Ciclismo antiguo
Para calentar el Tour, de Merckx al vacío francés
En el Tour nombres como Merckx e Hinault suponen la excelencia del ciclismo
Tal como ya anunciábamos con anterioridad, es nuestra intención el ir exponiendo y comentando habitualmente ciertos relatos en torno al Tour de Francia, la carrera más prestigiosa que encierra nuestro calendario internacional ciclista. No dudamos de que los aficionados a este deporte podrán conectar y conocer de cerca ciertas anécdotas u otras actitudes ignoradas o difusas por el paso de los tiempos y que creemos que vale la pena ventilar o poner sobre el tapete.
Merckx, el conquistador de etapas
No hay duda de que Eddy Merckx ha sido uno de los ciclistas con más fama y popularidad en el plano deportivo de nuestro siglo.
Tiene un aquilatado y variado historial que le sitúa en un lugar a todas luces excepcional.
Aún así somos de los que creemos que no es tarea fácil el querer establecer comparaciones y colocar en un mismo ramillete a todos los atletas del pedal que han destacado, entremezclados en un mismo saco, pero pertenecientes a épocas distintas, diversas.
Un período determinado no es comparable a otro
Los acontecimientos que nos depara la carretera con sus protagonistas no son, repetimos, comparables.
Las circunstancias son enormemente variables. Todos los juicios, en más y en menos, son suposiciones que no se sostienen con una base sólida.
Hay temporadas que se aglutinan una serie de ciclistas de alta categoría o rango, y, en cambio, en otras los atletas del pedal, por lo general, son de más bajo nivel.
Es aquello que se suele decir metafóricamente: que el país de los ciegos, el tuerto es el rey. No podemos medir los valores en litigio con el mismo patrón. Los vientos soplan de una manera u de otra.
Las comparaciones suelen ser insostenibles por unos entornos que nosotros no vamos aquí a discernir, una a una.
Hubo, por ejemplo, una Primera y una Segunda Guerra Mundial, motivos de indudable trascendencia que alejaron a los ciclistas de toda competición, de todo escenario rutero, sin un porvenir por delante que supusiera una renovada esperanza.
Hubo tiempos en los cuales se notaba la ausencia de figuras de categoría, de campeones en esencia. Como hubo asimismo también otras épocas que fueron mucho más prolíferas en la producción de ciclistas de alto copete. No nos vamos a extender en más consideraciones en este capítulo que queremos dedicar más bien a este corredor belga inolvidable, admirable, que ha marcado un verdadero hito en la historia del ciclismo: Se llama Eddy Merckx.
Merckx ha sido, al igual que los consiguieron Jacques Anquetil, Bernard Hinault y Miguel Induráin, los protagonistas que conquistaron con brillantez y buena lid el Tour de Francia y nada menos en cinco ocasiones.
El estadounidense Lance Armstrong, que poseía siete triunfos absolutos, fue apeado de su flamante posición al ser sancionado por dopaje perdiendo en consecuencia toda su titularidad y todo su áureo prestigio.
Es interesante recalcar que Merckx, que concurrió en el Tour siete veces, logró acaparar nada menos que treinta y cuatro victorias de etapa, y, además, con la valía adicional de vestir la codiciada camiseta amarilla de líder durante noventa y seis largos días, una marca pasmosa y de alto mérito deportivo, no igualada o superada por ningún otro ciclista hasta la fecha de hoy.
Eso sí, el año pasado, apreció como Mark Cavendish se le ponía a la par en etapas ganadas.
¿Y cuánto tiempo lleva Francia sin ganar “su” Tour?
Analizando las prestaciones realizadas por naciones, es interesante observar que ha sido Francia el país que más veces ha reeditado la victoria absoluta en el Tour, “su” Tour. A los franceses les ha sonreído el triunfo en nada menos treinta y seis ocasiones.
En cambio, con la mitad (18), le sigue Bélgica; y en un escalón más inferior aparece España, con doce.
A continuación en un plano algo más bajo, aparece Italia que logró en el balance global tan sólo nueve triunfos en ese Tour que nos ocupa.
No ha sido elevada la cosecha acumuladas con el paso de los años por lo que ha representado y representa el país transalpino, con una identidad de por sí de alto contenido, pero que adolece por una falta de continuidad que se presagiaba, especialmente en la época gloriosa impulsada por el inolvidable dúo compuesto por Fausto Coppi y Gino Bartali, dos héroes, recalcamos, de carácter casi legendario.
Vale la pena recordar, poner sobre el tapete, el de que los franceses, por ejemplo, lleven un largo trecho sin paladear las mieles de un ansiado y bien deseado galardón o premio.
Ha sido una senda frustrante, cosa que es sabido y que ahora señalamos una vez más. Nos hemos de remontar al éxito fructífero protagonizada por el ciclista bretón Bernard Hinault, el último bastión, cuando redondeó su último laurel en la ronda francesa, que se concretó en el año 1985; es decir, que han pasado casi cuarenta años de sequía absoluta, sin gloria y sin poder mostrar con cierto orgullo la siempre admirada bandera gala en el epílogo final vivido en París, la capital, una faceta o signo que se suele contemplar en su tierra con especial respeto y sobre todo con encendido patriotismo.
Por lo demás, Bernard Hinault, que fue un ciclista batallador y de alta capacidad física, tuvo la virtud de adjudicarse la competición también en los años 1978, 1979, 1981 y 1982, un conjunto de efemérides que los franceses conmemoran y que no olvidan. La nostalgia, hay que afirmarlo, les embarga con el pasar de las ediciones y de seguro que les llena de tristeza, de impotencia.
El Tour es algo muy propio que sus gentes llevan muy adentro. Se sienten propietarios más que nadie y sin embargo el destino les viene decepcionando sin concesiones.
Los españoles se han hecho oír
Quisiéramos hacer hincapié antes de dar por concluidas estas líneas, recordando la influencia de nuestros representantes españoles en la citada prueba por etapas. Decíamos con anterioridad que nuestro país se ha hecho notar con especial ahínco, en especial al inscribir sus nombres y apellidos por doce veces en el condensado historial del Tour.
Veamos, pues, al detalle su dilatada relación: Federico Martín Bahamontes (1959), Luís Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Induráin (de 1991, 1992, 1993, 1994 y1995), Óscar Pereiro (2006), Alberto Contador (2007 y 2009) y Carlos Sastre (2008).
¿Qué les parece ese panorama tan constante?
El presente no sonríe como antaño.
Aprovechamos este inciso para formularnos a continuación una incógnita:
¿Se nos ha interrumpido de un tiempo a esta parte la buena cosecha que fue acumulando España a lo largo de nuestro loable pasado, que involucra en cierta manera medio siglo de existencia?
Los números cantan: desde 1959, por obra de Bahamontes, hasta llegar al año 2009, con la victoria de Contador. Es una estela de resultados que nos hace pensar.
Por Gerardo Fuster
Imagen tomada de forodeciclismo.mforos.com
Ciclismo antiguo
3 etapas que demuestran que la Vuelta no necesita estridencias
La Vuelta sobrevive mejor en etapas de las llamadas clásicas
Al mirar atrás y repasar los cambios que la Vuelta ha experimentado en los últimos 25 años, vemos etapas que en tiempos anteriores nunca hubiéramos imaginado.
Hubo un punto de inflexión muy claro: la primera visita al Angliru, con el triunfo de Chava Jiménez.
Desde entonces, se consolidó en la organización la idea de que a mayor dureza, mayor espectáculo.
Y aunque en ocasiones esto es cierto, lo que realmente deja una huella es el sabor de una buena etapa clásica en la Vuelta, con puertos y lugares que huelen a tradición y a ciclismo de calidad. Estas etapas también tienen un gran impacto.
Hemos escogido tres etapas que demuestran que esta teoría es cierta:
Fuente Dé en 2012
Qué etapa más legendaria fue aquella, con Purito Rodríguez saboreando un liderato muy consolidado y Alberto Contador sin cesar en su esfuerzo.
Recuerdo una charla con el catalán, en la que me confesó haber perdido la cuenta de la cantidad de ataques del madrileño.
Luego vino una jornada brutal, con corredores adelantándose y ampliando la brecha, dejando momentos inolvidables en una zona muy vinculada a la historia de la Vuelta.
Formigal en 2016
Una vez más, Alberto Contador fue el elemento distorsionador, aunque esta vez fue tanto perjudicado como beneficiado.
Froome fue pillado en la parte trasera del pelotón, Nairo Quintana estuvo atento y se unió a Contador, terminando por firmar su segunda gran vuelta, tras el Giro de 2014.
Los puertos no eran muy duros, pero por allí José Manuel Fuente había hecho historia, y fueron más que suficientes para regalar una etapa imborrable.
Mos en 2021
Qué tarde más épica fue aquella, recorriendo un terreno “gallego” total: sin respiro, con dureza acumulada y encadenada. Los mejores de la general se escaparon, dejando atrás a un Miguel Ángel López, quien justo ahí comenzó su declive y desconexión del ciclismo.
Los huecos que se abrieron, junto con la dureza acumulada durante más de 200 kilómetros, demostraron que hay que echar un vistazo al mapa, buscar esos mil lugares que tiene España para sacar «tapones».
Como se puede ver, las tres etapas citadas tienen un elemento en común: la determinación de los corredores por hacer algo interesante y atemporal. Un claro ejemplo es Alberto Contador, uno de esos ciclistas cuya presencia influía de manera decisiva en el desenlace, aunque no siempre le fuera favorable.
Bonus track entre las etapas de la Vuelta
Por cierto añadidle la etapa en la que Fabio Aru le remonta a Tom Dumoulin la Vuelta en Navacerrada.
También es importante resaltar que estas etapas se disputaron en días en los que la carrera venía de etapas durísimas, lo que dejaba al pelotón muy tocado.
Y es que, cuando la Vuelta presente en unos días las etapas de 2025, los relatos de esos días van a ser igual de importantes, o incluso más, que el propio recorrido.
Imagen: Luis Angel Gomez / Photo Gomez Sport
Ciclismo
Qué tarde la de Aprica, qué día el de Pantani e Indurain
30 años después aquella carretera hacia Aprica sigue soñando con el gran duelo entre Pantani e Indurain
Simpre leo y escucho mucho sobre Pantani, ese ciclista que, como ya hemos dicho muchas, nos hizo sentir cosas que pocos lograron transmitir. Sensaciones que comenzaron en un «kilómetro cero»: aquella etapa con Indurain en Aprica.
No es de extrañar que siga siendo un mito.
Lo que sucede con Pantani es casi esotérico, algo que escapa a la razón, una locura difícil de explicar. Conocemos su trágico final, y sabemos que el nudo de su vida estuvo marcado por el dopaje. Pero se le perdona. Se mira hacia otro lado, porque su magia todo lo puede. Créeme, lo he escuchado de viva voz de personas de su entorno, romañolos que no solo lo admiran, sino que lo idolatran.
Tan es así que la segunda etapa de este Tour de Francia, la que va de Cesenatico a Bolonia, será la «Etapa Marco Pantani». Y todos lo entienden, lo justifican… lo aplauden.
Es que fue tan fuerte lo que nos hizo sentir aquel día, aquel Pantani junto a Indurain camino de Aprica, que esa emoción flota por encima de todo lo demás.
Permitidme recordar aquel día: Todo sucedió un 5 de junio. El Giro de 1994 avanzaba por la bota de Italia, con el orden establecido tambaleándose.
Un rubio, un ruso llamado Evgeni Berzin, dominaba la carrera desde los primeros capítulos. Golpe en Campitello Matese, golpe en la crono llana de Follonica. Indurain, Miguel Indurain, batido en una prueba en solitario. Alarma.
Todo podía volver a su sitio en una etapa que atravesaba el corazón de los Dolomitas.
Veníamos de Merano, donde el día anterior un joven pero calvo ciclista, Marco Pantani, había ganado en solitario. El destino: Aprica. En el camino, tres colosos de altura decreciente.
Primero el Stelvio, entre pareces heladas e incipiente bruma sin más novedad que el desgaste invisible de los héores.
Luego en el Mortirolo, palabras mayores, estallaría todo.
Desde la base arrancaba Marco Pantani, el chico calvo del día anterior, el jovenzuelo que amenazaba con eclipsar a Claudio Chiapucci.
Con Pantani se fueron Armand De Las Cuevas, el boxeador frustrado, y Berzin, saltarín, rubio, maglia rosa.
Indurain, quieto atrás.
Pasan penosamente los metros, y el ritmo de Pantani es un rodillo.
Caía De las Cuevas, Indurain le superaba por detrás.
Cae Berzin, el yunke navarro le cazaría, lo maduraría y lo dejaría antes de la cima.
En el descenso Indurain va camino de encarrilar su tercer Giro. Alcanzó a Pantani, formando un frente común, con Nelson «Cacaíto» Rodríguez como testigo de aquella hazaña. Quedaba la tercera subida: la más sencilla, un trámite llamado Valico di Santa Cristina, antes de llegar a Aprica.
Pero el trámite se atragantó. Pantani atacó, e Indurain se derrumbó. Exhausto, seco, maltrecho. La ventaja que lo ponía en disposición de ganar el Giro desapareció.
Qué día aquel.
Imagen: Planeta Ciclismo
Ciclismo antiguo
Entre Heras y el Chava…
La de Heras y Chava fue la última gran rivalidad del ciclismo español
Hace 25 años, que si lo pensáis bien, no es tanto tiempo, el ciclismo español cambiaba de siglo con una noticia trágica: la muerte de Pedro González, el narrador de ciclismo anterior a Carlos de Andrés, quien por aquella época comentaba desde la moto mientras seguía a los ciclistas.
En lo deportivo, crecía una rivalidad que, en cierto modo, recordaba un poco a la de Bahamontes y Loroño, solo que ahora entre el Chava Jiménez y Roberto Heras.
El primero era más como el toledano, como Anquetil, salvando las distancias: más genio, de días inspirados, carismático y querido, ídolo de masas.
De hecho, sigo creyendo, a pesar de muchas respuestas en sentido contrario, que el Chava fue el último gran ídolo del ciclismo español, antes de la generación que habría de venir, con grandes éxitos, pero coexistiendo con los momentos más bajos del ciclismo debido a la mala prensa que generó la lacra del dopaje.
En el lado contrario al Chava, teníamos a Roberto Heras, un poco más Loroño, o Poulidor, si se quiere.
Castellano, más parco en la relación, querido también, pero más frío. El de Béjar fue, como ciclista y por palmarés, mejor que el abulense, pero, sin embargo, mucho menos recordado.
Un servidor, en aquellos días, estuvo enamorado de Roberto Heras, del primero, cuando corría para Kelme, justo antes de dejar sentado a Lance Armstrong en el Joux Plane y de que este reclamara su fichaje para el US Postal.
Entre Heras y el Chava, siempre fui del primero: más sólido, gran escalador, fondista y con un palmarés del que pocas veces he hablado porque, sinceramente, con todo lo que sucedió con la que es su cuarta Vuelta, quedé bastante hastiado.
Pero volviendo a la rivalidad, fue posiblemente la última gran rivalidad que hemos tenido en el ciclismo español, pues a Valverde y Contador, por ejemplo, aunque se han batido en mil terrenos, siempre los he visto como ciclistas muy diferentes. Incluso diría que, a veces, veo más choque —deportivo, digo— entre Juan Ayuso y Carlos Rodríguez.
Hace 25 años, el ciclismo español vivía de ese antagonismo que duró poco más, porque el Chava no podría seguir por mucho más tiempo.
Hoy, a Roberto Heras no se le ve mucho, pero tiene aureola de campeón y, cuando te cruzas con él por la montaña, se percibe toda la calidad que era capaz de desplegar en la carretera.
Imagen: Dorsal 51
Ciclismo
Superbagneres, la etapa más bonita del Tour 2025
Si hay una etapa del Tour 2025 que despierta recuerdos, es la llegada a Superbagneres.
Esta etapa, en pleno corazón de los Pirineos, tiene un encanto especial y se siente 110% Tour. Es una jornada que encaja con todo y con todos.
En un contexto de ciclismo que premia la montaña, resulta atractiva por ser otra llegada en alto más. Sin embargo, dejando de lado los números y estadísticas, no sé exactamente cuál es el desnivel positivo de la etapa ni me importa; lo que sé es que ya está bien marcada en mi agenda.
Superbagneres representa el repositorio clásico de los Pirineos, un encadenado que probablemente sea el más utilizado en la historia del ciclismo: Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Sólo faltaría añadir el Aubisque para rizar el rizo.
En el ciclismo de los años 80 y 90, esta combinación era una fórmula ganadora, terminando en lugares icónicos como Luz Ardiden, Hautacam, Saint-Lary-Soulan o Val Louron.
Pero hoy volvemos a Superbagneres, una cima muy olvidada que, en las dos ocasiones previas en que estuvo presente antes del Tour 2025, siempre ofreció espectáculo.
Estos días, recordando la figura de Bernard Hinault, podemos decir que aquí, en Superbagneres, todo cambió.
Fue en el Tour de 1986: Hinault, vestido de amarillo y con una cómoda ventaja, quiso ir a por más en la segunda etapa pirenaica. La primera, con final en Pau, había sido para Perico Delgado, en plena batalla interna del equipo La Vie Claire.
Ese carácter suicida que caracterizaba a Hinault le pasó factura en Superbagneres. Su desfallecimiento marcó el inicio de 40 años de Tour sin victoria para un francés. Greg Lemond ya tenía tomada la medida.
Superbagneres volvió tres años después, en 1989, con una de las mejores actuaciones que recuerdo de Perico Delgado, luchando por recortar el calamitoso tiempo perdido al inicio del Tour en Luxemburgo.
Es curioso lo poco que se ha usado este puerto en el ciclismo profesional, pese a estar tan cerca de los grandes colosos pirenaicos. La última vez que lo recuerdo en competición fue en la Volta a Catalunya de 1996, en una jornada descafeinada por el dominio absoluto del equipo ONCE, con victoria del australiano Patrick Jonker sobre Alex Zülle.
En poco más de medio año, nuestros ojos volverán a posar su mirada sobre una de las cimas más singulares del ciclismo. Pese a su escasa aparición, siempre deja huella, como el Granon o Cauterets: lugares icónicos de los años 80 que han sido rescatados para el presente.
Imagen: A.S.O.
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