Ciclistas
El mundo al revés de Simon Spilak
Aunque haya pasado de puntitas por nuestro televisor ciclista, la Vuelta a Suiza, que ayer acabó, nos ha dejado buenas notas y sobre todo el “descubrimiento” del año, al menos a nivel personal: la subida a Sölden, un enclave que no es suizo, si no que eminentemente tirolés, en Austria, y que a mí al menos me ha impactado.
Acostumbrados a la aridez paisajística de algunos colosos franceses, dígase el Izoard, el puerto estrella del inminente Tour, o las abrumadoras torres pétreas de los Dolomitas italianos, la subida a Sölden fue pasar a otro nivel, acabar el la falda de un glaciar en el corazón alpino, allí donde Dios perdió el mechero, a más de 2700 metros de altitud, compitiendo con las llegadas a Stelvio y Galibier de hace unos años en Giro y Tour, respectivamente.
El puerto, sencillamente, resultó precioso, pero es que además hizo un daño terrible. Esto es como lo de la bala, que no te hace daño el objeto en sí tanto como la velocidad a la que va. Y es que la aproximación que se hizo fue tan brutal, que teníamos la carrera muy decantada a favor de Simon Spilak, cuando aquello no había hecho más que comenzar, a unos diez del alto.
Alternativas, cambios de paisaje, explosión de Marc Soler, en un curso avanzado de ciclismo top, el líder Pozzivivo reventado al inicio, Mikel Nieve en apuros, Ion Izaguirre de menos a más,… un pelotón inexistente que al ritmo de Reim Taaramae se hizo de uno en uno, poniendo a Spilak la carrera a su merced tan pronto que cuando éste llegó a meta lo hizo pero que muy tocado, porque la subida se hizo durísima y eterna. La llegada, con ese kilómetro largo por un túnel recto, el arco de último kilómetro encajado en la bóveda de cañón, que la realización fuera capaz de seguir retransmitiendo… todo en definitiva fue como pisar terreno ignoto.
Un poco como si pensamos en describir a Simon Spilak, el corredor que como Rui Costa hace fortuna en Suiza, un terreno que curiosamente tiene sus especialistas como ninguna otra zona. Simon Spilak ganó hace siete años el Tour de Romandía que le fue borrado a Alejandro Valverde por la sanción que se le impuso durante dos años, y la Vuelta a Suiza hace dos, por delante de Geraint Thomas en una crono que atravesó esa maravilla que es Berna.
Es curioso este Spilak, un ciclista especializado en carreras de una semana del World Tour. Lleva tres ganar por segunda vez Suiza y si no tiene alguna más es porque se cruzó un tal Chris Froome en su camino en Romandía, en Suiza, como no. Y digo que es curioso porque como indicó Angel Edo en las retransmisiones de Esport3, el esloveno tiene una cláusula con Katusha que le exime de correr grandes vueltas para competir en las menores.
Es como el mundo al revés. El corredor impone su calendario y se carga de razón con sus resultados, el equipo lo acepta y se da la circunstancia de verle en aquellas carreras que muchos toman como el trampolín para las grandes vueltas. De hecho Spilak no corre una grande desde 2014, cuando abandonó en el Tour y la anterior el Giro de 2011, que finalizó discretísimamente.
Obviamente no contéis con verle en el Tour, su contrato no lo contempla.
Imagen tomada de @ammattipyoraily y FB Team Katusha-Alpecin
INFO
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Mathieu Van der Poel
Van der Poel también tiene y pone límites
El calendario de Van der Poel cada año es más pequeño y centrado
Hubo unos meses, no sé si por la salida de la pandemia, o por las ganas de estos chavales, que el ciclismo entró en un stress competitivo que nos hizo preguntarnos por la longevidad de estos corredores en el tiempo y espacio, corredores como Remco, como Van Aert, con Pogacar o el mismo Van der Poel.
Ciclistas que le metieron una velocidad más a este deporte, descolocando a otros que venían de liderar el ciclismo antes de la pandemia.
Una cambio de ritmo en el que Mathieu Van der Poel ha tenido mucho que ver.
Aquella famosa Strade Bianche de 2021 es un icono de esta nueva realidad, un ciclismo asilvestrado, corrido a pura fuerza, sin reserva ni rodeo, con siete grandes nombres metidos en la escapada y todos tirando como si no hubiera un mañana.
Van der Poel salió victorioso de aquella jornada en la que el propio Alaphilippe probó uno de los ataques más brutales que recordamos en mucho tiempo.
Ese Mathieu era campeón del mundo de ciclocross, brillaba en carretera y tenía billete para la carrera olímpica de MTB
Lo corría todo, doce meses al año non stop, incluso clásicas más pequeñas, en las que su sola presencia era invitación a ponerte la tele y disfrutar del espectáculo.
Estos tiempos tocan a su fin.
Mathieu Van der Poel hará el año que viene 29 años y admite que «un invierno sin ciclocross también estaría bien«.
Es decir que lo que le vamos a ver competir este invierno, ojo que si no está Van Aert, se queda sin interlocutor, habrá que disfrutarlo mucho y bien porque en el futuro nada está claro.
Y lo mismo sucede con MTB, pues Van der Poel en persona ha admitido que mejor centrarse en algo, y ese algo creo que va a ser carretera.
El Van der Poel que hemos visto este año ya anticipaba estos movimientos, pero creo que vamos a una selección más fina de objetivos y carreras para el neerlandés, carreras que si todo va a bien se va a hinchar a ganar varias veces, com Roubaix o Flandes, donde no se baja de la segunda plaza del podio desde hace cuatro ediciones.
Luego estarán los objetivos ajenos, que no aleatorios, Mathieu Van der Poel querrá etapas en las tres grandes, haber sido líder en todas ellas y firmar éxitos en los pocos sitios que le quedan por situar en su palmarés.
Nada que ver con ese ciclista de 2019, 2020 y 2021 que todo lo competía y casi todo para ganar.
Al final todos, también él, tenemos límites.
Wout Van Aert
Van Aert, 3 cosas a cambiar
Aires nuevos, carreras inéditas y cambio de mentalidad se imponen para la mejora de Wout Van Aert
Éste es el primer año, en cuatro, que no sitúo a Wout Van Aert con los mejores de la temporada.
Ahí metí a Laporte, a Philipsen, acabo de sacar a Evenepoel, pero esta vez pasamos de largo con Wout y no con de gusto, hablamos de uno de los ciclistas más inspiradores e importantes del pelotón, el ciclista que todos soñaríamos ser, con grandes días detrás, pero al que todos le echamos de menos alguna victoria de esas que marcan.
Para Wout Van Aert no es sencillo competir.
Ha pasado de ser la rueda más vigilada, a ser superado netamente por rivales que siempre ha tenido a su alcance.
Van der Poel es el caso más obvio, pero no sólo él, Philipsen en Roubaix o el mismo Laporte en el europeo, le dejaron en puestos de plata y bronce que sin duda no hacen justicia al caché de uno de los mejores ciclistas del mundo y de los tiempos recientes.
A diferencia de otros inviernos, más previsibles y calmados para Van Aert hasta su debut en ciclocross, esta vez le leemos más en titulares y noticias sobre, principalmente, su calendario carretero.
Y anuncia cambios, el ya comentado de su debut en el Giro -aunque no lo veo disputando la general- y posiblemente la Vuelta a España.
Entre ambas grandes queda amortizado que Wout Van Aert no va a estar en el Tour de Francia, en lo que considero un premio a su persona y valor en el equipo.
Van Aert necesita romper con muchas cosas del pasado reciente, si quiere dar el paso adelante en palmarés que todos queremos para él.
Correr en carreras que no conoce puede romper esaa cadencia de segundos y terceros puestos que le cuelga del cuello.
Merece un mundial, una Roubaix… algo grande que rivalice con esa San Remo que logró en el verano de la pandemia.
El roto que le ha hecho a su calendario habitual se suma al cambio de entrenador, que espero dé en a tecla y lo tenga al 110% en las carreras objetivo.
Eso es que lo deje tan fino como cuando ha competido en los últimos Tours de Francia, la carrera más grande, la de más presión y en la que Van Aert ha corrido en plan aplastamiento como nunca lo hace en otras majors de la temporada.
Eso es lo que queremos, la actitud del Tour 21, 22 y 23 exportada a la primavera, al mundial, a los Juegos Olímpicos.
Correr anticipándose, sin miedo, sin carga psicológica ni mirada a la retaguardia.
Porque si Van Aert es capaz de ganar en el Ventoux, una crono y un sprint de Campos Elíseos, ante los mejores en su prime, me niego a creer que no se capaz de tomar la Roubaix por los cuernos y hacerla suya, más cuando está rodeado por un equipazo.
El cambio de actitud es necesario, imperativo y con él lo otro, entrenador nuevo y carreras que no conozca y en las que no se deba a nadie.
Espero sea la mejor alquimia para que Wout esté donde merece estar ese motorazo.
Ciclistas
Carlos Rodríguez es bueno pero no lo tiene nada fácil
Que Carlos Rodríguez acabe ganando una grande es complicado
Me puedo imaginar, sin haberlo escuchado, sin haberlo visto, a mucha gente haciendo cábalas sobre el futuro de Carlos Rodríguez en el momento que cruzó primero la meta de Morzine, en el pasado Tour.
Es el viejo vicio que siempre viene en estos casos, cuando alguien logra algo así ya queremos auparlo a lo más alto obviando que esto es largo, también difícil, y que estos chavales no corren solos.
En en caso de Carlos Rodríguez se suma además que este chaval se hace querer como pocos: educado, correcto, culto, capaz, asequible y excelente ciclista.
¿Cómo no quererlo?
Puse la foto de este post de Carlos en la salida del Tour desde Bilbao, junto a Tom Pidcock, para ilustrar de una forma rápida lo que tiene a su favor y rodea al ciclista andaluz.
Durante el Tour de Francia, transcurrieron unas etapas en las que el inglés y Carlos Rodríguez iban a la par en la general, hasta que el irregular Tom se descolgó.
En esos días, muchos ya daban por seguro que Carlos iba a ser el líder de Ineos, pero llamé la atención a cómo funciona este equipo, y es que el mejor de los dos sería el líder y si, por un casual, Pidcock se ponía por delante en la general, las ayudas del equipo iban a ser para él.
Y no por el hecho de ser inglés y deberse a un equipo inglés iba a pasar por delante de su compañero español.
En el momento que Carlos fue mejor, el equipo se centró, en lo que pudo en él, y no hubo discusión.
Hablo de este aspecto, para ilustrar que en la trayectoria de un ciclista a estos niveles hay tantas cosas, que al final, la más inesperada puede decantar la balanza.
Eso pudo suceder aquí, pero no.
En todo caso, decir que Carlos Rodríguez va a ganar esto o aquello es tan arriesgado como pensar que no lo va a lograr.
De hecho es más fácil que no lo consiga.
Yo creo, de inicio, que lo tiene muy difícil y que quizá le convenga, si quiere ganar una grande, elegir muy bien las carreras y quién va a estar en cada una, pero como no debe tener prisa, es muy joven aún, si sigue fogueándose con los mejores, perfecto.
La realidad de Carlos Rodríguez no debería mezclarse con la edad, cada uno explotará cuando le toque y en el momento que el cuerpo le dé de sí.
A diferencia de Juan Ayuso, Carlos Rodriguez se ha reivindicado algo más mayor y esto sigue siendo una carrera de fondo, por mucho que algunos estén siempre mirando el DNI.
Tiene talento, es inteligente, sabe hacer grupo y muy importante, siempre está, siempre es una opción y eso es una garantía de que. a la larga, el éxito acabe llegando.
Entre tanto tenemos ciclista muy bueno, y no sólo para el Tour,
Imagen:A.S.O./Aurélien Vialatte
Remco Evenepoel
Top23 Remco Evenepoel, always welcome
Con el fiasco del Giro, el año quedó desordenadamente perfecto para Evenepoel
Remco Evenepoel, 23 años y 50 victorias en el ciclismo profesional, una estadística casi redonda que retrata a un fenómeno sobre ruedas, del ciclismo, en su faceta de anotador y klller en la carretera, pero que no proyecta la enorme presencia física y espiritual que el corredor despliega sobre este deporte.
Pogacar y Remco, destacados
Le seguirían Roglic, Kuss y Geraint
VdP y WVA son terribles en carretera pero sin esa chispa fuera de ella— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) November 23, 2023
En un ranking de carisma, de presencia, de enormidad ciclista dentro y fuera de la carretera, creo que la lista tendría a Evenepoel siempre muy arriba.
Un peso específico que se gana en competición, pero también fuera de ella, con un carácter que abruma y destacada sobre un pelotón que en ocasiones se deja llevar mucho por lo que llamaríamos «el molde».
Remco Evenepoel sabe perfectamente que el carisma viene de serie, él lo tuvo siempre, pero que si lo mezclas con la grandeza de los números, entonces ya tienes la cuadratura del círculo.
Dijo una vez Lefevere que el trabajo que hace su pupilo belga es tan bestia, tan minucioso, que a veces hasta le da pena.
Lo dijo él, Patrick, espero que no ebrio, sobre uno de sus muchachos, él, que casi siempre es el más crítico de la clase.
Puedo imaginar el camino que Remco Evenepoel recorrió para preparar el Giro de Italia, fue tan brutal que el año que viene posiblemente no lo repita.
Por eso, cuando abandonó la carrera, la versión oficial hablar de Covid, las otras simplemente divagan, me imagino la decepción.
Evenepoel centró su año en la grande italiana y con ella en la cuneta, la temporada quedó huérfana, una temporada que ya traía toda una Lieja-Bastogne-Lieja a las espaldas.
Quizá por eso, vimos al corredor que luego vino, el ciclista que arremetió de salida contra la Vuelta a España en todos los sentidos, en el crítico con la crono inicial y la caída en la meta de Andorra y en el competitivo con tres victorias e infinitas escapadas hasta el mismo día de Madrid, condicionando a los velocistas y sus equipos en el último metro.
El Remco desencadenado es el que queremos, más allá de la solidez de una general de gran vuelta y esas cosas, que yo creo que un día sacará adelante, un ciclista indescifrable, sorprendente que sólo debes querer ver correr, por mucho que a veces no sea capaz de contener, admitámoslo, el niñato que lleva dentro.
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