Ciclismo antiguo
El ciclismo de Raymond Poulidor
La muerte de Raymond Poulidor sólo podía acontecer en otoño
La muerte de Raymond Poulidor deja huérfano el ciclismo, pero no sólo el actual, su ausencia pesará en la historia, en toda la historia más que centenaria de este deporte que tuvo momentos en los que un ciclista era Dios, la encarnación de los valores de un país, o de la mitad del mismo, un tipo sobre el que se depositaban grandes ilusiones y del que se extraían lecciones de vida.
En ese ciclismo, su ciclismo, Raymond Poulidor era el «Rey Sol».
La grandeza del Arco del Triunfo, el más grande del mundo, nunca puso escenario a un Tour suyo, pero él pudo considerarse eso, el foco de todas las miradas y el centro de todas las admiraciones.
Lo fue, ya creo que lo fue, hasta el mismo día de su muerte, en el que todo el mundo del ciclismo no le escatima palabras ni elogios.
Por algo será…
Suunto 9, nombre sencillo para un rendimiento notable
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A Raymond Poulidor podías acercarte en la salida del Tour, en el village, te firmaba un cartoncito con su foto gentileza del mecenas del maillot jaune que nunca vistió como ciclista y podías hacerle extensiva tu admiración.
Hoy para hablar con su nieto Mathieu, hay que pasar por un laberinto de wasaps y mails con su press manager, con el ruego de entrevistarle sin la certidumbre de que te vaya a atender.
Son ciclismo diferentes, lo sabemos, pero quienes vivimos lo primero y sufrimos lo segundo, extrañamos ese pasado, ese ciclismo de Raymond Poulidor.
Un ciclismo que era de terruño, apegado al lugar, al origen.
Hoy lo llamarían «kilómetro cero», antes era de corazón, virgen, desprovisto de avalorios.
Un corredor que quemó casi veinte años en la cumbre de todo, también deportiva, porque su fama de «eterno segundón» no hace justicia a un palmarés excelente, pero sobre todo estrella mediática, social.
Porque en la Francia que se buscaba entre las cenizas de la segunda Guerra Mundial, Raymond Poulidor supo mejor que nadie trenzar ese calor popular, la Francia de las provincias y proviciana, la base y sustrato que ayudó a reconstruir el país.
Si el primero era la Francia tradicional, el otro era cosmopolita, extravagante, refinado.
Nunca el ciclismo plasmó dos identidades con tanta perfección, lo había hecho poco antes con el binomio Bartali-Coppi, el primero piadoso y sufrido, el otro entregado a los placeres y la belleza, pero en Poulidor-Anquetil la historia dio una vuelta de tuerca.
El ciclismo de Raymond Poulidor fue escrito con tinta de sacrificio y páginas hechas de lágrimas, no perdiendo nunca la cara a la ruta, incluso cuando las cosas no salían.
Los Tours de Poulidor fueron un prodigio de consistencia pero no le dieron el premio que mereció y aún y así nunca bajó los brazos.
Que la historia, la estadística, no haya puesto un maillot amarillo nunca sobre sus hombros es una de las injusticias que el azar se reservó para el ciclismo.
Pero la vida es así y Raymond nunca perdió la sonrisa ni marchitó su amor por el ciclismo por ello.
Y hoy nos deja un poco más huérfanos, más desconectados de esas raíces, de ese ciclismo que él protagonizó, del que sabemos por vídeos de mala calidad y amarillentas hojas de diario, del que supimos por testimonios directos, como Jaime Mir, cuando tuvimos la suerte de trenzar los vericuetos de su historia, su singular historia…
Si Mir vio en primera persona la complicidad entre Jeanine y Jacques, también vio la convivencia con su enemigo del alma. Al sur de la Normandía, en el Lemosín, la Francia profunda, trabajadora y rural, había nacido Raymond Poulidor, hijo de agricultores, apegado a la tierra y abnegado trabajador. Raymond, también Poupou, no ganó nunca el Tour, pero lo disputó como el que más. Mir lo tuvo siempre claro y así lo apreció: si Poulidor y Anquetil fueran por aceras diferentes, la muchedumbre acudiría a la del viejo Raymond.
“Poulidor era otro mundo, era un clásico hombre de campo al que todo le iba bien. Era un trozo de pan. Era y es un Dios para Francia. Todos le querían mucho, quizá porque parecía más humilde y eso frente a la aureola de divo Anquetil pesaba mucho. Conviví mucho con él cuando venía a la Escalada a Montjuïc. Sólo quería que le atendiera yo, le generé siempre mucha confianza. Era sensacional, un hombre de campo, todo el rato me llama “Taxy” a secas. Yo le gestionaba el dorsal, le atendía en meta, le llevaba a la estación de tren, al aeropuerto,…”.
Ese era el ciclismo de Raymond Poulidor.
Imagen: Telerama
Ciclismo antiguo
100 años de Bernardo Ruiz
Bernardo Ruiz fue el primer español en pisar el podio del Tour
Cuando Bernardo Ruiz nació, ayer hace 100 años, España en pleno periodo de la dictadura conducida por Miguel Primo de Rivera en conexión directa con el el rey Alfonso XIII, el último monarca antes de la irrupción de la segunda república.
En Orihuela, Bernardo Ruiz daba sus primeros pasos, los de un un pionero que abrió el camino para el ciclismo español en competiciones internacionales, primer podio en el Tour, en un contexto muy diferente al actual, puesto que en su época el ciclismo en España estaba en la prehistoria.
Desde joven, Ruiz demostró su talento.
Empezó a ganar competiciones importantes como la Vuelta a España en 1948 y la Volta a Catalunya en 1945, con 20 años. También ganó varias veces el Campeonato de España y la Vuelta a Valencia.
Pero lo más destacado de su carrera fue su participación en el Tour de Francia, el gran escaparate y restablecido tras el parón por la Segunda Guerra Mundial.
En 1951, Bernardo destacó en el Tour al ganar dos etapas y quedar en noveno lugar en la clasificación general, lo cual fue un gran logro para un ciclista español en esa época.
Al año siguiente, en 1952, logró el tercer puesto en la clasificación general del Tour, convirtiéndose en el primer español en subir al podio, fue el primero de una lista larga y fecunda en nombres que vienen hasta hace bien poco.
Este logro fue muy importante para el ciclismo español, que en ese entonces no tenía mucho reconocimiento internacional.
Además, Bernardo siempre destacó la figura de Fausto Coppi, el ciclista italiano que para él fue el mejor de todos, por su talento y versatilidad tanto en carretera como en pista.
Después de catorce años de carrera, Bernardo Ruiz decidió retirarse en 1958.
Su legado en el ciclismo español es enorme, pues fue el primero en lograr un podio en el Tour y abrió las puertas para que otros ciclistas españoles pudieran destacar en el ámbito internacional.
Por todo, Bernardo Ruiz fue un ciclista clave en la historia del ciclismo español, especialmente por su papel en el Tour de Francia, y su legado sigue muy vigente desde la expo que se le ha dedicado en su Orihuela natal.
Imagen: Córdoba Hoy
Ciclismo antiguo
DEP Emile Idée, el ganador de etapa del Tour de más edad
Fallecido a los 104 años, Emile Idée se hizo ciclista en plena Segunda Guerra Mundial
No hace mucho Federico Martín Bahamontes nos dejaba a los 95 años para dejar de ser el ganador de Tour vivo más viejo.
Estos días leemos que se ha ido Emile Idée, un exciclista francés de 104 años que con su etapa en el Tour de Francia a finales de la década de los 40, suponía el vínculo vivo más longevo con aquellos años de postguerra.
Como decimos, Emile Idée era el ciclista más veterano en ganar una etapa del Tour de Francia, y nos dejó a los 104 años en su casa, cerca de París.
Fue una figura destacada del ciclismo francés en los años 40, a pesar de que su carrera se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial.
Idée se convirtió en profesional en 1942 -en plena Segunda Guerra Mundial y los nazis ocupando Francia- y destacó como especialista en contrarreloj.
Ganó varios Campeonatos Nacionales y el desaparecido GP Nations, considerado en su época como el título no oficial de contrarreloj mundial.
Durante su carrera de 12 años, corrió para equipos como Alcyon-Dunlop, La Perle–Hutchinson y Peugeot-Dunlop. Además, compartió pelotón con leyendas francesas como Louison Bobet y corredores internacionales como Fausto Coppi y Briek Schotte.
Incluso quedó segundo en la París-Roubaix de 1948, detrás del belga Rik van Steenbergen.
Uno de sus mayores logros fue ganar cinco veces el Critérium Nacional, una de las carreras por etapas más prestigiosas de Francia. También fue el ciclista más longevo de la primera edición del Tour de Francia tras la guerra, en 1947.
El momento cumbre de su carrera llegó en 1949, cuando ganó la etapa 13 del Tour de Francia en un sprint final en Nimes. En una entrevista, Idée recordó haber intimidado a un rival italiano durante esa escapada, diciéndole: «Si intentas atacar, te doy una buena paliza«.
Aunque no se sabe si el italiano le tomó en serio, Idée demostró ser el más rápido y se llevó su única victoria en el Tour.
Se retiró en 1952 y luego abrió varias tiendas de bicicletas, viviendo el resto de su vida en Melun, cerca de París.
Emile Idée será recordado no solo como un gran ciclista, sino como un testimonio viviente de una era crucial del ciclismo.
Imagen: Journal L´Union
Ciclismo antiguo
DEP Pascal Hervé
Para mí, Pascal Hervé fue uno de los mejores ciclistas que sucumbieron en el derrumbe del equipo Festina
Imagen: Ciclismo a fondo
Ciclismo antiguo
La primera Vuelta a España de la historia
Cincuenta inconscientes tomaron la salida de la primera Vuelta a España
Pues ya estamos en los noventa años desde la primera Vuelta Ciclista a España.
Fue por estas fechas que unos cincuenta descerebrados se ponían en marcha desde la madrileña Puerta de Hierro.
Eran pocos, muy buenos, duros como rocas e inconscientes.
Eran lo que a la historia le llamaríamos la prehistoria, pioneros e impulsores de un deporte que por esas fechas causaba furor, lanzaba hordas a las cunetas, paraba fábricas, daba recreo a los niños y se sentaba en cualquier tertulia de bar.
El 29 de abril de 1935 nacía la Vuelta a España
Hace ochenta años, en un país hecho trizas ideológicamente, con la República, la segunda, en plena revisión y en vísperas de un conflicto que muchos consideraron la primera entrega de la Segunda Guerra Mundial, quedaban escasos quince meses para la Guerra Civil.
Los ciclistas que tan temprano se reunieron en Madrid salieron dirección a Valladolid para completar la primera etapa.
Luego camino al norte, paseo por la cornisa cantábrica y paso obligado por el ombligo de la España republicana, Eibar, de donde curiosamente habían salido todas las bicicletas que se usaron en esa edición, pues traerlas de fuera con aquellas comunicaciones era imposible.
Eibar era esos días un semillero de cambios y continuas cábalas.
Acaban de dejar la armería, en crisis por muchos motivos, y se habían centrado en juntar los mismos tubos pero para dar forma a bicicletas.
En la salida de la Vuelta, de la primera Vuelta, hubo una especie de subasta para ver quién equipaba la mitad internacional del pelotón, representada por un puñado de belgas entre los que estaba la gran figura de la edición, Gustaaf Deloor.
BH ganó la partida y se llevó las estrellas europeas. Ganaron la Vuelta.
En el otro lado, estuvo el pelotón español, encabezado por Mariano Cañardo a los mandos de una Orbea, la otra gran fábrica eibarresa que compitió por las vedettes belgas. Cañardo no ganó la carrera, estadísticamente hablando, pero fue el personaje que juntó todo tipo de personas para chillarle en la cuneta y apretar gajos de tiza escribiendo «Viva Cañardo» contra las terribles carreteras del momento.
Siguiendo con la carrera ésta continuó en dirección a Zaragoza, a las huestes del Club Ciclista Iberia y su antiguo velódromo en el que ganó precisamente Mariano, antes de entrar en Barcelona, donde la gente acogió la carrera con la locura que sólo Cañardo, ídolo del lugar, podía despertar.
Posteriormente camino de Levante, Granada, Sevilla, Extremadura y vuelta a Madrid previo paso por Zamora, a donde Cañardo llegó montado en la bicicleta de un transeúnte porque la suya no daba abasto a pinchazos y averías.
Aquel ciclismo de hígado y sangre nos resulta lejano, mucho en el tiempo, incluso en la mentalidad, pero sin embargo era auténtico y en muchos sentidos envidiable, no en el papel del ciclista, que pasaba auténticos calvarios, pero sí en el del espectador.
Era el ciclismo de portadas, el de litros y litros de tinta vertidos en papel, el de palabras airadas entre seguidores,… un ciclismo que ochenta años después anhelamos
Y ya que nos alineamos con efemérides, decir que hará cuarenta primaveras nació Ciclismo a Fondo, la revista con la que crecimos y alimentamos los sueños ciclistas de niñez.
La decana cabecera surgió con un imberbe Perico ganando aquella Vuelta en la que casi nadie se pone de acuerdo cómo se resolvió más allá de la certeza del resultado. Podríamos incluso achacarlo a la niebla y confusión de Navacerrada.
Obviamente no puedo menos que recomendaros mi libro, que por cierto se abre con lo que pasó tal día como hoy hace casi noventa años…
Imagen: Hemeroteca El Mundo Deportivo
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