Ciclistas
Boonen quiere ser Valverde
Debe de ser cosa de la edad. Imagino que no puede ser otra cosa. Antes, cuando era más joven, las carreras de los corredores me parecían eternas. Era como si estuviesen allí de toda la vida y lo fuesen a estar por siempre. Ahora, las cosas como son, ya no tengo esa impresión. El paso por el pelotón de una figura –o un anónimo– se me antoja cada vez más corto. Más fugaz.
Así, todavía tengo muy presentes los primeros años de Tom Boonen. Aquel polémico paso del US Postal al equipo de Lefevere. La esperanza que levantaba en Bélgica ante la inminente marcha de aquella generación de los Museeuw, Van Petegem, Peeters, Hoste, Mattan, Vandenbroucke o Tchmil entre otros muchos. De su Mundial de 2005. De sus escarceos con la cocaína y de la dificultad que tuvo para asimilar el éxito y la fama. De su conversión de yerno perfecto a «enfant terrible» y, de nuevo, a yerno perfecto –aunque ya con mucho menos pelo en la cabeza–. Y todo eso, como decía la canción, en apenas un suspiro.
Llevamos ya unos cuantos años en los que cada vez que le vemos en el mes de enero en Calpe, lugar habitual de concentración de su equipo en la pretemporada, los periodistas le preguntamos, más o menos delicadamente, cuándo va a colgar la bicicleta. La próxima vez, será el día 7 de enero, aunque en esta ocasión sólo una duda quedará por resolver: ¿lo dejará al final de 2016 o correrá hasta la París-Roubaix de 2017?
Seguramente, cuando le formulemos esa pregunta el día después de Reyes, ni él sepa la respuesta y su “dependerá de cómo vaya esta temporada” sea absolutamente sincero. Tom Boonen fue –pretérito perfecto– uno de los mejores clasicómanos del pelotón mundial y es –presente simple– una de las leyendas que el ciclismo tendrá siempre en esto de las carreras de un día, pero lleva encadenadas varias temporadas para olvidar.
No siempre, eso debe de quedar claro, por un evidente deterioro de forma causado por la edad, sino casi siempre debido a factores externos en forma de caída que han diezmado la parte más importante de su campaña.
El problema, claro, es que ahora, en la que puede ser su última primavera –es seguro que será su último año completo– la presión será mucho mayor. Cuando uno es joven y sufre un tropiezo, sabe que tendrá tiempo para solucionarlo. Para volver a intentarlo. Pero este ya no es su caso. Hemos visto en este 2015 a un Boonen que ha rodado tremendamente ‘cuadrado’. Tenso. Sin la alegría que le ha caracterizado durante los últimos 15 años.
Y, claro, eso lleva inevitablemente aparejado un importante aumento en la posibilidad de sufrir una caída. Luego, la lesión que se produce a causa de la misma, es cuestión de buena o mala suerte. Pero, como suele decirse, los grandes campeones no se caen. Y no lo hacen por una combinación entre un poco de suerte, un poco más de seguridad y un mucho de seguridad en uno mismo.
Si todo va bien y las caídas y lesiones le respetan, la gran duda es saber de qué será capaz Tom Boonen. Él, claro está, sueña con hacer historia. Con ganar su cuarta Vuelta a Flandes y convertirse en el hombre con más triunfos allí y hacer lo propio en el Infierno del Norte dejando atrás, con un quinto triunfo, a Roger De Vlaeminck. Eso es lo que quiere. Lo que sueña con conseguir. El que sería su legado perfecto. Pero, sinceramente, parece que el tiempo de conseguirlo ya pasó.
Para los que hemos sido muy ‘Boonistas’ es duro aceptarlo, pero Tornado Tom ya no está en esa primera división que le permite aspirar a todo. Lo sabemos nosotros y lo sabe él. Lo sabe, también, un Patrick Lefevere que tuvo que jugar muy duro en las negociaciones de renovación, haciéndole ver al corredor que ya no merecía un contrato como los de antaño toda vez que ya no era capaz de garantizar las victorias de entonces.
Boonen asume un riesgo enorme al alargar una temporada más su carrera. Un riesgo sólo comparable a una apuesta de todo o nada. Si consigue el objetivo de ganar una de sus dos carreras fetiche, todo habrá merecido la pena. No cabe ninguna duda. Pero, por el contrario, si sufre otro contratiempo que le obligue a volver a arrastrarse por las carreteras como alma en pena, el daño que él mismo le hará a su propia historia será imperdonable.
Boonen sueña con ser Valverde. Con firmar ese pacto que el murciano tiene con el paso del tiempo. Con seguir ganando. Con seguir infundiendo miedo –porque el respeto sí se lo tiene ganado– entre sus rivales. De ser el gran favorito cada vez que se presenta en una línea de salida. De no ver, a primera vista, el final próximo.
Pero Boonen no es Valverde. Boonen es belga y no murciano. Boonen es reconocido en su país como una leyenda del deporte –no sólo del ciclismo–. Valverde comienza a ser reconocido aquí como un buen ciclista y sólo los grandes aficionados saben reconocerle su valía. Boonen, como decimos, quiere ser Valverde y seguir en lo más alto. Valverde, quizás, querría ser Boonen y sacrificar algún año de su carrera por conseguir el reconocimiento que de verdad merece.
Por el momento, enero se acerca. Volveremos a preguntarle a Boonen cuándo tiene previsto retirarse. Volveremos a estudiarle con la mirada mientras él habla. Buscaremos señales de dejadez o de mala preparación. Y no las encontraremos. Volveremos a ver al tipo en forma y entregado a la bicicleta que todos los inviernos aparece en Calpe. Y pondremos el reloj de la cuenta atrás en marcha. Lo sincronizaremos con Flandes y con Roubaix. Y esperaremos, tranquilos, a saber si Boonen es, por fin, leyenda inalcanzable.
Por Nico Van Looy
INFO
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Mathieu Van der Poel
Van der Poel también tiene y pone límites
El calendario de Van der Poel cada año es más pequeño y centrado
Hubo unos meses, no sé si por la salida de la pandemia, o por las ganas de estos chavales, que el ciclismo entró en un stress competitivo que nos hizo preguntarnos por la longevidad de estos corredores en el tiempo y espacio, corredores como Remco, como Van Aert, con Pogacar o el mismo Van der Poel.
Ciclistas que le metieron una velocidad más a este deporte, descolocando a otros que venían de liderar el ciclismo antes de la pandemia.
Una cambio de ritmo en el que Mathieu Van der Poel ha tenido mucho que ver.
Aquella famosa Strade Bianche de 2021 es un icono de esta nueva realidad, un ciclismo asilvestrado, corrido a pura fuerza, sin reserva ni rodeo, con siete grandes nombres metidos en la escapada y todos tirando como si no hubiera un mañana.
Van der Poel salió victorioso de aquella jornada en la que el propio Alaphilippe probó uno de los ataques más brutales que recordamos en mucho tiempo.
Ese Mathieu era campeón del mundo de ciclocross, brillaba en carretera y tenía billete para la carrera olímpica de MTB
Lo corría todo, doce meses al año non stop, incluso clásicas más pequeñas, en las que su sola presencia era invitación a ponerte la tele y disfrutar del espectáculo.
Estos tiempos tocan a su fin.
Mathieu Van der Poel hará el año que viene 29 años y admite que «un invierno sin ciclocross también estaría bien«.
Es decir que lo que le vamos a ver competir este invierno, ojo que si no está Van Aert, se queda sin interlocutor, habrá que disfrutarlo mucho y bien porque en el futuro nada está claro.
Y lo mismo sucede con MTB, pues Van der Poel en persona ha admitido que mejor centrarse en algo, y ese algo creo que va a ser carretera.
El Van der Poel que hemos visto este año ya anticipaba estos movimientos, pero creo que vamos a una selección más fina de objetivos y carreras para el neerlandés, carreras que si todo va a bien se va a hinchar a ganar varias veces, com Roubaix o Flandes, donde no se baja de la segunda plaza del podio desde hace cuatro ediciones.
Luego estarán los objetivos ajenos, que no aleatorios, Mathieu Van der Poel querrá etapas en las tres grandes, haber sido líder en todas ellas y firmar éxitos en los pocos sitios que le quedan por situar en su palmarés.
Nada que ver con ese ciclista de 2019, 2020 y 2021 que todo lo competía y casi todo para ganar.
Al final todos, también él, tenemos límites.
Wout Van Aert
Van Aert, 3 cosas a cambiar
Aires nuevos, carreras inéditas y cambio de mentalidad se imponen para la mejora de Wout Van Aert
Éste es el primer año, en cuatro, que no sitúo a Wout Van Aert con los mejores de la temporada.
Ahí metí a Laporte, a Philipsen, acabo de sacar a Evenepoel, pero esta vez pasamos de largo con Wout y no con de gusto, hablamos de uno de los ciclistas más inspiradores e importantes del pelotón, el ciclista que todos soñaríamos ser, con grandes días detrás, pero al que todos le echamos de menos alguna victoria de esas que marcan.
Para Wout Van Aert no es sencillo competir.
Ha pasado de ser la rueda más vigilada, a ser superado netamente por rivales que siempre ha tenido a su alcance.
Van der Poel es el caso más obvio, pero no sólo él, Philipsen en Roubaix o el mismo Laporte en el europeo, le dejaron en puestos de plata y bronce que sin duda no hacen justicia al caché de uno de los mejores ciclistas del mundo y de los tiempos recientes.
A diferencia de otros inviernos, más previsibles y calmados para Van Aert hasta su debut en ciclocross, esta vez le leemos más en titulares y noticias sobre, principalmente, su calendario carretero.
Y anuncia cambios, el ya comentado de su debut en el Giro -aunque no lo veo disputando la general- y posiblemente la Vuelta a España.
Entre ambas grandes queda amortizado que Wout Van Aert no va a estar en el Tour de Francia, en lo que considero un premio a su persona y valor en el equipo.
Van Aert necesita romper con muchas cosas del pasado reciente, si quiere dar el paso adelante en palmarés que todos queremos para él.
Correr en carreras que no conoce puede romper esaa cadencia de segundos y terceros puestos que le cuelga del cuello.
Merece un mundial, una Roubaix… algo grande que rivalice con esa San Remo que logró en el verano de la pandemia.
El roto que le ha hecho a su calendario habitual se suma al cambio de entrenador, que espero dé en a tecla y lo tenga al 110% en las carreras objetivo.
Eso es que lo deje tan fino como cuando ha competido en los últimos Tours de Francia, la carrera más grande, la de más presión y en la que Van Aert ha corrido en plan aplastamiento como nunca lo hace en otras majors de la temporada.
Eso es lo que queremos, la actitud del Tour 21, 22 y 23 exportada a la primavera, al mundial, a los Juegos Olímpicos.
Correr anticipándose, sin miedo, sin carga psicológica ni mirada a la retaguardia.
Porque si Van Aert es capaz de ganar en el Ventoux, una crono y un sprint de Campos Elíseos, ante los mejores en su prime, me niego a creer que no se capaz de tomar la Roubaix por los cuernos y hacerla suya, más cuando está rodeado por un equipazo.
El cambio de actitud es necesario, imperativo y con él lo otro, entrenador nuevo y carreras que no conozca y en las que no se deba a nadie.
Espero sea la mejor alquimia para que Wout esté donde merece estar ese motorazo.
Ciclistas
Carlos Rodríguez es bueno pero no lo tiene nada fácil
Que Carlos Rodríguez acabe ganando una grande es complicado
Me puedo imaginar, sin haberlo escuchado, sin haberlo visto, a mucha gente haciendo cábalas sobre el futuro de Carlos Rodríguez en el momento que cruzó primero la meta de Morzine, en el pasado Tour.
Es el viejo vicio que siempre viene en estos casos, cuando alguien logra algo así ya queremos auparlo a lo más alto obviando que esto es largo, también difícil, y que estos chavales no corren solos.
En en caso de Carlos Rodríguez se suma además que este chaval se hace querer como pocos: educado, correcto, culto, capaz, asequible y excelente ciclista.
¿Cómo no quererlo?
Puse la foto de este post de Carlos en la salida del Tour desde Bilbao, junto a Tom Pidcock, para ilustrar de una forma rápida lo que tiene a su favor y rodea al ciclista andaluz.
Durante el Tour de Francia, transcurrieron unas etapas en las que el inglés y Carlos Rodríguez iban a la par en la general, hasta que el irregular Tom se descolgó.
En esos días, muchos ya daban por seguro que Carlos iba a ser el líder de Ineos, pero llamé la atención a cómo funciona este equipo, y es que el mejor de los dos sería el líder y si, por un casual, Pidcock se ponía por delante en la general, las ayudas del equipo iban a ser para él.
Y no por el hecho de ser inglés y deberse a un equipo inglés iba a pasar por delante de su compañero español.
En el momento que Carlos fue mejor, el equipo se centró, en lo que pudo en él, y no hubo discusión.
Hablo de este aspecto, para ilustrar que en la trayectoria de un ciclista a estos niveles hay tantas cosas, que al final, la más inesperada puede decantar la balanza.
Eso pudo suceder aquí, pero no.
En todo caso, decir que Carlos Rodríguez va a ganar esto o aquello es tan arriesgado como pensar que no lo va a lograr.
De hecho es más fácil que no lo consiga.
Yo creo, de inicio, que lo tiene muy difícil y que quizá le convenga, si quiere ganar una grande, elegir muy bien las carreras y quién va a estar en cada una, pero como no debe tener prisa, es muy joven aún, si sigue fogueándose con los mejores, perfecto.
La realidad de Carlos Rodríguez no debería mezclarse con la edad, cada uno explotará cuando le toque y en el momento que el cuerpo le dé de sí.
A diferencia de Juan Ayuso, Carlos Rodriguez se ha reivindicado algo más mayor y esto sigue siendo una carrera de fondo, por mucho que algunos estén siempre mirando el DNI.
Tiene talento, es inteligente, sabe hacer grupo y muy importante, siempre está, siempre es una opción y eso es una garantía de que. a la larga, el éxito acabe llegando.
Entre tanto tenemos ciclista muy bueno, y no sólo para el Tour,
Imagen:A.S.O./Aurélien Vialatte
Remco Evenepoel
Top23 Remco Evenepoel, always welcome
Con el fiasco del Giro, el año quedó desordenadamente perfecto para Evenepoel
Remco Evenepoel, 23 años y 50 victorias en el ciclismo profesional, una estadística casi redonda que retrata a un fenómeno sobre ruedas, del ciclismo, en su faceta de anotador y klller en la carretera, pero que no proyecta la enorme presencia física y espiritual que el corredor despliega sobre este deporte.
Pogacar y Remco, destacados
Le seguirían Roglic, Kuss y Geraint
VdP y WVA son terribles en carretera pero sin esa chispa fuera de ella— JoanSeguidor (@JoanSeguidor) November 23, 2023
En un ranking de carisma, de presencia, de enormidad ciclista dentro y fuera de la carretera, creo que la lista tendría a Evenepoel siempre muy arriba.
Un peso específico que se gana en competición, pero también fuera de ella, con un carácter que abruma y destacada sobre un pelotón que en ocasiones se deja llevar mucho por lo que llamaríamos «el molde».
Remco Evenepoel sabe perfectamente que el carisma viene de serie, él lo tuvo siempre, pero que si lo mezclas con la grandeza de los números, entonces ya tienes la cuadratura del círculo.
Dijo una vez Lefevere que el trabajo que hace su pupilo belga es tan bestia, tan minucioso, que a veces hasta le da pena.
Lo dijo él, Patrick, espero que no ebrio, sobre uno de sus muchachos, él, que casi siempre es el más crítico de la clase.
Puedo imaginar el camino que Remco Evenepoel recorrió para preparar el Giro de Italia, fue tan brutal que el año que viene posiblemente no lo repita.
Por eso, cuando abandonó la carrera, la versión oficial hablar de Covid, las otras simplemente divagan, me imagino la decepción.
Evenepoel centró su año en la grande italiana y con ella en la cuneta, la temporada quedó huérfana, una temporada que ya traía toda una Lieja-Bastogne-Lieja a las espaldas.
Quizá por eso, vimos al corredor que luego vino, el ciclista que arremetió de salida contra la Vuelta a España en todos los sentidos, en el crítico con la crono inicial y la caída en la meta de Andorra y en el competitivo con tres victorias e infinitas escapadas hasta el mismo día de Madrid, condicionando a los velocistas y sus equipos en el último metro.
El Remco desencadenado es el que queremos, más allá de la solidez de una general de gran vuelta y esas cosas, que yo creo que un día sacará adelante, un ciclista indescifrable, sorprendente que sólo debes querer ver correr, por mucho que a veces no sea capaz de contener, admitámoslo, el niñato que lleva dentro.
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