Ciclismo antiguo
Así le comió la tostada Stpehen Roche a Perico
En La Plagne, Roche empezó a empañar el sueño de Perico
En el pasillo de la historia, el cuadro que explica el desenlace del Tour de 1987 entre Stephen Roche y Perico Delgado es sencillamente magistral.
Hace un tiempo, nuestro amigo Miguel González nos hizo una semblanza de este auténtico mago de la sonrisa que fue el irlandés.
Sirva de preámbulo esto que viene ahora…
Los amantes del mundo Marvel conocerán a Arma XI.
Un ser creado en el laboratorio que reúne los poderes de cada mutante; capaz de teletransportarse, lanzar el láser de Cíclope y manejar la catana con la destreza de un maestro ninja.
Stephen Roche va a ser un Arma XI ciclista: el resultado de meter en una batidora a ciclistas históricos para obtener lo mejor de cada uno.
A su vez, emula a ese personaje de ficción en el sentido de que un ligero defecto de fabricación le impide dominar el planeta.
Roche va a aunar la pasión de amasar patrimonio de Van Steenbergen (aunque no le pirran tanto los pelucos poligoneros, es de cash), la precocidad para brillar en la élite y el uso de elementos aerodinámicos de LeMond, el talento innato de Perico para pegar talegadas en los contratos, los problemas iniciales de Rominger en asimilar la tercera semana de GV y por último la vena pugilística de Hinault.
Nuestro protagonista nace a finales de 1959, está por tanto encasillado en la generación del 60.
Si la del 64 (Indurain, Bugno o Breukink) pertenece a una época de ciclismo espectáculo, la del 60 con los LeMond, Fignon, Delgado y Roche se puede considerar como la última de puro ciclismo. Ésta tuvo su apogeo en los 80; un mundo del pedal más ofensivo todavía que en los 90, pero con más descontrol y con la certeza absoluta de que los ganadores eran los más talentosos. Por entonces el dopaje (más antiguo que la orilla del río) en este deporte ofrecía una ganancia residual.
La acción se sitúa sobre el 22 de julio de 1987...
El Tour que había salido de Berlín, en los minutos finales del famoso muro, había sido concebido como una de las ediciones más abiertas de los tiempos recientes.
Con los tres últimos ganadores en diferentes tesituras -Hinault, retirado, Lemond, accidentado practicando caza, y Fignon, con problemas físicos- la corona más preciada tenía muchos y variados pretendientes, aunque especialmente el ganador del Giro, el mentado Roche, los franceses Jeff Bernard y Charly Mottet y Pedro Delgado, quien por aquel entonces empezaba a cincelar la celebridad que es hoy en día.
Tras varios cambios de líder y jornadas antológicas, como la cronoescalada al Ventoux o la estampida hacia Villard de Lans, con Fignon haciendo bueno eso de atacar en el avituallamiento, el Tour entraba en zona roja con la poco frecuentada cima de La Plagne.
En Alpe d´ Huez Perico había cogido un amarillo que necesitaba apuntalar ante Roche dada la presencia de una contrarreloj en Dijon, la cuna de la mostaza, en la víspera de llegar a París.
La Plagne era la última opción para Perico quien sin embargo tuvo que remar mucho y fuerte para poder mantener la baza de ampliar su ventaja, pues antes incluso de la subida final, antes de hecho de La Madeleine, su rival irlandés había tomado ventaja saliendo junto a Pedro Muñoz, inminente compañero suyo al año siguiente en el Fagor, obligando al segoviano a correr a la contra.
Hasta dos minutos tuvo que enjuagar Perico en La Madeleine para llegar con opciones al final, una subida a La Plagne que se hizo como uno de esos partidos sin opción a la vuelta.
A quince kilómetros de meta el Tour asistía al hoy inusitado lujo de ver al maillot amarillo atacar, acuciado por el poco tiempo que le sacaba a su rival -de ahí la importancia de una buena crono en el recorrido-.
Perico abrió rápido hueco, acarició el minuto que necesitaba pero las fuerzas se nublaron, mientras Fignon daba cuenta de Anselmo Fuerte por delante, el líder vio que la renta tocó techo y empezó a bajar.
Roche por detrás emprendió una caza furibunda que concluyó bajo el mismo arco de meta que cruzó acto seguido a Perico.
Vacío, el irlandés se desplomó, necesitando oxígeno y siendo retirado de meta en helicóptero.
¿Teatro? ¿teatro del bueno?
Conociendo a Roche cualquier cosa sería posible, de lo que no cabe duda es que con esa circunstancia se ahorró la atención a los medios y el colapso en la bajada, minutos, horas de recuperación que Perico no tuvo y que pudieron tener su influencia en la conclusión de la carrera.
Y es que a rivales como Roche no sabes si es mejor tenerlos de amigos o no…
Ciclismo antiguo
París-Niza 1989, el primer gran Indurain
Con esa victoria en la París-Niza, Miguel Indurain se postulaba en los escenarios grandes
En el baúl del recuerdo, mirándolo ahora, y gracias a la invitación de los amigos de Pedal Vintage, uno se percata del valor que tuvo aquella París-Niza de 1989 para Miguel Indurain.
El mocetón ya había dado algunas claves de su clase, un crecimiento contenido bajo las recomendaciones de reputados médicos que hablaban del portento que estaban cultivando en el inolvidable Reynolds.
El año anterior, 1988, había formado parte del equipo que acompañó a Perico en su Tour, con ese famoso capítulo del Peyresourde en el que empezó a descolgar a gente y casi se quedó solo.
A las pocas semanas ganaría la primera de sus tres Voltas.
Pero el año 1989 fue otra cosa, fue pisar suelo francés y seguir su idilio con el país vecino, donde ya había triunfado en un Tour de la CEE, lo que hoy sería el Avenir.
En esa París-Niza, Miguel Indurain anticiparía cosas que habrían de pasar durante los años venideros.
El inicio en París, lo ganó el prologuista por excelencia, Thierry Marie, pero con Indurain ceca, a cinco décimas de segundo, y por delante de los dos grandes favoritos, Laurent Fignon y Stephen Roche.
El navarro ya había puesto el pie en la carrera y de ahí nadie le apartaría, ni siquiera una mala crono por equipos de 58 kilómetros en medio de una carrera de una semana de duración.
Aquel era otro ciclismo.
Pese a la mala crono por equipos, y eso que Reynolds iba con Gorospe y Mauri, entre otros, Indurain utilizó un par de jornadas consecutivas para de remontarle el minuto veinte que el joven Laurent Bezault, el «nuevo Jeff Bernard» le llamaron, le había tomado al final de aquel test colectivo.
Fueron dos movimientos tan significativos como premonitorios.
En el Mont Faron, Indurain se pone en cabeza del grupo de los grandes desde el inicio, y hace de la preciosa subida a orillas del Mediterráneo el primer gran filtro de la carrera.
Uno a uno, un goteo sin fin tras la estela del ciclista del Reynolds que le sacó los colores hasta el mismo Stephen Roche, el gran favorito, toda vez que Laurent Fignon se había retirado (ganaría en San Remo a los pocos días.
Café para muy cafeteros pic.twitter.com/mDT1mUvCnf
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 23, 2024
Al día siguiente, una jornada de media montaña hace el resto. a poco de coronar el Col de Vignon, el vigente ganador del Tour, Pedro Delgado hace destrozo en el pelotón y lanza a su compañero cuesta abajo.
Miguel Indurain cogería al fugado, su futuro compañero en Banesto, Gerard Rué, y entre ambos disparan la diferencia hasta más allá del minuto.
Con el navarro de líder, sólo quedaba defender la renta en el Col d´Eze ante el «hiperespecialista» Stephen Roche quien se queda a 13 segundos de la gesta.
Sin saberlo, había perdido el irlandés ante el inminente monstruo del ciclismo, un poderío latente que en ese 1989 despertó del todo, incluso en el Tour, en un lugar llamado Cauterets.
Imagen: @crstobalcabezas
Ciclismo antiguo
Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo
Grandes vueltas, monumentos, ciclocross… esto ocurre en Lieja, Briançon y Valkenburg
Hay lugares en el bello globo bendecidos por la naturaleza, la belleza o el azar. En ciclismo hay tres en concreto que beben de su ubicación y extraordinaria tradición. Supongo que podréis añadir alguno más, pero a mi se me ocurren estos tres: Lieja, Briançon y Valkenburg.
La primera la conocéis de sobra, es noticia una vez al año, fijo, cuando no más.
Es la cuna de la decana, la Lieja-Bastogne-Lieja porque era el trayecto que encajaba para que los periodistas fueran y vinieran en tren el día de carrera, siguiendo al pelotón.
Por Lieja además pasa el Tour de forma recurrente, si no es directamente, en tránsito
Por Lieja discurrió incluso una edición de la Vuelta a España y en Lieja se han jugado varios campeonatos del mundo.
Incluso Lieja ha albergado el mundial, recuerdo uno en tiempos de Mariano Cañardo cuando los italianos monopolizaban la contienda.
Luego está Briançon, ahí en el valle, encajada entre Izoard y Galibier, en medio de un océano de cimas con nieves perpetuas, en una encrucijada, cerca de Italia, de Sestriere, la puerta al valle de Aosta.
Briançon y su ciudadela han visto el mismo año el Giro y a las pocas semanas el Tour de Francia
Si no es final de etapa, es ciudad de paso. En el olimpo de los lugares ciclistas, está tocada.
Ciudades bendecidas por el ciclismo: Lieja, Briançon y… Valkenburg.
Aunque si queréis que os seamos sinceros, lo de Valkenburg es rizar el rizo.
Encajada en el Limburgo, la ceja de las Árdenas donde los Países Bajos dejan de ser bajos.
En el corazón de la vieja europa la ciudad neerlandesa es al ciclismo lo que Old Trafford al fútbol, la catedral del circo de las dos ruedas, un idilio del lugar, de la gente y el paisaje con la bicicleta.
Valkenburg tiene por descontado el ciclismo anualmente siendo ciudad de paso, mil veces, y meta de la Amstel Gold Race, la fiesta nacional neerlandesa de la bicicleta y el ciclismo.
Valkenburg ha puesto en el mapa un enclave como el Cauberg, la violenta subida en la que Philippe Gilbert hace estragos, habiendo ganando varias veces la Amstel Gold Race y siendo, incluso, campeón del mundo.
La ciudad del Valkenburg, modesta en dimensiones y población ha sido sede de los Campeonatos del Mundo de ciclismo en carretera cinco veces. Nada más y nada menos.
Cinco mundiales de ciclismo han acontecido en Valkenburg
Viajamos a 1938 y conocemos a marcel Kint, alemán, que se convierte en campeón mundial.
Diez años después, y tres ediciones más allá, por el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, Valkenburg corona a Alberico Schotte, el belga que sacó petróleo de la increíble rivalidad de Bartali y Coppi, anulados en un marcaje imposible.
Año 1979. Jan Raas, el especialista en la Amstel, saca oro de Valnkenburg que bate al sprint a Thurau y Bernaudeau.
Ya en el 98, Oskar Camenzind, suizo de Mapei, se corona campeón el día que todos miraban a Michele Bartoli bajo el diluvio de septiembre limbugués.
El Tour tambièn ha aterrizado por Valkenburg, dos veces además. Ganaron Giles Delion, prometedor francés, en 1992, y Matthias Kessler, alemán de final infeliz, en 2006.
Pues bien, con este bagaje, con una infinidad de carreras, pruebas y eventos relacionados con las dos ruedas, el Campeonato del Mundo de ciclocross aterrizó hace cinco años en Valkenburg.
Imagen: G.Demouveaux
Ciclismo antiguo
1994: La Flecha Valona que cambió el ciclismo
Nada fue igual tras la Flecha Valona de 1994 y los azules haciendo pleno
La primera parte de los noventa se tiene como la época más oscura de la historia del ciclismo y muchos toman la Flecha Valona de 1994 como el cénit.
No son pocos los testimonios que hablan de un ciclismo psicodélico, de corredores que no corrían, volaban, de cosas raras, de podencos hechos caballos de carreras,…
Testimonios no faltan.
Dos son elocuentes. Greg Lemond justifica parte de su declive por las dos velocidades de aquel ciclismo, un salto de rendimiento que apuntaba una sustancia cuyas siglas eran EPO. David Millar habla en su libro de sus primeras carreras como algo inalcanzable, no había ni roto a sudar que el pelotón ya les había dejado de rueda.
#DiaD 20 de abril de 1994
En el año 94, la Vuelta a España seguía disputándose en abril.
En la antesala de la misma estaba el tríptico de las Ardenas, pero en orden diferente al actual. Una semana después de Roubaix, se corría la Lieja, luego la Flecha Valona y finalmente la Amstel, posteriormente vendría la Vuelta que en esa ocasión dominaría a placer Tony Rominger.
La Flecha Valona se presentaba como la reválida para Eugeny Berzin. El ruso de rubia cabellera había ganado en Lieja días antes y era la punta de lanza del potente Gewiss. Por nombres el equipo celeste copaba las apuestas, sin embargo, los italianos no querían ganar, querían sencillamente coparlo todo.
En el llano que precedía el muro de Huy, Berzin, que iba insultantemente fácil, tomaba unos metros sin que nadie osara seguirle, salvo sus dos compañeros Moreno Argentin y Giorgio Furlan. En la cima de Huy Argentin culminaba la masacre, siendo primero por delante de sus dos colegas.
“Ellos ruedan y nosotros nos quedamos. Hacen que ir en bici parezca sencillo, no necesitan ni preparar estrategia alguna” dijo Gérard Rué, el gregario de Miguel Indurain, preso de la incredulidad.
Los peores temores que circulaban por el pelotón se hacían realidad y las sospechas no tardaron en plasmarse cuando al día siguiente en una conversación entre Michele Ferrari y varios periodistas, en una pedanía de Lieja, el galeno afirmaba sin pudor:
“Si yo soy ciclista y sé que hay una sustancia que mejora el rendimiento y otros la usan, yo también la utilizaría. La EPO no es mala, sólo lo es si abusas de ella, como si te atiborras de zumo de naranja”.
En efecto, el ciclismo de dos velocidades ya era un secreto publicado y público, la caja de pandora se había abierto, estallaría en pocos años…
Imagen: Cronoescalada
Ciclismo antiguo
Amstel Gold Race by Jan Raas
Nadie dominó la Amstel Gold Race como Jan Raas
Jan Raas fue una de las esas buenas figuras que tuvo el ciclismo a finales de los setenta y principios de la siguiente, que hizo de la Amstel Gold Race su feudo, se la llamó «Amstel Gold Raas».
Nacido en 1952, fue posiblemente el primer ciclista con pinta de intelectual.
Todo un espejo donde se miró el maître Fignon.
Fue posiblemente el gran valedor de esa megaestructura neerlandesa llamada Ti Raleigh comandada por Peter Post.A Raas la victoria le gustaba más que a un tonto un lápiz
Era perrete, parecía italiano más que ciudadano del respetable reino neerlandés.
Gustaba, además, de tomar el pelo a los rivales.
Su último gran triunfo fue en el Tour de 1984, una etapa donde puteó con tino al visceral Marc Madiot, hasta que le rebañó la victoria toda vez que le había asegurado que no estaba para dar relevos.
Sin embargo tuvo gestos encomiables, como cuando renunció al amarillo en un prólogo muy condicionado por la furiosa lluvia.
Eso sí, al día siguiente se empleó a fondo para vestirlo en buena lid.
Éste era Jan Raas
En 1977 Jan Raas ganó su primera Amstel, poco después de hacerlo en San Remo
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Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo
Luis
30 de mayo, 2022 En 12:50
Lo dicho. La generación del 60, la que más nos ha hecho disfrutar. Un buen puñado de cracks en el que ninguno destacaba en exceso sobre los demás, dando igualdad a las GV. Todo ello acompañado de recorridos coherentes, equipos de potencial pero no tanto como para bloquear una carrera y el espíritu combativo de los gallos dio como resultado una emoción como nunca se ha vuelto a ver.