La Amstel de Tom Pidcock, otro ejemplo de adaptación en tiempo récord
En la resaca de la Amstel, recuerdo en el mundial de ciclocross de hace un par de años que Mathieu Van der Poel completaba a placer vueltas y vueltas en solitario en dirección a su tercer título, cuando alguien en la retransmisión se preguntaba por quién podía hacerle sombra al neerlandés, con Van Aert recuperándose de la caída en el Tour anterior y Tom Pidcock aún lejos de ese nivel.
«Claro, Pidcock podría entrar ahí, pero es que es tan joven, que aún tardaremos en verle delante» vino a decir el locutor, Alix si no me falla la memoria.
Pues bien, en dos años, Tom Pidcock está ahí, es uno más, suma, aporta y conduce carreras como la Amstel el domingo o la Flecha Brabanzona entre semana y no sólo eso, llega y las disputa.
Con 21 años Pidcock no es una excepción en el ciclismo loco que toma el mando
Metro setenta y cincuenta y pico kilos son datos que dibujan un ciclista muy diferente a la media del pelotón, tan alto, tan esbelto.
Pero no, él se ha buscado un sitio certero y real entre los grandes nombres, casi de inicio, siendo, además, el más joven con diferencia entre los que optan a las clásicas.
A la espera de verle debutar en la Vuelta,
Su primavera es un salto adelante sin previo aviso, como sucede en esta generación.
Pidcock comandó el descenso del Poggio con casi trescientos kilómetros en las piernas, una conducción que hizo convencido de sus opciones, poniendo a Ineos en cotas clásicas en las que no acostumbra a brillar.
Aquel día volvió a caer el mito de la edad ante el gran fondo, antes ya habían caído varias barreras.
Tom Pidcock no pudo estar entre los mejores en la Het Nieuwsblad, pero sí al día siguiente, podio en el sprint de Kuurne que gana Pedersen.
La velocidad del pequeño Pidcock, esa chispa arrancando, sabiendo con quién se mide, despierta pasiones en el cálculo watios por kilo
Por que el pequeñín no se arruga.
Miembro de la escapada real de la Strade, lo de la Flecha Brabanzona fue para mear y no echar gota, corrió constantemente delante, arriesgando, sacando los colores a los rivales, enfilando a Van Aert y Trentin, tras proponer el ataque definitivo.
Lo mejor fue verle ganar al belga en meta, algo que no habríamos afirmado a simple vista.
Pidcock hizo todo en la preciosa carrera de los alrededores de Lovaina, el corte bueno, insistió y ganó.
Casi lo repite en Amstel, pero aquí fue Van Aert quien le tomó la iniciativa.
La llegada entre ambos puso a trabajar la photo finish como pocas veces recordamos, quizá Flandes el año pasado, una etapa del Tour entre Kittel y Coquard…
Pidcock fue un gigante en la competición y la derrota
«Llegando al sprint, me aseguré la rueda de Van Aert. Él era el más rápido, le di una pequeña ventaja, pero a 300 metros empecé a remontar, cerré el hueco pero no fue suficiente»
Para quienes vieron fantasmas en ese desenlace, es cierto que la imagen congelada le da el triunfo al inglés, Pidcock fue claro: «No puedo discutir contra la photo finish«.
Ahora en Árdenas, le apreciamos como un caballo entre las cuatro y cinco estrellas, coqueteando en vibraciones con gente como los eslovenos o el renacido Valverde.
Eso es ir mucho para un ciclista de 50 kilos raspados que en Navidad también estaba en refriegas del ciclocross.