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Puertos de Montaña

Con el Angliru, la Vuelta no volvió a ser la misma

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¿Echáis de menos el Angliru en La Vuelta?

Mi primera ascensión al Angliru va camino de cumplir 20 años, el tiempo que ha pasado desde el primer asalto de la Vuelta a España.

Bueno, la primera y la segunda también, porque fueron casi seguidas -sólo tres días de diferencia-.

 

Kern Pharma

Como siempre, pensaréis a qué vengo yo ahora a explicaros batallitas en el coloso asturiano, cuando habréis leído sobre él ríos de tinta con experiencias para todos los gustos.

Para mí, el muro de Riosa, es como un hijo al que has visto dar sus primeros pasos, crecer, fortalecerse y hacerse mayor.

Exacto, a eso me quería referir.

Yo subí por vez primera lo que en un principio se quiso llamar como La Gamonal, “un coloso de espanto”, antes que en sus rampas se empezaran a escribir en letras de oro la historia de esta cima de leyenda.

 

Incluso mi segunda ascensión fue antes que lo hicieran los profesionales, al menos en carrera y en competición.

Por tanto, las crónicas de las batallas que aquí iban a suceder aún estaban por escribirse.

En ese sentido, esa cinta asfaltada que se disparaba hacia el cielo, aún permanecía en blanco y ahí quedaba a la espera de que en sus cuestas se narrara el mito que estaba a punto de nacer.

Mi historia personal, en aquella nueva cumbre del ciclismo mundial, la empecé a escribir un 9 de septiembre de 1999.

 

Sí, aquel esotérico día del 9, del 9, del 99, en el que algunos profetizaron el fin del mundo, un apocalipsis que se daría al día siguiente cuando todos los sistemas informáticos pusieran “por defecto” sus contadores a “0-0-00”, que nos harían volver, según algunos iluminados, a la época de las cavernas, que eran los mismos que nos advertían del terrorífico “efecto 2000”.

¿Recordáis todo esto?

Si aquel día era jueves, por cierto, de mucho calor en el Principado, al siguiente fue viernes, por supuesto -echando por tierra las teorías de los catastrofistas-, y al otro sábado, hasta que llegó el esperado domingo 12 de septiembre de aquel año 99.

Ese día el Angliru fue asaltado por los ciclistas de la Vuelta. 

Otra jornada para el recuerdo.

Aquel festivo no tuvimos buen tiempo, amaneció lluvioso y con el típico orbayu asturiano que se prolongó durante todo el día.

No voy a narrar aquí y ahora lo sucedido en aquella mítica etapa.

Ya lo hice en su tiempo y todos la recordamos por muchos y variados motivos.

Hasta aquí, punto.

Volver a hablaros del Angliru es algo que siempre apetece y llama la atención.

Sólo escuchar su nombre puede desatar entre nosotros pasiones bien diversas.

Coronarlo de nuevo, el pasado año, fue para mí una satisfacción enorme.

No dudé nunca en que lo iba a conseguir.

 

Los músculos, las piernas, tienen memoria, y con corazón y cabeza todo se supera.

Eso sí, no me preguntéis lo que tardé, bastante más que mi primera vez, pero seguro que esta vez lo saboreé con más gusto.

La escalada en sí no tuvo mucha más historia que el propio goce de hacerlo una tarde de verano, donde no había casi nadie, muy diferente al bullicio que se vive, las aglomeraciones y el brutal turismo que inunda Covadonga, convirtiéndola en un parque temático.

En cualquier hotel de RH Hoteles, hay una casa para el ciclista

La nueva grata experiencia me hizo palpar cada rincón, cada curva, extasiarme con este plató al aire libre, con esos anfiteatros que se elevan por encima de nuestras cabezas, alucinando con la visión de La Cueña de les Cabres, allá arriba, como una pista de salto de esquí alpino.

Compartir mi cansino pedaleo con las vacas que paseaban por medio de la calzada, que iban más deprisa que yo.

Llegar arriba y tocar el cielo con las manos, solo, recreándome en aquel escenario y fijándome en cada detalle.

Mientras subía, pude ir leyendo todo lo que se había escrito sobre el Angliru, desde aquella mañana del 99 hasta la ascensión de 2013.

 

En cada una de sus curvas hay testigos de madera en los que podemos “ojear” las primeras planas de los periódicos que en su día dedicaron sus páginas a plasmar negro sobre blanco la épica escrita en este Olimpo del ciclismo.

Encontré primero un panel con los nombres de todos los vencedores en su cima: el recordado Chava Jiménez (99); Gilberto Simoni (2000); Roberto Heras (2002); Alberto Contador (2008 y 2017); Juanjo Cobo (2011) con asterisco y Kenny Elissonde (2013).

Más adelante leí titulares de diarios como Marca de aquel 12 de septiembre del 99:

“El infierno. Hoy la etapa más terrorífica de la historia”

con un premonitorio fotomontaje del Chava “escalando” un muro con cuerdas, como si fuera un alpinista: “voy a intentar subir el primero”.

También quedan reflejadas páginas de La Nueva España en el año 2000, con cabeceras como:

“La vuelta del coloso. El Angliru dictará sentencia a un pelotón temeroso de sus rampas”

Explicando cómo “la montaña riosana había resucitado una zona deprimida y una Vuelta necesitada de emociones fuertes”, y “como el antiguo camino de vacas que sube hasta llamar a las puertas del cielo es ya la llegada más famosa de la ronda española”.

No falta espacio dedicado en 2002 cuando “Heras conquistó “su” Angliru, con una gran exhibición bajo el diluvio, poniéndose líder y sacando tiempo a Aitor González” o el “Olimpo de pasiones” que dedicaron, con grandes letras, a la afición, como homenaje “a las decenas de miles de aficionados que, con su apoyo, sus banderas y sus pancartas, convirtieron el Angliru en un santuario para rendir culto a los ciclistas y que ni siquiera la “tormenta del siglo” ni la niebla pudieron frenarlos”.

Avanzando, me percaté de otra profética portada bajo el titulo:

“El infierno de la Vuelta. La llegada al Angliru resucita el interés por el ciclismo”

Ccon unas declaraciones de Alberto Contador: “me gustaría ganar esa etapa”, en un terreno “en el que ha de marcar la diferencia” ya que “la rampa del 23,5 en la Cueña de les Cabres asusta a los corredores”, incluso con una frase del alcalde de Riosa: “El Angliru es el faro del ciclismo mundial”.

Frases como “El Angliru, una pared descomunal” o “Bestial, lo más duro que se ha subido nunca”,  recogen más páginas de diarios como El Comercio.

En una de ellas, de 2008, recuerda “los tres viajes al infierno de Jiménez, Heras y Simoni, los tres únicos escaladores -hasta aquel momento- dominadores en la cima de L’Angliru”.

Para finalizar, arriba en la campa, donde se da por finalizada la subida, una estela levantada allí mismo el 12 de septiembre de 2010:

“en recuerdo del hermanamiento entre Mazzo di Valtellina (Italia) y Riosa, lugares donde se encuentran ubicados respectivamente el Mortirolo y el Angliru, puertos míticos del ciclismo mundial”.

 

En Berria Bikes, cada ADN viaja con su bicicleta

 

Todos esperamos el retorno del Angliru a La Vuelta, para nuestro completo regocijo, con ganas de que siga haciendo historia y escribiendo más páginas “negro sobre blanco”.

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Puertos de Montaña

Col de Braus, un clásico de los Alpes Marítimos

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El Col de Braus es un clásico de la zona de Niza y Cannes

El Tour 2024 va a ser el primero de la historia que no acabe en París a causa de los Juegos Olímpicos.

Si hace tiempo que sabíamos las etapas de la salida, ahora ya tenemos claro cómo va a ser el fin de semana final, en un sitio de vacaciones por antonomasia, la Costa Azul y los alrededores de Niza.

Entre otros sitios pasarán por el Col de Braus…

La primera vez que vi de esta subida fue en una de las páginas de la guía realizada por L’Equipe sobre Cols Mythiques du Tour de France.

Quedé impresionado por aquellos hermosos lazos que ascendían montaña arriba, muy cerca de la costa mediterránea francesa, superando las primeras estribaciones alpinas de la Provenza-Costa Azul. Fascinado por aquella carretera construida literalmente doblada en diversos giros a izquierda y derecha, estuve buscando más imágenes, pero todas las páginas web que encontré me mostraban siempre la misma cara: esos increíbles 9 zigzag que protegen la subida como una fortificación medieval.

Lo puse en el punto de mira del manillar de mi bici: tenía que contemplar en vivo como habían moldeado perfectamente aquellas horquillas en la montaña. Tardé unos años, pero por fin en una visita relámpago a la Costa Azul pude cumplir mi sueño. La motivación era doble: escalar aquel bello, y no demasiado duro, Col de Braus, y por otro, en mi particular búsqueda de tesoros cicloturistas, alcanzar su cima a 1002 m de altura y llegar a la Estela en memoria de René Vietto, otro lugar de peregrinación muy apreciado por los cicloturistas franceses.

Desde el mismo puerto de Niza, por una calle muy transitada, iniciamos su escalada, aunque no será hasta L’Escarene, histórico condado de la ciudad de la Riviera francesa, donde podremos decir que ya ascendemos con decisión el puerto: 10,3 km a una media del 6,4%, atravesando la hermosa población de Touêt de L’Escarene y un pequeño paso encajonado hasta afrontar la bella serie de curvas que poco a poco iremos dejando atrás, quedándonos sin palabras, mirando con tortícolis las tremendas herraduras que acabamos de escalar.

La visión de lo que un día llamó L’Equipe “alambique”, “tirabuzón”, “kriss malayo” (antigua espada flamígera) o simplemente “cric”, palabra que con imaginación podemos leer en su vertiente, nos dejará una grata sensación al coronar a esos mil metros y disfrutar de una increíble panorámica de 360º desde los picos más altos de esa maravilla natural que es el Parque Nacional de Mercantour hasta el intenso azul del mar Mediterráneo.

En su cima encontramos la Estela a René Vietto, lugar de culto. En ella están depositadas las cenizas del ciclista nacido en Cannes en 1914, considerado como el mejor escalador anterior a la Segunda Guerra Mundial. A su muerte, el 14 de octubre de 1988, y por expreso deseo de “Le Roi René”, sus restos descansan aquí, 54 años después de que el francés realizara una exhibición ascendiendo sus rampas.

Hubo una época en la que el Tour de Francia frecuentaba con asiduidad los Alpes Marítimos 

El paso por el llamado Arco de Sospel (no muy lejos de Monte Carlo), con las ascensiones al tríptico Braus, Castillon y La Turbie, entre Niza y Cannes, era habitual en las primeras ediciones del Tour entre 1911 y 1939. El Col de Braus, incorporado a la Grand Boucle aquel primer año junto a los grandes cols alpinos a propuesta de Émile Georget, mítico vencedor en el Galibier, fue puerto de paso en 24 de las 28 primeras ediciones. Desde entonces sólo se ha vuelto a ascender dos veces: en 1947 y la última en 1961. Ha pasado demasiado tiempo.

Gran canaria 400×400
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René amaba el Col de Braus, y éste se dejaba querer entre sus curvas. Fue en 1934 cuando el joven debutante de Cannes, con tan sólo 20 años, ganó esta etapa del Tour, la 11ª, caracoleando en primera posición Braus, Castillon y La Turbie. No fue una sorpresa, porque ya venía de ganar dos grandes etapas alpinas, pero en la 16ª, y cuando estaba a punto de ser nuevo maillot amarillo, su líder indiscutible, Antonin Magne, cae y destroza la bicicleta. Enterado del accidente, René no duda en dar la vuelta, algo que por entonces estaba permitido, hasta encontrarle y cederle la suya.

Antonin ganó aquel Tour gracias al generoso acto de René, que perdió todas sus opciones de victoria, cediendo aquel día más de cinco minutos en favor de su líder. Dicen, los que lo vieron, que Vietto quedó sentado en un muro, llorando, esperando el camión de reparación. Aún y así fue quinto en aquella edición, llevándose el trofeo al mejor escalador y consiguiendo rehacerse ganando la 18ª etapa entre Tarbes y Pau, con el Tourmalet y el Aubisque de por medio. Aquel detalle con su jefe de filas le hizo ganar mucha popularidad y simpatía entre los franceses pero sobre todo, como rezó L’Equipe, “René se convirtió en un escalador eterno, como el diamante”.

Imagen: Ciclismo Épico

 

 

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La Covatilla, la cima «blanca» de la Vuelta

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La Covatilla - Santi Blanco JoanSeguidor
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En La Covatilla se juega la suerte final de la Vuelta y la temporada 2020 

Recordando La Covatilla no podemos evitar que nos venga a la memoria la imagen del salmantino Santi Blanco, porteño de Puerto de Béjar (a 8 kilómetros de Béjar), escalando con dificultad las terribles rampas de esta gran cima bejarana.

Os invitamos este segundo domingo de noviembre, a desplazaros hasta la Sierra de Béjar en Salamanca, para que probéis de primera mano, y en vuestras piernas, la dureza que no se esconde en este alto de La Covatilla camino de su estación de esquí.

Kern Pharma

Una ascensión terrorífica con varios kilómetros enteros por encima del 10% y rampas máximas de hasta el 17% de desnivel.

Un muro que se dio a conocer al mundo del ciclismo un 26 de septiembre de 2002, con la disputa de la 17ª etapa de la Vuelta.

Otra jornada para el recuerdo.

 

En ella se ponía al descubierto otro puerto inédito de categoría especial con una carta de presentación tremenda con sus duros desniveles pero que se mostraba ante la afición como un puerto puro, con una calzada nueva con un firme en un estado perfecto para que se deslizaran cuesta arriba las finas ruedas de los ciclistas.

No en vano, la estación de esquí se había inaugurado un año antes, no sin polémicas medioambientales con los ecologistas que se oponían, abriendo un espectáculo grandioso con unas vistas impresionantes desde la estación de sierras y pueblos como la de Gredos o la propia ciudad de Béjar.

A los pies de La Covatilla, Lale Cubino

Desde esta localidad que vio nacer otro gran ciclista como nuestro protagonista –Lale Cubino– y que hace que nos preguntemos qué tendrá esta tierra para dar tan enormes escaladores como el propio Cubino, Santi Blanco y, cómo no, Roberto Heras, porque aquella jornada de septiembre en la Vuelta a España ganó el porteño, agónicamente pero ganó, pero sobre todo venció Béjar, situada a 950 metros de altitud (quizás de este dato podamos extraer una buena explicación de por qué es cuna de grandes corredores), porque en aquella etapa además quedó en segunda posición Roberto Heras, en la edición que perdió el maillot oro en la última contrarreloj a manos de Aitor González, que ganó en el inédito final del Estadio Santiago Bernabeu.

Cruz 400×400

 

Aquel día los salmantinos hicieron bueno el dicho y fueron profetas en su tierra con la descomunal cabalgada de un motivado Santi Blanco, dejando el pelotón a más de 6 minutos a 10 kilómetros para meta, tiempo que tuvo que administrar con mucho sacrificio, pasándolo bastante mal ante el empuje de Roberto Heras que aceleró brutalmente dejando de rueda a Aitor González que aguantó todo lo que pudo, bastante más de lo imaginado, y que fue su gran rival para ganar aquel año.

Y es que sólo 40 segundos, de la renta que llevaba, le separaron de su vecino bejarano, en una ascensión que todos sufrimos viendo como Santi iba perdiendo los minutos de ventaja como un collar de perlas roto, retorciéndose en una primera rampa superior al 10%, pedaleando con mucha dificultad el resto de la ascensión mientras Roberto daba un recital por detrás.

 

Hasta que no entró en el último kilómetro, con un minuto de adelanto, no supo que iba a ganar aquella etapa a casi dos mil metros de altitud, superando la rampa final al 14% y tocando el cielo alzando sus brazos al viento, igual que lo haréis vosotros cuando superéis el tremendo muro bejarano.

Béjar al poder.

Por Jordi Escrihuela

Imagen tomada de El Norte de Castilla 

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Seis cosas que le dio el Angliru al ciclismo

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Grandes vueltas
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Cuando el Angliru entró en el recorrido de la Vuelta, ésta no volverá a ser la misma

Ya lo dijimos, con el Angliru cambió todo. 

Pero aquella tarde de septiembre, cuando el pelotón se puso rumbo al Angliru desde León para ver al Chava en su día de más gloria, el ciclismo inició un camino de retorno por que iba ruta de la cima que iba a romper las reglas.

 

En breves cuentas el Angliru le dio al ciclismo…

1. Un símbolo, otro más para el ciclismo, el Angliru fue un regalo, como el día que se descubrieron los Lagos de Covadonga, o se holló por primera vez el Tourmalet, sitios clave en la historia de este deporte más que centenario.

2. Una historia narrada por los grandes, por los que trascienden al deporte, recuerdo estrellas de la radio en directo, Manolo Lama, que no será santo de nuestra devoción, pero que estuvo ahí dándole jabón al Chava, el corredor que en ese momento cargaba con el peso de una fama que excedía cualquier lógica.

3. Un día para encumbrar el Chava, un ciclista que nunca nos apasionó, pero que rompió el corazón por media España. En su leyenda siempre quedó la remontada en el Angliru, el premio in extremis, adelantando a Pavel Tonkov en el descenso previo a meta, entre la niebla y los coches.

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4. Un nuevo ciclismo, un ciclismo que premiaba los desniveles, que buscaba las paredes, una tendencia que con los años se acentuó, pero que parece más contenida, los muros se frecuentan, pero no tanto como .

5. Un puerto mediático, el Angliru fue el primer puerto que ocupó portadas, por sus pendientes, curvas, dureza y dificultad, llegando incluso a superar a los ciclistas.

6. El faro de la Vuelta que en su desafío logístico apostó por irse a un sitio que le diera lustre y proyección, entre todos los colosos asturianos, tuvo que aterrizar en éste.

Desde entonces el Angliru ha coronado a grandes escaladores como Heras, Simoni o Contador, el único que ha ganado dos veces aquí.

Siete veces ha entrado en la ruta de la Vuelta, se prevé volver este año si la situación se normaliza.

Si nos pedís uno, aquella subida de 2002, cuando ganó Heras con Aitor González y Oscar Sevilla tirándose los platos por detrás… esa tarde fue caliente, a pesar de la lluvia que todo lo empapó.

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Marie Blanque en el Tour: Por fin va a ser decisivo

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Marie Blanque Tour 2020 JoanSeguidor
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El Tour 2020 le da la mil veces negada oportunidad de ser trascendente al Marie Blanque

Ya están los Pirineos aquí, y el Col de Marie Blanque no será una montaña más, ni de paso, en el Tour de Francia 2020.

Sobre el lugar, la «dama blanca», nuestro compañero Jordi Escrihuela nos escribió hace un tiempo…

Lo he ascendido once veces, las cinco primeras de forma consecutiva (1997-2001) y podría dar para escribir un libro todas las sensaciones, para lo bueno y lo malo, que yo he vivido ascendiendo este puerto. Aquellos años encadenado al terror de los Pirineos Atlánticos tuve una extraña sensación: cada vez que volvía y me enfrentaba al muro de sus 4 km finales y engranaba todo lo que llevaba detrás (desde 39×26, pasando por toda la gama, hasta el compact 34×27) me daba la sensación como si el tiempo no hubiera pasado y allí me veía de nuevo escalando mi dulce tortura (Miguel Gay-Pobes), como si lo hiciera eternamente, pedalada a pedalada, buscando la siguiente curva, esa que no llega nunca, para intentar distraer la cabeza.

 

Podría deciros que casi todas las subidas que he hecho a esta mole han sido bien diferentes, pasando un calor de morirse (40ºC, 1998) a la niebla, la lluvia y el fresco de otras ediciones, sin poder llegar a decir que he pasado frío, pues esto, en el Marie Blanque, es imposible que suceda y siempre con sensaciones variadas, buenas o malas, aunque estas últimas siempre me han ganado por mayoría absoluta con “esa sensación de intentar avanzar sobre una bici estática” que tan bien describía el propio Miguel Gay-Pobes.

Como gran anécdota, recuerdo mi primera ascensión. Sus primeros kilómetros decepcionaron un tanto a los que me acompañaban (“¿Esto es el terrible Marie Blanque? Esto no asusta a nadie”) Y que incluso subían a plato aquellos suaves primeros desniveles. Qué equivocados estaban, cuando de repente se toparon con el muro, la famosa recta infernal de 4 km al 12%, que muchos afrontamos completamente atrancados, otros haciendo eses o bien andando con la bici en la mano.

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El Marie Blanque no es un col más, es muy conocido por el populacho, y en el Tour 2020 por fin tendrá la relevancia que merece.

Recuperamos las sensaciones de Nacho cuando la cima se programó para julio, y nos llega un seis de septiembre.

Cosas del 2020.

 

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