Julian Alaphilippe
Este ciclismo necesita más Alaphilippes
Con Alaphilippe siempre tienes más de lo que esperas
Este post ya lo habéis leído, sí, aquí, en este mal anillado cuaderno, este post sobre Julian Alaphilippe, su don de la ubicuidad, de llenarlo todo, de estar en portada, en titulares, lo habéis leído ya.
Aquí y en otros sitios.
Nos repetimos, lo sabemos, pero es una repetición gustosa, el día de la marmota, con Julian Alaphilippe siempre igual.
Desde que nos pusiéramos en harina el mes de agosto pasado lo dijimos en San Remo, luego en el Tour, donde no sólo gana etapa, viste y pierde absurdamente el amarillo, se pasa media carrera escapado, chupando cámara.
Seguimos por el mundial de Imola, un triunfo rotundo, luego Lieja y el show final en Flandes, cuando precipitó el duelo Van Aert-Van der Poel, antes de estamparse con una moto.
En el Tour de la Provence, Alpahilippe abría fuego en su primera campaña a full de arcoíris escapándose a 70 kilómetros de meta, convirtió una etapa de trámite y final criminal trufado de de rotondas e isletas, en algo para recordar.
Lo hizo a su manera, de atrás adelante, cogiendo el mando a una eternidad de meta, sumando con los italianos Ciccione y Moscon, mareándoles a consignas durante la carrera, con gestitos, sí, gestitos que no pueden ocultar una actuación mayúscula, un rendimiento soberbio.
Les cazaron cuando se olía la línea de meta, pero mientras sus compañeros de fuga eran engullidos hacia atrás, Alaphilippe se mantuvo en cabeza, siguió en tensión hasta cerca de meta y ayudar en lo que fuera a Davide Ballerini, una bofetada ante la precipitación de Arnaud Démare.
La de Alaphilippe fue la guinda a una actuación coral de un equipo en el que todos tuvieron su cuota
Como dijo Juan Carlos García en el balance, salvo Zdenek Stybar, todos brillaron en algún momento, desde los cortes de Lampaert y Cavagna, qué delicia verle rodar, al control de Asgreen y la ayuda de Mauri Vansevenant para su jefe.
Ballerini puso la guinda.
Eso fue el Deceuninck en el prólogo de Provenza, cuando esto no ha hecho más que empezar.
Qué bien le ha venido a este equipo la retirada de Boonen, entendiendo que con el astro belga todos estaban eclipsados, y jornadas como ésta demuestran el porqué de su lidererazgo en el casillero de triunfos.
Queremos más Alaphilippes, con sus defectos, gestos y teatro, corredores que tomen el mando, que acepten riesgos y den mucho más de lo que esperamos
En el ciclismo de la estandarización, el francés es un regalo en medio de a pandemia.
Imagen: ©Billy Ceusters
Julian Alaphilippe
Keys2024 ¿Qué pasa con Alaphilippe?
La figura de Julian Alaphilippe ha quedado en objeto decorativo
La temporada ya empezó en Australia, las cábalas funcionan, todos le damos vuelta a todo, pero nadie habla de Julian Alaphilippe más allá de sus bailes y que fue a ver un partido del Valencia, en diciembre creo.
Sólo hay que ver un poco el documental de Cavendish para ver lo poco que le gusta pagar bien al tito Patrick.
Se vanagloriaba, en el transcurso del Tour 2022, que Mark Cavendish le estaba dando un gran resultado a cambio de un sueldo irrisorio.
El tema del dinero, de los salarios y esas cosas ha sido un tema recurrente en Patrick Lefevere.
No en vano ya lo ha dicho varias veces de Julian Alapilippe, un ciclista sin el cual no podríamos entender la actual estructura del Soudal, un equipo que, ojo, ha perdido auténticos emblemas como Senechal, Cavagna, De Clerq y Jakobsen, ahí es nada.
En el seno del equipo azul sigue Julian Alaphilippe, a quien no conocemos con otros colores que no sean los que llevan Quick Step en alguna parte de la equipación.
Dos años muy malos del francés, no sé si son suficientes para cuestionarnos si algún día volverá a ser quién fue.
Porque la memoria es frágil, y cuando nos acordamos que Peter Sagan fue un poco el maestro en las formas de hacer de la generación actual, omitimos que Julian Alaphilippe también contribuyó a entretenernos a lo grande muchas tardes.
Recordad aquella Amstel que Van der Poel ganó desde atrás, la enloqueció Julian, en estado de dulce, escapado en varias ocasiones y atacando a más treinta de meta para morir en la orilla por su marcaje con Jakob Fuglsang.
Si otras veces, Soudal tenía muchos asideros, esta vez creo que el equipo necesita una versión mejorada del bicampeón del mundo.
El grupo ha perdido talento y ahora estaremos quizá más pendientes de Alaphilippe, cuyos objetivos naturales (Strade, San Remo, quizá Flandes, Lieja, etapas en el Tour y todo eso) ha sido copados por los nuevos nombres.
Y es que casi desde el Mundial de Flandes, de ello hace más de dos años, que no vemos su mejor versión, el perfil de «mosca cojonera» que no se amilana ante los capos actuales y les trata de tú a tú en cualquier terreno, en sus narices, bien sea en Tirreno, en la primera etapa del Tour o el mismo Campeonato del Mundo.
Dos mundiales, más las otras cosas que ha ganado, están muy bien, pero no quiero renunciar a ver al Lou Lou guindilla, a uno de los ciclistas más listos del pelotón, cuyo crédito se acaba cuando «sólo» va cumplir 32 este año.
Julian Alaphilippe
Nadie habla de Alaphilippe ni de lo que Alaphilippe dice
El futuro de Alaphilippe está tan en el aire como el de Soudal
Es increíble lo rápido que ha salido de la escena Julian Alaphilippe, no sé si por el peso y lastre de las lesiones y caídas, si por su mentalización o sencillamente que lo han pasado por los lados, pues cuesta mucho llegar a una carrera en la que se le considere favorito top como hace tan sólo dos años.
Entonces saboreaba las mieles del arcoíris en Flandes, nada menos, tras una victoria sin paliativos con casi todos los cocos en liza, desde Van Aert a Evenepoel, en lo que creo que ha sido su último gran día.
Desde entonces caídas, abandonos, lesiones y un quiero y no puedo, patente en el último Tour, han marcado la trayectoria reciente de Alaphilippe.
Su adquirida invisibilidad se ha hecho patente estos días en los que se rumorea sobre la gran fusión del ciclismo moderno, Jumbo y Soudal.
Todos hablamos de Remco, Roglic, Van Aert y cía, pero casi nadie cita a la otra plana mayor del Soudal, y en especial a Julian Alaphilippe.
En una entrevista que hemos leído, el francés dice cosas muy interesantes sobre su percepción en lo que está ocurriendo.
Consciente que todo son rumores y que veremos qué sucede, Alaphilippe habla de su actual equipo, una estructura histórica del ciclismo que puede echar la persiana.
Comenta que le entristece que sea de esta manera y de forma tan abrupta, y pone en valor lo logrado por los diferentes patrocinadores de Lefevere hasta la actualidad.
Es que nadie ha dominado las clásicas como ellos, pero mucho me temo que al viejo Patrick no le apetece seguir llevando la batuta.
Sobre el futuro de Alaphilippe, todo pende ahora de un hilo, aunque sigue siendo un ciclista interesante si bien el momento en que está sucediendo todo, seguro que le puede implicar un mordisco en una nómina que supongo no será baja.
En todo caso, y llevo algún día pensándolo, ojo la jornada que todo esto se confirme y asistamos al final de una estructura que lo ha sido todo en ciclismo.
Julian Alaphilippe
Alaphilippe siempre es bienvenido
El Dauphiné nos devuelve al Julian Alaphilippe ganador en vísperas del Tour
Hay un ciclista que se transforma como nadie para el Tour y ese es Julian Alaphilippe.
Yo no le veo ganándolo, por mucho que hace cuatro años estuviera ahí, de amarillo, hasta muy al final, sin embargo, que Loulou brille en vísperas de la gran carrera es una buena noticia.
No sé qué futuro le aguarda en el Soudal Quick Step, el monstruo de Remco Evenepoel cada vez deja menos espacio a otros, lo que sí tengo claro es que el Tour sigue siendo de Alaphilippe, aunque parece que poco tiempo, el que queda para que el belga ponga un pie en la «Grande Boucle».
Así las cosas, ha vuelvo a pisar un podio en el Dauphiné, demostrando que en ese flaco cuerpo sigue habiendo un ciclista mayúsculo en todos los registros posibles.
Un corredor que, por ejemplo en el Tour, explota el escenario como nadie, corre contra gigantes, pero como si nada, va con todo y se permite éxitos inolvidables como hace un par de años, de arcoíris.
No elude la batalla, busca las escapadas, firma maillots de la montaña a base de coronar puertos en solitario y siempre acaba ganando una etapa.
A veces incluso hasta cronos, como aquella que logró de amarillo en Pau.
Sucede a veces que, cuando alguien se sabe perseguido por Julian, en un descenso, acaba errando y por los suelos, como aquella bajada, creo que en el Portillon, cuando Adam Yates se fue al suelo porque sabía que le venía Julian, por detrás.
El otro día hablábamos de Pinot en el Giro, sus gestitos, su teatralidad, tan común en estrellas francesas.
Alaphilippe bebe del teatrillo del grimpeur galo en primera persona y perpetúa la especie como Voeckler, Virenque y otros.
En un ciclismo, con cartas muy marcadas, en grandes vueltas en las que los mejores bloquean la acción, como en el Giro, la carrera paralela, la lucha por las etapas, es la salvación.
En ese escenario, Julian Alaphilippe luce siempre, en especial cuando las caídas, percances y averías no forman parte de su paisaje.
Imagen: A.S.O/Billy Ceusters
Julian Alaphilippe
Se extraña el mejor Julian Alaphilippe esta primavera
No hace tanto Julian Alaphilippe era el capo de la primavera
No sé a vosotros, pero a mí Julian Alaphilippe siempre me ha gustado y hasta caído bien.
No es que mire con nostalgia el ciclismo de hace cuatro años, pero sí me baso mucho en lo que teníamos antes de la pandemia para ver el revolcón que ha acontecido en este deporte en tan poco tiempo.
Ese mes de abril Philippe Gilbert ganaba Roubaix y Alberto Bettiol Flandes.
Jakob Fulgsang rodaba muy alto, Peter Sagan seguía siendo favorito a cosas, Alejandro Valverde portaba el arcoíris y Julian Alaphilippe dominaba la primavera.
Y decir dominar no es un eufemismo, es que ganaba donde ponía el pie, al punto de ser el más vigilado en Lieja o Amstel, aquella famosa que se llevó Van der Poel, porque se imponía a todos en todos los sitios, hasta a los velocistas en la Tirreno.
Eso por no hablar con qué solvencia condujo su triunfo en San Remo.
Anduvo tanto Julian Alaphilippe esa primavera que creo casi nunca más volvió a caminar a ese nivel, ni siquiera cuando se propuso alargar su maillot amarillo en el Tour o se hizo dos veces con el campeonato del mundo.
Alaphilippe le ha dado al irisado una proyección bestial, casi única, pues lo ha puesto en fotos tan icónicas como en esa Lieja que pierde ante Roglic por celebrar antes de tiempo.
El año 2022 fue otra cosa, fue la concatenación de caídas y percances tan difícil de digerir que se ha quedado fuera de la clase noble del ciclismo.
Desde la caída de la Strade a la de la Vuelta, pasando por la de Lieja, la que le privó de correr el Tour, Alaphilippe es un quiero y no puedo.
Esta primavera pareció reconducir la cosa, pero le cuesta, no se le ve al nivel de los mismos capos con los que se midió hasta casi matarse en Flandes 2020 o volar en la Strade 2021.
A Julian Alaphilippe los carrerones que estamos viendo esta primavera le van, pero ese salto de cadena que le sobreviene en un adoquinado de A través de Flandes es la muesca más clara de lo que decimos, tiene encima una espada de Damocles que le deja sin opciones cuando parece que va a volver a emerger.
En un escalado de favoritos para Flandes, no le pondría más de dos estrellas al francés, pero en el fondo guardo un deseo en forma que quiero que vuelva a formar parte de la mesa de los mayores, esa en la que tantas veces ha comido y a la que cuesta un mundo volver una vez das un paso en falso.
En el fondo Loulou se hace querer.
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