Ciclismo antiguo
José Pérez Francés sólo hubo uno
Pocos ciclistas dejaron la huella tan profunda de José Pérez Francés
Había un ciclista cántabro, nacido en Peñacastillo, cerca de Santander, cuyo sólo recuerdo empañaba la mirada de Jaime Mír: era José Pérez Francés, un ciclista entre un millón, un huracán en la carretera y fuera de ella, un personaje que daría para novela.
En la historia del ciclismo español, José Pérez-Francés posiblemente no esté en el top 10 estadístico, pero su huella fue profunda, indeleble, tanto que el paso del tiempo no esconde muchas de sus gestas alabadas y actitudes en ocasiones incomprendidas.
Recuerdo cuando el Tour vino a Barcelona y desestimó ir al acto de homenaje al que sí acudieron otros como Bahamontes e Indurain, por que los jolgorios no iban con él.
Él se apostó en la cuenta, vestido de ciclista y vio pasar la caravana aquel día rumbo a Montjuïc, tanto tiempo después de su mítica escapada de Ax-les-Thermes a Barcelona.
Hemos recuperado para la ocasión un extracto de «Secundario de lujo» con la intención de describir un poco quién fue Pérez-Francés, tras hablar con una de las personas que más cercana vivió al astro cántabro incluso cuando éste redujo mucho su círculo de contactos…
Un buen día el periodista de El Mundo Deportivo Ramón Torres recibió en la redacción una llamada desde Canals, Valencia. Era Damián Pla, director del Ferrys. Pla hablaba y Torres tomaba nota. Al día siguiente escribiría íntegra la conversación bajo el título: “A Damián Pla, director de los Ferrys, le interesa establecer contacto con Mir Taxi Key”. “Llamada de Canals y don Damián Pla, director del Ferrys al habla. Me interesa el domicilio de Mir Taxi Key, el hombre que fue chófer y animador de los Kas en 1962 y los Turbo en la Vuelta a Cataluña”.
Torres rebuscó en su agenda, pero no encontró la dirección de Mir. “Lanzaré una llamada por radio El Mundo Deportivo, le dije a Damián Pla, y creo que llegará a conocimiento de Taxi Key para que se ponga en comunicación con usted”. “Puede hacerlo y gracias por el servicio”, concluyó Pla, que acto seguido empezó a hablar de algunos de sus ciclistas para la campaña, en especial de un corredor dotado de un talento y un carácter singulares, un cántabro afincando en Catalunya, un corredor de rompe y rasga y un huracán en el pelotón: José Pérez Francés.
Con los años Pérez Francés fue una de las personas que más influyó en la vida de Mir; de hecho fueron varias las veces que coincidieron, en el Ferrys, en el Bic, en homenajes posteriores a su vida profesional, en almuerzos, en charlas, en cenas privadas, en sus domicilios… Iba a empezar entonces una “hermosa amistad”.
Pérez Francés era muy duro de pelar. Mir supo de él en una carrera catalana durante su etapa amateur. En la salida aquel bravucón corredor de origen cántabro amenazaba: “Cuando la carrera llegue a La Garriga ataco y gano”. En efecto, la carrera cruzaba La Garriga y José atacó, pies en polvorosa. Se había acabado la historia: como embebido por el alma de los Segú, los corredores del lugar, el ciclista se hizo tormenta y finalizó la subasta por el primer puesto. Había que pensar en los restos.
Pérez Francés no tuvo una trayectoria excesivamente larga, quizá frenado por el mismo carácter que le hizo célebre, sobre todo aquel día que ganó en Barcelona una etapa del Tour de 1965 escrita desde una rabia y un carácter indomables. Julio Jiménez había ganado en los Pirineos y el señor Felice Gimondi caminaba líder. La etapa partió desde la frontera, en Ax-les-Thermes, para adentrarse por segunda vez en la historia en territorio catalán. El calor ya apretaba a primera hora, gasolina al fuego para Pepe, que surgió en solitario a una temeridad de meta por carreteras humeantes y medio derretidas por la ola de calor.
La leyenda desmentida dice que aquel día Pérez Francés tenía prisa porque su mujer María le esperaba en meta y le echaba de menos. Sea como fuere su silueta entre las torres venecianas de Barcelona, con el Palacio de la Metalurgia de telón de fondo, virando a la izquierda, gesto afectado y mirada encendida, pasó a la historia de las grandes gestas del ciclismo español.
Mir no hizo aquel Tour, su Ferrys no fue de la partida, pero sí se acercó al bar Las Banderas, que regentaba María, en el Paralelo, cuyos adoquines temblaron como un serpentín con el paso del ciclista, presos de la algarabía porque uno de los suyos, un cántabro asentado en Barcelona, estaba ganando una etapa del Tour. El día fue inolvidable y el éxtasis colectivo recordó el de las Voltas de Cañardo y Poblet por la cantidad de gente apostada en la ruta. Un calambre de emoción atravesó la ciudad provocado por el elegante pedaleo de Pérez Francés, quien dos años antes había sido tercero en el Tour, solo adelantado por Anquetil y Bahamontes.
Genio y figura: precisamente tras aquel Tour el corredor declinó la invitación a la cena de gala en París. Discretamente, bajó del podio y se fue en avión a Barcelona con su señora. Los jolgorios no iban con él, nunca fueron, de hecho, pues cuando el Tour volvió a Barcelona muchos años después, en 2009, descartó asistir a un acto en recuerdo de su victoria de aquel día. “Tenía que pedalear como cada mañana”, arguyó, dando plantón a los jefes de la carrera más importante.
Ese reprís jugó muchas veces en su contra: el mismo le valió la expulsión del Tour por atizarle una patada al holandés Pijnen —ahí medió Mir con Goddet para que no lo echaran, pero Goddet, para ser francés, se hacía muy bien el sueco—, el mismo que le hizo perder un Giro que tenía muy cerca de ganar en 1966, el mismo que exhibía para chillar a sus compañeros en la meta, refrescándose tras la etapa, porque no habían respondido como él esperaba de ellos. Con todo, pisó también el podio de la Vuelta, inauguró el palmarés de la Setmana Catalana y fue dos veces campeón de España de ruta antes de colgar la bicicleta. Mir bebió del carisma de Pérez Francés en primera persona, sigue bebiendo de hecho: es de las pocas personas que mantiene contacto regular con el astro de Peñacastillo.
DEP José Pérez Francés.
Imagen: https://www.lesportiudecatalunya.cat/
Ciclismo antiguo
Alpe d´Huez, Indurain, Bugno…
En Alpe d´Huez quedó claro que el Tour 91 era cosa de Miguel Indurain
Igual que el otro día os recordé el simbolismo de la subida al Tourmalet en el Tour 91, y ahora el algoritmo me pone la subida a Alpe d´Huez en el primer Tour de Miguel Indurain.
A diferencia del Tourmalet, aquí la retransmisión es 100% la de Televisión Española, con el recordado Pedro González acompañado por Andrés Pizarro, dos clásicos de los noventa.
Hasta su fallecimiento, Pedro González y su formidable habilidad para no dejar a nadie indiferente en la retransmisión fue un fijo aquellos años, salvo 1992, cuando una accidente le dio protagonismo al chico de la moto, un tal Carlos de Andrés, quien siempre podrá decir que narró la increíble etapa de Sestriere y la crono de Luxemburgo, en 1992.
Pero volvamos a Alpe d´Huez y al grupo de grandes nombres que rodeaban a Miguel Indurain aquella tarde de julio.
En un Tour que no se destacó por tener una gran cantidad de jornadas de montaña, la cima de los 21 virajes quedaba como el principal escollo para Miguel Indurain,
Gianni Bugno lo sabía y tomó el mando durante gran parte de la subida, tentando las opciones de un maillot amarillo en honor a la verdad estuvo imperial.
Aquella jornada fue muy buena en Banesto, hoy Movistar.
A la solidez de Miguel Indurain se le añadía el mejor Jeff Bernard que recuerdo, para mí uno de los ciclistas de culto más evidentes de la historia, y Pedro Delgado, de menos a más, acabando muy cerca de los mejores y en el mismo grupo que Claudio Chiapucci.
La retransmisión es una joya y recuerda lo mucho que se chinaban los narradores en este lado de los Pirineos con la desesperante realización francesa, siempre tan atenta a buscar a los suyos y eso que ese día un agónico Luc Leblanc se dejó la vida para no perder la rueda de los dos mejores.
Imagen: @davidguenel
Ciclismo antiguo
Marchas cicloturistas que peligran, Mathieu Hermans y un avance de Ciclosferia
Mathieu Hermans resultó uno de los grandes velocistas de los 80 e inicios de los 90
Muchos no lo recordarán pero la historia ciclista de Mathieu Hermans fue la de un neerlandés que llegó a España y se buscó la vida en un ciclismo lejano al suyo, sabiéndose buscar un hueco y resultando uno de los mejores velocistas de finales de la década de los 80 e inicios de los 90
Mathieu Hermans llegó a ganar seis etapas en la Vuelta a España y tiene también su premio en el Tour de Francia.
Hoy es uno de los grandes responsables de la firma de ropa ciclista Bioracer y un muy buen conversador de ciclismo de entonces y de ahora.
Con él arrancamos un podcast en el que nos hicimos eco de una de las encuestas que nos gusta lanzar a nuestros seguidores.
❓❓ ¿Cuántas marchas CICLOTURISTAS prevés hacer este año?
🚴♂️ Precio, competitividad, ambiente… ¿son mejores ahora o antes? ¿Por qué?— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 29, 2024
Y es que sorprende que tanta gente no tenga previsto hacer una marcha cicloturista este año.
Bueno, sorprende a medias, porque la deriva de algunas pruebas emblemáticas en manos de empresas que priman el resultado económico a la calidad está empezando a pasar factura.
También aprovechamos para que el editor de Ciclosfera, Rafa Vidiella, nos cuente qué preparan para la Ciclosferia de Valencia, en un par de semanas, y Andrea nos explica lo mucho que pesa la figura de Marco Pantani en la Emilia Romagna más ciclista.
En este capítulo:
0:18 Presentación.
0:58 Entrevista con Mathieu Hermans
29:48 A cuchillo: ¿Correrás una marcha cicloturista este año?
44:42 Rafael Vidiella nos presenta Ciclosferia
1:00:18 La Emilia Romagna, la tierra de Marco Pantani
Ciclismo antiguo
París-Niza 1989, el primer gran Indurain
Con esa victoria en la París-Niza, Miguel Indurain se postulaba en los escenarios grandes
En el baúl del recuerdo, mirándolo ahora, y gracias a la invitación de los amigos de Pedal Vintage, uno se percata del valor que tuvo aquella París-Niza de 1989 para Miguel Indurain.
El mocetón ya había dado algunas claves de su clase, un crecimiento contenido bajo las recomendaciones de reputados médicos que hablaban del portento que estaban cultivando en el inolvidable Reynolds.
El año anterior, 1988, había formado parte del equipo que acompañó a Perico en su Tour, con ese famoso capítulo del Peyresourde en el que empezó a descolgar a gente y casi se quedó solo.
A las pocas semanas ganaría la primera de sus tres Voltas.
Pero el año 1989 fue otra cosa, fue pisar suelo francés y seguir su idilio con el país vecino, donde ya había triunfado en un Tour de la CEE, lo que hoy sería el Avenir.
En esa París-Niza, Miguel Indurain anticiparía cosas que habrían de pasar durante los años venideros.
El inicio en París, lo ganó el prologuista por excelencia, Thierry Marie, pero con Indurain ceca, a cinco décimas de segundo, y por delante de los dos grandes favoritos, Laurent Fignon y Stephen Roche.
El navarro ya había puesto el pie en la carrera y de ahí nadie le apartaría, ni siquiera una mala crono por equipos de 58 kilómetros en medio de una carrera de una semana de duración.
Aquel era otro ciclismo.
Pese a la mala crono por equipos, y eso que Reynolds iba con Gorospe y Mauri, entre otros, Indurain utilizó un par de jornadas consecutivas para de remontarle el minuto veinte que el joven Laurent Bezault, el «nuevo Jeff Bernard» le llamaron, le había tomado al final de aquel test colectivo.
Fueron dos movimientos tan significativos como premonitorios.
En el Mont Faron, Indurain se pone en cabeza del grupo de los grandes desde el inicio, y hace de la preciosa subida a orillas del Mediterráneo el primer gran filtro de la carrera.
Uno a uno, un goteo sin fin tras la estela del ciclista del Reynolds que le sacó los colores hasta el mismo Stephen Roche, el gran favorito, toda vez que Laurent Fignon se había retirado (ganaría en San Remo a los pocos días.
Café para muy cafeteros pic.twitter.com/mDT1mUvCnf
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) April 23, 2024
Al día siguiente, una jornada de media montaña hace el resto. a poco de coronar el Col de Vignon, el vigente ganador del Tour, Pedro Delgado hace destrozo en el pelotón y lanza a su compañero cuesta abajo.
Miguel Indurain cogería al fugado, su futuro compañero en Banesto, Gerard Rué, y entre ambos disparan la diferencia hasta más allá del minuto.
Con el navarro de líder, sólo quedaba defender la renta en el Col d´Eze ante el «hiperespecialista» Stephen Roche quien se queda a 13 segundos de la gesta.
Sin saberlo, había perdido el irlandés ante el inminente monstruo del ciclismo, un poderío latente que en ese 1989 despertó del todo, incluso en el Tour, en un lugar llamado Cauterets.
Imagen: @crstobalcabezas
Ciclismo antiguo
Briançon, Lieja & Valkenburg, las 3 esquinas del ciclismo
Grandes vueltas, monumentos, ciclocross… esto ocurre en Lieja, Briançon y Valkenburg
Hay lugares en el bello globo bendecidos por la naturaleza, la belleza o el azar. En ciclismo hay tres en concreto que beben de su ubicación y extraordinaria tradición. Supongo que podréis añadir alguno más, pero a mi se me ocurren estos tres: Lieja, Briançon y Valkenburg.
La primera la conocéis de sobra, es noticia una vez al año, fijo, cuando no más.
Es la cuna de la decana, la Lieja-Bastogne-Lieja porque era el trayecto que encajaba para que los periodistas fueran y vinieran en tren el día de carrera, siguiendo al pelotón.
Por Lieja además pasa el Tour de forma recurrente, si no es directamente, en tránsito
Por Lieja discurrió incluso una edición de la Vuelta a España y en Lieja se han jugado varios campeonatos del mundo.
Incluso Lieja ha albergado el mundial, recuerdo uno en tiempos de Mariano Cañardo cuando los italianos monopolizaban la contienda.
Luego está Briançon, ahí en el valle, encajada entre Izoard y Galibier, en medio de un océano de cimas con nieves perpetuas, en una encrucijada, cerca de Italia, de Sestriere, la puerta al valle de Aosta.
Briançon y su ciudadela han visto el mismo año el Giro y a las pocas semanas el Tour de Francia
Si no es final de etapa, es ciudad de paso. En el olimpo de los lugares ciclistas, está tocada.
Ciudades bendecidas por el ciclismo: Lieja, Briançon y… Valkenburg.
Aunque si queréis que os seamos sinceros, lo de Valkenburg es rizar el rizo.
Encajada en el Limburgo, la ceja de las Árdenas donde los Países Bajos dejan de ser bajos.
En el corazón de la vieja europa la ciudad neerlandesa es al ciclismo lo que Old Trafford al fútbol, la catedral del circo de las dos ruedas, un idilio del lugar, de la gente y el paisaje con la bicicleta.
Valkenburg tiene por descontado el ciclismo anualmente siendo ciudad de paso, mil veces, y meta de la Amstel Gold Race, la fiesta nacional neerlandesa de la bicicleta y el ciclismo.
Valkenburg ha puesto en el mapa un enclave como el Cauberg, la violenta subida en la que Philippe Gilbert hace estragos, habiendo ganando varias veces la Amstel Gold Race y siendo, incluso, campeón del mundo.
La ciudad del Valkenburg, modesta en dimensiones y población ha sido sede de los Campeonatos del Mundo de ciclismo en carretera cinco veces. Nada más y nada menos.
Cinco mundiales de ciclismo han acontecido en Valkenburg
Viajamos a 1938 y conocemos a marcel Kint, alemán, que se convierte en campeón mundial.
Diez años después, y tres ediciones más allá, por el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial, Valkenburg corona a Alberico Schotte, el belga que sacó petróleo de la increíble rivalidad de Bartali y Coppi, anulados en un marcaje imposible.
Año 1979. Jan Raas, el especialista en la Amstel, saca oro de Valnkenburg que bate al sprint a Thurau y Bernaudeau.
Ya en el 98, Oskar Camenzind, suizo de Mapei, se corona campeón el día que todos miraban a Michele Bartoli bajo el diluvio de septiembre limbugués.
El Tour tambièn ha aterrizado por Valkenburg, dos veces además. Ganaron Giles Delion, prometedor francés, en 1992, y Matthias Kessler, alemán de final infeliz, en 2006.
Pues bien, con este bagaje, con una infinidad de carreras, pruebas y eventos relacionados con las dos ruedas, el Campeonato del Mundo de ciclocross aterrizó hace cinco años en Valkenburg.
Imagen: G.Demouveaux
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