Con descalificaciones así, estamos como para pedir respeto…
Cuánta incompetencia.
Vik
17 de julio, 2023 En 12:26
El día que escribas la mitad de bien que comenta Perico las carreras volveré a leer algún artículo tuyo.
Lamentable la descalificación final.
José Miguel
18 de julio, 2023 En 4:13
No fue por un «Defecto de Forma»
Simplemente, NO era positivo, puesto que el famoso Probenecid no estaba en la Lista de Productos Prohibidos de la UCI
Así de simple.
Luego, podemos discutir si ese Probenecid se usó para enmascarar anabolizantes, que era su función, pero no tendría sentido, porque habría salido más días y sólo salió en un Control.
Tampoco dio «Positivo» en ninguno de los años restantes, y fue líder varias jornadas en 1987 y ganó 4 etapas en el Tour, con lo cual tuvo que pasar muchos Controles.
Si realmente se dopó sólo lo sabe él
Huele a metedura de pata de los franceses o que realmente quisieron jugársela. Nunca se sabeá
Iban Vega
18 de julio, 2023 En 9:10
lo de los franceses ahí el final del artículo, sobre el defecto de forma que mi impresión tras ver el lío de las listas de las sustancias prohibidas
A partir de ahí, lo que tú dices, sólo él sabe lo que pasó