La quinta plaza de Enric Mas en la Vuelta es un resultado de doble filo
Cuando hablamos de Enric Mas en la Vuelta o en el Tour se nos olvida una cosa que resulta obvia a la vista, pero invisible en las interpretaciones: lleva el maillot blanco.
En España lo hizo de pleno derecho, en Francia por que el titular de esa prenda, Tadej Pogacar debía priorizar el amarillo, e incluso también tendría el «polka jersey».
El problema de Enric Mas, y en esta Vuelta muchos lo han comentado, es la vorágine de jóvenes que ha tomado el ciclismo de rehén, consiguiendo que un ciclista de 25 años parezca arroz pasado, una sensación que es tan tangible como injusta, pero que se ha impuesto en los últimos dos años.
En el balance de Enric Mas cabe por eso ser cuidadoso, como se dice habitualmente somos muy dados a subir y bajar de pedestal corredores que son personas con una velocidad que coquetea con lo obsesivo.
Ni Enric era tan bueno hace dos años, cuando fue segundo en una Vuelta que supo gestionar a la perfección, ni va tan estancado hoy, siendo quinto.
En cualquier trayectoria deportiva, la línea recta es la excepción, en el trazo hay subidas y bajadas, distorsiones que merecen ser matizadas.
En caso del mallorquín, el quinto puesto de la Vuelta es un mal resultado aislado, pero no tanto si lo ponemos con el quinto del Tour.
Si en Francia la sensación fue la de un corredor que sabe sacar la cabeza en la tercera semana, que va a más, mientras otros acaban hincando la rodilla, en la Vuelta, Enric Mas pareció no progresar en la misma dirección olvidándonos que era la primera vez en su vida que corría dos grandes vueltas el mismo año.
Hablando de la Vuelta, lo cierto es que Mas nunca pareció una amenaza para los primeros.
Su proverbial motor diesel le juega malas pasadas en llegadas tipo Arrate o Laguna Negra frente a ciclistas de rush final tipo Roglic, Martin o Carapaz.
El problema es que con un sistema de bonificaciones como el actual eso abre una sangría en su contra de segundos y segundos que en el ciclismo actual suponen una losa, ya lo vemos, estamos en las diferencias más pequeñas de la historia, que parecen nimias pero son muros infranqueables, para sacarle medio minuto a tu rival hay que echar instancia, los puertos duros, tipo Angliru, no permiten abrir grandes distancias, las llegadas al sprint en subida, dígase Arrate, se llega en grupo, y en las etapas de dureza encadenada, los grandes equipos le pasan lija a los rivales.
Medio minuto hoy es un mundo.
Ese motor diésel que tanto le sirve en el gran fondo queda penalizado en esas etapas que si un día salva, podrá aspirar a más en la semana final.
Pero para ello hay que tener la frescura que Mas lució en Francia y no apareció en este lado de los Pirineos.
La crono de Ézaro y la Covatilla en tono menor demostraron que el balear iba pidiendo la hora, y no pudo disputarle la cuarta plaza a un ciclista veterano pero nuevo en estos niveles como Daniel Martin.
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A todo ello se le añade la actitud y lo que transmite el corredor, Enric Mas será un ciclista que bien pulido podrá dar más de sí, pero su carisma está lejos de iluminar, cada uno es hijo de su padre y su madre y el carácter viene de serie, pero la gravedad que transmite en cada palabra que suelta frente a un micro no es el mejor aliado.
Al menos le honra pedir perdón y recular, cuando es necesario, como cuando dijo que una etapa de 230 kilómetros no era necesaria, y cuando no lo es tanto, como cuando se disculpó por no ganar en el Angliru.
Cuando sales a jugar la derrota entra perfectamente dentro de lo posible.