Ciclismo antiguo
Ciclismo español, mis diez mejores de siempre
Son todos los que están, pero no están todos los que son del ciclismo español
En una lista de los diez mejores de siempre los nombres seguro que entran y salen a conveniencia y recuerdos, no sólo es la estadística, en ciclismo juega un papel importante el sentimiento, la afinidad y el buen rato que nos hicieran pasar, en el ciclismo español hemos escogido diez nombres, nuestros diez mejores de siempre.
Y empezamos del diez al uno, por uno de esos corredores que entendieron el ciclismo como el oficio del pueblo, próximo y humilde, siempre digno cuando se ponía un dorsal, Marino Lejarreta no sólo dio cantidad, también logró calidad, siendo aún hoy una persona entrañable y cercana a la que le contempla un palmarés lleno de victorias de calidad durante mucho tiempo.
Fue pionero en Italia, ganó aquella Vuelta a España que le llegó por el positivo de Arroyo, la del «Me estoy volviendo loco» que viste nuestro Podcast, y con el tiempo sembró resultados y cariño de la gente.
Entre otras cosas, consiguió ganar en las tres grandes, y encadenó las tres en la misma temporada varias veces, estableciendo un registro que batió no hace tanto Adam Hansen.
Le sigue, en el nueve, uno de los nuestros ojos derechos Abraham Olano
Como con Marino, Abraham estadísticamente quizá no figure en este escalón, pero abrió el melón del mundial y amasó un palmarés que habla de una calidad como pocas hemos presenciado en este lado de los Pirineos.
En cualquier otro tiempo habría sido más apreciado, pero surgió a la sombra del gigante Indurain y ello fue un lastre que le persiguió toda su carrera.
En el ocho ponemos al catalán volador Miquel Poblet, el primer ciclista que puso al ciclismo español en círculos internacionales de todo tamaño.
Son recordadas dos dos Milán-San Remo, pero no tanto que fue el primer y último ganador de etapa de un Tour, que tuvo fuelle para ganar dos Voltas a Catalunya, cuando ésta era la mejor carrera de la península, y que llenaba de fans e incondicionales los velódromos sólo con aparecer su nombre en el cartel de la velada.
El siete del ciclismo español de siempre fue el ciclista que revolucionó este deporte en los ochenta, Pedro Delgado, hábil recogedor del testigo que habían sembrado algunos como Angel Arrollo a inicios de la década.
Perico era especial, sigue siéndolo, un mago que encandiló los corazones de millones de personas con una sonrisa y un demarraje en el momento clave
Dos Vueltas y un Tour le contemplan, uno no gana tres grandes por casualidad, pero si estudiáramos su desarrollo por separado, veríamos que Perico tenía duende.
En el seis desde Torrelavega, Oscar Freire, posiblemente el ciclista más singular de este listado tan subjetivamente confeccionado.
Como Poblet mucho antes, cogió el macuto e hizo fortuna fuera de España, siempre en grandes equipos como Mapei o Rabobank, sacando el genio que llevó dentro cada vez que tuvo ocasión.
Es garante de un hito que tienen otros cuatro en la historia: tres veces campeón del mundo.
Vamos con el cinco del ciclismo español que cae en manos del primer gran ciclista fuera de nuestras fronteras, el campeón entendido como se concebía en los setenta: Luis Ocaña.
Su vida a tirones acabó de la forma más trágica, su palmarés pudo ser mucho mejor, pero aquí, que nos gusta escuchar a lo sabios que llevan tiempo en esto, apreciamos que nos digan que a pesar de todo y de todos, nunca vieron nada igual a Luis Ocaña.
Entramos en zona roja y nos guardamos un as en la manga, el eterno Txomin Perurena, quien si bien muchos no lo pondrían ni en el top ten, estamos hablando de un «hacedor» de récords en el ciclismo español, con 125 victorias, sólo superado por Alejandro Valverde.
Fue segundo en una Vuelta que perdió por segundos ante Tamames pero al mismo tiempo se llevó doce etapas de la grande española y fue alma y norma en un equipo que marcó una época, el Kas.
Completa el podio por debajo, Alberto Contador, siete grandes en fila, un auténtico caníbal cuando de recuperar se trataba y un ciclista que intimidaba cada vez que se ponía un dorsal.
Segundo es Alejandro Valverde, quien lidera el ranking histórico del Procycling Stats a nivel España, siendo el séptimo de todos los tiempos, no lejos de Hinault y Anquetil y por delante de Jalabert, Rik Van Looy y Saronni.
Sólo esos nombres, esa mención habla de lo que está logrando el murciano.
Sin embargo, lo sentimos mucho, siempre diremos que nunca vimos nada igual a Miguel Indurain, quien en su plenitud dominó sin fisuras todo aquello que ambicionó, y, como podéis imaginar, no era nada sencillo.
En él confluyeron muchas cosas, pero un par por encima de todo, a ese poderío físico, le unió una estrategia llena de inteligencia y pragmatismo.
El resultado ya lo sabéis.
Somos conscientes de habernos dejado unos cuantos al margen, pero es lo que tiene elegir y hacerlo en diez nombres, tantos años después, no es sencillo.
¿A quién meteríais vosotros?
Ciclismo
Qué tarde la de Aprica, qué día el de Pantani e Indurain
30 años después aquella carretera hacia Aprica sigue soñando con el gran duelo entre Pantani e Indurain
Simpre leo y escucho mucho sobre Pantani, ese ciclista que, como ya hemos dicho muchas, nos hizo sentir cosas que pocos lograron transmitir. Sensaciones que comenzaron en un «kilómetro cero»: aquella etapa con Indurain en Aprica.
No es de extrañar que siga siendo un mito.
Lo que sucede con Pantani es casi esotérico, algo que escapa a la razón, una locura difícil de explicar. Conocemos su trágico final, y sabemos que el nudo de su vida estuvo marcado por el dopaje. Pero se le perdona. Se mira hacia otro lado, porque su magia todo lo puede. Créeme, lo he escuchado de viva voz de personas de su entorno, romañolos que no solo lo admiran, sino que lo idolatran.
Tan es así que la segunda etapa de este Tour de Francia, la que va de Cesenatico a Bolonia, será la «Etapa Marco Pantani». Y todos lo entienden, lo justifican… lo aplauden.
Es que fue tan fuerte lo que nos hizo sentir aquel día, aquel Pantani junto a Indurain camino de Aprica, que esa emoción flota por encima de todo lo demás.
Permitidme recordar aquel día: Todo sucedió un 5 de junio. El Giro de 1994 avanzaba por la bota de Italia, con el orden establecido tambaleándose.
Un rubio, un ruso llamado Evgeni Berzin, dominaba la carrera desde los primeros capítulos. Golpe en Campitello Matese, golpe en la crono llana de Follonica. Indurain, Miguel Indurain, batido en una prueba en solitario. Alarma.
Todo podía volver a su sitio en una etapa que atravesaba el corazón de los Dolomitas.
Veníamos de Merano, donde el día anterior un joven pero calvo ciclista, Marco Pantani, había ganado en solitario. El destino: Aprica. En el camino, tres colosos de altura decreciente.
Primero el Stelvio, entre pareces heladas e incipiente bruma sin más novedad que el desgaste invisible de los héores.
Luego en el Mortirolo, palabras mayores, estallaría todo.
Desde la base arrancaba Marco Pantani, el chico calvo del día anterior, el jovenzuelo que amenazaba con eclipsar a Claudio Chiapucci.
Con Pantani se fueron Armand De Las Cuevas, el boxeador frustrado, y Berzin, saltarín, rubio, maglia rosa.
Indurain, quieto atrás.
Pasan penosamente los metros, y el ritmo de Pantani es un rodillo.
Caía De las Cuevas, Indurain le superaba por detrás.
Cae Berzin, el yunke navarro le cazaría, lo maduraría y lo dejaría antes de la cima.
En el descenso Indurain va camino de encarrilar su tercer Giro. Alcanzó a Pantani, formando un frente común, con Nelson «Cacaíto» Rodríguez como testigo de aquella hazaña. Quedaba la tercera subida: la más sencilla, un trámite llamado Valico di Santa Cristina, antes de llegar a Aprica.
Pero el trámite se atragantó. Pantani atacó, e Indurain se derrumbó. Exhausto, seco, maltrecho. La ventaja que lo ponía en disposición de ganar el Giro desapareció.
Qué día aquel.
Imagen: Planeta Ciclismo
Ciclismo antiguo
Entre Heras y el Chava…
La de Heras y Chava fue la última gran rivalidad del ciclismo español
Hace 25 años, que si lo pensáis bien, no es tanto tiempo, el ciclismo español cambiaba de siglo con una noticia trágica: la muerte de Pedro González, el narrador de ciclismo anterior a Carlos de Andrés, quien por aquella época comentaba desde la moto mientras seguía a los ciclistas.
En lo deportivo, crecía una rivalidad que, en cierto modo, recordaba un poco a la de Bahamontes y Loroño, solo que ahora entre el Chava Jiménez y Roberto Heras.
El primero era más como el toledano, como Anquetil, salvando las distancias: más genio, de días inspirados, carismático y querido, ídolo de masas.
De hecho, sigo creyendo, a pesar de muchas respuestas en sentido contrario, que el Chava fue el último gran ídolo del ciclismo español, antes de la generación que habría de venir, con grandes éxitos, pero coexistiendo con los momentos más bajos del ciclismo debido a la mala prensa que generó la lacra del dopaje.
En el lado contrario al Chava, teníamos a Roberto Heras, un poco más Loroño, o Poulidor, si se quiere.
Castellano, más parco en la relación, querido también, pero más frío. El de Béjar fue, como ciclista y por palmarés, mejor que el abulense, pero, sin embargo, mucho menos recordado.
Un servidor, en aquellos días, estuvo enamorado de Roberto Heras, del primero, cuando corría para Kelme, justo antes de dejar sentado a Lance Armstrong en el Joux Plane y de que este reclamara su fichaje para el US Postal.
Entre Heras y el Chava, siempre fui del primero: más sólido, gran escalador, fondista y con un palmarés del que pocas veces he hablado porque, sinceramente, con todo lo que sucedió con la que es su cuarta Vuelta, quedé bastante hastiado.
Pero volviendo a la rivalidad, fue posiblemente la última gran rivalidad que hemos tenido en el ciclismo español, pues a Valverde y Contador, por ejemplo, aunque se han batido en mil terrenos, siempre los he visto como ciclistas muy diferentes. Incluso diría que, a veces, veo más choque —deportivo, digo— entre Juan Ayuso y Carlos Rodríguez.
Hace 25 años, el ciclismo español vivía de ese antagonismo que duró poco más, porque el Chava no podría seguir por mucho más tiempo.
Hoy, a Roberto Heras no se le ve mucho, pero tiene aureola de campeón y, cuando te cruzas con él por la montaña, se percibe toda la calidad que era capaz de desplegar en la carretera.
Imagen: Dorsal 51
Ciclismo
Superbagneres, la etapa más bonita del Tour 2025
Si hay una etapa del Tour 2025 que despierta recuerdos, es la llegada a Superbagneres.
Esta etapa, en pleno corazón de los Pirineos, tiene un encanto especial y se siente 110% Tour. Es una jornada que encaja con todo y con todos.
En un contexto de ciclismo que premia la montaña, resulta atractiva por ser otra llegada en alto más. Sin embargo, dejando de lado los números y estadísticas, no sé exactamente cuál es el desnivel positivo de la etapa ni me importa; lo que sé es que ya está bien marcada en mi agenda.
Superbagneres representa el repositorio clásico de los Pirineos, un encadenado que probablemente sea el más utilizado en la historia del ciclismo: Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Sólo faltaría añadir el Aubisque para rizar el rizo.
En el ciclismo de los años 80 y 90, esta combinación era una fórmula ganadora, terminando en lugares icónicos como Luz Ardiden, Hautacam, Saint-Lary-Soulan o Val Louron.
Pero hoy volvemos a Superbagneres, una cima muy olvidada que, en las dos ocasiones previas en que estuvo presente antes del Tour 2025, siempre ofreció espectáculo.
Estos días, recordando la figura de Bernard Hinault, podemos decir que aquí, en Superbagneres, todo cambió.
Fue en el Tour de 1986: Hinault, vestido de amarillo y con una cómoda ventaja, quiso ir a por más en la segunda etapa pirenaica. La primera, con final en Pau, había sido para Perico Delgado, en plena batalla interna del equipo La Vie Claire.
Ese carácter suicida que caracterizaba a Hinault le pasó factura en Superbagneres. Su desfallecimiento marcó el inicio de 40 años de Tour sin victoria para un francés. Greg Lemond ya tenía tomada la medida.
Superbagneres volvió tres años después, en 1989, con una de las mejores actuaciones que recuerdo de Perico Delgado, luchando por recortar el calamitoso tiempo perdido al inicio del Tour en Luxemburgo.
Es curioso lo poco que se ha usado este puerto en el ciclismo profesional, pese a estar tan cerca de los grandes colosos pirenaicos. La última vez que lo recuerdo en competición fue en la Volta a Catalunya de 1996, en una jornada descafeinada por el dominio absoluto del equipo ONCE, con victoria del australiano Patrick Jonker sobre Alex Zülle.
En poco más de medio año, nuestros ojos volverán a posar su mirada sobre una de las cimas más singulares del ciclismo. Pese a su escasa aparición, siempre deja huella, como el Granon o Cauterets: lugares icónicos de los años 80 que han sido rescatados para el presente.
Imagen: A.S.O.
Ciclismo antiguo
1 maillot y 1 ciclista: Gianni Bugno como campeón de Italia
La elegancia del primer maillot italiano de Gianni Bugno es atemporal
Aquella figura, derrotada con el paso de los días, pero eterna en la imagen de Gianni Bugno vestido con la tricolor italiana, es una de esas cosas que, pase el tiempo que pase, no se olvidan.
Es más, años después Gianni Bugno volvió a ser campeón de Italia, pero aquella prenda, ya encuadrado en el MG, no lucía igual.
Recordaréis la imagen si tenéis cierta edad, si el contador de años empieza, como mínimo, con un 4.
En Alpe d’Huez, tirando de Indurain, esquivando la labor impecable de Jean-François Bernard, agarrado de la parte plana del manillar, sin gesto de dolor, encajado en la máquina, sin casco, con gafas de sol y ese maillot de mangas cortas.
Gianni Bugno hizo, ese año, de la prenda tricolor una pieza de colección, pues no la vistió mucho, además.
Ganó el campeonato nacional italiano en Friuli, escapado por delante de Chioccioli, recién ganador del Giro, y Chiapucci, a finales de junio.
Luego corrió el Tour de Francia, que acabó segundo, y la Vuelta a Burgos antes de ganar en solitario la Clásica de San Sebastián, además de triunfar en Urkiola y el Campeonato de Zúrich.
Ya en septiembre, Gianni Bugno sería campeón del mundo en Stuttgart y nunca más vestiría aquella tricolor.
Fue, por tanto, un maillot que duró un poco más de dos meses, pero que dejó huella.
Pudo haberlo alternado con el amarillo del Tour, pero Indurain le ganó la partida desde el momento en que bajó el Tourmalet y Bugno no tomó la rueda de Chiapucci.
La forma en que lo lució en la Klasikoa podéis imaginarla, mientras que, en Burgos, lo subió al podio, solo superado por Pedro Delgado.
Si para muchos Bugno fue el ciclista más elegante de su generación, con un magnetismo del que se escribieron libros, aquel maillot fue el que mejor representó esa elegancia.
Imagen: Pinterest
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Entre Heras y el Chava…
Ismael
13 de diciembre, 2020 En 0:53
Me parece bastante bien la puntuación. Pero donde queda Fede M. Bahamontes? El mejor escalador de la histora. Hay más como el Tarangu etc.
Iban Vega
13 de diciembre, 2020 En 20:01
en un top ten quedan muchos grandes fuera, es imposible tenerlos a todos
JESÚS EGUIZÁBAL
13 de diciembre, 2020 En 19:11
Como grande , grande creo que falta Bahamontes, bueno además creo que ampliaría la lista por lo menos a 15, pues hay otros que merecen estar en la lista.
Iban Vega
13 de diciembre, 2020 En 21:15
si lo ampliamos más, nos perdemos el «gusto» de poder elegir 😉
Francisco Javier recio gordo
13 de diciembre, 2020 En 21:26
El chepa como le llamaban cariñosamente a Luis Ocaña ha sido con diferencia el mejor ciclista español hasta el momento basta recordar la etapa oscier-merlete donde metió 8 minutos al mismísimo Hedy Merx
David
20 de diciembre, 2020 En 14:09
Bahamontes y El Tarangu POR DIOS!!!!
Antonio
20 de diciembre, 2020 En 16:32
Bahamontes, Fuente, Sastre…
Creo que deben estar sin duda. Y Escartín también.