Ciclismo
La Selección española estuvo donde se le esperaba en el Mundial
El «no ataque final» de Enric Mas pudo costarle un podio que sí logró O´Connor
Decir que la selección española, con las plazas de honor de Enric Mas y Roger Adrià, ha fracasado en el Mundial sería injusto, pero asegurar que ha sido «brillante» tampoco sería exacto.
La actuación de España, sin un favorito claro en el plantel, con un outsider importante como Pello Bilbao que tuvo que abandonar prematuramente, no fue ni buena ni mala, aunque si me apuráis tiraría a más buena que lo otro.
Tener dos corredores en el grupo importante, el que perseguía a Tadej Pogacar en las vueltas finales no fue cualquier cosa.
Para esas alturas de carrera combinados de la potencia de Francia, Alemania o Italia habían sido borradas del mapa, otros como Bélgica y Países Bajos no daban más de sí y aquello quedaba más en individualidades que cualquier otra cosa.
En ese grupo, España mantuvo a dos ciclistas hasta muy al final.
El movimiento «estúpido» de Tadej Pogacar a 100 kilómetros de meta había anticipado a todos aquellos combinados que decían que anticipar era la clave.
España de hecho había abierto el baile con el primer ataque de Pablo Castrillo, que aceleró el ritmo y fue la antesala el golpe único y definitivo de Tadej Pogacar.
Con el esloveno en ese estado, sólo cabía tirar a morir por detrás para que no se fuera definitivamente tan lejos de meta y con ello la selección fue brutal.
España tuvo a un Enric Mas que lució en el Mundial todas las virtudes y carencias de la Vuelta a España: era uno de los más fuertes y enteros del grupo, pero su capacidad para resolver, intentarlo o tomar unos metros volvió a ser nula.
Es así, una ciencia exacta que se repite de forma cíclica cada vez que tiene ocasión, salvo el periodo final de la temporada 2022, cuando dio el paso y fue capaz de ganarle Emilia y disputarle Lombardía a Pogacar.
Los automatismos de Enric Mas en cabeza de carrera los conocemos, toma la rueda del que ataca, éste le mira, le pide relevo, se lo da pero corto, muy corto, para abrirse y mirar atrás.
Ayer tuvo una opción cuando se fue con uno de los grandes nombres de la cita, Marc Hirschi, pero no hicieron camino.
Mientras Ben O´Connor partía para la plata, a Enric se le extrañó ese último movimiento, el que fruto del desconcierto puede acabar en un premio en forma de podio, más cuando sabes que al sprint vas a quedar el sexto de seis.
No conviene darle más vueltas, si una cosa tiene Enric es que no engaña.
Por otro lado Roger Adrià corroboró las sensaciones que lleva tiempo construyendo, pero le faltó todo el fondo y forma que tiene ahora mismo Enric, de haber tenido ambas, casi seguro que éste no llegaba a meta sin intentarlo.
La selección española que fue al mundial de Zúrich era la mejor en mucho tiempo, pero entre unas cosas y otras, algunos no llegaron en su mejor momento y otros no están hechos para el mundial.
Lo que está claro es que si O´Connor se colgó una plata significa que Enric Mas no debería haber estado lejos, como hombre más fuerte de la carrera, pero al final un soplo de actitud marca la diferencia entre el podio y una plaza de honor.
Imagen: RFEC
Ciclismo
El casi trébol de arcoíris de Mathieu Van der Poel
Con el de gravel, sólo le queda el arcoíris de MTB a Van der Poel para cerrar el círculo
Lo que vimos en el mundial de gravel en Lovaina me parece el anticipo de lo que va a ser la campaña de ciclocross en unas semanas: Mathieu Van der Poel batiendo a belgas, aunque esta vez por el arcoíris de gravel.
Lo comentábamos ayer, fue curioso que en el mundial de gravel y la Paris-Tours que frecuenta caminos de tierra entre viñedos coincidieran en la fecha y de paso la cita flamenca que quitara alguna estrella a la centenaria carrera francesa.
En todo caso no deja de ser el tercer maillot arcoíris en otras tantas disciplinas para Mathieu Van der Poel desde que se calara el de carretera en Glasgow, agosto del año pasado.
En este periodo, Van der Poel renovó por aplastamiento su título en ciclocross, situándose a uno para ser el mejor de todos los tiempos y ahora éste de gravel, que tarde o temprano debía caer de su lado sabedores que era el primer corredor en el que todos pensábamos cuando la competición irrumpió en el mundo del gravel.
La carrera de Lovaina, leo, porque no he podido verla, ha ofrecido esa estampa tan de mundial de ciclocross, de un maillot orange entre las celestes belgas.
Aunque pueda existir cierta labor de equipo, en el gravel, las cosas acaban siendo siempre a título individual, y Van der Poel se fue haciendo la cena plato a plato desde bien lejos, dejando atrás corredores hasta quedarse solo con Florian Vermersch.
No sé si le vendría el fantasma de las Navidades pasadas o no, pero escaparse con el belga, le supondría un extra de emoción por aquella París-Roubaix, muy similar a la París-Tours del año pasado, en la que el mismo Florian y Sonny Colbrelli le dejaron tercero en el sprint del velódromo.
El arcoíris de gravel tiene un valora hoy muy testimonial, sin casi calendario para lucirlo, más que nada por que se centra en la carretera, pero veremos si en el futuro el hecho de Van der Poel sea campeón, como lo fue Mohoric o Gianni Vermersch, supone una carga de prestigio para la competición.
Van der Poel ya tiene un casi trébol, le falta el mundial de MTB, modalidad que ha arrinconado en cierta medida, quedándose a uno de las reinas Pauline Ferrand-Prévot (oros en MTB, ciclocross, ruta y gravel) y Marianne Vos (oros en pista, ciclocross, ruta y gravel) porque a Mathieu no le veo en un velódromo que no sea el de Roubaix.
Imagen: Alex Whitehead/SWpix.com – FB UCI
Ciclismo
Laporte, en la París-Tours para los álbumes
La Paris-Tours de Laporte puede ser la carrera más icónica de la temporada
No es la primera vez que utilizo este mal anillado cuaderno para explicar la admiración que me produce la mal llamada París-Tours, por salir de la bellísima filigrana gótica de Chartres y no de París, su historia y esta edición en el bolsillo de Christophe Laporte.
Curiosamente, en el mismo día del Mundial de gravel hemos visto más porquería y barro en los caminos de viñas de Tours.
Una carrera que desde lejos sabíamos que iba a ser resultona y nos dio una excelente tarde ciclismo, ya en octubre, contando los días para que la temporada eche la cortina.
La victoria de Christophe Laporte en esta París-Tours es la redención a una temporada muy extraña para el francés, y por ende para su equipo.
Ausente en las grandes citas de la temporada, inédito en el Tour, la carrera que se le había dado a las mil maravillas años antes, sin opción para defender el título europeo, al menos le cae una de las clásicas más prestigiosas pero más desprestigiadas de la campaña.
Ganar la París-Tours debe ser un premio enorme para cualquier ciclista francés que esté medianamente versado en historia de ciclismo, como creo que es el caso de Laporte.
Grandes velocistas de todas las épocas llenan las casillas de sus 119 ediciones, en un clásico renovado que ha sabido encontrar, yo creo, el tono adecuado, pues los famosos «chemins de vigne» le han renovado el atractivo a una carrera en evidente declive a pesar de ofrecer uno de los finales más emocionantes del año en la avenida de Grammont.
La victoria de Laporte volvió a mostrarnos un ciclista que bien alienado es un puñal táctico para los rivales.
El francés juega como nadie su balance entre rodar fuerte y sprintar muy bien para adjudicarse pocas pero muy buenas victorias.
Esta vez en especial saco petróleo a la inexplicable táctica del Lidl con Mads Pedersen jugando a Pogacar muy lejos de meta y quemando sus opciones.
Dejarle al checo Mathias Vacek la tostada de jugársela con el francés del Visma fue demasiado en una jornada que, como la Roubaix de hace tres años, pasará a ser icónica y recordada en ese libro de carreras sucias y heroicas que cada vez menos episodios nos ofrece.
Que los ciclistas lleguen irreconocibles, que el barro se adueñe de la foto, que lleguen como los de antaño.
Todo eso, mola.
Imagen: A.S.O./Gautier Demouveaux
Ciclismo
Pogacar habría ganado la Vuelta pero…
La Vuelta ya es de lo poco que le queda por ganar a Pogacar
En la cada vez más certera y reiterada comparación entre Tadej Pogacar y Eddy Merckx, es sin duda el ciclista que más se ha aproximado al belga, incluso más que Hinault, hay una cosa que sucede con el esloveno que sucedió con Caníbal, y es que podemos relatar su palmarés comentando aquello que aún no ha ganado, entre otras cosas la Vuelta a España.
Es curioso que el idilio de Pogacar con las carreras de tres semanas empezara hace cinco años en la Vuelta a España, en la antesala del Covid, aunque marcando las pautas de lo que sería su futuro inmediato y no haya vuelto a esta carrera.
La jornada aquella de Gredos, atacando a más de 30 de meta, para asaltar el podio y llegar solo a meta, fue la carta de presentación de este corredor, que con ecasos veinte años se batía con Alejandro Valverde y Primoz Roglic, casi nada.
Pogacar pisó su primer podio en la Vuelta 2019, fue tercero y desde entonces acumula otros seis podios más, de ellos tres victorias y dos segundas plazas en el Tour más el Giro que ganó en mayo.
Así las cosas, la Vuelta a España aprece como la grande que le falta al mejor talento que hemos visto nunca.
El trofeo de la grande española se une a la Milán-San Remo y la París-Roubaix, si nos centramos en lo más vistoso del cilcismo, sin perder de vista la corona olímpica y alguna vuelta de una semana como Itzulia, Suiza o Dauphiné.
Lo demás Pogacar ya lo tiene.
He leído a mucha gente, por eso, incluso en nuestro podcasr Antonio Alix lo dijo convencido, que Pogacar habría ganado la Vuelta con una pata.
Es posible que eso fuera así, pero yo no lo veo tan fácil.
Para empezar en un deporte más que centenario, nadie ha ganado las tres grandes el mismo año y que Pogacar y los suyos no se lo plantearan tras el Tour seguro que tiene base firme.
Entre la victoria en Francia y la siguiente carrera. en Quebec, pasaron casi dos meses sin competir para el esloveno, una dosificaicón que muchos no tienen en cuenta pero que seguro influye en su rendimiento estratosférico.
Correr las tres grandes para ganarlas fue una ocurrencia que puso muy de moda Oleg Tinkov hace unos diez años y nadie ha tenido opción a hacerlo.
Sepp Kuss el año pasado corrió Giro, Tour y Vuelta, ganando la última, y nunca más le hemos visto al mismo nivel.
Una cosa es decir que se puede ganar la Vuelta fácil, más viendo el nivel que ha tenido, y otra hacerlo y gestionar los costes en el futuro.
Si Pogacar y los suyos no se lo han planteado, por algo será.
Imagen: ©PHOTOGOMEZSPORT 2019
Ciclismo
Giro dell´Emilia: Pogacar y la segunda plaza
En el Giro dell´Emilia, otra vez Pogacar abrió la lucha por el segundo puesto lejos de meta
Así las cosas ya hemos visto a Tadej Pogacar con el maillot de campeón del mundo, el mismo que decíamos que no iba a lucir mucho durante este periplo, pero que por de pronto ya le hemos visto en el Giro dell´Emilia.
Ya sabéis, esta carrera son varios pasos por San Luca, la montaña que te sigue los pasos nada más pones el pie en Bolonia hasta acabar, a diferencia del Tour, a la vera de su bella iglesia barroca en la cima.
Son en concreto cinco pasos, subiendo paralelos a ese pórtico ininterrumpido hasta la cumbre y bajando de nuevo a Bolonia, para volver a ascender.
Pogacar atacó en el primero de los cinco y no fue algo anunciado y no sé yo si previsto, el equipo no le allanó el camino, simplemente sucedió.
Hubo río revuelvo nada más cruzar el arco del Meloncelo, con Remco Evenepoel cortejando la primera plaza, Pogacar tomó el mando y voló solo hacia su primer Giro dell´Emilia, cuyo podio ya había pisado varias veces sin probar aún el sabor del éxito a la sombra de San Luca.
Cualquiera que haya visto ciclismo este último mes, estaba cantando que Pogacar no iba a esperar ni siquiera a la penúltima vuelta, teniendo cinco para proponer un duelo imposible tan lejos de meta.
Matteo Jorgenson le vio partir y «arrivederci»…
Es otra línea más en la pared de la litera para Pogacar, que cuenta sus victorias por «solos» tan llenos de belleza como carentes de emoción para la primera plaza.
Cuando él ataca, se activa la lucha por la segunda plaza, como sabedores que no va a haber forma de contenerle.
Este año la lluvia y el mal tiempo han impedido ver muchas de las escenas ya familiares de este año, cuando parte Pogacar queda el vacío y el desconcierto ante una carrera completamente nueva para sus rivales.
Sucedió en la Strade y desde entonces va a recital sin grupo por carrera, en la Volta, en la Lieja, en varias etapas del Giro y Tour, en Montreal y la mejor de todas, en el Mundial.
Es tremendo que a su poder en la carretera se suma una capacidad de intimidación como pocas veces hemos visto, un movimiento suyo y todos bajan los brazos alrededor, alguno trata de seguirlo, vagamente como Jorgenson hoy, pero la carrera, en cuanto a la primera plaza del palmarés, va cerrando el abanico.
Lo que estamos viendo este año es tan bello como abrumador, el chaval nos cae bien, pero mata cualquier opción ajena de raíz y eso es bueno y malo al mismo tiempo.
Solo os digo una cosa, por vuestro bien y del ciclismo: Que Vingegaard recupere su mejor versión y sea capaz potenciarla el año que viene.
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) October 5, 2024
Por eso cruzo los dedos, que venga el Vingegaard de ls Tours pasados, un Van der Poel a modo dique en los terrenos flamencos, que alguien pare a este chico, porque lo suyo empieza a ser la carrera por el segundo puesto.
Imagen: Silvia A. Casali y Vebo Studios
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