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Thibaut Pinot: ¿Se acabó el sueño del Tour?
Thibaut Pinot ya sabe que no necesita el Tour para ser un ciclista apreciado
¿Por qué incluso descolgándose de Tour nos gusta Thibaut Pinot?
El otro día dimos alguna pincelada, ahí va alguna más.
Thibaut Pinot es uno de esos corredores que te sacia, te deja convencido que lo que has visto es lo que hay, no deja nada para mañana, ni para dentro de un rato, es especial, le gusta la intimidad, el anonimato, se sitúa en las antípodas de Alaphilippe, los focos no son para él, pero su calidad ciclista le hizo optar al Tour, que en Francia es algo como tocar el cielo con manos y saber qué huelen las nubes…
…todo esto es así, igual de cierto que Thibaut convive con la tragedia y el drama, hechos que perfilan siempre simpatías con el espectador.
Le puede suceder en un pavés, acabando con los huesos en el suelo, se puede vaciar tanto en una etapa que acaba en el hospital, darse un golpe con el manillar e inflamársele la rodilla o simplemente caerse y arrastrar dolores que le conllevan tres horas diarias de fisioterapia.
Todo eso es Pinot, y para eso, no necesita un Tour de Francia.
Por que la relación Pinot-Tour repele, es de amor-odio, cuando surge lo primero, acaba apareciendo lo segundo y al revés.
Pisó el podio en la edición que ganó Nibali, y desde entonces su amor ha sido imposible, platónico, consumado en momentos puntuales, en lugares especiales, Alpe d´ Huez y Tourmalet, ahí es nada, pero seguido de hondas decepciones.
La caída de Niza, los dolores de espalda que le quedaron, ha sido el motivo para este nuevo desengaño y para plantearse si necesariamente Thibaut Pinot debe seguir pensando en el Tour de Francia, él un ciclista que ya tiene un palmarés curioso, que ha ganado etapas en las tres grandes, los Lagos de Covadonga es otra pieza de su colección de cimas, e incluso un monumento como Lombardía en un mano a mano memorable con Nibali.
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#JeSuisSurLeTour avec mon petit supporter pour encourager @GroupamaFDJ et @ThibautPinot !!!
Allez allez allez! Faites nous rêver! ???????? pic.twitter.com/9iHq6wKYhI— Gaston M (@GastonMarcel36) August 31, 2020
El Pinot ajeno al Tour es un ciclista alegre, con pegada, que gesticula para ganar o estar muy cerca de la victoria
El Thibaut Pinot del Tour es un corredor presionado, torpe, alejado de su mejor versión, porque en definitiva la presión le pasa factura, y no sucede nada, no ocurre nada grave, son cosas de la vida, los hubo así antes que él y otros que vendrán.
Por eso creemos que no conviene seguir insistiendo en ceder ante un objetivo que se declara imposible, al final, el ciclismo en una temporada normal son diez meses y hay oportunidades para ser grande, muy grande y muchos son los ejemplos de corredores que fueron muy queridos sin pasar por el Tour.
Además, sin el techo de Thibaut, queremos ver hasta dónde le da la clase a David Gaudu…
Ciclismo antiguo
1994: La Flecha Valona que cambió el ciclismo
Nada fue igual tras la Flecha Valona de 1994 y los azules haciendo pleno
La primera parte de los noventa se tiene como la época más oscura de la historia del ciclismo y muchos toman la Flecha Valona de 1994 como el cénit.
No son pocos los testimonios que hablan de un ciclismo psicodélico, de corredores que no corrían, volaban, de cosas raras, de podencos hechos caballos de carreras,…
Testimonios no faltan.
Dos son elocuentes. Greg Lemond justifica parte de su declive por las dos velocidades de aquel ciclismo, un salto de rendimiento que apuntaba una sustancia cuyas siglas eran EPO. David Millar habla en su libro de sus primeras carreras como algo inalcanzable, no había ni roto a sudar que el pelotón ya les había dejado de rueda.
#DiaD 20 de abril de 1994
En el año 94, la Vuelta a España seguía disputándose en abril.
En la antesala de la misma estaba el tríptico de las Ardenas, pero en orden diferente al actual. Una semana después de Roubaix, se corría la Lieja, luego la Flecha Valona y finalmente la Amstel, posteriormente vendría la Vuelta que en esa ocasión dominaría a placer Tony Rominger.
La Flecha Valona se presentaba como la reválida para Eugeny Berzin. El ruso de rubia cabellera había ganado en Lieja días antes y era la punta de lanza del potente Gewiss. Por nombres el equipo celeste copaba las apuestas, sin embargo, los italianos no querían ganar, querían sencillamente coparlo todo.
En el llano que precedía el muro de Huy, Berzin, que iba insultantemente fácil, tomaba unos metros sin que nadie osara seguirle, salvo sus dos compañeros Moreno Argentin y Giorgio Furlan. En la cima de Huy Argentin culminaba la masacre, siendo primero por delante de sus dos colegas.
“Ellos ruedan y nosotros nos quedamos. Hacen que ir en bici parezca sencillo, no necesitan ni preparar estrategia alguna” dijo Gérard Rué, el gregario de Miguel Indurain, preso de la incredulidad.
Los peores temores que circulaban por el pelotón se hacían realidad y las sospechas no tardaron en plasmarse cuando al día siguiente en una conversación entre Michele Ferrari y varios periodistas, en una pedanía de Lieja, el galeno afirmaba sin pudor:
“Si yo soy ciclista y sé que hay una sustancia que mejora el rendimiento y otros la usan, yo también la utilizaría. La EPO no es mala, sólo lo es si abusas de ella, como si te atiborras de zumo de naranja”.
En efecto, el ciclismo de dos velocidades ya era un secreto publicado y público, la caja de pandora se había abierto, estallaría en pocos años…
Imagen: Cronoescalada
Ciclismo antiguo
Euskaltel-Euskadi: el mejor ocho de la historia
Con este equipo, recordamos lo más granado de la primera etapa del Euskaltel-Euskadi
Hace un tiempo leímos un tweet sobre la suerte que correría un equipo vasco surgido de los corredores que un día corrieron en el Euskaltel-Euskadi, alguno de ellos aún en activo.
Bajo la dirección de Juanjo Oroz, técnico del Kern Pharma, y Jorge Azanza, hoy en la dirección del Euskaltel versión 2.0, tendríamos un ocho capitaneado por Mikel Landa (Bahrain), con la segunda baza de Ion Izagurre (Cofidis), la ayuda de Pello Bilbao (Bahrain) y Gorka Izagirre (Movistar) en las grandes montañas, Jon Aberasturi (Trek) buscando opciones en las llegadas, y la labor impagable de Omar Fraile y Jonathan Castroviejo (Ineos) sin olvidar el valor infinito de Mikel Nieve, recién retirado. .
La calidad de ese 8 abre la puerta de la nostalgia y del recuerdo de aquel primer Euskaltel que acabara de forma triste y abrupta hace ya 10 años.
«Lo viví muy triste. Sé que había una presión enorme por los dichosos puntos UCI y que la gente no acabó de entenderlo» nos contó Haimar Zubeldia en una charla del confinamiento.
Pero hasta entonces, el sueño que Miguel Madariaga materializó tras tantos y tantos Tours tramando sobre un equipo vasco en la mejor carrera del mundo tuvo un gran recorrido, veinte temporadas entre los mejores del mundo, con épocas muy crudas, antesala de otras que fueron increíbles.
Y de ese trayecto queremos daros nuestro 8 histórico del Euskaltel Euskadi, un ocho que, como el que podría correr ahora bajo esos colores, aúna un palmarés que lo tiene casi todo.
Sólo faltó una grande, la que tuvo a tocar Igor Antón en la Vuelta 2010.
Por lo demás, un equipo de impresión.
Empezamos por el propio Igor Antón, un ciclista que puso su nombre en cimas del tamaño del Zoncolan y que creo que tuvo que haber ganando la Vuelta de 2010.
Está claro que no sabíamos qué podía haber pasado, pero la primera Vuelta de Vicenzo Nibali estaba en manos del vizcaíno hasta que en la base de Peña Cabarga se fue todo al traste.
Si tiramos de históricos del inicio deberíamos irnos a uno que no estuvo mucho tiempo, pero que marcó el camino.
Iñigo Cuesta era un burgalés de fortuna en Euskadi que firmó cuando la Vuelta se corría en abril la primera actuaciones de mérito -con el permiso de Sagasti- de un equipo cuya salida a carrera ya era un éxito.
El éxito de un milagro entre mil penurias y números que no salían
De esa época surgió el tipo gruñón y distante que parece Roberto Laiseka, pero que en las distancias cortas gana, y mucho.
Laiseka partió de cero con el equipo y en él hizo toda su carrera, abriendo horizontes en Vuelta y Tour, demostrando que aquella masa naranja que llenaban las cunetas de los Pirineos de pasión y ruido llevaban en volandas a los suyos.
Seguimos con Mikel Nieve, austeridad navarra, un ciclista que siempre habló en la carretera, iniciando aquí una de las carreras más valiosas que visto, con ciertas perlas en un palmares que no están reñidas con una utilidad apreciada por grandes líderes.
Los aros olímpicos del Euskaltel los pone obviamente Samuel Sánchez
Como Iñigo Cuesta un ciclista no vasco, aunque muy apegado a Güeñes, con toda la trayectoria en la zona y uno de los mejores palmarés de alguien vestido de naranja.
Al margen del oro olímpico, sumadle etapas en la Vuelta, aquella de Cuenca del descenso temerario, y en el Tour sumados algunos podios en grandes vueltas.
En ellos podría haber estado el que considero ciclista más espectacular que dieron los naranjas, Iban Mayo y su loco año 2003, cuando nos hizo creer que podría ser una amenaza real al propio Lance Armstrong siendo partícipe de dos momentos singulares para el equipo.
El primero ganando en Alpe d´ Huez, el otro coronando el Tourmalet con Ullrich y el mentado Armstrong más Haimar Zubeldia, el campeón más discreto pero a la vez regular que dio el Euskaltel.
Un tipo que sin hacer ruido ha reunido una intensa colección de participaciones y top ten en grandes, especialmente en el Tour, pero que no le hizo ascos trabajar para otros cuando se terciaba la necesidad.
Sobre remozada versión de Euskaltel, Haimar Zubeldia nos admitió que «es ilusionante. Desde la parte que me toca, desde Etxe Ondo, ves que las cosas vuelven a salir, poco a poco. Que Euskaltel volviera nos saco una sonrisa a todos»
¿Volverá a ser lo que fue? le preguntamos.
«¿Por qué no? entonces ya llegamos» concluyó.
Y el octavo hombre quizá no sea el más sonoro, pero su corazón y omnipresencia le valieron subir al podio de París: hablamos de Amets Txurruka, un ciclista que sólo podías querer y un símbolo.
Cuando prescindieron de él, la presión sobre el equipo se redobló de tal manera, que muchos vieron una inaceptable pérdida de esencia e identidad.
Ahora que ya les hemos normalizado en la carretera de nuevo, comprendemos si una cosa tuvo aquel equipo fue que muchos aspectos no se explicaban por la razón y sí por una emoción que sigue erizando la piel cuando te acuerdas de ellos.
Imagen: @Orbea
Ciclismo antiguo
El día que Indurain se cobró a Pantani en Hautacam
Hautacam 1994 fue Indurain vs Pantani que marcó el Tour
En 1994, antes y después de Hautacam, la cima de las tempestades: El ciclismo mundial asistía a varios actos simultáneos. Mientras Miguel Indurain, navarro él, parecía francés porque era algo así como el Rey Sol, en el Giro de Italia que vio la revolución de la chavalería, encabezada por el indescifrable Berzin, explotó un tal Marco Pantani.
Entonces ilusionaban, hoy vemos las cosas muy diferentes.
Fue en dos jornadas dolomíticas, primero en Merano y luego en Aprica, en una de las mejores etapas jamás vista, donde un joven con poco pelo, aunque lejos de ser el pelado total que seria con el tiempo, desbordaba por las cimas, realizaba descensos enormes e incluso se atrevía a ataques lejísimos como aquel del Agnelo, ya en los Alpes.
Indurain, imbatido desde que iniciara su serial de grandes vueltas en el Tour del 91, mordió el polvo entre alocados jóvenes que le dieron lo que Chiapucci, Breukink, Alcalá, Jaskula, Rominger y Bugno no fueron capaces de darle.
Sin embargo el Tour era la prueba del algodón, aquello que justificaba el año, aunque éste, en el caso del navarro, siempre ofrecía algo más que la victoria en Francia.
Todo sucedió el 13 de julio de 1994…
Tradicionalmente la primera etapa del montaña del Tour causaba estragos.
A pie cambiado, la permuta del desarrollo y las velocidades, el cuerpo y la postura sobre la bici, el olor de las nubes, mil teorías, cientos de excusas, pero lo cierto es que rara vez no hay escabechina en la primera de montaña.
Pasaba en tiempos de Indurain, ocurrió en los años de Lance Armstrong, los que no existieron, y lo hacía Froome.
En 1994 no fue diferente.
La carrera ya venía tocada por la crono de Bergerac, famosa porque fue aquella en la que Indurain doblaría a Lance Armstrong. En ella el de Villaba se puso de amarillo, tras una nueva exhibición que entroncaba con Lac de Madine y Luxemburgo.
Pero llegó Hautacam, e Indurain calló bocas, la primera la de Pantani
En una etapa monopuerto, Miguel Indurain cambió el paso. Acostumbrados a verle en perfil bajo, reventando la carrera en segunda persona, compartiendo protagonismo con otros -Chiapucci en Val Louron y Rominger en Serre Chevalier-, aunque con la idea del amarillo siempre en el filial del camino, el navarro quiso romper en primera persona la carrera.
Tony Rominger fue la gran víctima, la primera, porque además venía crecido de un inicio de campaña excepcional, luego cayeron todos, uno a uno, fruto de un ciclista que subía varios peldaños por encima del resto, incluso por delante de Marco Pantani, el semicalvo ciclista que intentó cardar la lana y salió esquilado entre la niebla.
Un par de meses después de Arpica, Indurain se cobró la cabeza del primer ciclista que había desnudado sus vergüenzas.
No siempre se podía ganar, pero Indurain lo hacía con tal naturalidad que lo demostró hasta sencillo.
Imagen: FB – Grupo de Miguel Indurain
Ciclismo antiguo
El quinto fue el mejor de los 5 Tours de Indurain
No pudo haber mejor culminación a los 5 Tours de Indurain
En nuestro frecuente viaje al pasado que nos regaló Miguel Indurain con sus 5 Tours, queríamos acordarnos, ahora que ha transcurrido más de un cuarto de siglo, del que consideramos su mejor triunfo en Francia.
Y lo situamos en el último de la lista, el quinto, para nosotros sin lugar a dudas una obra de arte de abajo arriba.
Un ejercicio de control y dominio, sublimado por quinta vez consecutiva, el más difícil todavía, pues no sólo seguía siendo mantenerse, también implicaba mejorar lo visto hasta entonces.
Ese año Miguel Indurain volvió al Tour con el dorsal uno, pero sin el Giro en las piernas, pero con la certeza de que entre Francia y el mundial en Colombia iba a estar el cogollo de la campaña.
Dicho y hecho.
Cualquier momento decisivo de ese Tour fue terreno abonado a Miguel
Si tenemos que ponernos pejigueros, posiblemente sólo falló una cosa a la que nos acostumbró, no hubo tarde de escabechina contra el reloj, como sí que nos había ofrecido en Luxemburgo, Lac de Madine y Bergerac, la mejor de estas tres la dejamos a gusto del consumidor, para nosotros algo como lo de Luxemburgo fue único e irrepetible.
De hecho Indurain no ganó por aplastamiento la primera crono larga, en las Ardenas, nada menos que saliendo de Huy en un ejercicio que pareció de contención, pues mantuvo y mantuvo, en especial a Bjarne Riis, hasta ganarle por la mínima al final.
Pero era suficiente, más que suficiente.
Aquella crono formaba parte de un díptico belga, celebrado en fin de semana, que se había abierto un día antes, con la jornada de Lieja, aquella famosa que se escapó con Johan Bruyneel, donde emergieron dos cosas.
Por un lado el patriotismo sin fundamento de aquellos que pensaron que el belga debió dejar ganar a Indurain, pues éste hizo todo el gato y además se debía a un equipo español.
Por el otro la rivalidad con el equipo ONCE, un auténtico martillo sobre la resistencia de Indurain y su Banesto.
En La Plagne, primer día de Alpes, Alex Zulle lo puso todo al límite hasta desencadenar la reacción furibunda de Indurain en el que consideramos su mejor día sobre la bicicleta, aquella subida al coloso alpino.
Nunca he vuelto a ver algo como La Plagne.
Luego, unos días después en Mende, Jalabert, acompañado por Mauri y Stephens planteó órdago lejísimos de meta que puso al límite a Banesto.
Nunca, creo, nadie había puesto tal al borde del abismo al cinco veces ganador, un día con el que jamás hubiera querido lidiar en el Tour, aunque visto ahora, añadió más brillo, si cabe, a su quinto triunfo en Francia.
El dominio y presencia de Indurain en el final de su serie de 5 Tours propiciaron que una carrera que era un avispero -allí convivían Jalabert, Pantani, Rominger, Riis y Zulle, entre otros- nunca pareciera fuera de control.
Y es que, más que nunca, pareció hacer fácil lo más difícil, encadenar Tours como quien aprendía a sumar.
Nadie podía imaginar que estábamos ante el epílogo de la mejor racha que hemos visto nunca y que creo nunca volveremos a ver.
Imagen: RTVE
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