Mundo Bicicleta
La familia Spiuk para el invierno
Spiuk en invierno: cuatro líneas para otros tantos escenarios en los días más cortos y épicos de todo el año
Spiuk viste el invierno.
Días más cortos, humedad que se agarra, frío que atenaza. El invierno fue, un tiempo atrás, periodo de letargo ciclista, pero estos días la cosa ha cambiado, el ciclista lo es 365 días del año, doce meses, y cualquier momento es propicio para disfrutar de la bicicleta.
periodo de letargo ciclista, pero estos días la cosa ha cambiado, el ciclista lo es 365 días del año, doce meses, y cualquier momento es propicio para disfrutar de la flaca.
Con el ciclista que quiere salir también en invierno, Spiuk lleva más de veinte años trabajando y evolucionando sobre esa realidad, construyendo una propuesta variada y de calidad para que el invierno no sea un clavo ardiendo para no salir en bicicleta.
Os presentamos las líneas de Spiuk para el invierno, cuatro colecciones que se complementan y cumplen esa máxima del fundador de la marca, que todos tengan su prenda, la que necesitan, en el precio justo.
Participa en el sorteo de una chaqueta Unika by Spiuk en nuestro concurso de Instagram
“Unika” para el frío extremo
En las condiciones extremas, está la línea “Unika”, una gama de piezas de alta calidad pensadas par “aquellos que no perdonan”. Da igual que llueva, nieve o truene, la salida en bicicleta es sagrada, una liturgia que no entiende del momento y tiene que ir lo mejor revestida.
La chaqueta se distingue por el uso de la membrana “Event” tecnología que impide perder calor en medio de materiales de primera calidad, como el relleno “Primalolft”, y un par de capas más, entre ellas la “Thermo Roubaix” que no impermeabilizan al 100% pero dan calorcito en las condiciones más complicadas con tres bolsillos exteriores y uno más con cremallera e impermeable: “Aislante del frío, no del ciclismo”.
Abajo el pantalón, culotte con membrana M2V y Thermoroubaix que protege del viento y lluvia con acabados y detalles que blindan en la intemperie, como las taloneras, sin obviar la transpirabilidad con una cremallera frontal y rejilla en la espalda.
https://www.instagram.com/p/B6Ir9NwHJEq/
“Boreas”, la línea más polivalente
La colección de “Boreas” responde a las necesidades de entretiempo, ese periodo de días que se alarga en el tiempo, donde no hace un frío extremo pero el calor tampoco aparece.
Periodos como el otoño que se extienden antes del frío más severo, con grandes contrastes de temperatura en una salida y esos rincones por donde no da el sol y la humedad entorpece al ciclista. Son prendas buenas para cualquier época del año, salvo el verano.
Se caracterizan por su ligereza y elasticidad, que alejan el frío repentino sin comprometer el rendimiento. Prendas ligeras y elásticas, que ponen el frío a buen recaudo sin que por ello el rendimiento se vea afectado.
La chaqueta es transpirable y cómoda con paneles de lycra más finos y membrana M2V en las zonas más expuestas a los cambios de temperatura. Su patrón es ajustado, lo que garantiza buena planta sobre la bicicleta sin penalizar la transpiración.
Su culotte es un buen ejemplo, una pieza de una lycra más ligera, con perchado interior suave para el roce de la piel. Ideal para temperaturas que no llegan a quince grados, porque protege lo justo del frío sin comprometer el cronómetro. La libertad de movimientos le caracteriza, con una protección optima con la badana de doble densidad Elastc NICE.
“Top ten” para todo tipo de salidas
Seguimos con el “Top ten”, de la familia de “essentials”, una línea en constante renovación, de perfil intermedio para gente que no se impone el rendimiento como prioridad. La colección es para todo uso con acento en la relación calidad-precio.
La chaqueta ofrece también un patrón ceñido, con buena adaptabilidad y libertad de movimientos, siendo una buena primera barrera para lluvia poco intensa. Sus cuatro bolsillos asimétricos le dan un sentido práctico que se valorará en cada salida.
Se complementa con el maillot largo para tres estaciones, ideal como capa intermedia con cremallera frontal con tirador antideslizante. Incluye elementos flúor y reflectantes visibles en carretera,
El culotte es largo y anatómico, ideal para salidas con frío, aunque no extremo, en esos días en los que el tiempo es plomizo pero no lo suficiente para quedarse haciendo rodillo. Su badana permite salidas de cinco horas sin notar el peso de los kilómetros y un acabado de autor: la membrana M2V en la parte trasera que evitará que las salpicaduras traspasen la tela.
“Anatomic”, el primer precio
En el “Anatomic” tenemos la gama más económica, pero también la más completa, con piezas incluso para niños. Se trata de un patrón más relajado, que transpira bien y queda cómodo. Ideal para echarse a la ruta por primera vez o tras un tiempo con la bicicleta aparcada.
La chaqueta es un buen aliado contra el viento e incipiente lluvia con sus tres capas, mientras que el maillot largo se impone para salidas en inviernos suaves. De fino grosor y elástico, puede ser la piel visible o también la capa intermedia.
El culotte va al grano, es práctico y omite lo que no es útil, su tejido cardado se ajusta a la piel y es muy agradable al tacto. Sus tirantes ribeteados por delante y en rejilla por la espalda permiten la mejor transpiración posible.
Las colecciones de invierno de Spiuk son fruto de más de veinte años de experiencia, renovando el producto, mejorando su estética y escuchando al ciclista que no pretende una cosa que la mejor experiencia posible cada vez que sale con su bicicleta.
Ciclismo antiguo
Mende siempre será la cima Jalabert
Aquel día en Mende, Jalabert puso en jaque el quinto Tour de Indurain
Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?
«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»
A Jalabert, aquel día hacia Mende, le secundaba el mejor Melchor Mauri jamás visto junto al australiano Neil Stephens.
Con ellos Massimo Podenzana, Dario Bottaro y Andre Peron. Los seis habrían de abrir un hueco más allá de los nueve minutos.
En Banesto no daban crédito.
Las piernas de los gregarios de Indurain al unísono no enjuagaban el desperfecto. Surgieron entonces varias tesis. A cola del pelotón se fraguaba la ayuda de otros equipos. El manejo de José Miguel Echávarri dio frutos apetecidos para mantener a raya la afrenta de Jalabert.
Mundo Bicicleta
En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo
«En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo; ante este gigante, sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia»
La frase de Henry Desgrange, el padre del Tour, exclamada en 1911, define a la perfección lo que el ciclista siente cuando se tiene que enfrentar al gigante alpino en un terreno grandioso, inexpugnable hasta aquel entonces, donde incluso los más grandes campeones empequeñecen ascendiendo por su carretera ganada a los hielos, que cubren tres cuartas partes del año alcanzando los siete metros de manto blanco bajo las órdenes del general Invierno.
Territorio hostil, en su cumbre a 2645 metros sobre el nivel del mar reina el silencio y solo nos queda admirar. Y meditar. Por encima de la cota 2000 hay poca vida en sus laderas, quizás alguna marmota que se despereza del letargo hibernal, pero la actividad humana es prácticamente nula. Es el triunfo de la naturaleza sobre el hombre, en toda su expresión, un monumento hecho montaña donde solo llegar hasta allí arriba supone una victoria y ganar, la gloria, tocando el cielo con las manos.
Así debió sentirse Émile Georget -igual que Neil Armstrong cuando pisó la Luna-, al ser el primer hombre en pedalear por el túnel abierto en su cima, porque el francés, a diferencia del norteamericano, no puso pie durante las 2 h y 38 minutos que invirtió en toda su ascensión, «una gesta sin precedentes en los anales del ciclismo», tal y como tituló L’Auto en su portada del 11 de julio de 1911.
Siguiendo con la analogía, el mismo diario aquella fecha podría haber definido la épica etapa como un pequeño paso para el ciclista pero un gran salto para el ciclismo mundial y el Tour, que con aquella montaña adquiría una nueva dimensión.
El túnel que la mayoría de vosotros conocéis ya estaba abierto en aquellos años, ya que fue nada menos que en 1891 cuando se construyó para comunicar a los vecinos de la Saboya con los de la Provenza, bajo 90 metros de piedra y roca y 365 de largo, tantos como días tiene el año. Poco se podían imaginar que 20 años más tarde alguien montado en aquel invento reciente sería capaz de semejante hazaña.
Le habrían tachado de loco, de lunático, pero así fue para asombro de los aficionados a este increíble deporte que se engancharon a un espectáculo sin igual en el que los ciclistas «fueron capaces de ser alados y elevarse hasta unas alturas donde ni siquiera llegan las águilas», como también pronunció en su día el propio patrón de la Grand Boucle.
Por aquí volaron Fausto Coppi en el Tour del 52 «escalando como un teleférico deslizándose por su cable de acero» (Goddet), Charly Gaul en 1955, Bahamontes en el 64 o Anquetil dos años más tarde en una de sus mejores vuelos.
El Galibier es un paso de montaña casi tan viejo como la propia Humanidad. Se dice que esta ruta se fue trazando siguiendo los pasos de contrabandistas y vendedores ambulantes que desafiaban el frío y las ventiscas de nieve incluso en verano. Acceder a uno de los otros valles era como hacerlo a la cara oculta de la Luna, a un territorio desconocido, otro mundo.
Sin embargo no fue hasta 1979 cuando el coloso da su estirón definitivo y crece nada menos que 89 metros, alcanzando los 2645 actuales. En efecto, el viejo túnel se resintió de una sus bóvedas y amenazaba con desplomarse de un momento a otro.
Se cerraron sus grandes portalones de madera durante 25 años y se construyó una nueva carretera para cruzar el paso en forma de curvas diseñadas «a la mula», mil metros más de escalada al 10%, convirtiéndose en el tramo más duro de toda la ascensión, siendo Lucien Van Impe, aquel mismo año, el primero en estrenarlo pasando en solitario en cabeza.
Aunque las puertas del túnel fueron abiertas de nuevo en el año 2003, después de las reformas que ya permitían el paso incluso de autocares, el Tour prescinde de él y prefiere el nuevo tramo que lleva a la cima, para disfrute de los aficionados que sienten en aquellas nuevas rampas toda la épica de los esforzados de la ruta que se convierten en gigantes cuando hollan su cumbre, igual que lo seréis vosotros si superáis el miedo escénico del cartel «Col du Galibier: 35 km», saliendo de St Michel de Maurienne. Más que un fuera categoría, un puerto de otro planeta.
Por Jordi Escrihuela
Imagen: Ciclismo Épico
Mundo Bicicleta
Mi querido Miguel Delibes
La bicicleta y el ciclismo ocuparon grandes ratos de la vida de Miguel Delibes
Cuenta El País que Miguel Delibes tuvo siete hijos, dieciocho nietos y dos bisnietos.
Nosotros sabemos que Miguel Delibes fue un genio de la arquitectura dela letra y un apasionado, un fiel seguidor de la bicicleta y el ciclismo que hace unos meses nos describió Angel María de Pablos en compañía de Peio Ruiz Cabestany
No fue por eso extraño que aquí nos hiciéramos eco de la primera pieza que La Biciteca publica en su renglón “Re-ciclados” que no es otra que “Mi querida bicicleta” firmada por el literaro como testimonio y pieza de que esta máquina fluye y construye los sueños en la vida de muchas personas.
Porque Delibes no crece con los años, ni evoluciona con el tiempo, se hace, se construye a través de la bicicleta.
Así lo dejó escribo en este manual. Su vida son capítulos en forma de eslabones, los eslabones de la cadena que mueve su bicicleta.
Aprendió a ir en ella, en círculos, sin apoyarse, hasta que el sol cayó, sin saber cómo aterrizar. Con ella supo disimular la debilidad, conoció el amor, consumó ese amor y tuvo hijos y nietos que se envenenaron de tal cariño.
Delibes siempre dijo que el oscuro deseo de cualquier persona era coronar primero el Tourmalet, como si en el gen hispano existiera ese componente de escalador, de sufridor de la vida.
Como decimos La Biciteca se apresuró en reeditar esta pequeña joyita que viene ilustrada por Luis Horna en un todo, un círculo, donde letras y trazos saben hilar una narración sencillamente prodigiosa por su sinceridad.
Un cuadro íntimo, en el que la bicicleta desnuda a uno de los grandes de las letras castellanas.
Imagen: Rutas Pangea
Mundo Bicicleta
El ciclista del Xorret de Catí
En la cumbre de Xorret del Catí espera un ciclista como en el Tourmalet
Xorret de Catí, «la cima de los Jiménez». Un puerto chiquito pero matón, como lo denominan los que han osado a enfrentarse a sus duros 4 km de ascensión desde la población alicantina de Castalla, sin desmerecer de modo alguno su otra vertiente, la de Petrer, uniendo ambos pueblos salvando el magnífico medio natural de la Sierra del Maigmó.
Nos trasladamos al año 1998 y la Diputación de Alicante decide promocionar el Hotel de su propiedad que hay después de coronar el puerto por su vertiente más dura. Por tanto, la aparición de esta montaña en el mundo del ciclismo y más concretamente en la Vuelta a España, inédita hasta aquel momento, respondía más bien a un motivo comercial, más que deportivo o geográfico, pero no deslució estos dos últimos dos conceptos, ya que la ascensión fue una sorpresa mayúscula para todo el pelotón.
En septiembre de aquel mismo año, días antes de correr aquella etapa marcada en rojo en el calendario, el pánico se apoderaba de los corredores. Sólo los Kelme, que habían estado concentrados en dicho hotel, lo conocían, asegurando que se habían retorcido en sus breves pero brutales rampas al 18, 22 y hasta el 23% de desnivel. Datos que lo hacían muy temible.
Hasta Álvaro Pino tuvo que responder ante los medios informativos sobre la gran dureza de la subida: «Es dura, ciertamente, pero tiene 3 km. No vayamos a hacer un Tourmalet del Xorret de Catí».
El primero en dignificar este puerto ganando aquí, después de coronar y bajar los 3.400 m de distancia que le separaban de meta, fue el añorado «Chaba» Jiménez. Después, casualidades de la vida, fue otro Jiménez, Eladio Jiménez, quien recogía el testigo de su tocayo de apellido ganando nada menos que en dos ocasiones, en el año 2000 y 2004. Aún recuerdo sus declaraciones después de ganar su primera etapa: «Es un puerto que si lo entras pasado, al poco rato parece que no avanzas».
Anteriormente a su segundo triunfo, el 26 de febrero del 2003, el entonces presidente de la Diputación de Alicante, Julio de España, tuvo el honor de inaugurar el Monumento al Ciclista en una jornada festiva en la que participaron niños de 40 colegios, para homenajear a ambos ciclistas. Sus nombres quedaron grabados en una placa en la propia piedra que soporta la escultura.
Situada a unos 300 m de la meta, cerca del Área Recreativa y justo delante del parking del Hotel, el monumento fundido en bronce y con unas medidas de 5x3x2 se ha convertido por derecho propio en lugar de visita obligada para todo aquel cicloturista que afronte sus endiabladas rampas y se fotografíe junto a este «Monumento al Valor», como lo definieron en su día los amigos Ander y Juanto, porque valor, y mucho, hay que tener para ascender hasta aquí.
El Ciclista, prácticamente de tamaño natural, nos recuerda a otro gran Ciclista: el Gigante del Tourmalet. La obra pertenece al escultor alicantino Vicente Ferrero Molina nacido en el año 1944 y toda una eminencia en Bellas Artes: catedrático, doctor, ex-director del Museo de Bellas Artes de Alicante y miembro del Consell Valencià de Cultura.
El lugar volvió al mapa de la Vuelta a España, en año 2009, ganando el gallego Gustavo César Veloso, de momento el último español en inscribir su nombre en la placa homenaje a los ciclistas, pues le siguieron dos franceses, David Moncoutié y Julian Alaphilippe.
En 2023 tendremos un nuevo nombre en la cima de los Jiménez…
Por Jordi Escrihuela
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