Ciclistas
Cadel Evans lo deja sin nada que reprocharse
En Ponferrada, la semana de Mundiales, Cadel Evans anunció que deja el ciclismo. Aunque la nieblilla de la competición y la actualidad de misma arrinconaron su anuncio que paradójicamente ha ocupado mucho menos espacio y atención que la retirada de Jens Voigt con el show de la hora incluido.
Cadel Evans ha sido un ciclista muy machacado pero aquí siempre le hemos admirado por dar lo que tenía. Poseedor de uno de los estilos más discutibles sobre la bicicleta, su actitud, a veces exasperantemente conservadora, ha puesto en guardia a muchos críticos, garantes del ciclismo de ataque y espectáculo. Siempre a remolque, rara vez asumiendo las responsabilidad, buen croner, aceptable escalador, sin embargo se ha granjeado un palmarés tremendo en calidad, que no en cantidad, en los años más oscuros del ciclismo y sin estar vinculado a nada que supiera o denotase la maldita palabra de dopaje.
Cierto es que este ciclista procedente del BTT, estuvo vinculado al Michele Ferrari, una de esas amistades que daban caché hace veinte años y ahora es el mismísimo diablo. Con el doctor italiano tomó referencias para dejar las ruedas gordas por el fino asfalto. Desde entonces no se supo más de la relación entre ambos. Si la hubiera habido no se preocupen, Evans tiene por delante la eternidad para que le vilipendien, en lugar alguno gusta sacar la mierda a relucir como en el ciclismo.
En España Cadel Evans ha caído especialmente mal porque no han sido pocas las veces que se ha cruzado en el camino de ciclistas españoles. Desde aquella vez que fuera esporádico líder del Giro, hace doce años, coincidiendo en la lucha con Aitor González, Evans se ha cruzado varias veces en el camino de la llamada “generación dorada” del ciclismo español. Como si de un hecho premonitorio se tratara, recuerdo aquella crono final del Tour de Romandía por las empedradas cuestas de Laussana en la que Evans adelantó de una tacada a Alberto Contador y Alejandro Valverde para hacerse con la general de la carrera helvética.
La historia de Evans con el ciclismo español por eso vivió su arranque oficial en el Tour de 2007 cuando quedó segundo por menos de un minuto y un manojo de dudas sobre qué habría sido de esa carrera si Michael Rasmussen y Alberto Contador no se hubieran dado hasta en el carnet. Evans bramó, aunque flojito, por la no aclarada influencia del danés en esa edición, pero poco más se supo. Al año siguiente, Evans vio como otro español, Carlos Sastre, desnudaba su tacañería al correr ganándole un Tour en la subida a Alpe d´ Huez. En 2009 el “suceso de Monachil” le dejó muy lejos de Valverde en la lucha por la Vuelta y a los pocos días ganó su Mundial en Mendrisio, toda vez se deshizo de Kolobnev y Purito al más puro “estilo Kiatkowski”.
Sin embargo este ciclista de gris estampa, agrio carácter y lánguido carisma, supo aprender de los errores. Tras “petar” en el Tour de 2010, se recompuso al año y lo ganó demostrando que la cicatería rara vez es pasaporte al éxito. En la mejor etapa de ciclismo de los últimos años, aquella que llevó al Galibier, el “casi retirado” Andy Schleck le puso contra las cuerdas obligándole a sacar lo mejor de sí. Ese día, y al siguiente, cuando la cortedad táctica del luxemburgués nubló su camino de Alpe d´Huez, Cadel Evans ganó su Tour y lo hizo sin engaños, con las cartas hacia arriba diciendo “éste soy y así es como corro”. Chapeau.
Ahora viene también una travesía en el desierto para el ciclismo australiano, posiblemente más llevadera que la española, pero travesía, por cuanto allí, y aunque nos parezca impensable, también se obsesionan con el Tour y en el nivel de disputarlo no ven a nadie como Evans.
Thanks a lot, Cadel.
Foto tomada de lacadenilla.blogspot.com
INFO
Para poder trasportar correctamente tu bicicleta con el embalaje NACEX BICIBOX, debemos tener en cuenta lo siguiente
– Se debe girar y desmontar el manillar
– Se deben desmontar los pedales y ruedas (una o las dos dependiendo del tamaño)
– Se deben proteger los elementos sensibles (cuadro, tijas) y aquellos que queden desmontados con papel burbuja o similar
– Introducir en la caja cuidadosamente evitando golpes y arañazos
– Transportar siempre en posición vertical
Richard Carapaz
La opción de Richard Carapaz siempre es dar la cara
Richard Carapaz sólo sabe morir matando
En el pelotón hay muchos tipos de corredores, pero hay una distinción rápida y palpable, los valientes por norma y los que se esconden en la panza del grupo, obviamente Richard Carapaz pertenece a los primeros.
pero cómo mola Carapaz
— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) June 9, 2023
Atacar como lo hizo en una cota de segunda, tras el primer arreón de otro que tal, Julian Alaphilippe, a la vista de todos y en especial de Jonas Vingegaard, le describe como uno de esos ciclistas que sólo puedes querer.
Sé que suena a cuento de suicidio, Carapaz se llevó soldado al ganador del Tour, que además transmitía unas sensaciones «hors cotegorie» pero no le pudo ni la intimidación ni el complejo que generan algunos ciclistas en la actualidad.
Fue a por todo, con todo, sin síntoma de abrir el codo para pedir relevo, sin mirar para atrás, hasta que Vingegaard le dejó atrás.
Sé que suena romántico, eso de intentarlo al sol, saliendo en la pantalla, siendo valiente, pero es que no veo otra forma de hacerlo.
Hay una capa intermedia de ciclistas que llaman a la puerta de los más poderosos y para echarles el guante, no les queda otra que, al menos, intentarlo.
Sé que las comparaciones son odiosas, pero ver la reacción de otros ante la tormenta, para acabar casi en el mismo sitio, hace que la percepción cambie mucho.
Carapaz hizo gala de su primer arranque, duro, violento y fuerte, pero por detrás apreciar a Enric Mas, Adam Yates y Mikel Landa, completamente engullidos en el grupo, pasados unos metros es decepcionante.
Pero volviendo al ecuatoriano, Carapaz lo intenta, siempre lo prueba, lo hizo contra Pogacar en aquella famosa etapa en la que el esloveno cogió el amarillo en el Tour 21, lo intentó en Dauphiné contra Vingegaard y otras veces más.
Incluso sabiéndose inferior o no en la mejor forma.
Y ¿sabéis qué pasa?
Que a veces salen las cosas, que las cuentas resultan y que los triunfos llegan.
Carapaz saltó ante Roglic y Nibali aquella vez camino de Courmayeur para decantar un Giro, saltó ante velocistas como Caleb Ewan para rebañarles una etapa en sus narices y le echó un pulso a Wout Van Aert para colgarse el oro olímpico.
Porque el ciclismo es Carapaz, es rehacerse de los golpes y crecerse ante rivales superiores, sobre el papel, que el maillot no te quede grande y que honres el deporte que te da de comer y te completa con actitud, algo que se le supone a muchos, pero no todos tienen.
Pondría la mano en el fuego sobre las opciones de Carapaz en el Tour, no creo que lo vaya a ganar, pero seguro que a su rueda más de una cosa importante va a pasar… lo veremos.
Imagen: A.S.O/Billy Ceusters
Ciclistas
Larga vida y suerte a Jonas Vingegaard
La opción de Vingegaard me parece la más obvia a un Pogacar desencadenado
Qué destrozo ha propiciado Jonas Vingegaard en una cota de segunda categoría del Dauphiné.
No le hizo falta ni atacar, tomó la rueda de Richard Carapaz y le dio carpetazo en medio de la subida, casi sin aceleración, con una facilidad pasmosa, sin mueca de dolor.
Admiración total tanto por Carapaz, como por Alaphilippe: morir matando es loable y bello, pero esta gente camina a otro nivel.
Jonas Vingegaard era y es absoluto favorito en un Dauphiné que el año pasado ya demostró haber podido ganar de no respetarse la jerarquía de Roglic.
En la crono de ayer, ya dio el primer aviso, rueda a años luz del resto, luego, en la medida montaña, a puertas de los grandes altos, no ha dado opción.
Es increíble la brecha que se ha abierto entre unos corredores y el resto, transmiten la sensación de correr entre niños, haciendo a su capricho y antojo, dando por cerrada la carrera cuando les conviene.
Jonas Vingegaard sí, está en ese Big 6, expresión que gustará más o menos, pero que me parece la más adecuada para describir la realidad.
De esos seis, dos, se jugarán lo gordo en el Tour de Francia.
Junto a Vingegaard, Pogacar es el miembro de esa lista para optar a la mejor carrera.
Sobre el papel, sí, ya sabemos que el esloveno parece un peldaño incluso por encima, pero no lo tendría yo tan claro.
A falta del primer duelo en Francia, les veo en el mismo nivel, incluso con misma cuota de favoritismo.
Si nos gusta un poco el ciclismo tenemos que ser, además, del danés, pues se erige como el único baluarte sólido ante el poder de un corredor de época.
Ojalá llegue bien al Tour, y que su equipo llegue con la cadena engrasada y ver de qué son capaces.
Vingegaard lo hace todo bien, qué obviedad, pero no sólo eso, tiene la experiencia del año pasado, supo domar a la bestia y ojalá todos esos que le tachan deban mirar para otro lado porque el nórdico realiza una defensa ejemplar de su triunfo.
Imagen: A.S.O/Billy Ceusters
Julian Alaphilippe
Alaphilippe siempre es bienvenido
El Dauphiné nos devuelve al Julian Alaphilippe ganador en vísperas del Tour
Hay un ciclista que se transforma como nadie para el Tour y ese es Julian Alaphilippe.
Yo no le veo ganándolo, por mucho que hace cuatro años estuviera ahí, de amarillo, hasta muy al final, sin embargo, que Loulou brille en vísperas de la gran carrera es una buena noticia.
No sé qué futuro le aguarda en el Soudal Quick Step, el monstruo de Remco Evenepoel cada vez deja menos espacio a otros, lo que sí tengo claro es que el Tour sigue siendo de Alaphilippe, aunque parece que poco tiempo, el que queda para que el belga ponga un pie en la «Grande Boucle».
Así las cosas, ha vuelvo a pisar un podio en el Dauphiné, demostrando que en ese flaco cuerpo sigue habiendo un ciclista mayúsculo en todos los registros posibles.
Un corredor que, por ejemplo en el Tour, explota el escenario como nadie, corre contra gigantes, pero como si nada, va con todo y se permite éxitos inolvidables como hace un par de años, de arcoíris.
No elude la batalla, busca las escapadas, firma maillots de la montaña a base de coronar puertos en solitario y siempre acaba ganando una etapa.
A veces incluso hasta cronos, como aquella que logró de amarillo en Pau.
Sucede a veces que, cuando alguien se sabe perseguido por Julian, en un descenso, acaba errando y por los suelos, como aquella bajada, creo que en el Portillon, cuando Adam Yates se fue al suelo porque sabía que le venía Julian, por detrás.
El otro día hablábamos de Pinot en el Giro, sus gestitos, su teatralidad, tan común en estrellas francesas.
Alaphilippe bebe del teatrillo del grimpeur galo en primera persona y perpetúa la especie como Voeckler, Virenque y otros.
En un ciclismo, con cartas muy marcadas, en grandes vueltas en las que los mejores bloquean la acción, como en el Giro, la carrera paralela, la lucha por las etapas, es la salvación.
En ese escenario, Julian Alaphilippe luce siempre, en especial cuando las caídas, percances y averías no forman parte de su paisaje.
Imagen: A.S.O/Billy Ceusters
Ciclistas
Christophe Laporte tiene para él y para el Jumbo
El palmarés de Laporte en Jumbo no está siendo pequeño
En la primera etapa del Dauphiné vimos una imagen conocida, Christophe Laporte levantando los brazos y llevándose el primer amarillo de la carrera, como cuando vistió aquel de Paris-Niza, tras una tremebunda exhibición del Jumbo Visma.
Esta vez no hizo falta un golpe de efecto, el don de la oportunidad y puntería que el francés ha afinado en el equipo neerlandés le sirvió para sacar petróleo del dolor de Rune Herregodts, cazado y superado pero que muy cerquita del arco de meta.
Fue una imagen familiar de estos dos últimos años.
El Christophe Laporte del Jumbo Visma ha mejorado con mucho el ciclista que aterrizó hace 18 meses procedente del Cofidis.
Decisivo para sus líderes, sabe guardase algo para seguir sumando en lo personal.
¿Un ejemplo?
El pasado Tour, en el que el francés fue una pieza más en el engranaje del Jumbo, lo que no le impidió sacar brillo a su momento, ganando una etapa a 48 horas de París.
La máquina de ganar que era esos días el equipo que cambia el kit para el Tour por no coincidir con el líder, contó con Laporte en sus visitas al podio.
Fue una victoria de inercia, de ciclista crecido, con instinto afinado y mejorado entre los compañeros que está.
Recordar la exhibición de París-Niza el año pasado, de inicio con Roglic y Van Aert, o con éste mismo en el Harelbeke del año pasado.
Con el belga ya ha formado dupla exitosa, la más sonada la Gante-Wevelgem de este año que acabó en sus manos para desespero de muchos que veían a Van Aert ganando.
Pequeño, pero interesante, muy top, ese es el palmares de Christophe Laporte en el Jumbo.
Fue el primero de los mortales tras Remco en el pasado mundial y consiguió una victoria de superioridad y oportunismo en A Través de Flandes, el gran día de Oier Lazkano.
Ahora mismo vuelve a estar en el trenecito de Jumbo para el Tour y eso es mucho decir, pues no sólo estará para jornadas llanas y proteger a Vingegaard, también formará parte de la pizarra del equipo para combatir a Pogacar en la montaña.
En estos equipos, clasicómanos como Van Aert o Benoot no se libran de currar y moverse en los grandes puertos, y Laporte está también en ese rol.
Imagen: A.S.O/Billy Ceusters
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