Ciclismo antiguo
El último dorsal de Miguel Indurain
La retirada de la Vuelta 1996 fue la última vez que vimos con un dorsal a Indurain
Aunque en el santoral de los devotos de Miguel Indurain, entre los que me incluyo, hay una fecha marcada a fuego, el 2 de enero de 1997, día de su retirada, lo cierto es que tendríamos que irnos unos meses atrás, a un 20 de septiembre, para recordar la última imagen del campeón navarro con un dorsal a la espalda.
Once años después de debutar en la Vuelta, pasados cinco de su última actuación, Miguel dejaba la carrera a medias, camino de los Lagos de Covadonga, enfrente de aquel tramo antes de Cangas en el que tenemos un pequeño hotel llamado Capitán.
Al igual que en 1989, el Mirador del Fito, habitual compañero de los Lagos en los perfiles de la Vuelta, fue maldito para Indurain.
Si en la primera ocasión tuvo que dejar la carrera, que dominaba su compañero Perico, por caída y fractura de muñeca, esta vez su último calvario como ciclista profesional iba a tener lugar en esas rampas.
Aunque hacía días, y en especial en El Naranco, que Indurain no lucía el dorsal en cabeza, lo cierto es que el cielo se desplomó sobre la Vuelta y la afición cuando Tony Rominger buscó la aventura en la base del Fito.
Rápido emergió por detrás la figura de Indurain descolgándose, con evidentes problemas para seguir la rueda de su querido Marino Alonso.
Barruntando la retirada desde el primer momento, Indurain se dejó ir, a sabiendas que a la altura del Hotel Capitán podía poner pie al suelo.
La caravana de coches le adelantaba entre susurros y miradas de complicidad hacia el español.
Incluso el gregario más carismático del equipo rival, la ONCE, Herminio Díaz Zabala le acompañó hasta el momento de poner pie a tierra, tras estrechar la mano del ciclista cántabro.
Indurain había abandonado la Vuelta…
Desconozco si ahora sigue en el lugar, pero he leído esta mañana que en el lugar de autos había una placa conmemorativa de la retirada de Miguel… con la fecha errónea.
El 20 de septiembre de 1996 fue un día histórico para el ciclismo español.
Miguel Induráin se retiró de @lavuelta en el ya famoso hotel Capitán.
Fue la última vez que le vimos competir, el 2 de enero del año siguiente anunciaría su retirada.
(La fecha de la placa es incorrecta) pic.twitter.com/WYN3NRc0W8— Libro Chava (@ChavaLibro) September 20, 2022
No es sencillo encontrar testimonios ciclistas en España, como sí sucede en Francia o Italia, pero para uno que teníamos, o tenemos, se equivocaron en la fecha.
En todo caso, a lo que vamos.
Indurain admitía, tras la etapa, que no estaba para luchar por una quinta plaza al tiempo que tranquilizaba al respetable diciendo que no había motivos contundentes para pensar en el abandono.
Recuerdo, semanas después, estar en su rueda de prensa del Criterium de Hospitalet, y seguir con la zozobra de una retirada que finalmente tuvo lugar.
Fueron curiosas las reacciones de algunos ese día, más cuando el propio corredor había dicho, ante la audiencia de La 2, que no estaba católico para correr la Vuelta.
🔴https://t.co/tJuusXSnGC
"—No me veo para correr la Vuelta. Además, tengo información de que los amarillos vienen con toda la artillería cargada para darme candela. No estoy en condiciones para luchar contra ellos. Y si no salgo para ganar es para fracasar"
"La estela de Miguel" pic.twitter.com/5Jd1NyHMwJ— Carlos Tigero (@carlostigero) August 22, 2019
Eusebio Unzué admitió el error de haberle obligado, Echávarri argumentó una congestión como motivo del abandono.
En todo caso, el limón no daba más zumo.
De aquellos días nos quedaremos con las ganas de saber qué pasó realmente, porque el final de Indurain no fue ni mucho menos el soñado, resultó triste, tanto como verle echando pie a tierra en la cuenta atrás de su abandono del ciclismo.
Imagen: Twitter @davidguenel
Ciclismo
Qué tarde la de Aprica, qué día el de Pantani e Indurain
30 años después aquella carretera hacia Aprica sigue soñando con el gran duelo entre Pantani e Indurain
Simpre leo y escucho mucho sobre Pantani, ese ciclista que, como ya hemos dicho muchas, nos hizo sentir cosas que pocos lograron transmitir. Sensaciones que comenzaron en un «kilómetro cero»: aquella etapa con Indurain en Aprica.
No es de extrañar que siga siendo un mito.
Lo que sucede con Pantani es casi esotérico, algo que escapa a la razón, una locura difícil de explicar. Conocemos su trágico final, y sabemos que el nudo de su vida estuvo marcado por el dopaje. Pero se le perdona. Se mira hacia otro lado, porque su magia todo lo puede. Créeme, lo he escuchado de viva voz de personas de su entorno, romañolos que no solo lo admiran, sino que lo idolatran.
Tan es así que la segunda etapa de este Tour de Francia, la que va de Cesenatico a Bolonia, será la «Etapa Marco Pantani». Y todos lo entienden, lo justifican… lo aplauden.
Es que fue tan fuerte lo que nos hizo sentir aquel día, aquel Pantani junto a Indurain camino de Aprica, que esa emoción flota por encima de todo lo demás.
Permitidme recordar aquel día: Todo sucedió un 5 de junio. El Giro de 1994 avanzaba por la bota de Italia, con el orden establecido tambaleándose.
Un rubio, un ruso llamado Evgeni Berzin, dominaba la carrera desde los primeros capítulos. Golpe en Campitello Matese, golpe en la crono llana de Follonica. Indurain, Miguel Indurain, batido en una prueba en solitario. Alarma.
Todo podía volver a su sitio en una etapa que atravesaba el corazón de los Dolomitas.
Veníamos de Merano, donde el día anterior un joven pero calvo ciclista, Marco Pantani, había ganado en solitario. El destino: Aprica. En el camino, tres colosos de altura decreciente.
Primero el Stelvio, entre pareces heladas e incipiente bruma sin más novedad que el desgaste invisible de los héores.
Luego en el Mortirolo, palabras mayores, estallaría todo.
Desde la base arrancaba Marco Pantani, el chico calvo del día anterior, el jovenzuelo que amenazaba con eclipsar a Claudio Chiapucci.
Con Pantani se fueron Armand De Las Cuevas, el boxeador frustrado, y Berzin, saltarín, rubio, maglia rosa.
Indurain, quieto atrás.
Pasan penosamente los metros, y el ritmo de Pantani es un rodillo.
Caía De las Cuevas, Indurain le superaba por detrás.
Cae Berzin, el yunke navarro le cazaría, lo maduraría y lo dejaría antes de la cima.
En el descenso Indurain va camino de encarrilar su tercer Giro. Alcanzó a Pantani, formando un frente común, con Nelson «Cacaíto» Rodríguez como testigo de aquella hazaña. Quedaba la tercera subida: la más sencilla, un trámite llamado Valico di Santa Cristina, antes de llegar a Aprica.
Pero el trámite se atragantó. Pantani atacó, e Indurain se derrumbó. Exhausto, seco, maltrecho. La ventaja que lo ponía en disposición de ganar el Giro desapareció.
Qué día aquel.
Imagen: Planeta Ciclismo
Ciclismo antiguo
Entre Heras y el Chava…
La de Heras y Chava fue la última gran rivalidad del ciclismo español
Hace 25 años, que si lo pensáis bien, no es tanto tiempo, el ciclismo español cambiaba de siglo con una noticia trágica: la muerte de Pedro González, el narrador de ciclismo anterior a Carlos de Andrés, quien por aquella época comentaba desde la moto mientras seguía a los ciclistas.
En lo deportivo, crecía una rivalidad que, en cierto modo, recordaba un poco a la de Bahamontes y Loroño, solo que ahora entre el Chava Jiménez y Roberto Heras.
El primero era más como el toledano, como Anquetil, salvando las distancias: más genio, de días inspirados, carismático y querido, ídolo de masas.
De hecho, sigo creyendo, a pesar de muchas respuestas en sentido contrario, que el Chava fue el último gran ídolo del ciclismo español, antes de la generación que habría de venir, con grandes éxitos, pero coexistiendo con los momentos más bajos del ciclismo debido a la mala prensa que generó la lacra del dopaje.
En el lado contrario al Chava, teníamos a Roberto Heras, un poco más Loroño, o Poulidor, si se quiere.
Castellano, más parco en la relación, querido también, pero más frío. El de Béjar fue, como ciclista y por palmarés, mejor que el abulense, pero, sin embargo, mucho menos recordado.
Un servidor, en aquellos días, estuvo enamorado de Roberto Heras, del primero, cuando corría para Kelme, justo antes de dejar sentado a Lance Armstrong en el Joux Plane y de que este reclamara su fichaje para el US Postal.
Entre Heras y el Chava, siempre fui del primero: más sólido, gran escalador, fondista y con un palmarés del que pocas veces he hablado porque, sinceramente, con todo lo que sucedió con la que es su cuarta Vuelta, quedé bastante hastiado.
Pero volviendo a la rivalidad, fue posiblemente la última gran rivalidad que hemos tenido en el ciclismo español, pues a Valverde y Contador, por ejemplo, aunque se han batido en mil terrenos, siempre los he visto como ciclistas muy diferentes. Incluso diría que, a veces, veo más choque —deportivo, digo— entre Juan Ayuso y Carlos Rodríguez.
Hace 25 años, el ciclismo español vivía de ese antagonismo que duró poco más, porque el Chava no podría seguir por mucho más tiempo.
Hoy, a Roberto Heras no se le ve mucho, pero tiene aureola de campeón y, cuando te cruzas con él por la montaña, se percibe toda la calidad que era capaz de desplegar en la carretera.
Imagen: Dorsal 51
Ciclismo
Superbagneres, la etapa más bonita del Tour 2025
Si hay una etapa del Tour 2025 que despierta recuerdos, es la llegada a Superbagneres.
Esta etapa, en pleno corazón de los Pirineos, tiene un encanto especial y se siente 110% Tour. Es una jornada que encaja con todo y con todos.
En un contexto de ciclismo que premia la montaña, resulta atractiva por ser otra llegada en alto más. Sin embargo, dejando de lado los números y estadísticas, no sé exactamente cuál es el desnivel positivo de la etapa ni me importa; lo que sé es que ya está bien marcada en mi agenda.
Superbagneres representa el repositorio clásico de los Pirineos, un encadenado que probablemente sea el más utilizado en la historia del ciclismo: Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Sólo faltaría añadir el Aubisque para rizar el rizo.
En el ciclismo de los años 80 y 90, esta combinación era una fórmula ganadora, terminando en lugares icónicos como Luz Ardiden, Hautacam, Saint-Lary-Soulan o Val Louron.
Pero hoy volvemos a Superbagneres, una cima muy olvidada que, en las dos ocasiones previas en que estuvo presente antes del Tour 2025, siempre ofreció espectáculo.
Estos días, recordando la figura de Bernard Hinault, podemos decir que aquí, en Superbagneres, todo cambió.
Fue en el Tour de 1986: Hinault, vestido de amarillo y con una cómoda ventaja, quiso ir a por más en la segunda etapa pirenaica. La primera, con final en Pau, había sido para Perico Delgado, en plena batalla interna del equipo La Vie Claire.
Ese carácter suicida que caracterizaba a Hinault le pasó factura en Superbagneres. Su desfallecimiento marcó el inicio de 40 años de Tour sin victoria para un francés. Greg Lemond ya tenía tomada la medida.
Superbagneres volvió tres años después, en 1989, con una de las mejores actuaciones que recuerdo de Perico Delgado, luchando por recortar el calamitoso tiempo perdido al inicio del Tour en Luxemburgo.
Es curioso lo poco que se ha usado este puerto en el ciclismo profesional, pese a estar tan cerca de los grandes colosos pirenaicos. La última vez que lo recuerdo en competición fue en la Volta a Catalunya de 1996, en una jornada descafeinada por el dominio absoluto del equipo ONCE, con victoria del australiano Patrick Jonker sobre Alex Zülle.
En poco más de medio año, nuestros ojos volverán a posar su mirada sobre una de las cimas más singulares del ciclismo. Pese a su escasa aparición, siempre deja huella, como el Granon o Cauterets: lugares icónicos de los años 80 que han sido rescatados para el presente.
Imagen: A.S.O.
Ciclismo antiguo
1 maillot y 1 ciclista: Gianni Bugno como campeón de Italia
La elegancia del primer maillot italiano de Gianni Bugno es atemporal
Aquella figura, derrotada con el paso de los días, pero eterna en la imagen de Gianni Bugno vestido con la tricolor italiana, es una de esas cosas que, pase el tiempo que pase, no se olvidan.
Es más, años después Gianni Bugno volvió a ser campeón de Italia, pero aquella prenda, ya encuadrado en el MG, no lucía igual.
Recordaréis la imagen si tenéis cierta edad, si el contador de años empieza, como mínimo, con un 4.
En Alpe d’Huez, tirando de Indurain, esquivando la labor impecable de Jean-François Bernard, agarrado de la parte plana del manillar, sin gesto de dolor, encajado en la máquina, sin casco, con gafas de sol y ese maillot de mangas cortas.
Gianni Bugno hizo, ese año, de la prenda tricolor una pieza de colección, pues no la vistió mucho, además.
Ganó el campeonato nacional italiano en Friuli, escapado por delante de Chioccioli, recién ganador del Giro, y Chiapucci, a finales de junio.
Luego corrió el Tour de Francia, que acabó segundo, y la Vuelta a Burgos antes de ganar en solitario la Clásica de San Sebastián, además de triunfar en Urkiola y el Campeonato de Zúrich.
Ya en septiembre, Gianni Bugno sería campeón del mundo en Stuttgart y nunca más vestiría aquella tricolor.
Fue, por tanto, un maillot que duró un poco más de dos meses, pero que dejó huella.
Pudo haberlo alternado con el amarillo del Tour, pero Indurain le ganó la partida desde el momento en que bajó el Tourmalet y Bugno no tomó la rueda de Chiapucci.
La forma en que lo lució en la Klasikoa podéis imaginarla, mientras que, en Burgos, lo subió al podio, solo superado por Pedro Delgado.
Si para muchos Bugno fue el ciclista más elegante de su generación, con un magnetismo del que se escribieron libros, aquel maillot fue el que mejor representó esa elegancia.
Imagen: Pinterest
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Galego mindoniense
13 de octubre, 2022 En 17:39
Me pregunto que hubiese pasado si, en lugar de obligarle a correr la Vielta a ciclista a 🇪🇸, dejasen a Miguelón prepararse para el Mundial de Lugano (tanto contrarreloj como ruta).