Ciclismo antiguo
Estos clasicómanos dominaban cuando la EGB
Esos clasicómanos de los ochenta eran rudos y brutos pero a veces sutiles y comprometidos con el arte sobre la bici
Dicen los psicólogos, sociólogos y muchos “logos” por ahí que en nuestra generación hay cierta tendencia a mirar a la década de los ochenta con un injustificado cariño, ya sabéis eso de cualquier tiempo pasado fue eso, pasado. Sin embargo, los que amamos el ciclismo ya desde entonces no sólo nos acordamos de los Laguía, Gastón, Pino y Marino, en ese bus también van los clasicómanos de cabecera y aquellos logros de los que sabíamos a cuentagotas.
Nosotros hemos recuperado un listado de la época publicado por Cycling Weekly hace unos años, para ir haciendo boca ante la primavera que en menos de dos semanas.
Ahí van esos nombres…
Rudy Dhaenens fue el campeón de mundo de Japón, en una carrera recuerdo dio Canal+ codificada, escapado con con su compañero Dirk De Wolf. Fue dos veces podio en Roubaix y murió por accidente de tráfico tras una vida marcada por una débil salud.
Guido Bontempi es el vivo ejemplo de velocista que se hace bueno en clásicas por necesidad, pues los había más rápidos, pero no tan potentes como él.
Tenía excelente físico que le dio para buenas cronos. Dos victorias en Wevelgem y otra en E3 adornan su estantería.
Como bien dijimos hace unos días, Charly Mottet fue también un gran ciclista de carreras de un día a pesar de sus buenas prestaciones en grandes vueltas.
Ganó Lombardía y Zúrich y protagonizó buenas carreras en las Ardenas.
Eddy Planckaert es parte de una dinastía en que todos fueron buenos en el adoquín y Eddy no fue excepción. Su victoria en el velódromo Roubaix frente a Bauer quedó entre las más apretadas de la historia.
Marc Madiot hoy dirige la FDJ, pero como corredor fue un excelente clasicómano, especialmente inspirado entre París y Roubaix, una carrera muy de su carácter incendiario, que ganó dos veces, cosa que no le impidió pisar el podio de Lombardía.
Qué buen recuerdo nos trae Steven Rooks, el compañero de podio en el Tour de Perico que pudo hacerse con una Lieja y otra Amstel al margen de insertarse entre Bugno e Indurain en el Mundial de 1991 en Sttutgart.
Francesco Moser fue una leyenda en pista y ganador de Giro que sin embargo consiguió tres Roubaix y una San Remo.
El italiano fue un prodigio en el arte de rodar, duro, contundente y siempre presto para machacar, que en su excelso palmarés brillen esos cuatro monumentos deja sello de quién fue.
Greg Lemond ganó tres Tours, pero ello no le impidió disputar la práctica totalidad del calendario, principalmente antes de su accidente.
Dos veces campeón del mundo fue podio en Lieja, Lombardía y San Remo y sus fotos lleno de mierda en la ducha de Roubaix son míticas.
Laurent Fignon fue un corredor que marcó época con todas las consecuencias
Hizo de San Remo su feudo dos veces, cuando ganarla en solitario era la tónica, pero es que además le añadió una Flecha Valona en el 86.
Phil Anderson fue uno de los pioneros del ciclismo australiano y un tipo duro.
Omnipresente toda la campaña, estuvo en el podio de Lieja tres veces, mientras ganaba la preciosa París-Tours y dominaba las colinas de la Amstel.
Eric Vanderaerden se convirtió sin duda en uno de los ciclistas icónicos de esos años. Ganador de un apocalíptico Tour de Flandes pudo añadirle una Roubaix tres años después.
Adrie Van der Poel es el padre de Matthieu y yerno de Poulidor tiene el raro doblete de Lieja y Flandes en su palmarés, algo que se encuentra rara vez.
¿Lo igualará el hijo?
¿Más clasicómanos de la EGB?
Tenemos más: Hennie Kuiper tuvo el Tour en su punto de mira mucho tiempo hasta que quiso extender su clase a las clásicas.
La apuesta le salió bien porque con los treinta bien cumplidos sumó a su extenso historial San Remo, Roubaix más Flandes y Lombardía el mismo año.
Alfons De Wolf despertó pronto, ganando Lombardía y San Remo con sólo 24 añitos.
Sin embargo las vueltas que da el ciclismo se lo llevaron por delante y sólo pudo añadirle un par de Het Volk. Hoy trabaja en un negocio funerario.
Guiseppe Saronni fue oto nombre icónico de la primera parte de los ochenta llevando al extremo su rivalidad con Moser.
Sumó San Remo y Lombardía antes de ser campeón del mundo.
Claude Criquielion fue posiblemente el ciclista valón más potente de la historia
Tuvo dos mundiales irrepetibles, el que ganó en Barcelona y el que perdió por una caída cerca de una meta que cruzó caminando. Se arroga el mérito de haber batido a Argentin en Lieja.
Jan Raas tiene un nombre que de entrada ya sugiere “leyenda”.
Nadie ha igualado sus registros en la Amstel, la llaman «Amstel Gold Raas», la carrera nacional de los Países Bajos, en la que pisó siete veces el podio en ocho participaciones, pero es que además logró victorias en Flandes y Roubaix.
Moreno Argentin es leyenda viva de la Lieja-Bastogne-Lieja que ganó tres veces seguidas, algo complicadísmo
Fue campeón del mundo en Colorado y redondeó su palmarés con Lombardía porque la Flecha Valona que ganó en 1994 está en los anales de un ciclismo que quisiéramos olvidar.
Bernard Hinault ganó mucho y de todo pero en el capítulo de clásicas dejó también poso.
Entre otras perlas destacaron dos victorias, la apocalíptica Lieja atestada de nieve en 1980 y la Roubaix del año siguiente siendo campeón del mundo.
Sean Kelly fue el rey de una década cargada de leyendas
El irlandés de orígenes humildes logró muchas victorias, incluso hasta en su últimos días, pero el dominio de las campañas de 1984 a 1986 fue memorable.
A grandes rasgos dos Roubaix, tres Liejas y otras tantas Lombardías le contemplan.
Ciclismo antiguo
DEP Francis Lafargue y las historias que nunca sabremos
Figuras como Francis Lafargue explican mi amor por el ciclismo
De la foto que ilustra este artículo me gusta todo, Perico en medio con ese maillot, el más bonito de la historia del ciclismo, interpelado no sé por quién y con Francis Lafargue detrás.
Sabéis que Francis ha fallecido este jueves, nuestro pésame para toda su familia y abundante grupo de amigos, como hemos podido ver.
Para los de mi generación, Francis Lafargue era algo así como el amigo que sabías que iba a tener a tus ídolos perfectamente cuidados.
En tiempos en los que salir más allá de los Pirineos era una aventura, tiempos en los que no teníamos ni idea de otros idiomas y pensábamos que Alpe d´Huez estaba en otro planeta, sólo oír que Perico, Laguía, Indurain y Gorospe estaba con Francis Lafargue antes y después de cada etapa, que los ayudaba por los vericuetos de algo tan complicado y gigante como el Tour, sólo oír su nombre nos calmaba.
Han pasado muchos años de aquella época, años ochenta y noventa, pero en especial los ochenta, tiempos de descubrimiento del ciclismo al que España estaba ajeno, el Tour de 1983, mágica edición que recordamos hace un año con su gran protagonista, Ángel Arroyo.
Con la muerte de Francis Lafargue recaigo en lo que otras veces hemos comentado en este mal anillado cuaderno y es que perdemos historia hablada y viva del ciclismo.
Recuerdo con mucho cariño el par de días que he podido hablar con Fede Bahamontes con calma, porque le saqué aquello que buscaba, le preguntaba y tenía respuesta a unas inquietudes que poco a poco pierden quienes las responda.
Es un poco lo que dice Carlos Arribas en su obituario de Francis, un texto escribo con la ternura y cariño que sólo él puede transmitir.
Leo ha historia cómo Francis Lafargue abordó a José Miguel Echávarri en la Plaza del Castillo de Pamplona y les veo ahí, jóvenes e inquietos tramando con toda la ilusión lo que sería el gran éxito del Tour de 1983.
Esas cosas, esos encuentros, esa intrahistoria que explica tan bien la historia que vemos, nos la estamos perdiendo mirando siempre adelante, siempre vigilantes del presente y futuro inmediato, sin saber que por lo que pasamos han pasado ya muchos antes.
Me apena la pérdida de Francis, como la de otros personajes de este circo que he tenido la suerte de conocer y a los que siempre recurriré en los momentos de incertidumbre, pues al final el ciclismo, a pesar de todo lo que le ha rodeado, sigue siendo sentimiento, recuerdo y emoción.
Imagen: Lorenzo Ciprés
Ciclismo antiguo
Ulrrich en 5 esenciales
Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich
Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.
Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.
Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.
Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.
Explosión y ocaso muy rápidos
En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.
Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.
De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.
Condiciones físicas como pocos
La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.
Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.
Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.
Un desastre táctico
Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.
Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.
A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.
Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.
Los inviernos de Ullrich eran muy largos
La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.
Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.
¿Un día?
De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.
Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.
Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.
Imagen: Narración Deportiva
Ciclismo
Lejarreta en 5 esenciales
Cuando hablamos de Lejarreta, lo hacemos de los valores mismos del ciclismo
Con la Vuelta en efervescencia y con ese Conexión Vintage que acaban de dedicarle y que quiero ver, queremos echar una mirada a uno de los corredores más queridos y apreciados que he disfrutado desde que veo ciclismo: Marino Lejarreta.
Le llamaban el «Junco de Bérriz», junco porque nunca se doblaba ni se doblegaga, sacando os mejores valores de este deporte como pocos han logrado hacer
En la conclusión del Vintage de Paco Grande, Benito Urarburu, quien estuvo en el estudio hablado de Marino y su trayectoria, habló del enorme carisma alcanzando por un ciclista que no tuvo el mejor palmarés de su tiempo.
Marino Lejarreta convivió con egos enormes, en una historia llena de muchos nombres queridos y seguidos en aquel pelotón español.
Marino convivió con Perico, Pello, Alvaro Pino, Fede Etxabe, Eduardo Chozas, Alfonso Gutiérrez y una larga lista que habla de la cantidad y calidad que se manejaba a este lado de los Pirineos, durante los años ochenta.
Pero vamos con el vasco, vamos con Marino Lejarreta y los cinco elementos que quiero destacar.
Humildad en la competición
Todo lo que Marino representaba era humildad, una ambición tranquila, honesta y sincera, un ciclista que voló muy alto en lo deportivo, que compitió con lo que tuvo, sin que nunca ofendiera a nadie.
Ejemplo de sacrificio
Seguimos con los valores más evidentes del ciclismo para hablar de Marino.
Conocidas fueron sus temporadas con las tres grandes en escasos cuatro meses, cuando la cosa arrancaba con la Vuelta en abril y finalizaba con el Tour en las postrimerías de julio.
Acostumbraba a hacer dos grandes bien o muy bien, y «flojear» un poco en la otra, pero ello no le sacó nunca de las quinielas de outsider.
Pionero en el extranjero
A inicios de los ochenta Marino fue uno de los grandes nombres del ciclismo español en irse a Italia y conocer de primera mano lo que allí se cocía.
Aprendió mucho y cuando volvió a España, entonces un país aún lejos de las grandes potencias, supo transmitir esos aires de modernidad.
Clave en la explosión del equipo ONCE
Aunque dejó el ciclismo de forma abrupta, por una caída en Amorebieta, Marino Lejarreta fue uno de los personajes que le dio relevancia y peso al primer equipo ONCE en el pelotón.
De amarillo, fue protagonista en grandes momentos, como la etapa que ganó en el Tour, en Millau, la Vuelta en la que colaboró para que Melcior Mauri se llevara el amarillo o en el Giro de Franco Chioccioli, que por algún instante pensamos que tenía opciones serias de disputar.
La Vuelta del 83
Cuarenta años después, podemos seguir diciendo que Marino Lejarreta fue sin duda uno de los grandes protagonistas en la que muchos consideran la mejor Vuelta de la historia.
Un mal paso en unos abanicos le dejaron fuera del concurso de una general en la que sin embargo brilló de inicio a fin, siendo el primer ganador de la historia en los Lagos de Covadonga, plantándole cara a un tal Bernard Hinault.
Defendía ese año el dorsal uno que le vino de rebote por el positivo de Angel Arroyo un año antes y lo hizo hasta el final, saliendo en la foto de días tan icónicos como el de Ávila y la masacre de Hinault.
Hoy a Marino le vemos como entonces, con pelo blanco, pero con el mismo poso de tranquilidad, humildad y cercanía de siempre, sabedor que buena parte de nuestros mejores recuerdos de ciclismo pasaron por sus piernas.
Ciclismo antiguo
Vuelta España: 5 etapas top
De Rominger a Contador, ahí van las 5 etapas de la Vuelta que guardo con más cariño
Esto no pretende ser algo científico, ni nada por el estilo, son las etapas de la Vuelta que, subjetivamente, me llevo al cajón de las excelencias
Un servidor ha escogido cinco, entre las que recuerda y ha visto, y todas tienen una cosa en común, ciclismo, ciclismo en mayúsculas, de riesgo y ataques lejanos, de horas pegado al televisor, como en la cabalgada de Roglic y Bernal, camino de los Lagos, una etapa que por cierto podría desplazar a cualquiera de las que hemos elegido.
Ahí va nuestra selección…
Empezamos con un clásico de los tiempos, Vuelta de 1993, la penúltima en abril
Aquellas carreras eran una ruleta, a una participación internacional siempre justita, se le añadía la meteorología «primaveral», cambios bruscos de temperatura y un invierno que se resistía a ir.
La etapa de El Naranco se presentaba como una de las últimas oportunidades para que Tony Rominger aumentara su colchón de segundos sobre Alex Zulle, antes la crono final en Santiago de Compostela, pues aquella fue la Vuelta del Xacobeo 93, el invento de Fraga.
En el recorrido el suizo, dorsal uno a la espalda, tenía un punto clave, el descenso de la Cobertoria.
Pactó con Iñaki Gastón, uno de los ciclistas de nuestra infancia, asumir riesgos con la lluvia remojando el firme y poner a Zulle, superior en las cronos, en un brete bajando.
Y pasó, Zulle se cayó y aunque pudo continuar, perdió un tiempo que, como veríamos en la crono santiaguesa, fue clave.
La persecución que se estableció entre Rominger y el resto fue una de las grandes antologías de mi niñez ciclista, un día de esos que por mucho que pase el tiempo, casi treinta años, no se queda en el olvido.
Nos vamos unos años más adelante y recordamos el día que la Vuelta abordó por primera vez el Angliru
Año 1999, una carrera apretada de grandes nombres pujando por ella.
Otra vez Asturias y otra vez el diluvio: el Angliru tomaba tanto protagonismo como los mismos corredores, un puerto que fue portada de diarios por sus porcentajes brutales.
El desenlace del Chaba, rebasando al final a Tonkov, está rodeado de tanta confusión como la nieblina que cubría la cima, sin embargo, quienes tenemos cierta memoria, recordamos pocos días en los que el ciclismo hubiera estado tan presente en todos los lados, en un tiempo en el que la popularidad de este deporte no era la mejor, veníamos del Tour del 98 y Lance Armstrong acababa de iniciar un reinado hoy borrado de los libros de historia.
En linea cronológica pegamos un buen salto para irnos a la Vuelta de 2012
Tras varias llegadas en cuestas de cabras, la carrera afrontaba la jornada de Fuente De con la sensación de que lo gordo había pasado.
Nada más lejos de la realidad, el líder Purito vio cómo en el encadenado de puertos de segunda, Contador le lanza varios ataques que responde con solvencia.
Son tantos los acelerones del madrileño que Purito le deja ir en uno de ellos para dar forma a una de las grandes etapas de siempre en la Vuelta.
El error de Purito es tangible, Contador tiene compañeros por delante y aliados como Tiralongo con los que abre camino para lograr, en la jornada menos decisiva sobre el papel una victoria total, etapa más sentencia de una Vuelta que parecía tener dueño.
A los tres años, la Sierra de Guadarrama vio como Fabio Aru remontaba la antológica crono de Burgos de Tom Dumoulin en una etapa de esas que enamora en todo, por delante una fuga única de Rubén Plaza y por detrás Astana disponiendo sus mejores galas para cortar a Dumoulin, completamente aislado.
Y como muesca final para demostrar que las mejores etapas que hemos visto en la Vuelta no han sido las de las cuestas imposibles, el final de Formigal en 2016
Aquello fue un homenaje al gran Fuente en el mismo sitio que perpetró una de sus mejores obras.
Un Team Sky, inexplicablemente relajado en la salida, no se percata que Alberto Contador arma una escapada en la que se mete el propio Nairo Quintana, el gran rival de Froome.
En una jornada excelsa de ciclismo, con un tipo llamado Jonathan Castroviejo, entre otros, haciendo otro monumento al esfuerzo, Nairo le mete a Froome el tiempo suficiente para que el inglés ni siquiera sueñe en remontarle con su estratosférica crono unos días después.
Estas son las cinco mías
-
Enric Mas1 semana atrás
Enric Mas, otros objetivos serían más factibles
-
Ciclistas7 días atrás
El año de Pogacar, pendiente de Lombardía
-
Ciclismo1 semana atrás
Stefan Kûng y el peligro de la bici de contrarreloj
-
Ciclistas1 semana atrás
Jonas Vingegaard no se ha comido un niño
-
Ciclismo1 semana atrás
Lo mejor es que Remco Evenepoel vaya haciendo
-
Ciclistas6 días atrás
Juan Ayuso necesita un año entero y limpio
-
Ciclismo2 días atrás
Tres cosas que anticipó Peter Sagan
-
Ciclismo1 semana atrás
¿Volverá Sepp Kuss a ser líder?