Ciclismo antiguo
Los muchos motivos para querer Cadel Evans
Siempre que se habla de ciclistas conservadores, surge el nombre de Cadel Evans
Es curioso, cuando se habla de corredores conservadores, lapas, ciclistas que están ahí, sin que les dé el aire, pero sacando rédito de lo ajeno, siempre sale el nombre de Cadel Evans, incluso cuando nada tiene que ver con lo que se inquiere.
Cadel Evans por supuesto
— Benji (@Anikilador2011) April 30, 2020
Pero es así, un hecho claro y nítido en el imaginario del populacho ciclista que un día creció y se asentó y da igual el tiempo que pasé, que siempre surge.
Hemos hablado con gente del pelotón sobre Cadel Evans y hay de todo, unos respiran mal, otros peor, lo dibujan como un tío introvertido, con sus rarezas poco disimuladas y un carácter complejo.
Fue tras Lance Armstrong, uno de los pocos que se pusieron seguridad en el Tour de Francia, era curioso verle con un gorila, vestido de amarillo, por las metas del Tour que acabaría ganando Carlos Sastre.
Cadel Evans era un corredor serio y trabajador que tuvo muy pocas salidas fuera de tono… salvo cuando le tocan su oso de peluche.
En una entrevista con prensa, alguien le intenta tocar y Evans se pone extremadamente agresivo para lo que supone que toquen tu oso de peluche. pic.twitter.com/lFx1dGXMBb
— Carlos CR (@CarlosCR_) December 9, 2018
Que nadie le tocara el peluche.
Aquella edición le recuerdo también vistiendo una camiseta interior por el Tíbet, cuya bandera se le adivinada en el maillot abierto
Sea como fuere pocos corredores, desde el punto de vista de aficionado al ciclismo, nos merecen el respeto y admiración de Cadel Evans.
A pesar de esa pose afectada, de esa mirada melancólica, de esa actitud a veces soberbia, nos pareció un extraordinadio profesional.
Y son tres
Por un lado trae hasta aquí una extensa trayectoria, iniciada en las ruedas gordas, llegó a ser subcampeón del mundo, siendo uno de los casos de transición del BTT a la carretera que podríamos tomar de éxito.
Esa habilidad de la montaña la plasmó en dos hechos en la carretera, por un lado con muy buenas cronos a lo largo del tiempo, sabiendo domar el arte de rodar por kilómetros y kilómetros…
Por otro lado, en aquella icónica etapa del sterrato, Giro de 2010, en las que los ciclistas acabaron irreconocibles.
Evans ganó aquella etapa, en arcoíris, tras dejar a los Liquigas, Basso y Nibali atrás.
Un día para recordar de un Giro para enmarcar en el que Cadel Evans tuvo su cuota de culpa.
Y es que ese ciclista conservador, que nunca se movía, que iba a remolque sacó muy buenas actuaciones en esa y otras carreras.
Fue campeón del mundo atacando sin atacar, sacando petróleo de la empanada de Purito y Kolobnev en el momento decisivo de Mendrisio, un triunfo que le valió un arcoíris que seguro tiene en un marco en casa junto al amarillo del Tour.
Y es que el Tour que gana Cadel Evans fue de todo menos sencillo, supo estar ahí siempre, sacando provecho a la torpeza táctica y obsesión por Contador de los hermanos Schleck.
Ganó un Tour en la carretera, nadie se lo regaló, apretó cuando debía y consiguió escribir la historia del ciclismo australiano, que es la suya.
Evans ganó ese Tour porque dio lo mejor que tuvo, es decir todo, sin dejar nada, recogiendo de cada recoveco de su cuerpo, mientras otros jugaban a no sé qué.
Y no sólo eso, ese corredor lapa que muchos señalan por la calle, dejó la bicicleta hace seis años con un palmarés que incluye Tirreno y Romandía al margen de un goteo de triunfos parciales y una Flecha Valona.
Y no preguntaremos por lo que pasó esa tarde en Monachil y la eternidad que tardaron en atenderle en un pinchazo mientras Valverde volaba hacia la Vuelta 2009.
Imagen: Wikipedia
Ciclismo antiguo
DEP Francis Lafargue y las historias que nunca sabremos
Figuras como Francis Lafargue explican mi amor por el ciclismo
De la foto que ilustra este artículo me gusta todo, Perico en medio con ese maillot, el más bonito de la historia del ciclismo, interpelado no sé por quién y con Francis Lafargue detrás.
Sabéis que Francis ha fallecido este jueves, nuestro pésame para toda su familia y abundante grupo de amigos, como hemos podido ver.
Para los de mi generación, Francis Lafargue era algo así como el amigo que sabías que iba a tener a tus ídolos perfectamente cuidados.
En tiempos en los que salir más allá de los Pirineos era una aventura, tiempos en los que no teníamos ni idea de otros idiomas y pensábamos que Alpe d´Huez estaba en otro planeta, sólo oír que Perico, Laguía, Indurain y Gorospe estaba con Francis Lafargue antes y después de cada etapa, que los ayudaba por los vericuetos de algo tan complicado y gigante como el Tour, sólo oír su nombre nos calmaba.
Han pasado muchos años de aquella época, años ochenta y noventa, pero en especial los ochenta, tiempos de descubrimiento del ciclismo al que España estaba ajeno, el Tour de 1983, mágica edición que recordamos hace un año con su gran protagonista, Ángel Arroyo.
Con la muerte de Francis Lafargue recaigo en lo que otras veces hemos comentado en este mal anillado cuaderno y es que perdemos historia hablada y viva del ciclismo.
Recuerdo con mucho cariño el par de días que he podido hablar con Fede Bahamontes con calma, porque le saqué aquello que buscaba, le preguntaba y tenía respuesta a unas inquietudes que poco a poco pierden quienes las responda.
Es un poco lo que dice Carlos Arribas en su obituario de Francis, un texto escribo con la ternura y cariño que sólo él puede transmitir.
Leo ha historia cómo Francis Lafargue abordó a José Miguel Echávarri en la Plaza del Castillo de Pamplona y les veo ahí, jóvenes e inquietos tramando con toda la ilusión lo que sería el gran éxito del Tour de 1983.
Esas cosas, esos encuentros, esa intrahistoria que explica tan bien la historia que vemos, nos la estamos perdiendo mirando siempre adelante, siempre vigilantes del presente y futuro inmediato, sin saber que por lo que pasamos han pasado ya muchos antes.
Me apena la pérdida de Francis, como la de otros personajes de este circo que he tenido la suerte de conocer y a los que siempre recurriré en los momentos de incertidumbre, pues al final el ciclismo, a pesar de todo lo que le ha rodeado, sigue siendo sentimiento, recuerdo y emoción.
Imagen: Lorenzo Ciprés
Ciclismo antiguo
Ulrrich en 5 esenciales
Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich
Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.
Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.
Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.
Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.
Explosión y ocaso muy rápidos
En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.
Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.
De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.
Condiciones físicas como pocos
La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.
Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.
Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.
Un desastre táctico
Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.
Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.
A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.
Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.
Los inviernos de Ullrich eran muy largos
La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.
Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.
¿Un día?
De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.
Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.
Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.
Imagen: Narración Deportiva
Ciclismo
Lejarreta en 5 esenciales
Cuando hablamos de Lejarreta, lo hacemos de los valores mismos del ciclismo
Con la Vuelta en efervescencia y con ese Conexión Vintage que acaban de dedicarle y que quiero ver, queremos echar una mirada a uno de los corredores más queridos y apreciados que he disfrutado desde que veo ciclismo: Marino Lejarreta.
Le llamaban el «Junco de Bérriz», junco porque nunca se doblaba ni se doblegaga, sacando os mejores valores de este deporte como pocos han logrado hacer
En la conclusión del Vintage de Paco Grande, Benito Urarburu, quien estuvo en el estudio hablado de Marino y su trayectoria, habló del enorme carisma alcanzando por un ciclista que no tuvo el mejor palmarés de su tiempo.
Marino Lejarreta convivió con egos enormes, en una historia llena de muchos nombres queridos y seguidos en aquel pelotón español.
Marino convivió con Perico, Pello, Alvaro Pino, Fede Etxabe, Eduardo Chozas, Alfonso Gutiérrez y una larga lista que habla de la cantidad y calidad que se manejaba a este lado de los Pirineos, durante los años ochenta.
Pero vamos con el vasco, vamos con Marino Lejarreta y los cinco elementos que quiero destacar.
Humildad en la competición
Todo lo que Marino representaba era humildad, una ambición tranquila, honesta y sincera, un ciclista que voló muy alto en lo deportivo, que compitió con lo que tuvo, sin que nunca ofendiera a nadie.
Ejemplo de sacrificio
Seguimos con los valores más evidentes del ciclismo para hablar de Marino.
Conocidas fueron sus temporadas con las tres grandes en escasos cuatro meses, cuando la cosa arrancaba con la Vuelta en abril y finalizaba con el Tour en las postrimerías de julio.
Acostumbraba a hacer dos grandes bien o muy bien, y «flojear» un poco en la otra, pero ello no le sacó nunca de las quinielas de outsider.
Pionero en el extranjero
A inicios de los ochenta Marino fue uno de los grandes nombres del ciclismo español en irse a Italia y conocer de primera mano lo que allí se cocía.
Aprendió mucho y cuando volvió a España, entonces un país aún lejos de las grandes potencias, supo transmitir esos aires de modernidad.
Clave en la explosión del equipo ONCE
Aunque dejó el ciclismo de forma abrupta, por una caída en Amorebieta, Marino Lejarreta fue uno de los personajes que le dio relevancia y peso al primer equipo ONCE en el pelotón.
De amarillo, fue protagonista en grandes momentos, como la etapa que ganó en el Tour, en Millau, la Vuelta en la que colaboró para que Melcior Mauri se llevara el amarillo o en el Giro de Franco Chioccioli, que por algún instante pensamos que tenía opciones serias de disputar.
La Vuelta del 83
Cuarenta años después, podemos seguir diciendo que Marino Lejarreta fue sin duda uno de los grandes protagonistas en la que muchos consideran la mejor Vuelta de la historia.
Un mal paso en unos abanicos le dejaron fuera del concurso de una general en la que sin embargo brilló de inicio a fin, siendo el primer ganador de la historia en los Lagos de Covadonga, plantándole cara a un tal Bernard Hinault.
Defendía ese año el dorsal uno que le vino de rebote por el positivo de Angel Arroyo un año antes y lo hizo hasta el final, saliendo en la foto de días tan icónicos como el de Ávila y la masacre de Hinault.
Hoy a Marino le vemos como entonces, con pelo blanco, pero con el mismo poso de tranquilidad, humildad y cercanía de siempre, sabedor que buena parte de nuestros mejores recuerdos de ciclismo pasaron por sus piernas.
Ciclismo antiguo
Vuelta España: 5 etapas top
De Rominger a Contador, ahí van las 5 etapas de la Vuelta que guardo con más cariño
Esto no pretende ser algo científico, ni nada por el estilo, son las etapas de la Vuelta que, subjetivamente, me llevo al cajón de las excelencias
Un servidor ha escogido cinco, entre las que recuerda y ha visto, y todas tienen una cosa en común, ciclismo, ciclismo en mayúsculas, de riesgo y ataques lejanos, de horas pegado al televisor, como en la cabalgada de Roglic y Bernal, camino de los Lagos, una etapa que por cierto podría desplazar a cualquiera de las que hemos elegido.
Ahí va nuestra selección…
Empezamos con un clásico de los tiempos, Vuelta de 1993, la penúltima en abril
Aquellas carreras eran una ruleta, a una participación internacional siempre justita, se le añadía la meteorología «primaveral», cambios bruscos de temperatura y un invierno que se resistía a ir.
La etapa de El Naranco se presentaba como una de las últimas oportunidades para que Tony Rominger aumentara su colchón de segundos sobre Alex Zulle, antes la crono final en Santiago de Compostela, pues aquella fue la Vuelta del Xacobeo 93, el invento de Fraga.
En el recorrido el suizo, dorsal uno a la espalda, tenía un punto clave, el descenso de la Cobertoria.
Pactó con Iñaki Gastón, uno de los ciclistas de nuestra infancia, asumir riesgos con la lluvia remojando el firme y poner a Zulle, superior en las cronos, en un brete bajando.
Y pasó, Zulle se cayó y aunque pudo continuar, perdió un tiempo que, como veríamos en la crono santiaguesa, fue clave.
La persecución que se estableció entre Rominger y el resto fue una de las grandes antologías de mi niñez ciclista, un día de esos que por mucho que pase el tiempo, casi treinta años, no se queda en el olvido.
Nos vamos unos años más adelante y recordamos el día que la Vuelta abordó por primera vez el Angliru
Año 1999, una carrera apretada de grandes nombres pujando por ella.
Otra vez Asturias y otra vez el diluvio: el Angliru tomaba tanto protagonismo como los mismos corredores, un puerto que fue portada de diarios por sus porcentajes brutales.
El desenlace del Chaba, rebasando al final a Tonkov, está rodeado de tanta confusión como la nieblina que cubría la cima, sin embargo, quienes tenemos cierta memoria, recordamos pocos días en los que el ciclismo hubiera estado tan presente en todos los lados, en un tiempo en el que la popularidad de este deporte no era la mejor, veníamos del Tour del 98 y Lance Armstrong acababa de iniciar un reinado hoy borrado de los libros de historia.
En linea cronológica pegamos un buen salto para irnos a la Vuelta de 2012
Tras varias llegadas en cuestas de cabras, la carrera afrontaba la jornada de Fuente De con la sensación de que lo gordo había pasado.
Nada más lejos de la realidad, el líder Purito vio cómo en el encadenado de puertos de segunda, Contador le lanza varios ataques que responde con solvencia.
Son tantos los acelerones del madrileño que Purito le deja ir en uno de ellos para dar forma a una de las grandes etapas de siempre en la Vuelta.
El error de Purito es tangible, Contador tiene compañeros por delante y aliados como Tiralongo con los que abre camino para lograr, en la jornada menos decisiva sobre el papel una victoria total, etapa más sentencia de una Vuelta que parecía tener dueño.
A los tres años, la Sierra de Guadarrama vio como Fabio Aru remontaba la antológica crono de Burgos de Tom Dumoulin en una etapa de esas que enamora en todo, por delante una fuga única de Rubén Plaza y por detrás Astana disponiendo sus mejores galas para cortar a Dumoulin, completamente aislado.
Y como muesca final para demostrar que las mejores etapas que hemos visto en la Vuelta no han sido las de las cuestas imposibles, el final de Formigal en 2016
Aquello fue un homenaje al gran Fuente en el mismo sitio que perpetró una de sus mejores obras.
Un Team Sky, inexplicablemente relajado en la salida, no se percata que Alberto Contador arma una escapada en la que se mete el propio Nairo Quintana, el gran rival de Froome.
En una jornada excelsa de ciclismo, con un tipo llamado Jonathan Castroviejo, entre otros, haciendo otro monumento al esfuerzo, Nairo le mete a Froome el tiempo suficiente para que el inglés ni siquiera sueñe en remontarle con su estratosférica crono unos días después.
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