Vuelta España
La Vuelta: Las luces se encienden, desde Nairo a Yates
El Monte Oiz abre huecos y pone orden en la Vuelta que Valverde y Mas pueden tener a tiro
Monte Oiz, la Vuelta se gusta por aquí.
Se gusta por desniveles imposibles, firmes gruesos.
Se gusta por Euskadi, algo que por suerte ya no es noticia.
Se gusta verde, pero también entre la niebla que nos impide ver bien a Alejandro Valverde y Enric Mas poniendo la Vuelta custa abajo.
Una niebla que disimuló el mal momento de Simon Yates, en el mejor día de Adam.
Una luz roja que empieza a encenderse en muchos sitios.
Simon Yates mantiene el liderato, pero en esa armadura roja no le llega el nudo de corbata.
Alejandro Valverde le ha descolgado, le ha metido el miedo en el cuerpo, miedo escénico.
Fantasmas que vienen desde Italia, desde ese fin de semana horrible que empezó antes de Finestre.
Es un aviso, pero Simon Yates no quiere que Andorra sea los Alpes italianos.
Entretanto Valverde crece y ahora sí desplaza cualquier duda: es el líder del Movistar, con Nairo quedándose cuando aún no habían empezado las hostilidades.
La Vuelta para Enric Mas
Y a rueda de Valverde, un balear que casi tiene la mitad de su edad.
Enric Mas sale de la Vuelta 2018 como otro ciclista.
Un corredor que ha madurado en dieciséis etapas lo que otros en varios años.
Está en el podio, tras la flaqueza de Kruijswijk y de Nairo. Ojo que se han dejado un minuto.
"No hubo más fuerzas" dice un Nairo cuya voz es de agotamiento total
no va y punto #LaVuelta— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) September 12, 2018
Ahora mismo nada está escrito, y este azul no ha venido a firmar cualquier cosa.
La jornada vizcaína de la Vuelta, verde a rabiar, verde pero mechada por bronce de otoño.
Una etapa que ha demostrado que la Vuelta, en su tercera semana, está en la mano de unos pocos.
Endura te invita a entrenar con los Movistar
Y así otra vez una fuga con nombres que nos suenan: De Gendt, Mollema, Clarke, Woods, De Marchi, Herrada, Teuns, Fraile, Amador, Nibali, Zakarin, Majka…
Es lo que pasa cuando estás en la tercera semana de la tercera grande, cronológicamente hablando, del año.
Y de esa fuga emergió Michael Woods en lo más duro de Monte Oiz.
Dejó hacer a Majka, a De la Cruz, a Fraile, y dio cuenta de Teuns.
El Education First vino con el casillero temblando y gana dos etapas en la Vuelta con dos corredores diferentes.
De Clarke en bajo el sol plomizo y andaluz a Woods entre la niebla del Balcón de Vizcaya.
Michael Woods, como Ryder Hesjedal en La Camperona en aquel final de infarto, le da continuidad al jardín canadiense en la Vuelta.
Una victoria preciosa, una victoria que Woods ha podido dedicar a su mujer que ha pasado por un trance de esos que no deseamos a nadie.
La jornada vizcaína de la Vuelta, la jornada para Murias, que no pudo meter la gente que quisiera delante, pero que no dejaron la opción de al menos conducir el pelotón mientras la cámara se recreaba por San Juan de Gaztelugatxe.
Una fiesta de ciclismo íntegramente vizcaína para poner la Vuelta a merced de Andorra, del País Vasco, al País de los Pirineos.
Imagen tomada de FB de La Vuelta
Ciclismo
Pogacar, el último de Andalucía
La entrada de Pogacar le da un plus a la galería de ganadores de la Vuelta a Andalucía
Tadej Pogacar ya está en la lista de la Vuelta a Andalucía.
En su discurso de diversificar objetivos el esloveno se ha metido en la historia de una carrera que en un par de años, ojo, va a cumplir cien años, pues hay que irse a 1925 para tener imágenes de la primera salida de la ronda andaluza.
Y eso que entre las dos primeras ediciones de la Vuelta a Andalucía pasaron 30 años, muchos más que los que tiene Pogacar.
El día 28 de octubre de 1925, la sevillana Puerta de Jerez había dado la salida a la primera edición de la Vuelta a Andalucía de mano del Ciclo Sport de Sevilla, capitaneado por un hombre apasionante, Miguel Arteman, el mismo que catorce años antes había ayudado a alumbrar la Volta a Catalunya.
Aquel pelotón de 38 ciclistas recorrió un itinerario que hizo alto en Córdoba, Málaga, La Línea y Cádiz. Ricardo Montero fue el ganador.
Le sucedería tres décadas después José Gómez Del Moral, el primer andaluz en ganar su carrera.
En ese periodo los mentores de la Agrupación Ciclista Malagueña trabajaron para recuperar el esplendor de ese fogonazo inicial.
Grandes nombres respondieron: Langarica, Poblet, Vidaurreta, Company,…
Sin embargo la penuria económica de finales de los cincuenta apretó tanto que llegaron soluciones: los hermanos Tellez supieron ver en la ingente cantidad de turismo que cada año se venía al sur el filón para sacar el dinero necesario.
Fue entonces cuando ya algunos vieron clarísimo el potencial económico que el turismo le podía reportar al ciclismo.
Los años pasaron, la carrera se estableció y marcó en el circuito del Parque malagueño su tradicional punto de arranque.
Altig, Segú, Mendiburu, Maertens & Thurau, ambos por partida doble hasta la llegada de Chozas, Golz y Gorospe.
Muchos grandes dejaban un granito de arena en el castillo andaluz que sin embargo lloró de pena el día que Manuel Galera se dejó la vida en la segunda etapa de 1972 tras disputar los puntos del Alto del Mjón, entre Granada y Córdoba.
En los años ochenta llegaron los actuales gestores de la carrera que se preció un año en dar el salto a Ceuta y otro en pasar la frontera de Gibraltar.
En ese periodo llegaron nuevos nombres al palmarés, Stefano Della Santa –un especialista italiano en arranques de temporada- fue el más ducho si bien no sería hasta Alejandro Valverde, ganador de tres años consecutivos, que vimos un dominio tan sostenido en el tiempo.
Tadej Pogacar forma parte de ese linaje ¿querrá extender su dominio en Andalucía o mirará otros objetivos)
Imagen: FB Vuelta Andalucía
Ciclismo antiguo
La primera etapa de la primera Vuelta ciclista a España
Camino de 90 años del nacimiento de la Vuelta ciclista a España
Así conté un día la primera etapa del la primera Vuelta ciclista a España…
El día 29 de abril, a primera hora de la mañana, con el sol asomando sobre la coronilla de la arboleda de la Puerta de Hierro madrileña y una multitud congregada para la ocasión, se dio la salida a la primera edición de la carrera nacional.
Los diarios rezumaban titulares que retrataban el ambiente.
Un fotomontaje ponía en valor los bustos de las esperanzas españolas frente a la pequeña, pero muy experimentada, delegación extranjera. De izquierda a derecha: Federico Ezquerra, faz como desdentada, rehundida, presa de una extrema delgadez, pelo hacia atrás como recién lavado.
Un cadáver sobre la máquina. Luciano Montero, de mirada desconfiada, ceño arrugado y rostro ligeramente escondido, como si una sombra aplacara algún sentimiento frustrado.
Vicente Trueba, como ausente, ido.
Se vio que aquella no fue su carrera.
Mariano Cañardo, esbelto, frente ancha, peinado marcado, gruesa nariz, ojos vigorosos y cara angulosa. Sonriente, fue el único en vestir camisola oscura, como distinguiéndose entre tan mal disimulado blanco.
Porque Mariano Cañardo era el hombre de la afición. Las miradas de la España que entronizaba su primera Vuelta eran para él. Las esperanzas se cernían sobre sus espaldas anchas y delimitadas por aquellos tubulares de recambio que tenían que llevar cual chaleco, en previsión del seguro reventón. El negro asfalto de la ruta lucía a menudo una marca hecha a mano.
Emborronada y tosca, la leyenda no iba más allá del “Viva Cañardo”, así, simple, escrito por miles de carreteras a yeso, con la muñeca en escorzo imposible.
Niños, mayores, todos se desgañitaban al paso del navarro.
Espachurraban tiza en el suelo como quien empuja sus sueños hacia el cielo.
Casi de forma premonitoria, las portadas avanzaron lo que el sentir de la gente y la suerte de la competición corroborarían.
Mariano, dorsal uno a la espalda, era el hombre a seguir de salida, y lo fue a cada paso hasta Madrid, esa Madrid que rezumaba obras de Federico García Lorca por los carteles de sus teatros.
Las razones de aquella pasión de Semana Santa por Mariano derivaban de una excelsa lista de victorias en el panorama nacional desde el mismo momento en que decidió ser ciclista y se colgó un dorsal.
Aquel fornido ciclista de Olite, aunque instalado en Barcelona, desde su mayoría de edad presentaba credenciales sobradas en el panorama doméstico, tales como la Volta a Catalunya, la carrera que entonces marcaba el paso, que había ganado cuatro veces, sumada a campeonatos de España y la Vuelta al País Vasco.
Harina de otro costal era hablar de sus activos más allá de los Pirineos, esa extraña frontera para los ibéricos de la época que Mariano sí que había osado cruzar, pues un año antes había sido noveno nada menos que en el Tour de Francia, en una edición ganada por Antonin Magne, con Vicente Trueba décimo.
No obstante correr en suelo no español, para aquella generación de ciclistas que, más que aprender el oficio, tuvieron que inventarlo, fue un cénit no solo físico sino también mental que habría que trabajar con calma, tiempo y pasión para superarlo.
La carrera partió muy temprano dirección Valladolid.
En el alto de los Leones el suizo Leo Amberg soltó el primer ataque de la primera etapa en la primera edición.
Pronto Mariano se erigió en protagonista. El navarro-catalán se soldó a la rueda del belga Antoon Dignef.
El infortunio quiso que los pinchazos hicieran acto de presencia bien pronto.
Los tubulares de Mariano parecieron de mantequilla durante toda la carrera, cosa que ya se vio en la primera jornada.
Varios pinchazos, y Dignef voló. El belga ganó en Valladolid una etapa para la historia, lo que le supuso ser el primer líder de la carrera.
Se vistió de naranja, algo que por mucho que lo intentara, Mariano no lograría jamás, aunque portara el dorsal uno en tan singular ocasión.
No obstante su historia mereció ser plasmada en los anales del ciclismo. Estuvo llena de grandes gestas, heroicidad y grandeza sin igual.
Pocos días antes de empezar, Cañardo manifestaba un disimulado optimismo ante la Vuelta.
No quiso entrar en el detalle de su estado de forma, no quiso concretar rivales, pero sí puso de relieve que los malos momentos del Gran Premio de la República, disputado poco antes, ya eran historia. Su ambición se tapaba a duras penas.
Confiado en sus posibilidades, la modestia solapaba lo que sus piernas le daban a entender.
Mariano quería ganar, y la magullada teoría de la superioridad foránea no iba a detenerlo.
Texto de libro «El primer campeón, el mundo que vio Mariano Cañardo«
Ciclismo de carretera
La Vuelta 2021 recupera el equilibrio
La Vuelta 2021 presenta el recorrido más compensado de tiempos recientes
Si hay que dar un veredicto sobre el recorrido, a priori, de la Vuelta a España 2021 que se acaba de presentar, es el de que nos gusta, y lo decimos desde una base muy clara, que el organizador puede crear la mejor carrera del mundo, diseñar las etapas más bellas, pasar por bajo el balcón de nuestra casa… que si el ciclista no quiere, poco hay que rascar.
Como decimos, este balance es a priori y la palabra balance, creo que se ajusta a lo que pensamos de la tercera grande del año.
La Vuelta 2021 vuelve a las fechas de agosto y se instala entre dos de los monumentos más bellos de España, las catedrales de Burgos y Santiago
Pero esto no será una ruta a Compostela al uso, tres semanas les va a llevar y por toda la geografía, esta vez sí, se van a mover, no hablamos de la Vuelta al norte de España.
Este primer punto de equilibrio se extiende a otros campos: las llegadas en alto se reparten mejor, no van todas en tropel, se realiza un guiño al maltratado colectivo de velocistas, hay una crono al final, sin tachuelas ni muros…
En definitiva una Vuelta más equilibrada, que será la de 2021, pero que nos recuerda a aquellas que se celebraban en abril.
Más de 25 años de eso.
Aunque el camino hacia Santiago parezca la primera premisa al ver el mapa de la carrera, ésta se embarca en una ruta similar al del Cid en su primer tramo, dirección a Levante desde Burgos, premiando llegadas que recordamos míticas, como aquellas del páramo de Albacete y los destrozos que el viento provocaba.
La carrera sabe que una jornada con el Dios Eolo soplando es oro, lo sabe además de tiempos recientes, como aquella de Guadalajara que se corrió por encima de cincuenta la hora y puso al líder Roglic en un brete.
Las etapas llanas salpican el recorrido, en días que invitan a que los velocistas se animen y vuelvan a una carrera que no hace tanto se vanaglorió de tener a Van Poppel, Abdoujaparov, Cipollini y otros grandes de la velocidad.
Pero no sólo eso, cabe sumarle la dosificación de llegadas en alto, con la inserción de jornadas tipo Balcón de Alicante o la de Mos, Pontevedra, en la previa del final, que ponen acento en ese ciclismo de no dar tregua ni al líder ni a sus compañeros.
Jornadas de alta montaña se prevén sobre todo en dos escenarios, el almeriense con Velefique, esa etapa es terrible, y la incorporación del Gamoniteiro, la otra cara del Angliru, en una novedad que maridará con la tradición de los Lagos de Covadonga.
Asturias de ayer y hoy en la misma carrera.
Nos gusta mucho la elección de Villuercas, una cima inédita que desmonta el cliché de que Extremadura no tiene dureza, y se le otorga al Picón Blanco, donde Evenepoel sacara el rodillo, el papel de «starter» en la montaña.
En definitiva una carrera que dando un paso atrás creo que gana en boca, mucho más que con esa profusión de muros y llegadas en alto que la habían llevado a la nulidad de movimientos entre los grandes, pues al final había tanto para poder atacar que el problema era elegir dónde.
Veremos qué queda y qué disfrutamos de esta Vuelta 2021, para agosto si las cosas no han mejorado, bien jodidos estaremos entonces, en todo caso la carrera que da continuidad a la mágica edición de 2020 merece la mejor de las suertes, porque ha demostrado saber modular un recorrido que sobre el papel pinta bien.
Ciclistas
#Moment2020 El Roglic vs Carapaz de la Vuelta en Moncalvillo
La llegada a Moncalvillo fue uno de los grandes momentos de la Vuelta
Cuando Roglic cruzó la meta de Moncalvillo, inédito en la Vuelta, dijimos…
No creo que el Roglic haya llegado a este punto para renunciar a la Vuelta a la que apunta nuevamente, ni que rompa sus principios y distancias para poner en aprietos a Carapaz.
El duelo Roglic-Carapaz de Moncalvillo es de antología, poesía ciclista en luz otoñal por una montaña confinada para todos, salvo para los ciclistas.
Ese mano a mano se verá estos días y sólo la crono de Ézaro lo puede romper y sólo a favor del esloveno, por eso Richard Carapaz tiene que sacar cartas nuevas en Asturias, no esperar al final y confiar que el tiempo enfríe lo suficiente para mojar la pólvora de su rival como en Formiga.
A diferencia del Giro 2019, esta vez Roglic ve venir al ecuatoriano.
En la Vuelta de otoño que guardaremos en la retina, los colores alcanzaron su máxima expresión en la cima riojana que estrenó el Chava.
Veníamos de un mano a mano corto pero intenso, antológico entre el esloveno y Carapaz, un pulso de iguales que decidió Roglic, enjuto en verde para estrechar las distancias que el caos de lluvia y frío de Formigal había generado.
Roglic atacó más de lo que acostumbra, no fue un «pancartazo», expresión que con lo de «fumarse la etapa» se ha adueñado de muchos juicios de este ciclismo que nos ha tocado en suerte.
Carapaz entró al trapo y se dieron hasta en el carnet, hasta que el esloveno, rehecho admirablemente del palo del Tour, marcó puso tierra de por medio.
Moncalvillo fue el descubrimiento de la Vuelta, la llegada de Roglic iluminado por el sol de tarde, el verde de su maillot, los claroscuros que marcaban su rostro, el fondo, una acuarela, una de las muchas que nos dio la edición más singular de la carrera
Imagen: FB de La Vuelta
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