Ciclismo
Esta Vuelta ya sólo la puede perder Primoz Roglic
Moncalvillo, como hace 4 años, decanta la Vuelta a favor de Roglic
Cálculos, frialdad, paciencia, cuitas varias, después de dos semanas de contumaz recorte sobre las diferencias de Ben O´Connor, después del disgusto de la escapada del australiano, después de comprobar que los nombres de Red Bull quizá no estaban en su prime, Primoz Roglic domina la que debe ser su cuarta Vuelta Ciclista a España.
No digo que la ha ganado, por la normal prudencia que impone Picón Blanco, pero está claro que sigue siendo el rey.
Lo es a 48 horas de llegar a Madrid, con una crono final para certificar sn privilegiada situación, por si alguno de sus rivales le moja la oreja en el etapón burgalés.
Aunque en el inicio de carrera, Patxi Vila jugó al despiste, comentando que igual mejor otros tenían que endurecer la carrera para sacar a O´Connor del podio, esta vez Red Bull- Bora sacó toda la artillería.
Antes de Moncalvillo tiró y tiró con el afán de no dejar nunca la fuga marchar al tiempo que iba desgastando a los rivales.
Luego la subida final, que como hace cuatro años nos dejó un excelente sabor de boca.
Lo recordaréis, aquel mano a mano entre Primoz Roglic y Richard Carapaz, con la luz de una tarde de octubre iluminando los ciclistas en meta, en una llegada excepcional para aquella Vuelta de la pandemia.
Esta vez no hubo mano a mano, en esta ocasión hubo un doble golpe de mano, el de los Red Bull afinando el grupo de los mejores hasta que lo cortaron con la simple acción de descolgar uno del treno, en esta ocasión Floria Lipowitz y pillar a Ben O´Connor, Enric Mas y Richard Carapaz a por uvas.
Por delante, Roglic a rueda de Vlasov, por detrás el vacío, la eternidad, el vacío.
Roglic les tomó unos segundos que se convertirían en medio minuto poco más arriba.
Cuando Enric Mas salió a por él, un ratillo después, estaba claro que el mallorquín no corría por coger a Roglic, era materialmente imposible, ya corría para sacarle la mayor cantidad de tiempo a Ben O´Connor, en la lucha por la segunda plaza.
Esta Vuelta, como decimos sólo la puede perder Primoz Roglic, vamos a tener otro año esloveno en las grandes vueltas, y van unos cuantos, pero esta vez con pleno incluido: Giro-Tour-Vuelta.
Si esto sucede ya tendremos al mejor ciclista de la historia de la Vuelta Ciclista a España, Primoz Roglic, ganador de cuatro ediciones en cinco años, descolgando a Rominger y Contador, igualando a Roberto Heras, pero con mejor palmarés en etapas y demás.
Nunca des por muerto a Roglic, ni siquiera en sus momentos más bajos, porque siempre resurge, incluso cuando su posición parece frágil.
Ni una de sus versiones más dubitativas de los años recientes ha dado opción a los rivales.
Imagen: Unipublic
Ciclismo
Giro Lombardía: Como es la meta por excelencia
La llegada de Lombardía en Como me parece más bella que la de Bérgamo
La foto que ilustra este artículo no es del Giro de Lombardía en Como y sí del de Italia, de hace cinco años, cuando la etapa acabó en el zurrón de Dario Cataldo ante Mattia Cattaneo, en los tiempos que éste corría en el Androni.
Pero la estampa sirve para ilustrar por que creo que el final en Como me parece el perfecto para el último gran monumento, incluso por delante de Bérgamo.
Cierto es que el Giro de Lombardía ha empezado y acabado en muchos sitios antes de esta alternancia entre Como y Bérgamo.
Recordamos hace un tiempo, por ejemplo, el sexto triunfo en la carrera que Coppi no logró en el mismo Vigorelli milanés por culpa de Darridage.
No conozco Bérgamo, aunque puedo imaginar la elegancia de su ciudad alta, un lugar mágico, como una buena parte de cascos históricos en Italia, ideal para acoger el desenlace de las hojas muertas de Lombardía por el recorrido de sus murallas.
Como sin embargo me parece el LUGAR por excelencia para esta carrera, tanto en lo deportivo como en escenario
En el último aspecto, cualquier lago del norte italiano es una delicia en este tiempo de cambio, pero es que el de Como sabe lucir como pocos, en un recorrido con una escenografía que ha llenado grandes filmes.
Un sitio de una belleza que abruma e intimida, como telón de fondo de una competición de las grandes, de las que para el país y en especial una cuna como es la región del norte italiano.
Grandes emblemas del Giro de Lombardía se sitúan en los alrededores del lago de Como.
Saliendo de su orilla, empiezas a subir hasta oír las campanas de la iglesia del Ghisallo al paso de los ciclistas, con los bustos de los grandes vigilantes y el museo del ciclismo al lado.
El lugar rezuma ciclismo e historia, eso que los italianos saben vender y envolver como nadie.
Un poco más allá Sormano es el muro que deja el grupo pelado antes de escenarios históricos como San Fermo della Bataglia y Civiglio, dureza, pasillos humanos, kilometraje inhumano y criba definitiva.
Por cierto, que esta vez si Pogacar gana su cuarto Lombardía lo hará con San Fermo dell Bataglia como escenario único en los alrededores de Como, esta vez no hay Civiglio, lo que acerca Sormano a la meta.
Acabar al cerca del lago, de la catedral, de ese precioso y pequeño casco antiguo es la guinda a un espectáculo que aúna deporte, historia, turismo y escenario como pocos.
Por último, y aunque Lombardía haya sido el monumento que más varíe su recorrido y emblemas, mantener iconos como Ghisallo, relativamente cerca de meta es clave para que la carrera mantenga inalterada su grandeza.
Ciclismo
El casi trébol de arcoíris de Mathieu Van der Poel
Con el de gravel, sólo le queda el arcoíris de MTB a Van der Poel para cerrar el círculo
Lo que vimos en el mundial de gravel en Lovaina me parece el anticipo de lo que va a ser la campaña de ciclocross en unas semanas: Mathieu Van der Poel batiendo a belgas, aunque esta vez por el arcoíris de gravel.
Lo comentábamos ayer, fue curioso que en el mundial de gravel y la Paris-Tours que frecuenta caminos de tierra entre viñedos coincidieran en la fecha y de paso la cita flamenca que quitara alguna estrella a la centenaria carrera francesa.
En todo caso no deja de ser el tercer maillot arcoíris en otras tantas disciplinas para Mathieu Van der Poel desde que se calara el de carretera en Glasgow, agosto del año pasado.
En este periodo, Van der Poel renovó por aplastamiento su título en ciclocross, situándose a uno para ser el mejor de todos los tiempos y ahora éste de gravel, que tarde o temprano debía caer de su lado sabedores que era el primer corredor en el que todos pensábamos cuando la competición irrumpió en el mundo del gravel.
La carrera de Lovaina, leo, porque no he podido verla, ha ofrecido esa estampa tan de mundial de ciclocross, de un maillot orange entre las celestes belgas, si bien hay voces que hablan de «Alpecines» muy proclives a echarle una mano al campeón final.
Aunque pueda existir cierta labor de equipo, en el gravel, las cosas acaban siendo siempre a título individual, y Van der Poel se fue haciendo la cena plato a plato desde bien lejos, dejando atrás corredores hasta quedarse solo con Florian Vermersch.
No sé si le vendría el fantasma de las Navidades pasadas o no, pero escaparse con el belga, le supondría un extra de emoción por aquella París-Roubaix, muy similar a la París-Tours del año pasado, en la que el mismo Florian y Sonny Colbrelli le dejaron tercero en el sprint del velódromo.
El arcoíris de gravel tiene un valora hoy muy testimonial, sin casi calendario para lucirlo, más que nada por que se centra en la carretera, pero veremos si en el futuro el hecho de Van der Poel sea campeón, como lo fue Mohoric o Gianni Vermersch, supone una carga de prestigio para la competición.
Van der Poel ya tiene un casi trébol, le falta el mundial de MTB, modalidad que ha arrinconado en cierta medida, quedándose a uno de las reinas Pauline Ferrand-Prévot (oros en MTB, ciclocross, ruta y gravel) y Marianne Vos (oros en pista, ciclocross, ruta y gravel) porque a Mathieu no le veo en un velódromo que no sea el de Roubaix.
Imagen: Alex Whitehead/SWpix.com – FB UCI
Ciclismo
Laporte, en la París-Tours para los álbumes
La Paris-Tours de Laporte puede ser la carrera más icónica de la temporada
No es la primera vez que utilizo este mal anillado cuaderno para explicar la admiración que me produce la mal llamada París-Tours, por salir de la bellísima filigrana gótica de Chartres y no de París, su historia y esta edición en el bolsillo de Christophe Laporte.
Curiosamente, en el mismo día del Mundial de gravel hemos visto más porquería y barro en los caminos de viñas de Tours.
Una carrera que desde lejos sabíamos que iba a ser resultona y nos dio una excelente tarde ciclismo, ya en octubre, contando los días para que la temporada eche la cortina.
La victoria de Christophe Laporte en esta París-Tours es la redención a una temporada muy extraña para el francés, y por ende para su equipo.
Ausente en las grandes citas de la temporada, inédito en el Tour, la carrera que se le había dado a las mil maravillas años antes, sin opción para defender el título europeo, al menos le cae una de las clásicas más prestigiosas pero más desprestigiadas de la campaña.
Ganar la París-Tours debe ser un premio enorme para cualquier ciclista francés que esté medianamente versado en historia de ciclismo, como creo que es el caso de Laporte.
Grandes velocistas de todas las épocas llenan las casillas de sus 119 ediciones, en un clásico renovado que ha sabido encontrar, yo creo, el tono adecuado, pues los famosos «chemins de vigne» le han renovado el atractivo a una carrera en evidente declive a pesar de ofrecer uno de los finales más emocionantes del año en la avenida de Grammont.
La victoria de Laporte volvió a mostrarnos un ciclista que bien alienado es un puñal táctico para los rivales.
El francés juega como nadie su balance entre rodar fuerte y sprintar muy bien para adjudicarse pocas pero muy buenas victorias.
Esta vez en especial saco petróleo a la inexplicable táctica del Lidl con Mads Pedersen jugando a Pogacar muy lejos de meta y quemando sus opciones.
Dejarle al checo Mathias Vacek la tostada de jugársela con el francés del Visma fue demasiado en una jornada que, como la Roubaix de hace tres años, pasará a ser icónica y recordada en ese libro de carreras sucias y heroicas que cada vez menos episodios nos ofrece.
Que los ciclistas lleguen irreconocibles, que el barro se adueñe de la foto, que lleguen como los de antaño.
Todo eso, mola.
Imagen: A.S.O./Gautier Demouveaux
Ciclismo
Pogacar habría ganado la Vuelta pero…
La Vuelta ya es de lo poco que le queda por ganar a Pogacar
En la cada vez más certera y reiterada comparación entre Tadej Pogacar y Eddy Merckx, es sin duda el ciclista que más se ha aproximado al belga, incluso más que Hinault, hay una cosa que sucede con el esloveno que sucedió con Caníbal, y es que podemos relatar su palmarés comentando aquello que aún no ha ganado, entre otras cosas la Vuelta a España.
Es curioso que el idilio de Pogacar con las carreras de tres semanas empezara hace cinco años en la Vuelta a España, en la antesala del Covid, aunque marcando las pautas de lo que sería su futuro inmediato y no haya vuelto a esta carrera.
La jornada aquella de Gredos, atacando a más de 30 de meta, para asaltar el podio y llegar solo a meta, fue la carta de presentación de este corredor, que con ecasos veinte años se batía con Alejandro Valverde y Primoz Roglic, casi nada.
Pogacar pisó su primer podio en la Vuelta 2019, fue tercero y desde entonces acumula otros seis podios más, de ellos tres victorias y dos segundas plazas en el Tour más el Giro que ganó en mayo.
Así las cosas, la Vuelta a España aprece como la grande que le falta al mejor talento que hemos visto nunca.
El trofeo de la grande española se une a la Milán-San Remo y la París-Roubaix, si nos centramos en lo más vistoso del cilcismo, sin perder de vista la corona olímpica y alguna vuelta de una semana como Itzulia, Suiza o Dauphiné.
Lo demás Pogacar ya lo tiene.
He leído a mucha gente, por eso, incluso en nuestro podcasr Antonio Alix lo dijo convencido, que Pogacar habría ganado la Vuelta con una pata.
Es posible que eso fuera así, pero yo no lo veo tan fácil.
Para empezar en un deporte más que centenario, nadie ha ganado las tres grandes el mismo año y que Pogacar y los suyos no se lo plantearan tras el Tour seguro que tiene base firme.
Entre la victoria en Francia y la siguiente carrera. en Quebec, pasaron casi dos meses sin competir para el esloveno, una dosificaicón que muchos no tienen en cuenta pero que seguro influye en su rendimiento estratosférico.
Correr las tres grandes para ganarlas fue una ocurrencia que puso muy de moda Oleg Tinkov hace unos diez años y nadie ha tenido opción a hacerlo.
Sepp Kuss el año pasado corrió Giro, Tour y Vuelta, ganando la última, y nunca más le hemos visto al mismo nivel.
Una cosa es decir que se puede ganar la Vuelta fácil, más viendo el nivel que ha tenido, y otra hacerlo y gestionar los costes en el futuro.
Si Pogacar y los suyos no se lo han planteado, por algo será.
Imagen: ©PHOTOGOMEZSPORT 2019
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