Ciclismo antiguo
Desmontando a Andy Schleck
En la cima del Col du Galibier se entrega, cada vez que la transita el Tour de Francia, el “souvenir Henri Desgrange”, una suerte de premio para el primero que corona el mítico puerto con el nombre del creador e impulsor de este coloso que supera los 2600 metros de altitud. Sobre el Galibier Desgrange admitió sentirse como “un insignificante animalillo”.
El Galibier se holló por primera vez en el Tour de 1911. Cien años después para darle lustre a tan redonda efeméride, el gran monte fue final de etapa de la carrera, final cien años después de ser descubierto y ascendido decenas de veces. Aquel era el día, el día D. El día, la jornada, que Andy Schleck tenía marcada en rojo, al final de un Tour, el de hace tres años, que se había debatido entre la mediocridad extrema de sus contendientes, con un equipo, un equipazo, el Leopard corriendo para unos líderes, los hermanos luxemburgueses que habían matado cualquier opción de algo grande en los Pirineos, obsesionados por la suerte de Alberto Contador, a todas luces, ausente de esa carrera, recién llegado del Giro que ganó aunque no figure en los anales y alejado en la general por diferentes circunstancias.
Entre los Pirineos y los Alpes, las dudas sobre los Schleck se acrecentaron. Se mostraron indecisos en los descensos que llevaron a Gap y Pinerolo. El cerco mediático era estrecho, la presión enorme. En el seno del Leopard había una fecha en rojo, la llegada al Galibier, el final en alto jamás abordado por el Tour, incluso más que aquella etapa que ganó Eduardo Chozas en 1986.
Luce Guercilena, director de los Schleck, planteó la etapa en largo radio. Si se quería hacer daño había que atacar el Galibier con ventaja desde el Izoard. Según cuenta el técnico a Richard Moore en su libro “Étape” había que lanzar ciclistas desde lejos. Cuatro eran los candidatos para hacer de puente: Jakob Fuslsang, Joots Posthuma, Linus Gerdemann y Maxime Monfort. En el primer corte bueno, tras una trisca de mil demonios, entra Posthuma, luego, tras otro ímprobo esfuerzo, logra conectar Monfort. La distancia se debate en los siete minutos, no puede irse a más. Si Andy tiene que atacar en el Izoard no puede hacerlo con sus equipiers tan lejos. Stuard O´Grady hace el resto por detrás y sitúa la fuga en los cinco minutos y medio cuando el pelotón entra en el paisaje lunar del Izoard.
A poco de la cima ataca Andy Schleck. Limpio, grácil, alto. Sus 186 céntimetros de masa corporal bailan sobre la máquina. Se va. Exprime 200 metros, lo da todo, mira alrededor y se ve solo. Posthuma le espera y le “puentea”. Poco después Monfort casi se baja de la bicicleta para esperar a su líder arrastrado por el holandés. Respira, se relaja, exprime dos geles. Les espera “la contrarreloj de su vida” como le apunta Guercilena.
Andy es arrastrado por el valle de Serre Chevalier, hacia la base del Galibier, por Monfort, en una de las mejores performances vistas nunca. Curiosamente, y porque Andy como Freire era el más despistado de la clase, el gran protagonista lleva un maillot que no era suyo, era el de Monfort, el gregario que le remolcaba a la gloria. Cosas del bus. La distancia se dispara a los cuatro minutos. El BMC tira tibio, el Europcar de Voeckler ni siquiera se cree que su ortopédico líder sea maillot amarillo. En el Lautaret, Andy vuelva solo. Nico Roche fue el último en ceder. Aunque el luxemburgués no logra el amarillo, Cadel Evans lo evitó para hacerse a la postre con su Tour, la calidad de este ciclista preñado de clase quedó patente. Por un día, desprovisto de miedos y de la nociva influencia de su hermano, vimos al Andy que todos supimos que existía.
Ahora tenemos la certeza de que no volveremos a verlo. Lo ha dejado hastiado por la rodilla. Con el luxemburgués perdemos un ciclista que pisó el podio de la primera grande que hizo, el Giro 2007 rodeado de lo más apestoso de la historia reciente del ciclismo. Ese hito sólo lo habían firmado Anquetil, Merckx, Hinault y Lemond. Con el luxemburgués perdemos un ciclista que ganó tres veces el maillot blanco de mejor joven, que ganó la última Lieja que un corredor logró atacando de lejos, de muy lejos. Perdemos a un ciclista que ahora dice que mereció el Tour de 2010, ese que no está en el palmarés de Contador, ese que un día Andy dijo que no contaba como suyo. No obstante, y a pesar de todo, #ThanksAndy.
Imagen tomada de cycling-passion.com
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Ciclismo antiguo
Giro: Gianni Bugno, sólo hubo uno
El dominio total de Bugno en el Giro no ha vuelto a suceder
Cuando el Giro arrancó el otro día en Turín, una de las grandes dudas residía en si Tadej Pogacar iba a ser capaz de completar la carrera de rosa de inicio a fin como lo hiciera Gianni Bugno, por última vez, hace 34 años.
Desde entonces quien más se aproximo fue Tony Rominger, líder a la segunda etapa y por el momento Pogacar está camino de igualar al suizo.
Pero como Bugno en el Giro, sólo hubo uno, con una edición marcada por el domino total de un ciclista que, a puertas de los 26 años, prometía mucho, muchísimo.
Aquella edición arrancó en Bari con una crono de kilómetros en la que el italiano, nacido en Suiza, ya se puso líder por delante del gran especialista en distancias cortas Thierry Marie.
Empezó ahí un tour en rosa por toda Italia, con momentos especialmente significativos, como la etapa que acabó en Vallombrosa, en la que se impuso por delante de Piotr Ugrumov y Charlie Mottet vestido de rosa.
A los pocos días, en mitad de la carrera, en una crono de 68 kilometrazos no ganaba, lo hacía aquel ciclista calvo llamado Luca Gelfi, pero sacaba una renta casi definitiva a sus rivales, en especial al citado Mottet, pero también al reciente ganador de la Vuelta, Marco Giovanetti, y Marino Lejarreta.
Era como si cada vez que todos esperaban que Bugno flaqueara, éste redoblaba su apuesta y lograba sorprender.
En los Dolomitas, hubo más de lo mismo y para la historia quedó esa foto que ilustra el artículo, la de su cabalgada con Charly Mottet hasta la cima del Pordoi, a donde llegaron con más de dos minutos sobre el resto.
Y es que llovía sobre mojado, cada etapa abría un poco más la diferencia a favor de un ciclista que no tuvo ningún momento flojo en tres semanas.
La guinda llegó en la crono de Varese, 40 kilómetros en las vísperas de Milán en los que les cayó otro minuto largo a sus rivales.
Gianni Bugno ganó el Giro de Italia 1990 con seis minutos y medio sobre Mottet y más de nueve frente a Giovanetti.
Fue una victoria que, como él mismo planteó, se fraguó a diario, cada jornada se disputaba una especie de clásica, totalmente separada del resto con el único vínculo de vestir de rosa cada día.
Incluso en su prime más prime, Bugno se demostró como un corredor que esquivaba la pompa y los grandes titulares: «No me llaméis campeón -decía- eso sería ofender a Bartali, Coppi y otros«.
Ciclismo antiguo
Alpe d´Huez, Indurain, Bugno…
En Alpe d´Huez quedó claro que el Tour 91 era cosa de Miguel Indurain
Igual que el otro día os recordé el simbolismo de la subida al Tourmalet en el Tour 91, y ahora el algoritmo me pone la subida a Alpe d´Huez en el primer Tour de Miguel Indurain.
A diferencia del Tourmalet, aquí la retransmisión es 100% la de Televisión Española, con el recordado Pedro González acompañado por Andrés Pizarro, dos clásicos de los noventa.
Hasta su fallecimiento, Pedro González y su formidable habilidad para no dejar a nadie indiferente en la retransmisión fue un fijo aquellos años, salvo 1992, cuando una accidente le dio protagonismo al chico de la moto, un tal Carlos de Andrés, quien siempre podrá decir que narró la increíble etapa de Sestriere y la crono de Luxemburgo, en 1992.
Pero volvamos a Alpe d´Huez y al grupo de grandes nombres que rodeaban a Miguel Indurain aquella tarde de julio.
En un Tour que no se destacó por tener una gran cantidad de jornadas de montaña, la cima de los 21 virajes quedaba como el principal escollo para Miguel Indurain,
Gianni Bugno lo sabía y tomó el mando durante gran parte de la subida, tentando las opciones de un maillot amarillo en honor a la verdad estuvo imperial.
Aquella jornada fue muy buena en Banesto, hoy Movistar.
A la solidez de Miguel Indurain se le añadía el mejor Jeff Bernard que recuerdo, para mí uno de los ciclistas de culto más evidentes de la historia, y Pedro Delgado, de menos a más, acabando muy cerca de los mejores y en el mismo grupo que Claudio Chiapucci.
La retransmisión es una joya y recuerda lo mucho que se chinaban los narradores en este lado de los Pirineos con la desesperante realización francesa, siempre tan atenta a buscar a los suyos y eso que ese día un agónico Luc Leblanc se dejó la vida para no perder la rueda de los dos mejores.
Imagen: @davidguenel
Ciclismo antiguo
Marchas cicloturistas que peligran, Mathieu Hermans y un avance de Ciclosferia
Mathieu Hermans resultó uno de los grandes velocistas de los 80 e inicios de los 90
Muchos no lo recordarán pero la historia ciclista de Mathieu Hermans fue la de un neerlandés que llegó a España y se buscó la vida en un ciclismo lejano al suyo, sabiéndose buscar un hueco y resultando uno de los mejores velocistas de finales de la década de los 80 e inicios de los 90
Mathieu Hermans llegó a ganar seis etapas en la Vuelta a España y tiene también su premio en el Tour de Francia.
Hoy es uno de los grandes responsables de la firma de ropa ciclista Bioracer y un muy buen conversador de ciclismo de entonces y de ahora.
Con él arrancamos un podcast en el que nos hicimos eco de una de las encuestas que nos gusta lanzar a nuestros seguidores.
❓❓ ¿Cuántas marchas CICLOTURISTAS prevés hacer este año?
🚴♂️ Precio, competitividad, ambiente… ¿son mejores ahora o antes? ¿Por qué?— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 29, 2024
Y es que sorprende que tanta gente no tenga previsto hacer una marcha cicloturista este año.
Bueno, sorprende a medias, porque la deriva de algunas pruebas emblemáticas en manos de empresas que priman el resultado económico a la calidad está empezando a pasar factura.
También aprovechamos para que el editor de Ciclosfera, Rafa Vidiella, nos cuente qué preparan para la Ciclosferia de Valencia, en un par de semanas, y Andrea nos explica lo mucho que pesa la figura de Marco Pantani en la Emilia Romagna más ciclista.
En este capítulo:
0:18 Presentación.
0:58 Entrevista con Mathieu Hermans
29:48 A cuchillo: ¿Correrás una marcha cicloturista este año?
44:42 Rafael Vidiella nos presenta Ciclosferia
1:00:18 La Emilia Romagna, la tierra de Marco Pantani
Ciclismo antiguo
París-Niza 1989, el primer gran Indurain
Con esa victoria en la París-Niza, Miguel Indurain se postulaba en los escenarios grandes
En el baúl del recuerdo, mirándolo ahora, y gracias a la invitación de los amigos de Pedal Vintage, uno se percata del valor que tuvo aquella París-Niza de 1989 para Miguel Indurain.
El mocetón ya había dado algunas claves de su clase, un crecimiento contenido bajo las recomendaciones de reputados médicos que hablaban del portento que estaban cultivando en el inolvidable Reynolds.
El año anterior, 1988, había formado parte del equipo que acompañó a Perico en su Tour, con ese famoso capítulo del Peyresourde en el que empezó a descolgar a gente y casi se quedó solo.
A las pocas semanas ganaría la primera de sus tres Voltas.
Pero el año 1989 fue otra cosa, fue pisar suelo francés y seguir su idilio con el país vecino, donde ya había triunfado en un Tour de la CEE, lo que hoy sería el Avenir.
En esa París-Niza, Miguel Indurain anticiparía cosas que habrían de pasar durante los años venideros.
El inicio en París, lo ganó el prologuista por excelencia, Thierry Marie, pero con Indurain ceca, a cinco décimas de segundo, y por delante de los dos grandes favoritos, Laurent Fignon y Stephen Roche.
El navarro ya había puesto el pie en la carrera y de ahí nadie le apartaría, ni siquiera una mala crono por equipos de 58 kilómetros en medio de una carrera de una semana de duración.
Aquel era otro ciclismo.
Pese a la mala crono por equipos, y eso que Reynolds iba con Gorospe y Mauri, entre otros, Indurain utilizó un par de jornadas consecutivas para de remontarle el minuto veinte que el joven Laurent Bezault, el «nuevo Jeff Bernard» le llamaron, le había tomado al final de aquel test colectivo.
Fueron dos movimientos tan significativos como premonitorios.
En el Mont Faron, Indurain se pone en cabeza del grupo de los grandes desde el inicio, y hace de la preciosa subida a orillas del Mediterráneo el primer gran filtro de la carrera.
Uno a uno, un goteo sin fin tras la estela del ciclista del Reynolds que le sacó los colores hasta el mismo Stephen Roche, el gran favorito, toda vez que Laurent Fignon se había retirado (ganaría en San Remo a los pocos días.
Café para muy cafeteros pic.twitter.com/mDT1mUvCnf
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 23, 2024
Al día siguiente, una jornada de media montaña hace el resto. a poco de coronar el Col de Vignon, el vigente ganador del Tour, Pedro Delgado hace destrozo en el pelotón y lanza a su compañero cuesta abajo.
Miguel Indurain cogería al fugado, su futuro compañero en Banesto, Gerard Rué, y entre ambos disparan la diferencia hasta más allá del minuto.
Con el navarro de líder, sólo quedaba defender la renta en el Col d´Eze ante el «hiperespecialista» Stephen Roche quien se queda a 13 segundos de la gesta.
Sin saberlo, había perdido el irlandés ante el inminente monstruo del ciclismo, un poderío latente que en ese 1989 despertó del todo, incluso en el Tour, en un lugar llamado Cauterets.
Imagen: @crstobalcabezas
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Jarnh
12 de octubre, 2014 En 23:20
Iván, gran gesto!!!