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Ciclismo antiguo

Así nació el Alejandro Federico Martín Bahamontes ciclista

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Viaje a los orígenes del primer ganador español del Tour de la historia: Bahamontes

En este reportaje queremos dar referencia o eco a favor de un ciclista de otros tiempos llamado Alejandro Federico Martín Bahamontes, estos días que ha sido noticia.

Ese largo nombre era su detallada identificación, aunque siempre se le conoció más comúnmente como Bahamontes. Así a secas. Llevaba el apellido materno. Alguien había dicho que desde el punto de vista publicitario este sobrenombre tendría más fácil difusión cara al exterior que el llamarle simplemente Martín, que, dicho sea de paso, tampoco desmerece.

Bahamontes era un nombre que los publicistas apuntaron que tenía más gancho en boca de los medios informativos y de los miles de aficionados que seguían de cerca las vicisitudes del deporte de las dos ruedas.

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Un casi desconocido que se inscribe en la Volta

Nos hemos de situar, retroceder, al año 1953. De cuando el tal Bahamontes, nacido en Val de Santo Domingo, no lejos de Toledo, se alineó por vez primera en la línea de salida de la 33ª edición de la Vuelta Ciclista a Catalunya, en la cual se adjudicaría con autoridad manifiesta el título del Gran Premio de la Montaña, una distinción que se valoraba en gran manera en aquel entonces.

Recordar que el vencedor absoluto de la “Volta” fue el valenciano Salvador Botella, un ciclista que dio mucho prestigio a nuestro ciclismo. Era un corredor completo en todos los terrenos y que poseía un depurado estilo montado sobre la bicicleta. En la clasificación final, compartieron también podio los catalanes Francisco Masip (2º), nacido en Santa Coloma de Gramenet, y José Serra (3º), en Amposta, dos corredores que en su época revalorizaron de manera positiva y continuada nuestro ciclismo regional.

Sí rememoramos aquel acontecimiento del pedal, que transparentamos en estas páginas del Cuaderno de Joan Seguidor, dado que tuvimos la oportunidad de vivirlo en directo y muy de cerca. Hacemos hincapié concreto a la 9ª etapa, Tarragona-Berga, que tenía una llegada intermedia, en su primer sector, en la cima de la cumbre de El Tibidabo, montaña un tanto representativa que preside y que se hace valer ante la vista panorámica que se otea de la ampulosa ciudad de Barcelona.

¿Quién era aquel ciclista pedaleando cuesta arriba?

Bahamontes, con un ímpetu y una facilidad asombrosa, se despegó del gran pelotón en un punto no muy distante de nuestra capital, concretamente en el conocido Alto del Ordal, que acaparaba una denodada tradición en las competiciones ciclistas que solían y suelen celebrarse en nuestro suelo catalán.

Luego, con el paso de los kilómetros, perduró en su marcha desenfrenada y en solitario en las calles de la misma Barcelona.

Si recordamos que la respuesta del gran público catalán fue fabulosa, puntual y unánime a lo largo de todo su recorrido.

El gran público presente, con un entusiasmo desbordado, estuvo ávido por presenciar tan magno espectáculo deportivo, apostado y apretujado al borde de las aceras de la denominada calle Balmes, adoquinada en aquel entonces, y que iba ascendiendo en pendiente de manera paulatina.

Deambulábamos, es verdad, por una de las arterias de más vitalidad con que cuenta la aludida ciudad, un eje vertical de circulación que va de sur a norte, o bien, en sentido inverso.

Constituía un todo cuadro particularmente atractivo bajo la visión variable de unas construcciones más bien modernas y algunos otros de acusada solera.

Los aficionados se volcaron ante un advenimiento sin igual

Estábamos, los seguidores de esta prueba, sumergidos en una densa caravana multicolor ciclista. Era una estampa que no se nos olvida y que se mantiene viva en la danza de nuestros pensamientos que nos representan el pasado; como si palpáramos una estampa del mismo ayer. Todo a nuestro alrededor nos sugestionaba ante la masiva y agrupada concurrencia de gentes venidas de todas partes, de todos los rincones de la provincia.

Barcelona estaba vibrante festejando una magna fiesta deportiva que paralizó por largo tiempo la densa circulación de los vehículos rodados. Rugía en los ámbitos que nos rodeaban el clamor de una agitada multitud, un tanto desbordada y a la vez identificada ante aquel loable suceso. Nuestros oídos incluso se nos taponaban. Aplausos y griterío que no amainaban a nuestro paso, casi en pasillo, frente a aquel torbellino rutilante de ruedas y coches, que abrían con sus estridentes cláxones. Vítores por parte de todos aplaudiendo a sus favoritos, amortiguados ante el runrunear acuciante de los motores de los vehículos renqueantes que seguían la carrera en cumplimiento de una responsabilidad.

Bahamontes, un héroe que vino de la nada

Bocanadas de nubes de polvo que se levantaban por doquier al paso alocado impuesto por la tupida y coloreada caravana multicolor. Todo a nuestro alrededor parecía una danza alocada que no conocía pausa. Como periodista, singularizo diciéndolo, me sentía entusiasmado ante aquel ambiente protagonizado por unos corredores que empujaban con fuerza los pedales de sus bicicletas. Tenía bien abierta la ventana de mi vehículo para mejor palpar aquel ambiente espoleado por los reflejos que despedían los radios brillantes de las ruedas de las consabidas bicicletas.

El Cuaderno de JoanSeguidor: La Revista 

He podido seguir muchas y muchas competiciones ciclistas, pero aquella estampa de un Bahamontes, luchando en solitario ante una atmósfera caldeada por el ambiente, perdura en mi recóndito interior como un recuerdo feliz e invulnerable. Nadie con el paso de los años ha podido apagar la llama encendida de aquella imagen vivida en las laderas del Tibidabo.

Bahamontes, aquel día, llegó a la cima con una ventaja de tres minutos sobre el grupo perseguidor. Al contemplar su pedaleo agitado como si empujara su bicicleta a golpes de martillo, mientras columpiaba la cabeza de un lado para otro, nos preguntábamos con cierto estupor y no poca sorpresa, quién era aquel ciclista madrileño, enjuto, con el número de dorsal 34 a su espalda.

A primera vista, su figura nos mostraba un físico de apariencia más bien frágil, y hasta endeble si se quiere. Sí recordamos que vestía una camiseta de un color rosado pálido, equipamiento que distinguía a la escuadra que representaba: “Castilla”. Aparte de “Fede”, figuraban con él otros cuatro componentes inscritos: Fuertes, García, Guzmán y Hernán. A la par, todos ellos, eran considerados unos ciclistas modestos.

El Cuaderno de JoanSeguidor: La Revista 

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Bahamontes en aquella efeméride tan señalada tuvo una actuación realmente destacada que sugestionó, tanto a los aficionados apostados el borde de las carreteras como a los que seguimos aquel periplo sentados un vehículo renqueante. Era un privilegio para los que habíamos tenido la suerte de poder estar allí. Aquella gesta, aquella imagen, aquella silueta inconfundible, perdura, repito, en mis adentros. Su visión había sido una fiel realidad que me brindó este ciclismo vivido en una época ya lejana.

Aquella hazaña o hecho llevado a cabo por Bahamontes marcó un hito importante, un inicio, a su ascendente y dilatado historial. En la Vuelta a Asturias, en la que había concurrido el corredor toledano, hay que decirlo, se había dado ya a conocer. Había sido un protagonista anónimo para nosotros, los periodistas, que comenzamos a fijarnos en él. Fue un anuncio preliminar e impactante de lo que llegaría a representar y significar este ciclista en el vasto mundo de las dos ruedas.

Por Gerardo Fuster

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2 Comentarios

1 Comentario

  1. Miguel angel

    4 de enero, 2022 En 22:03

    Como escribe Gerardo fuster.. Te hace rememorar tiempos y echos muy parecidos en Asturias. Tiene un no se que haciéndolo muy grande

    • Iban Vega

      5 de enero, 2022 En 12:14

      es leer lo que se publicaba hace 50 años, pero hoy
      un gozada

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Ciclismo antiguo

Il Lombardía y el ciclismo auténtico

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Todo buen ciclista italiano siempre mira a Il Lombardia

Muchos italianos pululaban por las salidas de la Vuelta a España, inquietos, afinando la forma, cuidando la figura. Están concentrados al 110%. “¿Vais al mundial” les dices. “Sí, al mundial, y a Il Lombardia”.

Es su monumento, el monumento, ese que algunos ven ahí, en octubre, lejos de los otros cuatro, pero que es un canto al ciclismo imperecedero.

Es el camino que nunca cesa, el círculo que nunca acaba. Lombardía a través de los tiempos, el ciclismo que muda, entre villas e iglesias románicas, lagos y enmohecidos bosques que desnudan su belleza cobriza, el ciclismo centenario, que bebió de la “belle époque”, Gino y Fausto, pero de los que vinieron después.

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Porque si el ciclismo es eterno en algún sitio, pensad en Italia.

Il Lombardía es la meta desde hace 117 años.

Dios creó la bicicleta para que el hombre la utilizara como en el instrumento de esfuerzo en la dura carretera de la vida” reza el busto de Fausto Coppi, en en Ghisallo, la ermita de los ciclistas desde donde se atisban las lomas que anidan el lago de Como.

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Como toda grande que se precie, Il Lombardía nació para el relato de la prensa.

Era el titular de la época, el que gustaba y duplicaba tiradas.

La Gazzetta dello Sport sacó de cero la carrera. Era otoño, otoño de 1905, la Italia del norte, la que conectaba con la Europa que vivía en la efervescencia de miles de cambios que la acechaban.

Todo fue cosa de Desgrande italiano, Armando Cougnet, que inaugurando su nuevo semanario “Gli Sport”. “No hay tiempo que perder, necesitamos ideas y pasión a raudales, debemos atacar primero, tomar posiciones”.

Así era la prensa de principios de siglo XX, una lucha sin cuartel y pensaron en Lombardía. Estudiaron rutas con el Touring Club, pasaron dos años, madurando y meditando la propuesta, hasta que fueron a la Gazzetta y ésta echó el resto.

Titulares lustrosos y grandes sobre fondo rosa: “Un critérium de otoño”.

Pensaron en noviembre, y un mes antes lo anunciaron, querían probar a los corredores en medio del incipiente invierno. 53 probaron las “delicias” del trazado, saliendo del sur de Milán, de enfrente de una trattoria, de nombre Boschetto in Rogoredo, a las seis de la mañana de un doce de noviembre.

Un tal Romolo Buni dio la salida ondeando la tricolor.

Buni era prehistoria itálica, estrella de la pista, se había medido contra el caballo de Buffalo Bill.

E Il Lombardía creció, y vivió la época dorada, que arrancó Alfredo Binda, el corredor cuya ausencia en el Giro estaba remunerada para dar opciones a los rivales, que siguió la estela de Constance Girardengo y que vio el florecimiento de un toscano que leyó Dante y comprendió a Miguel Ángel, Gino Bartali, quien antecedió a Fausto Coppi, la leyenda que atravesó generaciones y corazones.

Coppi ganó su quinto Lombardía en 1954, lo pudo hacer a los años, pero lo evitó Darrigade. Luego no hubo grande italiano que no escribiera su nombre en Il Lombardia: Bitossi, el ciclista del corazón loco, Gimondi, Moser, Saronni, Baroncheli, Bartoli, Cunego, Bettini y Nibali como síntoma de que aquí, el alma de ciclismo italiano que sobrevive a los tiempos como el garante de la tradición auténtica.

Imágenes: FB de Il Lombardia

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El Giro, Tour y Mundial de Stephen Roche

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La segunda y última triple corona se la caló Stephen Roche hace más de 35 años

Stephen Roche era en el invierno del 86 al 87 uno de los ciclistas más notables del pelotón, un ciclista en franca progresión, con victorias puntuales en el Tour y París-Niza, formado en Francia pero enrolado en el Carrera de Davide Boifava, el gran mentor de Claudio Chiapucci, entre otros.

Un año después Stephen Roche era la bomba, el corredor de moda, el ciclista total.

1987 es una de las temporadas más excelsas vistas jamás, la triple corona, la misma que Eddy Merckx había firmado una década y pico antes quedó inmortalizada y repetida por un irlandés.

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Nadie más que ellos dos lo ha logrado y, como repetimos casi todos los días, Tadej Pogacar opta a repetirlo.

Hace un tiempo nuestro amigo Miguel González nos hizo un retrato del surresalista Giro de Italia de aquel año, centrando el argumento en el Carrera, la serpiente de las dos cabezas: Roberto Visentiny el citado Roche.

Aquella carrera tuvo pasajes míticos, pero ninguno como el de Sappada:

Ahora por fin llega Sappada. El desternillamiento comienza con un Roche que empieza a salir a ataques ante lo que Visentini decide marcar a su compañero como si fuese su peor rival, todo ello aderezado con que anda metido en la fiesta Bagot del Fagor, equipo en principio untado… pero no por Carrera en bloque sino únicamente por los dos compis de habitación… de risa tía Felisa.

Roche que es un gran bajador se larga en el descenso y lo hace en compañía de Bagot, que no se corta un pelo en colaborar, aunque por desgracia pincha el francés y se queda cortado.

Con Stephen escapado y tirando a muerte quién es el que tira en el pelotón… pues un tal Chiappucci de Carrera.

Esto empieza a ser Babilonia.

Ante todo este esturreo a Boifava no le queda otra que acercarse a Roche, la orden es clara: PÁRATE.

El irlandés tampoco deja interpretaciones a su respuesta: pues va a ser que no.

Roche continúa con su cabalgada, en el grupo de favoritos se producen ataques que hacen pasar apuros a Visentini… pero Schepers pasa olímpicamente de esperar

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De ese Giro, Stephen Roche casi no sale vivo por la ira de los seguidores de Roberto Visentini, pero lo hizo y vistió una maglia rosa final que tuvo otros episodios importantes, como una crono en descenso que empezó en el Poggio y finalizó en San Remo.

Semanas después llegó su antológico duelo con Perico en el Tour de Francia, en una de las ediciones más cambiantes, inestables y emocionantes que recuerdo.

De la exhibición de Jeff Bernard en el Vnetoux, a la crono de Dijon que certificó el triunfo del irlandés ante Pedro Delgado.

Por mejor la escapada camino de Villard de Lans, el amarillo que Perico logra en Alpe d´ Huez, pero no logra fortalecer en La Plagne y las escapadas inesperadas de Roche que obligaban a Perico a ir a remolque.

De esa edición, todos recordamos la llegada a La Plagne cuando Perico lo puso todo para abrir más hueco cara a la crono final, pero no lo logró.

Desmayado en meta, Roche fue retirado con oxígeno y en helicóptero, disfrutando a la postre de más rato de recuperación que el segoviano, de amarillo y pendiente de pasar por todos los medios.

Y llegamos al Mundial, en Villach, Austria, una carrera en la que las apuestas juegan a favor de Moreno Argentin y Sean Kelly.

Un ataque de Ron Golz en la subida definitiva rompería el grupo, entrando Roche en el delantero para, más listo que el hambre, dejarles sin migas a los rivales.

Cuando ese maillot verde, liso, luminoso, precioso, cruzó la meta, se acababa de firmar la segunda y última triple corona de la historia.

Imagen: TW Cristóbal Cabezas

 

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Tourmalet: Y si Bugno hubiera seguido a Chiapucci e Indurain

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Gianni Bugno JoanSeguidor
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Esa duda de Bugno ante Indurain y Chiapucci torció la historia

Qué tarde aquella de Val Louron en este mal anillado cuaderno varias veces recreada, con más pelos que señales, pues el recuerdo distorsiona los hechos reales, aunque tengamos una imagen más o menos fidedigna de lo que sucedió entre Indurain, Chiapucci y Bugno.

Lo habíamos dejado en la cima del Tourmalet, el relevo estaba en marcha, la generación del 64, con 27 años, comparado con los de ahora, estaba lista para pasar página: Indurain y Chiapucci, pero también Bugno habían dejado atrás de forma definitiva a los Lemond, Fignon y Perico.

Estos tres, aunque algún coletazo más darían, no volverían a tener el Tour en su radar.

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La cosa estaba por delante, cuando Indurain saltó en el descenso, viendo que «Lemond y Leblanc están cortados y Bugno anda esperando el coche de equipo» dice Carlos Tigero en la «Estela de Miguel«, con Chiapucci haciendo de puente con Mottet.

El baile de nombres en la cumbre a la sombra del Pic du Mid habla de la trascendencia del momento

Luego, ya sabéis, Indurain alcanza Saint Marie de Campan, Chiapucci salta en el falso llano previo al Aspin y Bugno… Gianni vacila.

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Qué sencillo es verlo ahora, qué complicado entonces.

En esos momentos en el que el grupo nombre se recomponía por detrás, Indurain y Chiapucci empezaban a hacer camino, ¿por qué no siguió Bugno a su compatriota?

Hasta ese momento, Gianni Bugno era top en las quinielas para el Tour, había ido creciendo en jerarquía y resultados, en Francia ya sabían de él, había ganado nada menos que Alpe d´ Huez un año antes y sentado su primer top ten.

Sabía lo que implicaba ganar una grande, el Giro de 1990, algún monumento y era posiblemente la estrella más rutilante que había de aterrizar, pero dudó, Chiapucci se le fue, mientras Indurain camina solo, y Bugno nunca más volvería a tener opciones reales de ganar el Tour.

En la cima del Aspin la brecha real era enorme, Indurain espera a Chiapucci -«era el mejor que podía haber saltado» cuentan en el libro de referencia- pues Bugno se dejaba dos minutos en compañía de Fignon y Mottet.

 

Esa ventaja iría a más, mientras los dos de cabeza caminan juntos como uno, Bugno se deshace de la compañía francesa pero sus 50 pedaladas por minuto son insuficientes, incluso para él, quien en el momento más oscuro de la agonía, nunca pierde la elegancia supina que rodea cada cosa que toca.

Ese minuto y medio que perdería en Val Louron fue una brecha que no haría otra cosa que ensancharse.

Gianni, el mismo Bugno que vaciló tras el Tourmalet, sería el que, un año después postrara irisado las armas frente al campeón navarro en el pie de Sestriere para nunca más optar a ganar el Tour.

De hecho días antes, en Luxemburgo fue consciente de la realidad, pero el derrumbe de Bugno en Sestriere fue muy gráfico, mientras Chiapucci volaba entre multitudes e Indurain ataba, medio apajarado el amarillo.

Es curioso, hablando de líneas y trayectorias lo alto que iba la de Bugno antes de ese momento en el que se cruzó con la de Miguel y se invirtieron las tornas, un singular hecho que traemos como fruto de lo que fue pero pudo haber sido…

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Mundial ciclismo: Antes que Remco estuvo Olano

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Abraham Olano fue el primer ciclista en aunar mundial de CRI y fondo

En la historia de los dobletes de Remco Evenepoel, en especial en el mundial, cabe apuntar que el primero en lograrlo fue Abraham Olano.

Ya sabéis que en este mal anillado cuaderno somos mucho del guipuzcoano.

Ciclista por el que hoy pagaríamos en el ciclismo español, un croner de excepción, un trabajador incansable e injustamente tratado por aquellas comparativas que son veneno cuando le colgaron el cartel de sucesor de Indurain.

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Pero Abraham Olano fue mucho más que esa truculenta historia y en concreto cuando hablamos del mundial.

En casa de los Olano, no sé si a la vista o no, se guardan un par de maillots irisados que llevan la muesca de uno de los grandes de su tiempo.

Fue campeón del mundo de fondo y contrarreloj con una diferencia de tres años, marcando el antecedente que Remco Evenepoel inició en el mundial de Australia, hace un par de años, y completó el pasado en Glasgow.

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Los mundiales de Abraham Olano tienen un curioso elemento en común, sus dos acompañantes en el podio fuero también españoles.

Si Miguel Indurain fue plata en Colombia, Melcior Mauri lo sería tres años después en Países Bajos.

El primer mundial de Olano, como el de Remco, fue muy lejos de casa, en Duitama, Colombia, y pasa por ser uno de los mundiales más discutidos, analizados y comentados de la historia, en especial en este lado de los Pirineos con una cueva de opiniones que repiten que Miguel Indurain debería haber sido el campeón en Duitama.

Aquella tarde-noche, aquí en España, casi treinta años después, fue historia mayúscula de este deporte, en un ejercicio coral en el que Abraham salió beneficiado de la alargada sombra de Indurain.

Esto fue así, se jugó a ganar con el equipo, Indurain aceptó y el resultado es más que justo.

Tres años después, en Valkenburg, la selección española volvió a doblar en lo más alto del podio con dos croners excelsos.

Abraham Olano y Melcior Mauri fueron oro y plata acompañados por aquel ucraniano cuyo pedaleo causaba dolor a la vista, Serguei Hontchar, dejando a Lance Armstrong en la cuarta plaza.

Esa tarde, que recuerdo fría, oscura y hostil, Olano firmó una efeméride que Remco ha igualado y que veremos si logra doblar este domingo o en años sucesivos.

A Olano lo que es de Olano…

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