Ciclismo antiguo
Esos momentos que el ciclismo fue surrealista
Publicado
2 años atrásen
Por
Iban Vega

Ahí van unos buenos capítulos de ciclismo surrealista
Ciclismo surrealista es aquel ciclismo que en el marco de lo oficial nos deja el sabor de boca de los grandes momentos y la incredulidad de un niño.
Situaciones que nos ponen las manos en la cabeza y nos dejan en escorzo en el sofá, que trepan como bichos virales por las redes y llegan a manos de gente que no tiene porqué ver ciclismo.
Ahí están escenas dantescas como la de Nairo, Valverde y Landa dándose cremita en el bus, bajo la mirada de Eusebio, diciendo que todo bien, que todo perfecto.
Aquello acabó con masaje.
Los vídeos los carga el diablo, que se lo digan a Alberto Contador que colgó aquel tras la salida de cadena de Andy Schleck en Balès, de aquello no sacamos nada en claro, pero lo más importante, aún no sabemos si vio o no al luxemburgués saltando la cadena.
Mikel Landa y su acordeón, con cara de niño bueno, la que no puso cuando le pegó un hachazo al rodillo durante el confinamiento.
En la retina queda la historia entre Leonardo Sierra y Ramontxu González Arrieta en la primera Vuelta de septiembre, allá por el 95.
Tras una caída en el seno del pelotón ambos se enzarzaron en una pelea que parecía de mástiles meneados por el viento, una imagen que llenó diríamos que miles de zappings por años y años.
Como también lo hizo el recto de Lance Armstrong antes de la curva donde Joseba Beloki se destrozó, la toma del helicóptero del tejano volviendo a la carretera metros más abajo fue la muestra tangible del ángel que le llevó de la mano esos años que han quitado de los anales.
El americano también dejó sello aquella vez que salió, con las cámaras ahí presentes, a devolver a Filippo Simeoni al pelotón
Aquello era surrealismo y un insulto a la audiencia.
Sobre el italiano pesaba la ruptura de la omertá para el americano, que mucho tiempo después admitiría que aquellas imágenes eran dantescas, una vergüenza, la plasmación de ese rumor que habla de silencios cómplices en el pelotón.
En todo caso a Lance Armstrong le llovieron los reproches de un italiano y no de Simeoni exactamente, y sí de Marco Pantani por dejarle pasar primero la meta del Ventoux
Volviendo sobre tomas imposibles, aquella de Thomas Voeckler bajando de amarillo por el patio de casa de una familia italiana por que el francés, que no bajaba tan mal, hizo un recto mientras perseguía a Cadel Evans y Alberto Contador.
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Eso fue el 2011, el Tour que Alberto Contador corrió pero que no figura en la estadística por la sanción que se estaba gestando para ese otoño.
Entonces en el Saxo Bank, a Contador le tocó competir con algún aficionado corriendo disfrazado de cirujano y jeringuilla gigante en mano.
Son esas cosas que hemos visto de vez en cuando, que también le tocó al propio Armstrong, y que se pasó de madre cuando a Froome le arrojaron orín a la cara.
Fue una época en la que los «guiñoles» franceses hacían mella en ese lema tan instalado hace diez años de «soy español a qué quieres que te gane».
Espectadores incautos e indeseables los ha habido siempre, algunos rozando la tragedia, como este «fotógrafo» en Flandes…
En todo caso, que haya gente corriendo con los ciclistas es algo tan antiguo como peligroso.
A veces no se mide bien y sucede que el ganador de Alpe d´ Huez atropella a un crío cuando las rampas del coloso de los Alpes empezan a suavizar.
A Guiseppe Guerini no le arruinaron la imagen de cruzar Alpe primero, pero aquel imbécil midió mal, pues veía a través de la cámara, y provocó un susto cojonudo al ciclista, sus patronos y espectadores.
Alpe d ´Huez es circo de barbaridades, como el ambiente onírico de las bengalas, hace un par de años, del que salió Vincenzo Nibali por los suelos.
Que un espectador condicione el desenlace es algo clásico, como en el Monte Zoncolan, cuando a Manuel Bongiono lo apearon de la bicicleta y de la estela de Michael Rogers.
Los colapsos en la ruta son habitual en el Tour, Chiapucci pidiendo a las motos que le dejaran pasar en Sestriere o Chris Froome corriendo Ventoux arriba, corriendo a pie, por que su bicicleta se había roto por chocar contra unas motos atascadas por la cantidad de gente en la ruta.
En esas que en Colombia siguen creyendo que Fabio Parra no ganó el Alpe d´ Huez a causa de las motos, fue en el Tour de Perico.
Y acabamos este incompleto viaje en San Juan, allí donde vimos a Tom Boonen meter los pies en un caldero de hielo, a Vincenzo Nibali regalarle una cuchilla para afeitarse las piernas a Peter Sagan y Ijko Keisse hacer una gracieta de mal gusto con una camarera.
En fin, que el ciclismo surrealista nunca nos lo acabaríamos.
Gracias a Jordi Escrihuela, por refrescarnos la memoria
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Ciclismo antiguo
Tour 1983: Cuando Perico fue el loco de los Pirineos
Publicado
11 horas atrásen
2 de julio, 2022Por
Iban Vega

En ese descenso Perico revolucionó la imaginería del Tour 1983
Aquella bajada del Peyresourde en el Tour de 1983 fue un icono, al punto que llegó a inspirar hasta cuadros perfilando a Perico dándolo todo cuesta abajo, al punto que le llamaron el «Loco de los Pirineos».
En castizo francés: «Le Fou des Pyrénées».
No hace mucho vi una fotografía de Perico con Philippa York, su nombre actual, aunque hace casi cuarenta años, era el de Robert Millar.
Cuántas historias firmaron estos dos, cuántas veces se cruzaron aunque si hubo una sonada fue ésta, en el Tour de 1983, cuando Robert Millar le rebañó una etapa de antología a Perico.
Una jornada que fue de Pau a Luchon por el círculo de la muerte de los Pirineos aunando Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde, para acabar, como tantas veces en Luchon.
Una de esas jornadas de antes, que quisiéramos revivir ahora.
Sea como fuere aquello fue brutal, bestial, casi 200 kilómetros corridos a cuchillo merced al primer acelerón de los colombianos, ya en el Aubisque, dando las primeras pinceladas del infierno que se avecinaba.
Luego en el Tourmalet, Patrocinio Jiménez aguantaba en cabeza con un Robert Millar que olía la pieza.
El escocés no dio más de un relevo en condiciones, sabedor que lo importante estaba por llegar.
Montaba ese día un cuadro que fue el primero con piezas de carbono en ganar una etapa del Tour un cuadro que, no hace mucho, vimos en un hotel de Flandes que recomiendo a quien quiera sumergirse en el ciclismo de todos los tiempos, el Flandrien Hotel.
Millar se escapó solo en el Peyresourde y emprendió el descenso hacia Luchon.
Lo hizo con 35 segundos sobre Perico que venía de dejar atrás al que acabaría siendo ganador de aquella carrera, el rubio Fignon, entonces un buen ciclista, joven y prometedor que, de repente se vio con dos Tours y toda la vida por delante.
Una vez fijadas las posiciones en la cima del Peyresourde, vino esto…
Pedro delgado, alias le Fou des Pyrénées (Tour 1983).pic.twitter.com/zoofTbm4zh
— David Guénel (@davidguenel) May 2, 2022
Con un riesgo que excedía toda norma, Perico se acoplaba, sin casco, a pelo hacia la parte delantera de su manillar, con la barbilla por delante, la mirada en la siguiente curva y todo el valor del mundo.
Le faltaron al bueno de Perico, 23 años en su bautismo internacional, seis segundos para dar caza a Robert Millar, haciendo de esa etapa del Tour de 1983 la primera página de un libro que recoge una de las grandes rivalidades de tiempos recientes.
Ser el loco de los Pirineos no le valió a Perico ese día, pero su estampa hizo fortuna, demostrando que no todo es ganar, también hay que marcar y emocionar, cosas que a Pedro se le dio muy bien siemore.
Ya sabéis, a los pocos días sería segundo en el Puy de Dôme.
El ciclismo español entraba en la modernidad.
Imagen: FB Movistar Team
Ciclismo antiguo
Angel María de Pablos: «Fignon me dio una entrevista en español sin problema»
Publicado
3 días atrásen
29 de junio, 2022Por
Iban Vega

Al habla Angel María de Pablos con Pello Ruiz Cabestany sobre las sutilezas de la narración ciclista
En los días más duros del confinamiento por el Covid, hace más de dos años, las reposiciones de ciclismo fueron uno de los momentos más esperados de la jornada, un instante que aguardábamos cada tarde y que nos llevaba, entre otros sitios, a los años ochenta con la voz de Angel María de Pablos.
Para muchos fue un descubrimiento, una voz radiofónica en Televisión Española, perfectamente modulada y cargada de poesía que nos narró el primer ciclismo que recordamos.
Angel María de Pablos y Pello Ruiz Cabestany, ciclista por aquellos años, nos ayudan a reconstruir la vida del narrador de las Vueltas de Pino, Perico, Belda Hinault y Marino.
Cabe recordar que Angel María de Pablos empezó como redactor de ciclismo del Norte de Castilla, en el Trofeo Virgen del Carmen, en su provincia de Valladolid.
Ha pasado mucho tiempo, tanto que sólo cabe recordar que aquel día compitió un tal José Pérez Francés, del que hablaban maravillas, pero que no era profesional aún.
Era entonces un chaval que casi no había cumplido la mayoría de edad y ahí empezó, contando el ciclismo en vivo y directo desde el coche.
Con Angel y Pello, transitamos, por las sutilezas de la narración ciclista, una habilidad de la que el periodista vallisoletano hizo un arte que despertó el interés del mismísimo Miguel Delibes.
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Ciclismo antiguo
Tres de los ciclistas muertos en la Primera Guerra Mundial ganaron el Tour
Publicado
4 días atrásen
28 de junio, 2022Por
Iban Vega

Recordamos alguno de los ciclistas que perecieron en la Primera Guerra Mundial
El día 28 de junio de 1914 se marca como la primera jornada de la Primera Guerra Mundial, una máquina de destrozar generaciones y sueños de la que los ciclistas no fueron ajenos.
Mucho menos divulgada que la segunda, aquella conflagración fue una barbarie tan grande y tan mal resuelta que dio origen al segundo capítulo, veinte años después en unos de los ciclos más horrendos y espeluznantes de la historia de la humanidad.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa a manos de un estudiante nacionalista serbio abrió la veda.
Luego los imperios centrales entrarían en conflicto con las naciones aliadas dándose diversos escenarios al mismo tiempo donde perecieron millones de personas en batallas interminables e irresolutas.
Años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, el Tour había nacido con salud, fervor y los primeros grandes ciclistas de la historia
Los nuevos tiempos cabalgaban en bicicleta, ese elemento ya menos exótico que pasó de pulular por las ciudades a estructurar competiciones y apuestas integrales donde grandes diarios se lo jugaban todo a eventos deportivos.
Así nació el Tour y así crecieron sus primeros héroes, dándose la circunstancia de que tres de los ciclistas pioneros de la carrera acabarían sus días en el fragor de la Primera Guerra Mundial.
Hablamos de la terna formada por Lucien Petit-Breton, François Faber y Octave Lapize.
Entre los tres escribieron el palmarés del Tour desde 1907 a 1910 y los tres encierran historias de excepción.
El nombre real de Lucien Petit-Breton fue el de Lucien Georges Mazard, si bien pasó a la historia, incluso al palmarés del Tour con el apodo de pequeño bretón.
Hablamos de un excelente pistard de la época, que vivió tiempo en Buenos Aires y que pudo batir el récord de la hora en el mítico velódromo parisino de Buffalo, el mismo lugar donde Henry Desgrange lo fijó por primera vez a finales del anterior siglo.
Petit-Breton superó los 41 kilómetros en sesenta minutos antes de ganar el Tour por doble ocasión, siendo el primero en lograrlo en la historia.
Durante la I GM, en 1917, sería herido en las contiendas de Vouziers, el lugar donde falleció un piloto llamado Rolland Garros.
Al poco tiempo, fruto de las heridas fallecería en el hospital de Troyes.
François Faber fue luxemburgués, el primero en ganar el Tour esta carrera antes del legendario Nicolas Frantz.
Faber ganó la edición de 1909. En su condición de no francés estuvo adscrito a la Legión Extranjera de Francia tomando parte en la Batalla de Artois, en el norte del hexágono, no muy lejos de Roubaix.
Allí, en 1915, fue informado de que iba a ser padre, pereciendo en el momento de la celebración de la nueva en la trinchera.
Una bala alemana le dio muerte.
Un fatal descuido que le impidió conocer a su niña.
Autor de la famosa frase de “sois unos asesinos” fruto de la primera travesía pirenaica del Tour entre lobos acechantes en las cunetas, Octave Lapize había ganado la edición de 1910.
Sargento del ejército francés, pereció en Pont-à-Mouson en 1917 durante un combate aéreo.
En su epitafio se puede leer: “Muerto por Francia”.
Ciclismo antiguo
Tour 1985: La prioridad siempre fue Hinault
Publicado
6 días atrásen
26 de junio, 2022Por
Iban Vega

Así fue el Tour 1985 de Hinault, el último ganado por un francés
Cuando Bernard Tapie ideó La Vie Claire y envió una oferta a Greg Lemond, nunca escondió otro objetivo que el Tour de 1985 iba a ser para Bernard Hinault.
Tras dos años de dominio del insolente parisino, Laurent Fignon, infringiendo dolorosas derrotas al que había sido su mentor, en especial en el Tour del año anterior, era el momento para que Hinualt acudiera raudo a su cita con la historia, pues el de 1985, iba a significar su quinto Tour.
Hinault quería silla en la mesa de Merckx y Anquetil en una gesta que es el mito del ciclismo, los cinco Tours
Hablamos de una dificultad tal que, desde entonces, sólo Miguel Indurain se ha sumado a la fiesta, y vamos camino de los cuarenta años de esta efeméride.
En todo caso nunca se escondió que 1985 era el quinto turno de Hinault en la carrera francesa.
Así se le hizo saber a Greg Lemond, quien habría de dar un paso al lado en el liderato y dejar al ídolo bretón llevarse los honores con una condición, que al año siguiente Bernard le devolviera el favor a Greg.
Todos sabemos lo que sucedió en el Tour de 1986, icónico, antológico y maravilloso, pero poco se recuerda del anterior.
Y es que hay en la vida una cosa que se llama juventud que cuando entra en brillo, todo lo demás languidece.
Eso se debió pensar viendo a Hinault yendo a menos según avanzaba la carrera hacia París.
Cada vez más justito, Hinault demostraba problemas para estar con los mejores, al tiempo que Lemond iba preguntando ¿qué hay de lo mío?
En la famosa etapa de la niebla de Luz Ardiden que gana Perico, Hinault va con lo justo.
Lemond se ve en cabeza con Chozas y Roche con su líder a un minuto.
El americano ve el panorama y pide permiso para ser más activo en el corte, la respuesta es tajante, desde el coche Paul Koechi, el director de la historia que más sapos ha debido tragar, le dice que ni se le ocurra .
Al día siguiente, en la mini etapa del Aubisque que gana Roche, la historia se repite, la respuesta es la misma.
«Greg, te jodes, pero no»
Bernard Hinault iba atufado, al punto que de aquellos días surgió aquella curiosa «amistad» con Lucho Herrera y la complicidad de ambos en carrera.
Lemond obedece porque no le quedan más opciones, tiene la promesa de Hinault: «Tras el Tour de 1985, te ayudo a ganar el siguiente«.
Una promesa de campeón es complicada de tragar y Lemond nunca tuvo claras esas intenciones, de hecho a los hechos nos remitimos.
«El año que viene volverá Fignon -por desgracia tardaría más en regresar- y si él está Hinault no querrá quedarse fuera» dijo Lemond, medio convencido de la promesa de su compañero.
En todo caso, que Hinault ganara ese Tour tiene hoy su relativa importancia, pues estaríamos un año más cerca de la última victoria francesa en el Tour.
Imagen: Reddit


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Antonio
29 de noviembre, 2020 En 11:12
Qué bazofia de publicación.
Y no se puede redactar peor. Vuelve a la básica.