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Ciclismo antiguo

A propósito del récord de la hora

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Victor Campenaerts recoerd de la hora JoanSeguidor

Ahora hace 25 años, 1994 fue el del récord de la hora

Apenas hace tan sólo unos pocos días, pudimos revivir la emoción de contemplar un nuevo récord de la hora.

Haces unas semanas, ya contamos lo que nos pareció la gesta sin público de Víctor Campenaerts, cómo llevó su bicicleta más allá de los 55 kilómetros recorridos en una hora.

Una cifra estratosférica.

CCMM Valenciana

Una auténtica animalada.

Gravel Ride SQR – 300×250

 

A rebufo de esta noticia, hemos querido echar la vista atrás para comprobar cómo, hace ya más de un cuarto de siglo, un “escocés volador”  resucitó la fiebre por batir de nuevo “el mayor esfuerzo hecho por un humano en una hora en una bicicleta”.

Pero empecemos por el principio.

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Hasta 1993, este récord estaba en posesión de Francesco Moser, siendo el primer ciclista en superar la distancia de 50 kilómetros pedaleando durante una hora.

Fueron, exactamente, 51,151 km el límite establecido por el italiano, un 23 de enero de 1984 en el velódromo de Ciudad de México.

SQR – Cerdanya Cycle

 

Un récord de altura, si bien, tan sólo 4 días antes, ya había batido la legendaria marca de Merckx del año 1972 -sobre 49,431 km y también en México-, sobrepasando en 808 metros el medio centenar de kilómetros en 60 minutos.

Aquella plusmarca que orbitaba alrededor del planeta, quedó inmaculada durante 9 años hasta que nuestro protagonista de hoy comenzaba de nuevo la batalla por romper la hora.

Fue el 17 de julio de 1993 en Hamar (Noruega) cuando Graeme Obree completó una hora en 51,596 km.

En el recuerdo queda su posición de “huevo” y su estrambótica bicicleta fabricada incluso con piezas de una lavadora: «Old Faithful», la bautizó.

 

Inmediatamente después, tan sólo 6 días más tarde -el 23 de julio-, quien recogía el relevo era el británico Chris Boardman,  superando a Obree y marcando un registro de 52,270 km en el velódromo del Stadium du Lac de Burdeos (Francia).

Acababa de iniciarse una carrera de récords…

Hasta el propio Moser, con 43 años, se picó delante de estos acontecimientos y quiso recuperar el protagonismo perdido intentando batirlo el 15 de enero de 1994: el auténtico año de los récords de la hora.

Fue de nuevo en México, a 2240 metros de altitud.

No lo consiguió, pero rodó nada menos que a 51,840 km/h.

Asombroso.

Se trataba del segundo mejor registro de todos los tiempos, superando el suyo propio del 19 de enero de 1984.

Moser, ya retirado, utilizó una combinación de 63×15. De esta manera avanzaba 9 metros por pedalada.

 

Llegamos a la efeméride que se cumplió precisamente este pasado 27 de abril: 25 años han pasado desde que el “excéntrico” Graeme Obree, al mando de su extraña máquina, que de nuevo había diseñado él mismo, volviera a adelantar a Boardman en 443 metros, dejándolo en 52,713 km en una hora.

Ocurrió en el velódromo de Burdeos, sobre una bicicleta de 8,5 kg de peso, con un cuadro construido en carbono y acero, y un manillar en forma de ala de avión que le permitió adoptar, esta vez, la postura de “Súperman”.

La bici iba calzada con ruedas de bastones Specialized, llevaba unos pedales de “ocasión” y su sillín era un Turbo comprado de segunda mano.

 

A todo esto, andaba por allí un tal Miguel Induráin que dicen que iba como un tiro contra el crono.

Animado por su entorno, que opinaba que tenía el récord en sus piernas, se plantó en el mismo velódromo de Burdeos  -de 250 metros de longitud- un 2 de septiembre de 1994 sobre las 4 de la tarde,  dejando la hora en 53,040 kilómetros.

Con un desarrollo de 59×14, avanzaba 8,77 metros por pedalada y su arma “la Espada”: una bicicleta monocasco diseñada por Elio Borghetto y fabricada por Pinarello, con un peso de 7,280 kg y ruedas lenticulares.

«Ahí queda eso», pensaría el bueno de Miguel.

 

Pero también corría por Burdeos un indómito suizo de apellido Rominger, que cuentan que  tampoco era cojo contra el reloj.

Además, andaba picado con Induráin, después de su amarga derrota en el Tour de aquel año y con abandono incluído, mermado de salud y ante la manifiesta superioridad de Miguel.

Narran que, después de “aquello”, Rominger se dedicó a preparar a conciencia el deseado récord de la hora junto a Abraham Olano, dedicándole mucho tiempo de vuelo en la propia pista de Burdeos.

 

Después de muchas horas de entrenamiento sobre el velódromo, se dispuso a acometer el reto con una bicicleta convencional de su equipo, el Mapei, 50 días después que Induráin.

Sin público en las gradas, el 22 de octubre de aquel mismo año, el suizo establece una marca de 53,832 kilómetros, con el mismo desarrollo que el navarro: 59×14.

No satisfecho con el resultado, quiere aún más, y lo vuelve a probar de nuevo el 5 de noviembre de 1994 en el mismo lugar y en el mismo escenario.

La generación perdida para el récord de la hora

Pero esta vez lo hace rodeado de público y retransmitido por televisión a las 15,30 horas de la tarde.

Todo un espectáculo mediático girando alrededor de un hombre, una bicicleta y una hora.

 

De esta forma, con una combinación de 60×14 que le hace avanzar 9,02 metros por pedalada y con una bici convencional Colnago de 8 kg y ruedas lenticulares, bate su propio récord llegando a los míticos 55 km/h, exactamente 55,291 km.

Acababa de reventar la hora. Extraordinario.

Meses más tarde, al año siguiente ya en 1995, Miguel Induráin quiso sacarse esta espina clavada (o mejor dicho, fueron los directores de su equipo los que casi le obligaron de nuevo a realizar este sobrehumano esfuerzo) intentándolo en México, donde la presión atmosférica le tendría que ser más favorable.

Pero aquella fue otra historia que ya contaremos otro día.

 

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Ciclismo antiguo

Las clásicas e Indurain, una relación no imposible

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Las clásicas podrían haber sido un gran terreno para Miguel Indurain

En estos días en los que, al tener más tiempo, nos llenan las sobremesas largas con las gestas de Miguel Indurain, nos surge una reflexión: ¿qué habría sido del astro navarro si hubiera decidido abrir su carrera también a las clásicas?

Un gran día en Lieja

El 16 de julio de 1995, Miguel Indurain sorprendió al mundo. No lo hizo en las montañas alpinas ni en las llanuras francesas, sino en el ondulado paisaje de las Ardenas. Durante la séptima etapa de aquel Tour Indurain mostró lo que pudo haber sido y nunca fue en las clásicas.

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Era un clasicómano en potencia. Aprovechó el perfil quebrado de esa etapa para arrebatar 50 segundos a sus rivales en una escaramuza que no tenía precedentes. Ese momento quedó grabado en la memoria colectiva española como un hito, ya que mostró un Indurain diferente: agresivo, punzante e imprevisible.

¿Podría haber conquistado las carreras de un día?

Al observar su historial, es lógico preguntarnos si Indurain habría sido un gran corredor en las clásicas. Durante los años previos a su primer Tour (1989-1991), acumuló destacadas actuaciones en pruebas como la Clásica de San Sebastián (1º), Lieja-Bastoña-Lieja (4º) y Flecha Valona (4º, 7º). Tenía la resistencia y, además, cierta velocidad en los momentos decisivos.

Una de las grandes pruebas de su potencial en las clásicas fueron los Mundiales. Indurain siempre compitió al máximo nivel en estas pruebas, logrando tres medallas, incluso cuando ya se encontraba centrado en el Giro de Italia y el Tour. En una línea temporal paralela, es posible que hubiera sumado grandes victorias a un palmarés que, por sí mismo, ya era impresionante.

La Lieja, su carrera más adecuada

De todas las clásicas, la que más se ajustaba a sus características era Lieja-Bastoña-Lieja, donde consiguió un cuarto puesto en 1991. En esa edición, Indurain se metió en un corte que había sido provocado por Claude Criquielion, muy lejos de la meta. Al final, como era habitual en esos años, la victoria fue para Moreno Argentin.

Desde ese día, nunca más vimos a Indurain brillar con la misma intensidad en una clásica. Los adoquines, con su dureza y su peligro, no eran el terreno adecuado para él, pero pruebas como la Amstel Gold Race o Lieja habrían podido ser objetivos posibles.

Lo que jugaba a su favor

Indurain tenía una serie de características que lo habrían hecho muy competitivo en las clásicas:

  • Un físico formidable para afrontar los recorridos duros.
  • Técnica y manejo de la bicicleta impecables, como hemos visto en los momentos más serios de su carrera.
  • Una mente estratégica, con una visión de carrera excepcional y una economía de esfuerzos sin igual.
  • Buena punta de velocidad, mejor de lo que a menudo mostró. Un ejemplo claro es el Mundial en el que ganó al sprint a Ludwig y Museeuw.

Lo que jugaba en su contra

Sin embargo, su planificación para el Tour de Francia, que lo convirtió en un campeón imbatible durante cinco años, se le interponía en su camino. La primavera, con su calendario de clásicas, no se ajustaba a su preparación para el Tour.

La ausencia de clásicas en su palmarés

A pesar de todo, si comparamos a Indurain con otros grandes del ciclismo, su palmarés se queda sin algunas de las clásicas más prestigiosas. Pero todo eso, los tiempos, los rivales, las exigencias… todo era muy distinto a lo que había en el pasado.

Cada época, en definitiva, fue diferente.

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Ciclismo antiguo

¿Veréis la película de Gino Bartali?

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Leyendas como Gino Bartali tardan en tener una película

Siempre he pesando que el ciclismo es el deporte más literario, y por ende cinematográfico que existe, un deporte que se mueve por los sitios, que se escribe en historias increíbles y en circunstancias que no somos capaces de concebir.

Me sucedió cuando escribí la historia de Mariano Cañardo y todo lo que de su vida se desprende, y claro, cuando veo que va a salir una película de Gino Bartali empiezo a salivar.

Porque la vida de Gino Bartali,  dos veces ganador del Tour de Francia y héroe de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, será llevada al cine en una nueva película biográfica titulada Bartali.

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El actor Miles Teller será Gino Bartali en su película, para rememorar su éxito deportivo y su papel crucial en la resistencia italiana al transportar documentos secretos y ayudar a judíos a esconderse durante la invasión alemana.

La película será dirigida por E. Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin, ganadores del Oscar en 2018 por el documental Free Solo.

La producción estará a cargo de su compañía, Little Monster Films.

Gino Bartali una leyenda, en lo deporgivo ganando múltiples títulos como el Giro de Italia y el Tour de Francia antes y después de la guerra.

En lo histórico demostrando su valentía durante la Segunda Guerra Mundial, transportando mensajes y papeles importantes escondidos en su bicicleta, le valió el reconocimiento de Justo entre las Naciones en 2013, por parte del Centro de Memoria del Holocausto en Jerusalén.

Miles Teller, conocido por sus papeles en Whiplash y Top Gun: Maverick, flipa por interpretar a Bartali, destacando el coraje y la humanidad del ciclista que arriesgó su vida por otros.

La historia de Bartali ya ha sido explorada en otras películas y libros, pero esta nueva versión promete ampliar la faceta heroica del ciclista mucho más allá de su legado deportivo, cosa muy importante en los tiempos de que corren.

Recordar a Gino Bartali es recordar la barbarie.

Lo aplaudo.

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Ciclismo antiguo

Indurain: Amor por los Pirineos

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Podemos decir que lo mejor de Indurain empezó y acabó en los Pirineos

Ya lo sabéis, Miguel Indurain es un navarro de Villaba, un pueblo cercano a Pamplona, situado en el Camino de Santiago, con los Pirineos a unos 40 kilómetros, por lo que no es raro que desde pequeño pudiera disfrutar de esos paisajes montañosos.

A solo un paso de su casa, tenía lugares como Roncesvalles y otras zonas para entrenar.

Cuando Miguel empezaba a formarse como ciclista, recorría rutas como Larrau, Ochagavía y Valcarlos.

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Y esos Pirineos tan cercanos fueron clave para su desarrollo y también lo trataron muy bien. Desde sus primeras victorias en carreras como Cauterets y Luz Ardiden, quedó claro que iba en serio y que su objetivo era el Tour.

Ya en 1991, Miguel tuvo su primer gran golpe en el Tour, aunque las cosas no estaban siendo fáciles para los ciclistas españoles en general, ni para su equipo Banesto en particular, en especial por la etapa de Jaca.

Pero la gran jugada vino al día siguiente, en la etapa de Jaca a Val Louron, cuando Miguel aprovechó una jornada épica en los Pirineos para dejar huella.

En el Tourmalet, a mitad de etapa, se fue para adelante con el italiano Claudio Chiapucci, y al final, subió al podio con el maillot amarillo por primera vez.

Los Pirineos siempre fueron su terreno.

En Cauterets logró su primer triunfo en el Tour y en Luz Ardiden se perfiló como el ciclista imparable que llegó a ser, incluso dejando atrás a figuras como Greg Lemond.

Ya antes, en el Tour del Porvenir, se mostró como un gran talento en las montañas, que siempre fueron su zona de gloria y sufrimiento.

Y aunque en 1996 sufrió un golpe durísimo en Hautacam, cuando se despidió de su sexto Tour, Miguel siempre encontró más alegrías que decepciones en los Pirineos.

Esos mismos Pirineos que le dieron tanto y lo vieron brillar, también fueron testigos de sus inicios, pero su historia sigue siendo una de las más grandes del ciclismo.

 

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Ciclismo antiguo

100 años de Bernardo Ruiz

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Bernardo Ruiz fue el primer español en pisar el podio del Tour

Cuando Bernardo Ruiz nació, ayer hace 100 años, España en pleno periodo de la dictadura conducida por Miguel Primo de Rivera en conexión directa con el el rey Alfonso XIII, el último monarca antes de la irrupción de la segunda república.

En Orihuela, Bernardo Ruiz daba sus primeros pasos, los de un un pionero que abrió el camino para el ciclismo español en competiciones internacionales, primer podio en el Tour, en un contexto muy diferente al actual, puesto que en su época el ciclismo en España estaba en la prehistoria.

Desde joven, Ruiz demostró su talento.

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Empezó a ganar competiciones importantes como la Vuelta a España en 1948 y la Volta a Catalunya en 1945, con 20 años. También ganó varias veces el Campeonato de España y la Vuelta a Valencia.

Pero lo más destacado de su carrera fue su participación en el Tour de Francia, el gran escaparate y restablecido tras el parón por la Segunda Guerra Mundial.

En 1951, Bernardo destacó en el Tour al ganar dos etapas y quedar en noveno lugar en la clasificación general, lo cual fue un gran logro para un ciclista español en esa época.

Al año siguiente, en 1952, logró el tercer puesto en la clasificación general del Tour, convirtiéndose en el primer español en subir al podio, fue el primero de una lista larga y fecunda en nombres que vienen hasta hace bien poco.

Este logro fue muy importante para el ciclismo español, que en ese entonces no tenía mucho reconocimiento internacional.

Además, Bernardo siempre destacó la figura de Fausto Coppi, el ciclista italiano que para él fue el mejor de todos, por su talento y versatilidad tanto en carretera como en pista.

Después de catorce años de carrera, Bernardo Ruiz decidió retirarse en 1958.

Su legado en el ciclismo español es enorme, pues fue el primero en lograr un podio en el Tour y abrió las puertas para que otros ciclistas españoles pudieran destacar en el ámbito internacional.

Por todo, Bernardo Ruiz fue un ciclista clave en la historia del ciclismo español, especialmente por su papel en el Tour de Francia, y su legado sigue muy vigente desde la expo que se le ha dedicado en su Orihuela natal.

Imagen: Córdoba Hoy

 

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