Mundo Bicicleta
Mario Sábato, siempre como una moto
Mario Sábato se distingue por lo visceral y exagerado de sus narraciones
“Ahí va Nairoman, baila que te baila, subiendo como una moto” repite Mario Sábato.
Cualquier latino que haya seguido las transmisiones de ciclismo por ESPN habrá escuchado, no una, ni diez veces, ni cien, esas palabras.
El locutor, tan popular como cuestionado en Colombia, es Mario Sábato, pero no Mario el cineasta hijo del escritor Ernesto Sábato.
No.
Éste es otro: el locutor, el periodista venido de Argentina, el hombre extrovertido y bulloso que, según cuenta a veces en sus narraciones, intentó competir en bicicleta hace muchos años pero desistió pronto.
Igual que pasa con la mexicana Goga Ruíz Sandoval, a los periodistas latinoamericanos especializados en ciclismo les queda poco campo de acción y popularidad en un continente que casi no tiene estrellas en el pelotón internacional.
Por eso su principal público –y buena parte de su trabajo y de sus fans– está en Colombia, ese país que desde los ochenta ha mantenido una cuota de corredores que, a veces mejor, a veces peor, suelen destacar en Europa, la verdadera meca de este deporte.
Mario Sábato supo montarse en la nueva ola del ciclismo colombiano que empezó cuando Rigoberto Urán quedó subcampeón del Giro de Italia en 2013.
Recuerdo justo sus narraciones ese año elogiando a Miguelito Rubiano como un gran escalador y diciendo “ya llegan las montañas, ahora veremos a los colombianos”.
Desde entonces ha sido un infaltable en las transmisiones de ESPN y ganó una popularidad exorbitante en nuestro país a punta de narraciones chabacanas y chovinistas, donde endiosa a los corredores cafeteros como si fueran los únicos que pudieran ganar en las carreras.
Y ahí ya hay grave un problema, porque si en una etapa llana el locutor da como favorito para la victoria a Rigoberto Urán –para citar un ejemplo reciente que me viene a la cabeza– o no tiene la menor idea del deporte que está narrando, o quiere congraciarse con sus televidentes a costa de mentiras e imprecisiones.
Al final Rigoberto no gana la etapa, Sábato nos cuenta que es “su amigo personal”, y millones de espectadores se van con una idea falsa de lo que vieron.
Por periodistas como Sábato, dedicados a endiosar a los ciclistas colombianos, es que hay una visión distorsionada de este deporte en el país, aquella idea artificial que no admite la derrota. Y la derrota es, hablando en términos filosóficos, la esencia misma del ciclismo.
Gracias a su popularidad y amistades en el alto nivel, a Sábato lo invitan con frecuencia como animador a carreras como la Vuelta a Colombia y la más reciente Oro y Paz.
Se dice que cobra una millonada, y esto, sumado a los inacabables escándalos de corrupción que empañan a la Federación Colombiana de Ciclismo, no deja de ser sospechoso a ojos muchos aficionados que critican la manera cómo se invierten los recursos.
Algunas de sus narraciones son ya legendarias, como esa en la que perdió la voz gritando como un gorila, o aquellas en las que ha bautizado a los corredores colombianos con apodos que no siempre gustan: “Rigoneitor”, “Nairoman”, “El misil Gaviria”, “El Chavito de América”, “El Toro de Urrao”.
El mundial de Innsbruck, ya disponible en Bkool
Para muchos, Mario Sábato es un argentino maravilloso con un carisma y estilo de narrar únicos.
Para otros es un oportunista ignorante que sólo sabe gritar frente a las pantalas y hablar atropellado, rápido, ruidoso, como una moto.
Imagen tomada de Las2orillas
Mundo Bicicleta
Col de Turini, del motor al Tour
El Col de Turini estará en el cierre del Tour en la Costa Azul
En el cierre del Tour 2024, la jornada penúltima, con entrada y salida por el mapa de los Alpes Marítimos, hará alto en varios puertos y entre otros el Col de Turini
Los puertos de la Provenza y la Costa Azul, situados estratégicamente en la entrada de los Alpes marítimos, o en la salida, según cómo se miren o dependiendo de la carrera y de cómo los afronten, siempre han sido respetados y admirados, y siempre han sido sinónimo de batalla en sus cuestas, aportando su sal y su pimienta a competiciones como el propio Tour.
Podemos hablar del arco de Sospel y su trilogía de Niza: puertos como Braus (1002 m), Castillon (706 m) y La Turbie (480 m), continuando por otros como el Espigoulier (728 m), el Esterel (314 m) y sobre todo el gran Turini (a 1607 m), que han sido escenarios donde los adversarios continuamente se han tanteado y en muchos de ellos han habido luchas decisivas, llegando incluso algunos corredores a hacerse con el maillot de líder en estas cuestas en las que sus cunetas suelen estar abarrotadas de gente.
Citar los puertos provenzales es evocar lugares donde las rampas se retuercen y giran sobre sí mismas, donde las curvas las marcan los arbustos, donde los ángulos agudos se muestran sin contemplaciones, mientras los corredores caracolean, girando sus cabezas buscando la carretera y siempre intentando seguir los muros de contención para evitar el precipicio.
Por eso estos cols siempre provocan muecas entre los participantes, algo, por otro lado, bastante normal en Niza, la capital del Carnaval galo.
Y llegamos al Col de Turini…
Como Turini, que vuelve a la competición, sobre dos ruedas sin motor, nada menos que después de 46 años de haberlo hecho por última vez, en 1973 y en el Tour, con victoria para de uno de los nuestros que supo «encarrilar» muy bien su pedaleo dirección a su cima.
Estamos hablando, en efecto, del recordado Vicente López Carril, un histórico del ciclismo español.
Así, podemos decir que el corredor gallego fue el último ciclista en coronar el puerto en primera posición, en una edición en la que quedó 5º de la general, después de haber hecho podio el año anterior.
De esta manera, Turini, más reconocido y popular en el mundo del rally porque en él se disputa uno de los más famosos del mundo como es el mítico Rallye de Montecarlo, cambia el motor por los pedales y en el que los ciclistas, ese próximo 16 de marzo, habrán de acometer más de 30 lacets, horquilla sobre horquilla, curvas cerradas, giros de 180º, en una exigente ascensión de 15 km con una pendiente media del 7,3% y donde probablemente se decida el ganador de esta edición de la París-Niza.
Una espectacular subida y en la que, por esas fechas, suele ser habitual que haya presencia de nieve.
Ya veremos.
Los aficionados, ese día, descubriremos un puerto para el ciclismo de ensueño, una de las carreteras serpenteantes más escénicas que existen, para disfrutar mientras contemplemos un paisaje de fantasía, ascendiendo por la ladera de la montaña y con hermosas vistas al mar Mediterráneo.
Un puerto de cine.
El Turini fue, cómo no, todo un descubrimiento de Jacques Goddet, «una sensacional novedad» como él mismo exclamó cuando lo dio a conocer como primicia en el Tour de 1948 «con su interminable pendiente».
A pesar de haber entrado muy poco en las competiciones de ciclismo (Tour del 48 con victoria para Louison Bobet, del 50 para Jean Robic y la recordada del 73 de López Carril), en sus curvas se han escrito épicas páginas de la historia de la ronda gala, como en aquella etapa de la edición del 48, cuando Louison Bobet, que había abandonado el año anterior, estuvo a punto de hacer lo propio el día antes en San Remo, ya que se encontraba enfermo, pero durante aquella jornada, provocado por un ataque de Roger Lambrecht, que era nada menos que su delfín, Louison resucitó.
Acompañado y ayudado por un gran Apo Lazarides que protegió eficazmente el maillot amarillo de su líder y amigo, y además alumno de Vietto, se escaparon a siete kilómetros de la cima para lanzarse después a tumba abierta a pesar de los cuatro kilómetros de descenso pedregoso.
Louison Bobet triunfó finalmente en Cannes recuperando siete minutos a Bartali.
El italiano, su adversario más peligroso, se encontraba en ese momento a 21 minutos.
Como curiosidad, el prestigioso L’Equipe, al dar la novedosa noticia de la inclusión de este bonito puerto en la París-Niza de 2019, publicó una foto errónea del Turini en sus páginas, confundiéndolo con el no menos bello y escénico Col de Braus, conocido como el «alambique», el «tirabuzón», «kriss malayo» o simplemente «cric», algo que para ser el célebre diario no deja de ser algo bastante imperdonable.
¡Ay! Si el pobre René Vietto levantara la cabeza…
Ciclismo antiguo
Mende siempre será la cima Jalabert
Aquel día en Mende, Jalabert puso en jaque el quinto Tour de Indurain
Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?
«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»
A Jalabert, aquel día hacia Mende, le secundaba el mejor Melchor Mauri jamás visto junto al australiano Neil Stephens.
Con ellos Massimo Podenzana, Dario Bottaro y Andre Peron. Los seis habrían de abrir un hueco más allá de los nueve minutos.
En Banesto no daban crédito.
Las piernas de los gregarios de Indurain al unísono no enjuagaban el desperfecto. Surgieron entonces varias tesis. A cola del pelotón se fraguaba la ayuda de otros equipos. El manejo de José Miguel Echávarri dio frutos apetecidos para mantener a raya la afrenta de Jalabert.
Mundo Bicicleta
En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo
«En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo; ante este gigante, sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia»
La frase de Henry Desgrange, el padre del Tour, exclamada en 1911, define a la perfección lo que el ciclista siente cuando se tiene que enfrentar al gigante alpino en un terreno grandioso, inexpugnable hasta aquel entonces, donde incluso los más grandes campeones empequeñecen ascendiendo por su carretera ganada a los hielos, que cubren tres cuartas partes del año alcanzando los siete metros de manto blanco bajo las órdenes del general Invierno.
Territorio hostil, en su cumbre a 2645 metros sobre el nivel del mar reina el silencio y solo nos queda admirar. Y meditar. Por encima de la cota 2000 hay poca vida en sus laderas, quizás alguna marmota que se despereza del letargo hibernal, pero la actividad humana es prácticamente nula. Es el triunfo de la naturaleza sobre el hombre, en toda su expresión, un monumento hecho montaña donde solo llegar hasta allí arriba supone una victoria y ganar, la gloria, tocando el cielo con las manos.
Así debió sentirse Émile Georget -igual que Neil Armstrong cuando pisó la Luna-, al ser el primer hombre en pedalear por el túnel abierto en su cima, porque el francés, a diferencia del norteamericano, no puso pie durante las 2 h y 38 minutos que invirtió en toda su ascensión, «una gesta sin precedentes en los anales del ciclismo», tal y como tituló L’Auto en su portada del 11 de julio de 1911.
Siguiendo con la analogía, el mismo diario aquella fecha podría haber definido la épica etapa como un pequeño paso para el ciclista pero un gran salto para el ciclismo mundial y el Tour, que con aquella montaña adquiría una nueva dimensión.
El túnel que la mayoría de vosotros conocéis ya estaba abierto en aquellos años, ya que fue nada menos que en 1891 cuando se construyó para comunicar a los vecinos de la Saboya con los de la Provenza, bajo 90 metros de piedra y roca y 365 de largo, tantos como días tiene el año. Poco se podían imaginar que 20 años más tarde alguien montado en aquel invento reciente sería capaz de semejante hazaña.
Le habrían tachado de loco, de lunático, pero así fue para asombro de los aficionados a este increíble deporte que se engancharon a un espectáculo sin igual en el que los ciclistas «fueron capaces de ser alados y elevarse hasta unas alturas donde ni siquiera llegan las águilas», como también pronunció en su día el propio patrón de la Grand Boucle.
Por aquí volaron Fausto Coppi en el Tour del 52 «escalando como un teleférico deslizándose por su cable de acero» (Goddet), Charly Gaul en 1955, Bahamontes en el 64 o Anquetil dos años más tarde en una de sus mejores vuelos.
El Galibier es un paso de montaña casi tan viejo como la propia Humanidad. Se dice que esta ruta se fue trazando siguiendo los pasos de contrabandistas y vendedores ambulantes que desafiaban el frío y las ventiscas de nieve incluso en verano. Acceder a uno de los otros valles era como hacerlo a la cara oculta de la Luna, a un territorio desconocido, otro mundo.
Sin embargo no fue hasta 1979 cuando el coloso da su estirón definitivo y crece nada menos que 89 metros, alcanzando los 2645 actuales. En efecto, el viejo túnel se resintió de una sus bóvedas y amenazaba con desplomarse de un momento a otro.
Se cerraron sus grandes portalones de madera durante 25 años y se construyó una nueva carretera para cruzar el paso en forma de curvas diseñadas «a la mula», mil metros más de escalada al 10%, convirtiéndose en el tramo más duro de toda la ascensión, siendo Lucien Van Impe, aquel mismo año, el primero en estrenarlo pasando en solitario en cabeza.
Aunque las puertas del túnel fueron abiertas de nuevo en el año 2003, después de las reformas que ya permitían el paso incluso de autocares, el Tour prescinde de él y prefiere el nuevo tramo que lleva a la cima, para disfrute de los aficionados que sienten en aquellas nuevas rampas toda la épica de los esforzados de la ruta que se convierten en gigantes cuando hollan su cumbre, igual que lo seréis vosotros si superáis el miedo escénico del cartel «Col du Galibier: 35 km», saliendo de St Michel de Maurienne. Más que un fuera categoría, un puerto de otro planeta.
Por Jordi Escrihuela
Imagen: Ciclismo Épico
Mundo Bicicleta
Mi querido Miguel Delibes
La bicicleta y el ciclismo ocuparon grandes ratos de la vida de Miguel Delibes
Cuenta El País que Miguel Delibes tuvo siete hijos, dieciocho nietos y dos bisnietos.
Nosotros sabemos que Miguel Delibes fue un genio de la arquitectura dela letra y un apasionado, un fiel seguidor de la bicicleta y el ciclismo que hace unos meses nos describió Angel María de Pablos en compañía de Peio Ruiz Cabestany
No fue por eso extraño que aquí nos hiciéramos eco de la primera pieza que La Biciteca publica en su renglón “Re-ciclados” que no es otra que “Mi querida bicicleta” firmada por el literaro como testimonio y pieza de que esta máquina fluye y construye los sueños en la vida de muchas personas.
Porque Delibes no crece con los años, ni evoluciona con el tiempo, se hace, se construye a través de la bicicleta.
Así lo dejó escribo en este manual. Su vida son capítulos en forma de eslabones, los eslabones de la cadena que mueve su bicicleta.
Aprendió a ir en ella, en círculos, sin apoyarse, hasta que el sol cayó, sin saber cómo aterrizar. Con ella supo disimular la debilidad, conoció el amor, consumó ese amor y tuvo hijos y nietos que se envenenaron de tal cariño.
Delibes siempre dijo que el oscuro deseo de cualquier persona era coronar primero el Tourmalet, como si en el gen hispano existiera ese componente de escalador, de sufridor de la vida.
Como decimos La Biciteca se apresuró en reeditar esta pequeña joyita que viene ilustrada por Luis Horna en un todo, un círculo, donde letras y trazos saben hilar una narración sencillamente prodigiosa por su sinceridad.
Un cuadro íntimo, en el que la bicicleta desnuda a uno de los grandes de las letras castellanas.
Imagen: Rutas Pangea
-
Ciclismo1 semana atrás
Indurain y Pinarello: una ruptura histórica
-
Wout Van Aert1 semana atrás
Van Aert es el perdedor de esta Milán-San Remo
-
Mikel landa5 días atrás
Hace tiempo que Mikel Landa perdió ese brillo
-
Mathieu Van der Poel1 semana atrás
Mathieu Van der Poel hace fácil la Milán-San Remo
-
Ciclismo antiguo2 días atrás
Lo que fue el inicio de la Volta
-
Mundo Bicicleta4 días atrás
Col de Turini, del motor al Tour
-
Ciclismo1 semana atrás
Los monumentos son como la «aldea gala» del ciclismo
-
Ciclistas5 días atrás
Filippo Ganna se quita los asteriscos
vicente
19 de septiembre, 2018 En 16:46
Creo que por fin alguien da en el cayo a la hora de referirse a Mario Sábato. Por desgracia en mi país sólo llega la transmisión de ESPN y en consecuencia las narraciones de Sábato. Hay oportunidades en que he preferido ver las transmisiones en inglés o por internet con los relatos de Goga, que son los antiguos relatos de ESPN, con los que crecí.
Pienso que Sábato le hace más daño que bien a este deporte, durante la transmisión del Tour siempre tiraba para abajo a corredores como Dumoulin y en esta Vuelta a Yates. Le falta objetividad y en muchas oportunidades quienes algo leen de ciclismo pueden comprobar que hasta la información que da, muchas veces es errónea. Victor Hugo Peña, un tipo mucho más prudente y asertivo en sus comentarios, se ha visto contaminado por su colega argentino.
Carlos
19 de septiembre, 2018 En 18:50
Del it. buffone, y este de buffo. Personaje cómico encargado de divertir a reyes y cortesanos con chocarrerías y gestos.
Sabato (bufón de la real corte federada del ciclismo colombiano) creo que le ha hecho mas daño que bien al susodicho ciclismo. Generando expectativas imposibles, desafíos sobre humanos, «que si no vemos la capa de Nairoman, porque yo si la veo» que si cuando Nairo ya no puede con su alma «lo mandaron a parar desde el coche» que si Nairo Gana es porque ganó y si Nairo pierde es porque Movistar perdió.
Esto lo único que generar expectativas muchas veces improbables en detrimento de un ciclismo serio y responsable y si la verdad yo no le ví la Capa a Nairoman.