Opinión ciclista
Decálogo de urgencia para salvar el ciclismo
Si queremos salvar el ciclismo, este deporte debería mirar un poco sus orígenes
Hablamos de salvar el ciclismo, el ciclismo profesional, se entiende.
¿Y para salvarlo de qué?
Del aburrimiento, el tedio y la falta de combatividad que, traducido, vendría a ser para rescatarlo de la falta de interés, de emoción y de épica que siempre se le ha supuesto a este deporte.
Porque sin gloria no hay héroes.
Sin heroica no hay epopeya.
Y sin leyenda no hay relato.
Nos quedamos sin narrativa.
Y de todo esto los medios saben mucho, a los que les gustaría seguir contando grandes historias, a la vieja usanza.
Los mitos de los gigantes de la carretera, de los esforzados de la ruta, de los héroes del pedal, los estamos perdiendo de un tiempo a esta parte.
La afición, prensa, seguidores… necesitamos vibrar con nuestros ídolos y últimamente andamos bien escasos de atrevidos corredores, temerarios aventureros, titánicos ciclistas y de semidioses a lomos de sus aladas bicicletas.
¿No es así?
¿Qué necesitamos, por tanto, para salvar ese ciclismo de antaño, de lucha y de pelea, de campeones que vencen y sufren, de ídolos que sudan y luchan, de superhombres que batallan entre ellos, mientras algunos se desvanecen y sólo puede quedar uno al final?
Si queremos un ciclismo de ataque, a lo mejor es que necesitamos volver a aquellos años, entre los 70, los 80 y parte de los 90, donde los corredores no estaban sometidos a la férrea disciplina de sus equipos y disponían de más libertad de movimientos.
Donde el ciclista siempre tenía la última palabra, en forma de pedalada, en la que tomaba decisiones según sus sensaciones, las ganas o las fuerzas de las que disponía aquel día, sin dejar para otras ocasiones lo que en aquellas jornadas, en aquellas épicas etapas, estaba dispuesto a conseguir, siempre bajo el dictado de su cabeza, siguiendo las pautas del bombeo de su corazón.
No dejaba los deberes para otro día.
Por este motivo, hay que devolver las carreras a los corredores, que sean ellos los protagonistas, y se les respete siempre sus opiniones o sus ganas de atacar.
¿Cómo?
Sin que nos tachéis de retrógrados, aunque sí de melancólicos y mucho de nostálgicos, hemos querido reunir aquí una serie de medidas (urgentes) para intentar salvar el ciclismo profesional del siglo XXI.
No es que estemos en contra de los avances tecnológicos, ni mucho menos, pero sí quizás de restringir en parte el uso de algunos de estos aparatos que han encadenado y esclavizado a los ciclistas, robotizándolos de tal manera que han perdido completamente su criterio personal o deportivo, su capacidad de resolver y su toma de decisiones, sin derecho a discutir, dejando siempre en una incógnita si su arrojo o su valentía, aquel día, hubiera dado otro resultado.
Pinganillo, ¿sí o no?
A la hora de hablar de estas supuestas mejoras que se han introducido en el día a día de los ciclistas, lo primero que salta a la palestra es la conveniencia o no de usar pinganillos en carrera.
Nosotros lo tenemos muy claro, pinganillo sí, pero solo con la frecuencia de la radio oficial de la competición.
Son indudables las ventajas que suponen su uso ante cualquier incidencia en carrera: una caída, una situación comprometida para los ciclistas, un pinchazo…
Todo aquello en lo que se pueda informar para garantizar la seguridad de los corredores.
Eso está claro.
Pero para directores de equipo y dar instrucciones en carrera, pinganillo no.
Creemos que las directrices, las órdenes de carrera, la táctica y la estrategia de la jornada deberían quedar muy claras ya desde antes de que los corredores bajaran del autobús: quién es el líder, quién atacará ese día, quién se reservará o trabajará para los demás.
Todo decidido antes de empezar.
A partir de ahí, desde el banderazo de salida, dejar la iniciativa a los auténticos protagonistas de la carrera.
Prohibir los potenciómetros
Junto a los pinganillos, creemos que son los peores enemigos del espectáculo en carrera.
Para entrenar están muy bien, son útiles y necesarios, pero en competición coartan y limitan las ganas del ciclista.
Lo convierten en un piloto automático, en el que regulan el esfuerzo, ponen sus fuerzas en modo ahorro y no se permiten alegrías en forma de cambios de ritmo, demarrajes explosivos o ataques ni que sean de peseta.
Todo eso se ha perdido.
Limitar el “cuestacabrismo”
No estamos en contra de puertos como el Angliru, Mortirolo o Zoncolan por poner unos pocos ejemplos de subidas extremas en competición, al contrario, son necesarios y buenos para el ciclismo, generan expectación y dan espectáculo, haciendo que la gente se enganche a la tele o yendo a sus cunetas a verlo en directo.
Se trata de buscar el límite sin sobrepasarlo, como sí suele suceder en otro tipo de ascensiones quizás más cortas pero más exageradas, rampas por encima del 23, el 25 y hasta el 30%, donde el ciclista tiene que hacer verdaderos equilibrios para no caer.
Eso los de cabeza, los que compiten, porque los de atrás no tendrán más remedio que echar pie a tierra y cargar sus bicis a sus espaldas para escalar estas cuestas imposibles hasta para las cabras.
Etapas de juveniles, no, por favor
El ciclismo es un deporte de fondo y estamos perdiendo ese “fondo”.
Recorridos comprendidos entre 100 y 150 kilómetros son trayectos de carreras de juveniles o de marchas cicloturistas.
El ciclismo es desgaste y se necesitan kilómetros de erosión, de deterioro, para ir limando las fuerzas de los rivales.
No hace falta decir a estas alturas que se trata de una disciplina agonística y así debe continuar siendo.
Desarrollos de globeros
Si restringimos el “cuestacabrismo” también podríamos limitar el uso de ciertos desarrollos más propios de cicloturistas de fin de semana que de fuertes y competidores ciclistas profesionales.
En los 80 se corría con platos de 41 ó 42 dientes con coronas detrás que habían de elegir entre 14/24 ó 12/19 (dependiendo del perfil de la etapa).
Luego se dió paso a los platos de 39 y a finales de los 90 se empezó a introducir el triple en bicis de competición, y después el compact, llegando a disponer de auténticas paellas detrás de hasta 30 ó 32 dientes.
¿Son menos fuertes los ciclistas de hoy en día que los de hace 20 años?
No lo creemos.
Las contrarrelojes “largas”
Que hoy en día denominen “contrarreloj larga” a una etapa cronometrada de apenas 34 kilómetros es una broma y ya dice mucho de lo que se ha llegado a perder en esta especialidad.
Creemos que han de volver las etapas contra el reloj de antaño, las de 50, 60 o más kilómetros en esa lucha en solitario del hombre contra todo: la carretera, sus rivales, el viento y el tiempo.
Esas cronos en las que los escaladores perdían minutadas y sufrían a manos de los grandes especialistas, para que luego éstos padecieran la tiranía de los ligeros, finos y menudos subidores en su terreno: la montaña.
El ciclismo necesita de ese equilibrio y se han de igualar las oportunidades para unos y otros.
Huir de las etapas “unipuertos”
Esto parece que, de un tiempo a esta parte, se ha ido subsanando con la inclusión de varios puertos de paso, en lo que se supone ha de ser una etapa reina de una gran vuelta.
Los “unipuertos” limitan las emboscadas, las escapadas y no permiten mover el árbol, para intentar despojar de sus gregarios a los líderes.
Eso no es salvar el ciclismo.
Demasiadas veces se llega a pie de puerto con todo el pelotón en bloque y con el equipo dominador de la competición ejerciendo un férreo control sobre sus rivales, que no son capaces de escapar de ese bloqueo de carrera.
Ampliar las bonificaciones
Con la igualdad que existe hoy en día entre los ciclistas, en la que un puñado de segundos puede decidir una gran carrera, se tendrían que marcar más diferencias.
¿Cómo?
Una manera podría ser aumentar el tiempo de las bonificaciones, al menos en montaña.
Si en un esprint, que es un suspiro, un instante, se reparten apenas unos segundos… ¿por qué no se da más tiempo en montaña donde la exigencia es más larga y duradera?
Podríamos hablar de al menos dar un minuto de bonificación al ganador.
Sería lo más justo, fomentaría el ciclismo de ataque, todos tendrían su oportunidad de bonificar por las ganas de recuperar tiempo y sobre todo de revancha.
Y quizás en el seno del pelotón no serían tan permisivos con las escapadas “bidón”.
Y por supuesto, conceder también bonificaciones en las contrarrelojes, que el mismo derecho tienen.
El rey de la montaña además de parecerlo ha de serlo.
¿Creéis que el ganador del maillot de la montaña es el mejor escalador de la carrera?
Nosotros pensamos que no.
A menudo, este premio es “menospreciado” por los grandes capos del pelotón que prefieren ahorrar esfuerzos para tareas mayores, sin dedicarse a puntuar en puertos en los que normalmente dejan a sus segundos espadas luchar por este maillot.
Por este motivo, es fácil ver que este premio se lo disputen dos o tres corredores a lo sumo, que empiecen a sumar puntos en cotas o tachuelas puntúables y esprintando en puertos de mayor categoría bajo la connivencia de un pelotón permisivo con la batalla de ese pequeño puñado de ciclistas.
Una solución sería, además de los puntos, dar tiempo también en forma de bonificaciones en los pasos de montaña.
Castigar la “no combatividad”
¿Por qué no?
Si se premia la combatividad, por qué no castigar la ausencia de pegada de los corredores.
Eso también sería salvar el ciclismo.
Si el pelotón se fuma una etapa, si se toman ese día como una marcha cicloturista o si llegan con más de media hora de retraso sobre el peor de los horarios previstos, por qué no penalizar con multas a los directores de equipo por esa falta de lucha.
En otros deportes existe este castigo, ¿por qué no en el ciclismo?
Muchos se lo pensarían antes de mandar a salir a pasear durante una etapa.
Con todas estas medidas, lo único que queremos demostrar es que quizás lo mejor sería volver al formato de las vueltas de tres semanas de toda la vida, el que funcionó durante muchísimos años con éxito: una primera semana para esprinters, una crono larga antes de la montaña, con una segunda semana con recorridos pensados para cazadores de etapas, con emboscadas y sorpresas.
Para finalizar, en los últimos siete días concentraríamos toda la dureza de la alta montaña donde se decidiría la carrera.
Parece visto que meter dureza desde el principio no beneficia a las fuerzas del sufrido pelotón, y que se dejen de experimentos en forma de sterratos sin sentido, absurdos alberos o finales en muros imposibles.
Y sobre todo, una cosa importante: que devuelvan el ciclismo a la afición.
Salvar al ciclismo es hacerlo más cerca, evitar inútiles polémicas entre aficionados y organización.
Creemos que con esto está todo dicho y quizás de esta manera el ciclismo vuelva a ocupar las portadas perdidas en los medios escritos.
Foto: www.lavuelta.es
Opinión ciclista
Grandes vueltas: ¿Quién es el mejor de la historia?
También en grandes vueltas, nadie se puede medir a Eddy Merckx
Las grandes vueltas son al ciclismo lo que los contrafuertes a una catedral.
Podrán gustar más o menos que las grandes clásicas, ciclismo de un sorbo, cargado como un buen café, pero en las tres semanas de un Tour o Giro o Vuelta salen a flote las miserias y excelencias de los ciclistas.
Nosotros somos más de clásicas, ciertamente, pero el fuego lento también le sienta bien a este deporte.
Hemos visto este listado, este top ten en Facebook y no nos hemos podido resistir a opinar, un poquito sólo, sobre los grandes de siempre en esta historia de tres semanas y mil aventuras.
Y vemos que el primero, como en casi todo, porque superarle se antoja imposible en un largo tiempo es Eddy Merckx, el corredor que resume su carrera diciendo que lo ganó todo, todo lo importante, salvo la París-Tours.
Eddy Merckx instauró una especie de yugo sobre el ciclismo que conoció que no tuvo muchos más nombres salvo el suyo desde finales de los sesenta a mediatos de los setenta.
El control de Merckx fue tal que en esa lista sólo sale un contemporáneo suyo, el escurridizo Felice Gimondi, protagonista en aquella jornada de Pra-Loup que cantó el ocaso del belga.
Gimondi fue, como Alberto Contador, un ciclista que explotó pronto.
Pero se le cruzó Merckx, como a otros tantos.
A Alberto Contador se le cruzó Chris Froome, a quien pudo ganar netamente una vez, en la Vuelta del 2014.
Alberto Contador en este listado podría haber estado más arriba.
Pero…
Sin embargo, no se puede obviar ese legado de siete grandes vueltas, siendo además uno de los pocos con las tres.
La lista también contempla a Miguel Indurain: si esto fuera un medallero olímpico, el Tour sería la medalla de oro y eso le pone a la estela de los más grandes.
Es curioso porque el desempate de Merckx e Hinault lo provoca la Vuelta que el belga ganó.
El tejón sigue siendo, más de treinta años después, el último campeón de la vieja escuela, aunque Tadej Pogacar se ha empeñado en seguirle, con cantidad y calidad de éxitos.
Ambos son ciclistas que atacan de amarillo, rosa o lo que fuera, que amasan triunfos de etapa, que abren distancias de diez minutos sobre los rivales.
Miguel Indurain fue otra cosa, como Jacques Anquetil, un poder contenido, medido en la habilidad contra el reloj.
Luego están los italianos, auténticos pioneros.
Belle époque, inaugurada por Alfredo Binda, ciclista que recibía primas por no tomar parte en las carreras y abrir el pronóstico.
Fausto Coppi y Gino Bartali, cuya rivalidad despierta aún emociones.
¿El mejor de la historia?
Cada uno tuvo lo suyo: su tiempo, sus rivales, sus recorridos.
Medirlos en igualdad es imposible.
Si por algo hemos de fiarnos, más allá de los sentimientos que despertaron esos triunfos, es de la estadística.
Y ésta es inapelable: Eddy Merckx
Opinión ciclista
Tour: Estas etapas matan el ciclismo
La primera de las etapas en Francia ha sido un lastre para el Tour
En un ciclismo, en una sociedad de paciencia menguante, como leo a Ander Izagirre, etapas como la primera del Tour en Francia son un tiro en el pie de este deporte.
Llego ahora a casa y leo que os estáis aburrrrriendo con la etapa tostón del Tour. Aquí tenéis algunas decisiones brutas y cómicas que tomaban los organizadores de Giro, Tour y Vuelta contra el aburrrrrimiento. pic.twitter.com/HDRvFMGrRr
— Ander Izagirre (@anderiza) July 4, 2023
No hablamos del deportista, ni de su necesidad de tomarse un respiro en una jornada que conecta la salida vasca con los Pirineos, que puede ser tomada con más o menos calma, hablamos de imagen, de la percepción, de la sensación que, o eres un enfermo de esto, o es imposible tragarse semejante bodrio.
¿Lo mejor?
La retransmisión, como casi siempre, aunque para conocer las Landas, quizá mejor los documentales de La 2.
La imagen de recreo y asueto generalizados esta jornada de julio fue el mejor tarjetón de invitación a la siesta.
Ya veis, el mito de la siesta y el ciclismo, con la voz de Perico o Javier Ares de fondo, en el calor de julio, las jornadas intensivas en el trabajo.
El ciclismo no puede permitirse etapas así, el Tour, tampoco.
Es la etapa cuatro del Tour de Francia 2023, no estamos en ruta hacia los Campos Elíseos, de homenaje al ganador, ni tampoco en el día después de una gran batalla.
Las fuerzas están frescas y las etapas buscan ganadores y protagonistas en su desarrollo.
El hecho que lamentaba Antonio Alix, sobre los belgas atacando al unísono, como en una broma pactada con la moto de Philippe Gilbert, define un paisaje triste, indigno de la mejor carrera del mundo.
El comentario de Contador, sobre cómo suben los clicks de su marca de bicicletas cada vez que uno de los suyos va en fuga debería ser de conocimiento generalizado en el pelotón, a sabiendas que hay mucha gente mirándoles, pero también equipos de marketing calculando cada segundo que su marca tiene exposición en la televisión.
Jasper Philipsen repitió triunfo en una de las peores etapas que recuerdo del Tour, y eso que hay unas cuantas, pues fumadas suceden cada año, puntuales a la cita.
El ciclismo no se puede permitir días así, los ciclistas por intocables que crean, tampoco.
Seguro que vendrán grandes días de ciclismo, pero si a la larga estos trayectos decantan la balanza sucederá que igual no habrá dinero para todos.
Imagen: A.S.O./Charly Lopez
Noticias de ciclismo
Qué poco sabemos sobre el Tramadol
Ahora mismo sólo el ciclismo ha prohibido el Tramadol
Cierto es que no es dopaje, no al menos sobre el papel y en la norma, pero a mí que me lo expliquen ¿qué cojones pasa con el tramadol?
En otras palabras, no se puede dejar de golpe https://t.co/34sQQ5uT7n
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) December 10, 2022
Su nombre corre por los mentideros hace tiempo, no da beneficio alguno en el rendimiento, sobre el papel, pero pitar con esto, o similar, te puede valer la ruina.
En ciclismo ya está prohibido, en otros deportes habrá que esperar, como si se necesitara un tiempo de transición para dejarlo estar.
La sensación, si no fuera porque la hemos visto mil veces en el deporte, sería fea, extraña, casi nauseabunda.
La cosa es sencilla, es matar la sensibilidad del deportista para que éste se centre en el rendimiento sin que nada moleste, si quiera eso tan humano que es el dolor por el esfuerzo fuera norma que esta gente practica.
Ver su gestión denota que hay que poner tanta gente, tan diversa, de acuerdo que parece hasta siniestro que a nadie se le hubiera ocurrido antes.
Otra muesca más en quienes dicen mirar por la salud del deportista
Pillaron en Catar, en puertas del mundial de fútbol a un tipo con 2000 pastillas de Tramadol, como aquel auxiliar de Festina cargado de mierda que cazaron en la frontera entre Bélgica y Francia camino de la salida del Tour en Dublín.
No sé si adujo «consumo privado» en su defensa.
En aquel caso, ya sabemos lo que pasó, en este caso es un argumento más para quienes abogan por el tramadol fuera del deporte, no sólo del ciclismo.
Como me decían en twitter este finde ¿qué no sabrá la WADA sobre el tramadol para hacer esto?
Y lo más tétrico: ¿Qué se habría evitado de haberle puesto coto antes?
El Tramadol no es dopaje, insisten, y escribo constantemente aquí, pero todo lo que toca lo pudre y estigmatiza.
Se utilizó como arma arrojadiza para los irresponsables que iban a saco en algunas llegadas, sin miedo ni complejos, y ahora pesa como una losa sobre una de las grandes estrellas del pelotón, el amigo Nairo, que sigue sin equipo, oficialmente reconocido a puertas de Navidad.
Lo lamentable de todo esto es que, como muchas veces digo, es que estamos ante la punta del iceberg… ¿cuánta parte del cuento nos estamos perdiendo?
Opinión ciclista
Luis Enrique y la mal llamada prensa deportiva
Lo que está sucediendo con Luis Enrique es el termómetro de la prensa que se llama deportiva
Este es un tema que cuando empecé este mal anillado cuaderno solía tratar, pero con el tiempo dejé de lado, por ser imposible sacar nada bueno. Hablo de eso que llaman prensa deportiva.
Admito que me gusta el mundial de fútbol, me gusta mucho, desde siempre, su historia, las leyendas, las sedes… es una mística que sólo los Juegos Olímpicos y ciertas carreras ciclistas, diferentes cada año, según resulten, pueden igualar.
Antes del evento en Qatar, ya sabíamos que el ambiente alrededor de la selección española iba a estar condicionado por la figura del seleccionador, un gran aficionado al ciclismo además, Luis Enrique.
Pues bien, no ha hecho más que empezar el evento y tenemos llamas en las redes contra Paco González, en representación de la camarilla, por su diatriba ante el seleccionador.
Al margen que me parezca que tenga o no razón, el fútbol es algo tan apasionante como espectáculo colectivo, que esto, para mí es una menudencia, lo que me alucina es el ensañamiento gratuito contra una persona que podrá caerte mejor o peor pero que si está será por haber demostrado méritos suficientes para ejercer.
Es la bronca política, el negarle toda cualidad al adversario, llevada a la prensa que se dice deportiva.
Para la gente del ciclismo, la verdad, lo que tenga que decir esta gente poco o nada nos va a sorprender.
Con los años nos han regalado análisis sesudos como aquel que decía que el ciclismo es un deporte fácil porque van sentados o los mismos que medían la salud del ciclismo español por la cantidad de corredores que iban al Tour.
No entremos en cuando hablaban de dopaje.
Ahora, parece que a muchos se les ha caído la careta de esta camarilla.
España, lo siento, no tiene prensa deportiva, tiene una banda de malos actores, aireando lo peor de algo tan hermoso como el fútbol, para sacarse el sueldo a final de mes.
Lo triste es cuando se acuerdan de otros deportes, tipo ciclismo, y sale a flote toda su desconexión con la realidad del deporte.
A mí personalmente Luis Enrique me cae bien, sé que no es políticamente correcto pero al menos lo ves venir.
Y como repiten muchos, por cualquier cosa, hay que bancarle: que en sus famosos streams diga que está pendiente de la campaña de ciclocross me parece genial.
Tenemos aquí un buen embajador, un ciclista de papear kilómetros y sacarle todo el partido a la flaca.
Sólo por eso, y por destapar el disparate que algunos ejercen cada día en nombre de la prensa deportiva, le tenemos que querer.
Nosotros somos modestos, hablamos de nuestro deporte, nos equivocamos mil veces, pero somos directos y transparentes en nuestra opinión, pero sobretodo hablamos de algo que nos apasiona y lo hacemos con cariño infinito.
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