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Ciclismo antiguo

Un caballero llamado Louison Bobet (y 2)

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World Fondo WT – Epic

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(…)

Louison Bobet trabajaba durante toda la semana, aprovechando los días festivos para concurrir en competiciones regionales. Algunas veces se desplazaba al lugar de la carrera anunciada, montado en su misma bicicleta. Ocasión hubo que debió hacerlo pedaleando en horas nocturnas. De ahí su inusitada voluntad y enorme afición por este deporte. Los resultados pronto le soplaron a su favor. La prensa francesa enseguida no escatimó adjetivos de elogio hacia su persona. Siendo corredor aficionado, me recordaba lo feliz que fue al conquistar el Campeonato nacional francés, con apenas 20  años. Aquello representó para él un trampolín hacia la fama y a su rápida consagración como ciclista.

Ya siendo corredor profesional, en 1947, venció en la clásica “Boucles de La Seine”, una competición de renombre. Al año siguiente, a los 23 años, osó a concurrir por vez primera en el Tour. Se permitió el lujo de ser líder de la prueba durante ocho etapas, cediendo finalmente la casaca de oro al famoso italiano Gino Bartali, que llevaba tras sí una gran fama internacional.

Se recuerda la etapa alpina de tintes dantescos, Briançon-Aix-les-Bains, con las dos siluetas fantasmagóricas de Bartali y Bobet, enfrascados en un encendido duelo bajo unas condiciones climatológicas a todas luces infernales. La niebla, la lluvia y el barro fueron los tormentos severos de aquella contienda abierta y sin igual. Una jornada inolvidable y muy propicia para que los amantes a escribir historias se pudieran lucir sobre los papeles y con su pluma, ensalzando las grandezas del deporte ciclista.

En las puertas de la fama

Pero no fue hasta el año 1953, en su sexta participación y tentativa, cuando Bobet pudo paladear las mieles del triunfo en el Tour tras un recital majestuoso llevado a cabo en la ascensión al Col del Izoard, llegando destacado a la meta de Briançon, con cinco minutos de ventaja sobre el holandés Jan Nolten y el español Jesús Loroño, que precisamente comenzaba a destacar y brillar en la etapas de alta montaña. Al año siguiente, Bobet, volvió a las andadas en suelo alpino, acompañándole en las hostilidades sin  freno por un tal Federico Martín Bahamontes, otro español que comenzaba a despuntar en las temidas cumbres. En 1955, como la cosa más natural del mundo, Bobet volvió a ser rey por tercera vez consecutiva en el periplo galo, siendo aclamado por las multitudes en toda su bien querida  Francia. A partir de entonces, hay que decirlo, su trayectoria deportiva fue palideciendo paulatinamente, teniendo especial repercusión su abandono en el Tour  del año 1959, en la etapa Grenoble-Aosta, tras cruzar el célebre y coloso collado del Iseran, con sus 2.188 metros de altitud. Fue el baluarte de una claudicación ya anunciada. Lo único que le valía era su popularidad bien alcanzada, merecida y bien labrada en el curso de su glorioso pasado.

Su máxima alegría: ser campeón del mundo

Pero su satisfacción más grande, con todo, así nos lo manifestó abiertamente, no fue el ganar el Tour de Francia por tres veces seguidas: 1953, 1954 y 1955, cosa que le convirtió en el primer corredor que por tres veces consecutivas se adjudicaba el Tour. Nadie lo había conseguido con anterioridad. Era un dato a retener. Su alegría más grande no fue otra que conquistar la corona de  campeón del Mundo de fondo en carretera, en 1954, en Solingen (Alemania).

Los que seguimos sus pasos muy de cerca, recordamos su grave accidente de automóvil en el año 1961, acompañado por su fiel hermano Jean, que también había sido corredor profesional. Quisiéramos decir ya que hablamos de Jean, que al margen de su actividaddeportiva, había destacado como docto profesor de idiomas y asimismo como aventajado traductor. Louison Bobet decidió dedicar su vida hacia otros derroteros, fundando el Instituto de Talasoterapia, dedicado a las enfermedades reumáticas, cuya sede más conocida se localizaba en la ciudad costera y cosmopolita de Biarritz. Abrió, eso sí, varios centros de rehabilitación repartidos en toda Francia, lugares que alcanzaron una cierta difusión.

Tras varias intervenciones quirúrgicas, su físico fue decayendo hacia un final irremediable: la muerte, que se produjo el 13 de marzo de 1983, a los 58 años. Nos dejó como consecuencia de sufrir un tumor  cerebral que le venía atenazando de tiempo. Fue éste un eco que causó estupor y hasta sorpresa en el mundo del ciclismo, cuando su vida le sonreía en el capítulo de los negocios, una faceta que no todos los ciclistas que se retiran saben asimilar y soportar  con maestría y con tino, facilitándoles una acomodada holgura económica. Una cosa es haberle dado a los pedales y conquistar prestigio, y otra muy distinta el meterse en el mundo empresarial y apuntar también en las alturas.

Fue uno de los pioneros dentro del ciclismo al introducir un entrenamiento de base científica, cuidando de la alimentación y nuevos métodos dietéticos que rompían todos los esquemas que el ciclista de entonces no solía contemplar. A Louison Bobet, por algún tiempo, si le consideró más bien un buen visionario y adelantado en sus planteamientos como también lo había sido el inolvidable y portentoso Fausto Coppi, en su época.

Cierre final

Como colofón final no podemos sustraernos a lo que fue su larga trayectoria deportiva, registrando un fabuloso historial, con 122 importantes victorias. Se retiró oficialmente en el mes de agosto del año 1962, es decir, a la edad de 37 años. Fue el cierre definitivo de un libro lleno de nostalgias, de éxitos y hasta de fracasos, que dieron plenitud a su agitada vida como ciclista, un ciclista diferente a todos, que nos dejó una profunda y admirable huella. Podríamos haber escrito muchas cosas más acerca de Louison Bobet y de su historia como ciclista, pero hemos preferidos ser sucintos en el contenido que hemos vertido hoy en estas páginas.

Por Gerardo  Fuster

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Ciclismo antiguo

La Volta que descubrió el Mont Caro

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World Fondo WT – Epic

Aquel verano de 1991 acabó con Indurain coronado ganador de la Volta en Mont Caro

Han pasado más de 30 años de la primera vez que muchos supimos del Mont Caro, la llegada clave de la Volta a Catalunya de 1991.

Por aquel entonces, como firma el maestro Javier de Dalmases en su crónica de El Mundo Deportivo, el ciclismo era, como hoy, una gran dualidad: Miguel Indurain y Gianni Bugno.

Ambos se habían visto días antes en el Mundial de Sttutgart, el primero ganado por el italiano, pero no coincidirían en la Volta.

A Catalunya acudió Indurain, el recién coronado ganador del Tour, con la firme intención de renovar su corona de tres años antes.

La carrera que se inició con una crono por equipo en Manresa que acabó en manos de la ONCE -Manolo y sus CRE´s- guardaba la clave para el final.

La primera fue en la crono de Tarragona, 25 kilómetros que Indurain dominó a placer ante el dúo ruso del Lotus, Vassilichenkov y Manoylov para acceder a una plaza que ya no soltaría, incluso con la incertidumbre que suponía la jornada reina de aquella edición.

Al día siguiente la Volta salía de Salou, donde año antes Miguel se había caído, para acabar en el Mont Caro tras 154 kilómetros pasando por Falset, Gandesa y Tortosa, lo más granado de Terres de l´ Ebre.

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La carrera transcurrió al trantrán de Banesto alrededor de su líder hasta la misma base del puerto desde el que se ve el mar, de forma nítida y sin rodeos.

Un ritmo que Fabian Fuchs y Marino Alonso, de quien me dicen vive desconectado del ciclismo, sirvió para controlar los primeros intentos de los colombianos, entre otros, aquel Kelme con cara de buena persona que era Néstor Mora.

Más arriba Álvaro Mejía buscó la fortuna que sí encontró Lucho Herrera, quien aprovechó que no era peligroso para la general y tomar ventaja.

Perico tiraba de Indurain hasta que tomó nota que líder iba tan fresco en el control de la carrera que decidió salir a por Herrera y disputarle la etapa.

El segoviano cogió al colombiano, incluso se llegó a ir por delante, pero le kilómetro final del Mont Caro le dejó tan seco, que tuvo que claudicar ante el jardinerito.

Al menos, a Perico le cupo la alegría de pisar la segunda plaza del podio en un copo para Banesto, pues Indurain controló sin problemas los movimientos de Ugrumov y Hampsten por detrás.

Años más tarde, americano y letón se cruzarían en el camino del navarro, aunque eso fue otra historia.

Imagen: TourdeGila

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Ciclismo antiguo

3 desenlaces top de la Milán-San Remo

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Milán-San Remo Kwiatkowski Sagan JoanSeguidor
World Fondo WT – Epic

La belleza de la Milán-San Remo reside en los desenlaces más mágicos de toda la campaña

Cada año el ciclismo nos ofrece dos instantes top, dos de esos momentos que ves venir, que anticipas con la seguridad que te van a dejar seco en el sofá: los desenlaces de la Milán-San Remo y el Mundial de ciclismo.

Si en la pugna por el arcoíris suele suceder en las dos vueltas finales -a no ser que tercie un Remco-, en la la primavera acontece en la subida y bajada Poggio.

Una suerte de carrusel de emociones en la que cada gesto, cada trazada y la suerte juegan un papel total para entrar en la historia.

En este magno escenario, han ganado grandes nombres, pero también otros notables ciclistas que tienen en San Remo su mejor logro y que ,en cierto modo, les hace justifica ante la ausencia de fortuna en otros teatros.

En los tiempos recientes recuerdo la victoria de un tipo brillante pero con escaso palmarés como Jasper Stuyven, o los inesperados éxitos de Matt Goos o Gerald Ciolek, hace diez años justo, cuando la lluvia y la nieve obligaron a recortar el tramo central de la carrera.

Itzulia

Es cierto que durante muchos años hemos tenido desenlaces al sprint en Milán-San Remo.

Los años de Zabel, de Freire, incluso los de velocistas como Cipollini o Cavendish, algunas ediciones tuvieron sus cocos en el Poggio pero no lograron romper.

Y es que la clave está ahí, en romper en el Poggio, si no para arriba, para abajo, una tachuela en cualquier carrera que pesa tras casi 290 kilómetros de carrera.

La entrada en las curvas, frenando para no salir despedido, es la mejor imagen de la dureza real del Poggio en cuanto pendiente, otra cosa es la velocidad a la que van las balas.

En todo caso, los años recientes nos han traído ediciones memorables que entran en colisión con eso que muchas veces he leído sobre qué era mejor, ¿la Strade o San Remo? cuando yo creo que no son cosas comparables.

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No me voy muy lejos en el tiempo para marcaros tres desenlaces top de la Milán-San Remo, tres además que son diferentes entre ellos.

En 2014 la  victoria fue para el noruego de casco torcido, Alexander Kristoff

Entonces en el Katusha, el nórdico sabía muy bien que todo lo que no fuera llegar al sprint le iba a complicar la carrera.

Sabedor de las que se lían en el Poggio, él dejó hacer, Nibali fue el intento más brillante, pero sin éxito.

Luego del descenso, ya con la meta en el horizonte, Kristoff adelantó plazas y puso a un ciclista hoy controvertido como Luca Paolini a controlar con tal maestría el grupo que el noruego, hoy en el Uno X, se vio obligado a imponerse con esa fuerza bruta que le caracteriza.

Cuatro años después, hubo quien rompió el grupo en el Poggio y ganó en San Remo

Si en la edición de Kristoff, Nibali se había quedado con las ganas, esta vez no le pasó factura el gran grupo.

Atacó en el momento exacto en el Poggio para coronar con lo justo y descender hasta la Via Roma con tiempo para celebrarlo con Caleb Ewan maldiciendo su suerte.

Y vamos a por la última que quiero reseñar, la de 2017 y el sprint increíble, con roce incluido, entre Peter Sagan, Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski, un ciclista mayúsculo en estos escenarios, ganador en San Remo tras soldarse a Sagan en el Poggio, cuajar un descenso impecable y la rúbrica en la volata final.

Como veis tres momentos, tres desenlaces diferentes pero todos poniendo en común que la Milán-San Remo es eso, una carrera mágica.

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Ciclismo antiguo

MMR personaliza la bicicleta irisada de Oscar Freire

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World Fondo WT – Epic

El arcoíris de Óscar Freire brilla sobre la Adrenaline Aero personalizada por MMR

Óscar Freire, tiene desde este miércoles en su residencia de Torrelavega, la bicicleta más personal y representativa de su carrera. El homenaje de MMR a su trayectoria y destacadísimo palmarés. Su carácter único merecía un objeto irrepetible.

Citar a Freire es situarnos en un récord de tres victorias en los campeonatos mundiales de ruta. Y esa es una mesa solo compartida por Alfredo Binda, Eddy Merckx, Rik Van Steenbergen y Peter Sagan.

La Adrenaline Aero, modelo de alto rendimiento aerodinámico y gran presencia visual de MMR, logra extender su impacto estético con el acabado escogido por Javier González, director de arte de MMR y máximo responsable del proyecto de personalización para Óscar Freire.

El proceso creativo de MMR en la obra de Óscar Freire

Un diseño de MMR basado “un cromado oscurecido con reminiscencias a tendencias de décadas pasadas. El acabado final queda enriquecido por la combinación con el color negro, que le aporta connotaciones de exclusividad y moderación”.

Profundizando aún más “la combinación monocromática se ve contrastada por una bandera arcoíris de colores saturados, un elemento que, aunque clásico, es el protagonista indiscutible del diseño y de la propia carrera de Óscar Freire”.

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Un proyecto que se prolongó durante 4 meses, entre la sede de MMR en Avilés y el estudio madrileño Muse Bikes, responsables del pintado “a mano” de esta Adrenaline Aero.

Montaje al completo

La Adrenaline Aero customizada para Óscar Freire se ha configurado con el grupo Dura-Ace Di2 R9270, ruedas Shimano Dura-Ace C50, cubiertas Hutchinson Fusion con perfil 28mm, manillar Vision Metron Aero ACR, potencia FSA ACR 110mm y sillín Selle Italia SRL.

Freire fue un activo colaborador en el desarrollo de productos Shimano y uno de los primeros en probar la tecnología Dura-Ace Di2. La sede central de Shimano en Madrid goza del privilegio de albergar la bicicleta protagonista de una de sus victorias en los campeonatos mundiales de ruta.

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Ciclismo antiguo

Y con Fausto Coppi amaneció la primavera

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Fausto Coppi Primavera JoanSeguidor
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Una tarde hacia San Remo, Italia respiró primavera con el campeonissimo

«Un uomo solo é al comando». Cuando Coppi salía del negro túnel del Turchino, Italia entera resoplaba tras años de humillación: estaba floreciendo la primavera.

Ya lo creo que iba solo: El francés Tesseire, segundo, circulaba a un cuarto de hora, los otros más lejos.

Cuando la Milán-San Remo ni siquiera había dejado la Lombardía, el vencedor ya iba solo.

Era Fausto Coppi, lo estaba haciendo en la primera gran carrera de Italia tras la Segunda Guerra Mundial.

Nos vamos la Milán-San Remo de 1946.

Coppi logró culminar su magna obra con 147 kilómetros de escapada en solitario.Ya en las pedanías milanesas, Fausto ya estaba al frente.

Itzulia

Turchino ese punto celebre de la Milán-San Remo es un paso de no más de 50 metros, oscuro y perentorio, el momento de dejar atrás el interior y empezar a atisbar el azul Mediterráneo.

Ese día vio la luz, la primavera que vino con Fausto Coppi, cargada a sus espaldas. Una multitud lo aclamaba. “Habemus Campeonnissimo”.

Una vez cruzada la meta de San Remo, Bartali se mostraba abatido, se sabía en retirada ante el nuevo fenómeno surgido de las cenizas de la conflagración mundial. Emergía sin embargo una legendaria rivalidad que fue llevada a todos los campos.

Coppi era el hombre moderno, libre pensador, estiloso, adscrito a los avances de la dietética y del entrenamiento científico.

Gino fue “el piadoso”, el campeón monacal en una Italia que necesita estímulos.

Un ser humano excepcional que jugó a ser héroe, anónimo durante mucho tiempo, en la guerra. Coppi era díscolo.

Dejaba a Bruna y su domicilio conyugal para irse con la conocida como “Dama Blanca”.

Bartali, el feligrés, icono de la Italia puritana y férrea, incluso rechazó besar a la miss Josephine Baker, en la salida del Tour de 1938 en París por estar comprometido.

Pero las exhibiciones de Coppi tenían “truco”.

Trabajaba con un masajista ciego que le seguía por doquier.

Con él Coppi revolucionó el concepto de optimización en el ciclismo. Sacó partido y punta a todo aquello que los grandes anteriores habían omitido. Su esfuerzo y sacrificios serían pasto de técnicas inusitadas hasta entonces.

Coppi resultó la Primavera del ciclismo, tal cual.

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El punto de inflexión.

Nada fue igual tras él.

Pero Coppi no se entiende sin Bartali.

Entre ambos ganaron ocho Giros y cuatro Tours.

Su pique les llevó a autoeliminarse ante la incredulidad de los rivales en el Mundial de 1949.

Incluso Bartali llegó a pensar que las pócimas de Coppi le daban un poder sobrenatural.

Dijo: “Miraré todo lo que me parezca sospechoso. Todos los frascos, todas las pomadas, todas las botellas. Se los daré a un amigo farmacéutico”.

Hay que cosas que desde entonces no han cambiado, la sospecha, la mirada de reojo al de al lado, eso tan latino que han adoptado todas las familias y apellidos del ciclismo.

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DESTACADO: Volta a Catalunya 2023

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