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Ciclismo antiguo

Lo que fue el inicio de la Volta

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DT – 2022 post

El camino de la Volta hasta el presente ha pasado por 102 ediciones

Cuando caminamos por Reina Elisenda, en la zona alta de Barcelona, nos cruzamos con un discreto cartel que recuerda que desde allí, el 6 de enero de 1911, partió la primera edición de la Volta Ciclista a Catalunya

Estos días vivimos la edición 102 de la tercera vuelta por etapas más antigua del máximo circuito, sólo superada, y no por muchos años, por el Tour y el Giro en ese ranking de longevidad

Así las cosas hemos considerado oportuno retroceder a aquellos tiempos del pasado para recordar algunos aspectos y algunos acontecimientos que fueron las primeras pinceladas que contribuyeron a engrandecer a esta competición de alto abolengo que viene desarrollándose en nuestras tierras catalanas.

Su futuro un tanto incierto

Como decimos, la Volta tiene tras de sí un amplio historial  deportivo que se inició en los albores del mes de enero del año 1911.

deambular un tanto longevo marcado por la Volta, no deja de ser un acontecimiento muy significativo que conviene rememorar. Bien quisiéramos que esta prueba de nuestro  calendario pudiera sobrevivir ante las dificultades que año tras año debe superar con cierta entereza y tesón. Su futuro, desde hace tiempo, resulta un tanto incierto.

Necesita a toda costa para mantenerse en la palestra el apoyo y el aquilatado respaldo de entidades deportivas y no deportivas, con una  aportación económica a todas luces eficiente que le permita continuar manteniéndose en la palestra entre las carreras de más solera deportiva mundial. Sin estas ayudas la prueba de por sí desaparecería automáticamente de la tabla internacional, lo cual sería una muy mala noticia. Así de claro.

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¿Cuál  ha sido la  época  más  idónea?

También quisiéramos resaltar el de que la Volta, por lo general, se acostumbraba a celebrar en su pasado en otras fechas diversas. Concretamente en el mes de septiembre, un mes que nos parecía a todas luces idóneo, más apropiado. Fue la Unión Ciclista Internacional (UCI) la que influyó para se trasladara al mes de mayo, coincidiendo precisamente con un Giro efervescente que como es natural acaparaba la máxima atención ciclista del momento hasta que entraba en liza el Tour de Francia. Y ahora, con todas estas experiencias, ha sido trasladada desde hace algunas temporadas al mes de marzo, un mes algo tempranero, pero que parece idóneo.

Los  comienzos de  la  Volta  fueron  en verdad increíbles

Centrándonos en los valores históricos de la Volta a Catalunya, más de uno se preguntará qué razón impulsó a unos entusiastas dirigentes para que osaran o se atrevieran a ponerla en marcha en aquella época un tanto ya lejana que se remonta a comienzos del pasado siglo.

Efectivamente, en el año 1908, existía ya en los anales de nuestro ciclismo una carrera que se denominaba la Vuelta a Tarragona. Más de uno tuvo el atrevimiento de poner sobre el tapete la  posibilidad de organizar una prueba que tuviera algo más de envergadura y que a la vez fuera más expansiva en su entorno. Entre los iniciadores cabe destacar por encima de todos a don Miguel Artemán, un hombre inquieto y de gran entusiasmo que soñaba en poner en marcha más de una iniciativa un tanto descabellada al son de las gentes. El afirmaba con cierto orgullo que trataba de “inventar cosas”. Era, entre otras varias ocupaciones, redactor especializado de la sección de ciclismo de “El Mundo Deportivo”, un periódico veterano que todavía sobrevive a los movimientos de los tiempos.

Artemán, con otros varios pioneros, repetimos, quiso poner en órbita una prueba de superior categoría, alargando el kilometraje de la misma y con el condicionamiento o premisa de que pudiera abarcar a las cuatro provincias catalanas, con la inclusión de las cuatro capitales: Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona. El planteamiento en un principio tomó buen rumbo, buenas perspectivas. Los fundadores, por suerte, se encontraron desde sus primeros rescoldos muy respaldados por las autoridades políticas, un factor indispensable para esta clase de eventos.

La problemática incidió en otro sentido. Existía una red de carreteras escasa. Era una época todavía de vacas flacas, diríamos con una frase algo vulgar. No había una tela de araña, un tejido, suficiente para enlazar debidamente a las cuatro capitales a las cuales hemos hecho alusión y que se deseaba enlazar. Se salvaban de la “quema”, Barcelona, Tarragona y Lérida, debiendo ser descartada la ciudad de Gerona, emplazada como todos sabemos en la parte norte de Cataluña.

Hubo fuertes pugnas, es natural, en la elección de rutas e itinerarios más convenientes para los hombres del pedal. Al final pudieron disiparse los problemas bajo el empuje de “Club Deportivo”, una entidad que no llevaba muchos años en el alero, pero con deseos de notoriedad y que se hizo oír con el paso de los años a los cuatro vientos. Es lo que interesaba en aquel periodo algo turbulento.

Entre una cosa y otra, la Volta no se puso en marcha hasta el año 1911. Se eligió, ¡quién lo iba a decir!, el gélido mes de enero, con una participación de treinta y tres  valientes ciclistas. No se pudo hacer de otra manera. De todos ellos terminarían la prueba, tres días más tarde, once arrojados supervivientes, que soportaron con entereza no pocas penalidades. La prueba salió de la Plaza de Sarriá, un barrio señorial barcelonés en donde las familias acomodadas de la gran ciudad, tenían sendas mansiones en donde solían disfrutar en la época estival de vacaciones. La fecha señalada de partida fue el día 6, el día de la festividad de los Reyes, una jornada atractiva y llena de ilusión para los niños.

Se tomó la dirección con destino a Tarragona. La carrera se vio obligada a interrumpir su pedaleo durante un par de horas en las conocidas costas de Garraf, más concretamente en la ascensión a la cuesta denominada comúnmente como La Maladona, situada poco antes de culminar en la cosmopolita y veraniega localidad de Sitges. Se habían desprendido sobre la carretera, así de repente, abultados pedruscos de la escarpada montaña como consecuencia de las lluvias registradas el día anterior de que llegaran los esforzados corredores. Se anotaron, además, unas muy intensas rachas de viento, dos ingredientes que parecían confabulados en contra de los atletas del pedal.

No recordamos quién, pero alguien se tomó la libertad de decir, con una cantinela un tanto  irónica que aquel panorama tan desolador que sufría la caravana multicolor enfrentada a los elementos desatados de la naturaleza, se debía a algún monstruo extraño e irreconocible que se había confabulado desde las alturas en contra de los organizadores y el consiguiente acompañamiento de aquel nuevo evento titulado “La Volta”.

Se puede decir que los escenarios vividos en los días que duró la carrera se vieron abrumados por la abundancia de tormentas intermitentes de agua en los tres días que tuvo la prueba. Algo así como un maleficio más o menos imaginario. Lluvias a borbotones, pedriscos, inundaciones varias e incluso nevadas. Por ejemplo, fue notoria la que se vivió en la localidad de Jorba, en las inmediaciones de la población industrial textil de Igualada. Diríamos en tono un tanto  jocoso,  que los viejos del lugar que presenciaron el paso de los corredores por los consabidos valles con aguas arremolinadas y desbordadas, de seguro que no se les fue de la cabeza aquellas escenas dantescas que se iban sucediendo sin cesar bajo las siluetas recortadas de los pobres y esforzados ciclistas, montados sobre sus endebles bicicletas de hierro, su única arma.

Masdeu abre  la  lista  de  vencedores

Fue precisamente allí, en Jorba, repetimos, en dónde Sebastián Masdeu, el futuro vencedor de la primera edición de la ronda catalana, perdió una zapatilla ante el torbellino de las aguas revueltas que inundaron varios lugares por donde anduvieron los corredores.  La suerte, sin embargo, estuvo con él. Efectivamente, un hombre enjuto, amparado por dos fornidos caballos, que tenía la misión de arrastrar con una cuerda a los automóviles que se quedaban atascados en aquel diabólico punto, se apiadó y tuvo el gesto inaudito de cederle una alpargata de las suyas para que pudiera reanudar su pedaleo hacia Barcelona, ciudad que todavía quedaba algo lejos de su alcance.

Era la postrera etapa. Los corredores se trasladaron de Lérida a Barcelona, las dos capitales catalanas, concluyendo la prueba en el velódromo que estaba enclavado en el barrio de Sants, un pequeño estadio ya desaparecido ante la especulación de los suelos. Hay que recalcar que con el pasar de los tiempos, mal que nos pese, muchas construcciones de cierta solera ya no existen  por el juego de las permutas, léase, por la especulación o el acoso del progreso, unas circunstancias a todas luces inevitables. Lo que se gana por una parte se pierde por otra.  Hay recuerdos que por estas razones encierran una cierta nostalgia en nosotros, hay que decirlo.

A Masdeu, oriundo de Tarragona, se le apodaba más popularmente por “Tarraco”. Cabía señalar el promedio alcanzado en el curso de la prueba que llegó a ser de 23 kilómetros a la hora, cifra nada desdeñable si retrocedemos a lo que representaba estar en el año 1911. Se impuso sobre José Magdalena (2º), que acaparaba en aquel entonces más cartel, y sobre el norteño Vicente Blanco (3º), más conocido por el seudónimo “El cojo de Bilbao”, una figura heroica, especialmente en el Tour de Francia del año 1910. Es de destacar que Masdeu, ganó la primera etapa, volviendo a repetir la victoria en la última, a pesar de aquel incidente comentado más arriba  de la alpargata, un accidente que le dio mucha popularidad y justa gloria. De las tres etapas en disputa ganó, pues, en dos. Buen balance.

El primer vencedor de la ronda catalana, económicamente hablando, ganó un total de 975 pesetas, cantidad que apenas llega a los seis euros actuales. Esta ganancia incluía  su triunfo absoluto; las dos victorias de etapa, y un resto acumulado al imponerse en alguna que otra prima donada por algún pueblo por donde circulaba la caravana multicolor. Era una moda muy en boga en aquellos tiempos.

Son pequeños retazos los que hemos expuesto con el deseo de divulgar las heroicidades de aquellos corredores que sin apenas medios materiales y económicos se lanzaron en pos de una aventura casi desconocida siempre pedaleando con un extraño fervor por unas rutas tortuosas y en un estado muchas veces deplorable. En este sentido cara al futuro se fue mejorando sensiblemente.

La Volta sufrió algunas interrupciones. Pero procuró no desfallecer del todo frente a las contrariedades bélicas. Del año 1914 al 1919 no se celebró como consecuencia del encontronazo de la Primera Guerra Mundial. En su futuro colaboró activamente la Unión Velocipédica Española (U.V.E), y, más tarde, a partir del año 1923, tomó las riendas con más pasión   si cabía la  entusiasta y valiosa “Secció de Ciclisme de la Unió Esportiva de Sants”, que se encargó de su organización de una manera más continuada y más meticulosa, gozando de un fondo económica más consistente ante las donaciones anónimas recibidas.

Por  Gerardo  Fuster

Foto: Tourdegila

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Ciclismo antiguo

Ulrrich en 5 esenciales

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DT – 2022 post

Pocas fuerzas de la naturaleza he visto equiparables a Jan Ullrich

DMT – KRSL pogi’s edition

Cuando Jan Ullrich subió el Angliru, el primero de la historia, lo hizo hace casi un cuarto de siglo al lado del líder Abraham Olano, cuando el maillot era dorado.

Recuerdo aquel día, hicieron más ruido el puerto y sus desniveles que los propios nombres de la jornada, y eso que hubo quien se coronó para la eternidad, como el Chaba Jiménez, ganador entre la niebla y el tétrico final que debió protagonizar Pavel Tonkov.

Jan Ullrich fue contemporáneo del Chaba, dos corredores diametralmente diferentes pero con algo en común, agitaban la admiración de la gente como nadie.

Quería por eso hablaros del alemán en cinco esenciales.

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Explosión y ocaso muy rápidos

En el ciclismo actual nos impresionamos por la proliferación de ciclistas jóvenes con la lección muy bien aprendida, pero no son ni de lejos los primeros en saltar a la fama muy jóvenes.

Jan Ullrich irrumpió entre Indurain, Rominger, Jalabert, Zulle y Riis a la edad de 22 años y los puso firmes desde el primer Tour que corrió en cabeza.

De hecho al año, ganaría la carrera de una forma tan aplastante y completa que muchos entendimos que aquel reinado iba a para largo,… hasta que llegó un tal Lance Armstrong.

Condiciones físicas como pocos

La sensación que en ciclismo he asistido a dos fuerzas de la naturaleza se plasma con Jan Ullrich y Miguel Indurain.

Ambos han exhibido unas condiciones que no recuerdo en muchos más, con un poder en cada pedalada que hacía temblar la concurrencia.

Como Ullrich tuviera el día, poco se podía hacer.

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Un desastre táctico

Era tan el poder del alemán sobre la bicicleta que su capacidad táctica nunca fue su fuerte.

Se brindó a duelos al sol en escaladas ante gente como Marco Pantani y Richard Virenque de los que salió muy perjudicado y achicando agua.

A diferencia de Indurain, Ullrich no manejó la pizarra con la destreza que se le supone a superclase.

Con los años su duelo con Armstrong hizo más acusada esa sensación.

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Los inviernos de Ullrich eran muy largos

La vuelta a la competición cada mes de febrero era un reguero de fotos y periodistas hablando del estado físico de Jan Ullrich y lo redondo que a veces lucía.

Si en plena forma, era como un cuchillo en la mantequilla, lo vemos en la imagen que ilustra el artículo, su cara redondeada por los excesos del invierno fueron un clásico de las primeras carreras.

¿Un día?

De entre las jornadas que nos dio el alemán destaco una en la que no logró el objetivo pero que habla de su calidad.

Al día siguiente de su desfondamiento en Les Deux Alpes, armó un ataque en plena Madeleine que sólo siguió Pantani y no miró para atrás en momento alguno.

Ganó la etapa, pero no recuperó el amarillo, aunque dejó un sello imborrable sobre aquel infausto Tour de 1998.

Imagen: Narración Deportiva

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Ciclismo

Lejarreta en 5 esenciales

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DT – 2022 post

Cuando hablamos de Lejarreta, lo hacemos de los valores mismos del ciclismo

Rudy projet – 2023 – EOS Helmet

Con la Vuelta en efervescencia y con ese Conexión Vintage que acaban de dedicarle y que quiero ver, queremos echar una mirada a uno de los corredores más queridos y apreciados que he disfrutado desde que veo ciclismo: Marino Lejarreta.

Le llamaban el «Junco de Bérriz», junco porque nunca se doblaba ni se doblegaga, sacando os mejores valores de este deporte como pocos han logrado hacer

En la conclusión del Vintage de Paco Grande, Benito Urarburu, quien estuvo en el estudio hablado de Marino y su trayectoria, habló del enorme carisma alcanzando por un ciclista que no tuvo el mejor palmarés de su tiempo.

Marino Lejarreta convivió con egos enormes, en una historia llena de muchos nombres queridos y seguidos en aquel pelotón español.

Marino convivió con Perico, Pello, Alvaro Pino, Fede Etxabe, Eduardo Chozas, Alfonso Gutiérrez y una larga lista que habla de la cantidad y calidad que se manejaba a este lado de los Pirineos, durante los años ochenta.

Pero vamos con el vasco, vamos con Marino Lejarreta y los cinco elementos que quiero destacar.

Humildad en la competición

Todo lo que Marino representaba era humildad, una ambición tranquila, honesta y sincera, un ciclista que voló muy alto en lo deportivo, que compitió con lo que tuvo, sin que nunca ofendiera a nadie.

Shimano Sep 2022 – Post

Ejemplo de sacrificio

Seguimos con los valores más evidentes del ciclismo para hablar de Marino.

Conocidas fueron sus temporadas con las tres grandes en escasos cuatro meses, cuando la cosa arrancaba con la Vuelta en abril y finalizaba con el Tour en las postrimerías de julio.

Acostumbraba a hacer dos grandes bien o muy bien, y «flojear» un poco en la otra, pero ello no le sacó nunca de las quinielas de outsider.

Pionero en el extranjero

A inicios de los ochenta Marino fue uno de los grandes nombres del ciclismo español en irse a Italia y conocer de primera mano lo que allí se cocía.

Aprendió mucho y cuando volvió a España, entonces un país aún lejos de las grandes potencias, supo transmitir esos aires de modernidad.

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Clave en la explosión del equipo ONCE

Aunque dejó el ciclismo de forma abrupta, por una caída en Amorebieta, Marino Lejarreta fue uno de los personajes que le dio relevancia y peso al primer equipo ONCE en el pelotón.

De amarillo, fue protagonista en grandes momentos, como la etapa que ganó en el Tour, en Millau, la Vuelta en la que colaboró para que Melcior Mauri se llevara el amarillo o en el Giro de Franco Chioccioli, que por algún instante pensamos que tenía opciones serias de disputar.

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La Vuelta del 83

Cuarenta años después, podemos seguir diciendo que Marino Lejarreta fue sin duda uno de los grandes protagonistas en la que muchos consideran la mejor Vuelta de la historia.

Un mal paso en unos abanicos le dejaron fuera del concurso de una general en la que sin embargo brilló de inicio a fin, siendo el primer ganador de la historia en los Lagos de Covadonga, plantándole cara a un tal Bernard Hinault.

Defendía ese año el dorsal uno que le vino de rebote por el positivo de Angel Arroyo un año antes y lo hizo hasta el final, saliendo en la foto de días tan icónicos como el de Ávila y la masacre de Hinault.

Hoy a Marino le vemos como entonces, con pelo blanco, pero con el mismo poso de tranquilidad, humildad y cercanía de siempre, sabedor que buena parte de nuestros mejores recuerdos de ciclismo pasaron por sus piernas.

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Ciclismo antiguo

Vuelta España: 5 etapas top

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DT – 2022 post

De Rominger a Contador, ahí van las 5 etapas de la Vuelta que guardo con más cariño

DMT – KRSL pogi’s edition

Esto no pretende ser algo científico, ni nada por el estilo, son las etapas de la Vuelta que, subjetivamente, me llevo al cajón de las excelencias

Un servidor ha escogido cinco, entre las que recuerda y ha visto, y todas tienen una cosa en común, ciclismo, ciclismo en mayúsculas, de riesgo y ataques lejanos, de horas pegado al televisor, como en la cabalgada de Roglic y Bernal, camino de los Lagos, una etapa que por cierto podría desplazar a cualquiera de las que hemos elegido.

Ahí va nuestra selección…

Empezamos con un clásico de los tiempos, Vuelta de 1993, la penúltima en abril

Aquellas carreras eran una ruleta, a una participación internacional siempre justita, se le añadía la meteorología «primaveral», cambios bruscos de temperatura y un invierno que se resistía a ir.

La etapa de El Naranco se presentaba como una de las últimas oportunidades para que Tony Rominger aumentara su colchón de segundos sobre Alex Zulle, antes la crono final en Santiago de Compostela, pues aquella fue la Vuelta del Xacobeo 93, el invento de Fraga.

En el recorrido el suizo, dorsal uno a la espalda, tenía un punto clave, el descenso de la Cobertoria.

Pactó con Iñaki Gastón, uno de los ciclistas de nuestra infancia, asumir riesgos con la lluvia remojando el firme y poner a Zulle, superior en las cronos, en un brete bajando.

Y pasó, Zulle se cayó y aunque pudo continuar, perdió un tiempo que, como veríamos en la crono santiaguesa, fue clave.

La persecución que se estableció entre Rominger y el resto fue una de las grandes antologías de mi niñez ciclista, un día de esos que por mucho que pase el tiempo, casi treinta años, no se queda en el olvido.

Shimano Sep 2022 – Post

Nos vamos unos años más adelante y recordamos el día que la Vuelta abordó por primera vez el Angliru

Año 1999, una carrera apretada de grandes nombres pujando por ella.

Otra vez Asturias y otra vez el diluvio: el Angliru tomaba tanto protagonismo como los mismos corredores, un puerto que fue portada de diarios por sus porcentajes brutales.

El desenlace del Chaba, rebasando al final a Tonkov, está rodeado de tanta confusión como la nieblina que cubría la cima, sin embargo, quienes tenemos cierta memoria, recordamos pocos días en los que el ciclismo hubiera estado tan presente en todos los lados, en un tiempo en el que la popularidad de este deporte no era la mejor, veníamos del Tour del 98 y Lance Armstrong acababa de iniciar un reinado hoy borrado de los libros de historia.

El señor del Angliru

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En linea cronológica pegamos un buen salto para irnos a la Vuelta de 2012

Tras varias llegadas en cuestas de cabras, la carrera afrontaba la jornada de Fuente De con la sensación de que lo gordo había pasado.

Nada más lejos de la realidad, el líder Purito vio cómo en el encadenado de puertos de segunda, Contador le lanza varios ataques que responde con solvencia.

Son tantos los acelerones del madrileño que Purito le deja ir en uno de ellos para dar forma a una de las grandes etapas de siempre en la Vuelta.

El error de Purito es tangible, Contador tiene compañeros por delante y aliados como Tiralongo con los que abre camino para lograr, en la jornada menos decisiva sobre el papel una victoria total, etapa más sentencia de una Vuelta que parecía tener dueño.

A los tres años, la Sierra de Guadarrama vio como Fabio Aru remontaba la antológica crono de Burgos de Tom Dumoulin en una etapa de esas que enamora en todo, por delante una fuga única de Rubén Plaza y por detrás Astana disponiendo sus mejores galas para cortar a Dumoulin, completamente aislado.

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Y como muesca final para demostrar que las mejores etapas que hemos visto en la Vuelta no han sido las de las cuestas imposibles, el final de Formigal en 2016

Aquello fue un homenaje al gran Fuente en el mismo sitio que perpetró una de sus mejores obras.

Un Team Sky, inexplicablemente relajado en la salida, no se percata que Alberto Contador arma una escapada en la que se mete el propio Nairo Quintana, el gran rival de Froome.

En una jornada excelsa de ciclismo, con un tipo llamado Jonathan Castroviejo, entre otros, haciendo otro monumento al esfuerzo, Nairo le mete a Froome el tiempo suficiente para que el inglés ni siquiera sueñe en remontarle con su estratosférica crono unos días después.

Estas son las cinco mías

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Rominger en 5 esenciales

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Tony Rominger hizo de la Vuelta a España su gran carrera

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En la recta final de la salida de la Vuelta desde Barcelona, con Primoz Roglic optando a la cuarta corona, paramos en el dominador histórico de la carrera, Tony Rominger.

El suizo se hizo con las tres últimas Vueltas de primavera, en el inestable mes de abril, que alternaba luminosos días con los últimos coletazos del invierno.

Una carrera muy diferente a la de ahora, más local, con multitud de equipos españoles, una cobertura mediática exagerada y un líder helvético que aterrizó en Asturias para hacer historia.

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Una ciclista, dos carreras

El paso de Tony Rominger al Clas-Cajastur fue un punto de inflexión de tal potencia que podríamos hablar de un corredor con dos carreras deportivas en una.

Lo que era un buen ciclista en clásicas. había ganado Lombardía, y en vueltas de una semana, se acabaría convirtiendo en un fondista de tres semanas y grandes vueltas.

Rominger ya asaltó la primera Vuelta en la que tuvo opción, arrebatándole el amarillo a Jesús Montoya ya muy cerca de Madrid.

Era 1992 y había nacido una gran estrella de grandes vueltas.

La rivalidad inconclusa con Miguel Indurain

No sería descartable decir que Rominger fue el rival más competente que tuvo el navarro hasta la irrupción de Jan Ullrich, muy al final.

Su rivalidad se mantuvo en lo alto muchos meses, pero lo cierto es que en la carretera coincidieron más bien poco.

En el Tour de 1993, ambos estaban uno o dos niveles por encima del resto y así quedó patente en la general que ganó Indurain pero en la que Rominger sacó un botín jugoso con tres etapas, maillot a puntos y una segunda plaza que fue su techo en Francia.

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Aliado del mal tiempo

A diferencia de su rival navarro, Tony Rominger era un corredor que se manejaba bien en las circunstancias más extremas.

Su salto a la fama, por decirlo de algún modo, se produjo en aquella famosa etapa de la Vuelta por el Pirineo francés que acabó en Luz Ardiden, donde Lale Cubino seguía con su idilio con la cima en medio de una niebla densísima y un clima hostil.

Esa jornada, Tony Rominger dio un salto en la general que luego sería decisivo para su primera Vuelta.

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Estrella tardía

Conectado con lo que decíamos de su paso al Clas, germen de Mapei y a la postre del actual Soudal, el suizo consiguió ganar tres Vueltas más un Giro pasados los 31 años, algo no muy ortodoxo entre los campeones de la época.

Su mejora en todos los terrenos, pero en especial en la escalada y en la gestión de ese habitual día malo, le había llegado mucho más tarde a que otros.

Una etapa para el recuerdo, El Naranco 1993

Sin duda uno de los mejores días de La Vuelta que recuerdo y que Iñaki Gastón nos contó en nuestro podcast.

Una ataque lleno de riesgos en la bajada de La Cobertoria, la carrera que se rompe con la caída de Zulle y una persecución brutal entre los dos suizos en medio de un Naranco entregado a Rominger y al equipo de casa.

Ese día, aquel suizo callado pero de mano de hierro en carrera, fue un astur más.

Imagen: Jot Down

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DESTACADO: Vuelta España 2023

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