Ciclismo antiguo
La leyenda de los "forzados de la ruta"
«Los forzados de la ruta», o traducido simplemente en francés : «Les forçats de la route», es una frase que se hizo famosa en su época y que se puede llanamente mantener con el paso de los tiempos; ser actualidad. Para encontrar el origen de esta frase, hay que remontarse al Tour de Francia del año 1924, que fue el que precisamente se adjudicó y consagró de manera definitiva a aquel pionero italiano llamado Ottavio Bottecchia.
La frase se debió a la pluma del célebre periodista Albert Londres, que había despuntado con anterioridad como escritor de sendas novelas muy populares en su época, que tenían un cariz más bien perteneciente al género aventurero. Fue, además, colaborador asiduo del rotativo “Le Petit Parisien”, lo que le permitió introducirse por vía indirecta en la especialidad incluso deportiva, un filón por el cual en un principio no se sintió muy motivado.
Fue con el tiempo que sus escritos se inclinaron paulatinamente ante las incidencias que fue presenciando, día tras día, en la ronda francesa en la época veraniega. Su periódico decidió sumergirle en esos menesteres, cosa que en sus inicios se sintió un tanto desplazado. Su función, bien es verdad, fue el cumplir con una obligación dictada por los dirigentes que llevaban la responsabilidad de la gaceta en cuestión, que conocían bien de sobras sus ya doctas habilidades periodísticas.
Era un hombre liso que atraía por sus escritos plenos de candente originalidad al transparentar en su crónica diaria las incidencias que iba experimentando en el periplo francés. Observaba y veía con agudeza el torbellino viviente del Tour con sus protagonistas inconfundibles: los sufridos ciclistas, cosa que plasmaba con doble y atractiva intención.
Lo esencial fue que con el paso del tiempo Londres se afianzó en sus narraciones con una fuerza interior sin igual en el transcurso de las varias ediciones del Tour en las cuales cual concurrió con no poco y sí crecido entusiasmo. Demostró a los lectores su particular valía y el significado profundo con que con su mágica pluma describía los movimientos en ruta espoleados por los hombres del pedal.
La chispa del repórter Londres sonó con más difusión, si cabía, a los cuatro vientos a raíz de la retirada de los hermanos Henri y Francis Pélissier, dos muy populares ciclistas franceses, en compañía de Maurice Ville, que ocupaba entonces el segundo puesto en la clasificación general. El abandono, un abandono muy sonado, se produjo en la población de Coutances, en el transcurso de la tercera etapa Cherburgo-Brest del Tour del año 1924, al discrepar furiosamente contra un comisario por una penalización que se le había impuesto en la vigilia de la etapa al casi intocable y famoso campeón en su tiempo, Henri Pélissier, el hermano mayor de la saga de los Pélissier, toda una institución.
Se le consideraba que había vulnerado el reglamento de la ronda francesa al prescindir en plena carrera de una segunda camiseta que llevaba puesta para protegerse de los fríos. Asediado por el calor impuesto por el astro rey, el sol, Henri se sacó la citada elástica y la echó por los suelos al borde de la calzada. Un comisario que vio la acción no le perdonó este desliz que contravenía el reglamento vigente de la carrera. Fue una medida drástica que Henri no aceptó.
Aunque desavenencias, dicho sea de paso, siempre las tuvo con los organizadores de cualquier competición ciclista. Tenía aptitudes para la práctica de las dos ruedas, pero su mal carácter y su germánica personalidad muchas veces le desbordaron. Su persona, aquel genio y figura, producto de su continuada disconformidad ya le venía de lejos. Los mismos aficionados, los que le admiraban, bien lo sabían.
En un café provinciano de la localidad que hemos mencionado más arriba, coincidieron en la misma estancia los tres ciclistas retirados con precisamente el aludido escritor Albert Londres, una presencia que imponía cierto respeto. Henri, con su temperamento habitual, arremetió contra los dirigentes del Tour y de manera particular contra Henri Desgrange, otro protagonista con carácter, que posee el mérito de haber fundado e impulsado la gran ronda gala, allí poco antes del año 1903, un hito realmente inolvidable para la historia. No tuvo inconveniente en acusar abiertamente a los directivos que llevaban en aquel entonces las riendas del ciclismo.
Para él era una terrible injusticia la manera que los pobres ciclistas eran constantemente maltratados por los mismos dirigentes de la organización. A todos aquellos esforzados ciclistas que debían soportar mil sacrificios y mil ingratitudes pedaleando por aquellas tortuosas y hasta delirantes carreteras, que les atormentaban día tras día. Acusó a los responsables jefes representativos de no haber tenido más consideración a favor de los atletas del pedal, siempre despreciados, marginados, y no valorados en justa medida y en consonancia con los esfuerzos que venían realizando cotidianamente. Por lo demás, tampoco eran compensados en buena lid, económicamente hablando. Eso se sabía al dedillo en los ambientes y coros del pedal ¡valgan las palabras!
Albert Londres, observador atento del entorno ciclista y de sus trifulcas, siguió muy de cerca la conversación planteada por los hermanos Pélissier. Digamos que hubo un tercer hermano que completaba la dinastía, un tal Charles, que también destacó con soltura en este deporte, y quizá más adecuadamente en las carreras clásicas de un solo día. No le faltó tiempo a Londres para publicar un extenso artículo puntualizando y defendiendo con ahínco a los pobres y hasta esclavizados ciclistas.
El juicioso escrito, bien es verdad, causó gran revuelo y a la vez tuvo mucho éxito entre los lectores apegados a los medios informativos. El autor puso sobre el tapete aquella frase escueta y contundente en referencia a los corredores ciclistas a los que denominó más comúnmente como “Les forçats de la route”. La palabra “forçats”, indicaba en su lengua de origen, simplemente las labores de los presidiarios condenados a trabajos obligados o forzados. Aquella frase tan alegórica dio la vuelta al mundo. Fueron unas palabras muy contundentes que tocaron la dura realidad con la que se encontraban los ciclistas, que defendían su pan y su prestigio en unas polvorientas y casi intransitables carreteras, en un escenario más bien dantesco y hasta desconocido por los medios de divulgación. Era, en fin, una cruda y triste realidad. Fue, sin embargo, todo un vivo elogio, repetimos, dedicado a aquellos héroes del pedal encerrados casi en un mundo desconocido por las gentes.
Hay que descubrirse vislumbrando las pequeñas y grandes historias que sucedían sin cesar bajo los escenarios de aquel pasado tumultuoso. Como exponente secundario, si queremos nombrar a uno de los novelistas, especializado como profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, llamado Marc Augé, oriundo de la Bretaña francesa, al que tuvimos la feliz oportunidad de conocerle y tratarle personalmente, que inmortalizó a toda costa este duro deporte de las dos ruedas a través de un libro que tituló: “Elogio de la bicicleta”, una publicación de pequeñas dimensiones que siempre consideramos de alto contenido divulgativo y de expansión tal como se desprende de redacción tan acertada y a la vez tan bellamente descrita.
Él, nos referimos al autor Marc Augé, escribía, por ejemplo, que nadie puede hacer elogio de la bicicleta y sus practicantes sin hablar de su propia experiencia. La “bici”, escribía, forma parte de la historia de cada uno de nosotros. Su aprendizaje, su mundo, nos remite a momentos muy emotivos y muy particulares, estelares, cercanos a nuestra infancia y a nuestra misma adolescencia.
Por Gerardo Fuster
Sobre las fotos
El primer documento fotográfico que se acompaña pertenece al periódico “L´Equipe”, agenciada por “Presse Sports”. De izquierda a derecha, figuran el conocido periodista Albert Londres, cubierto con su sombrero, y los ciclistas Henri y Francis Pélissier, y Maurice Ville, en el día de su sonada retirada en el Tour de 1924 .
El segundo documento: Figuraba expuesto en el Musée du Sport. El protagonista es el belga Lucien Buysse, cruzando a pie el alto del Tourmalet, en la edición del Tour de 1926, una imagen delatadora del ciclista vencido por el sufrimiento.
Ciclismo antiguo
La primera crono que gana Indurain
Ya han pasado casi 40 años del estreno de Indurain ganando una crono
Ilustro el post de la primera crono que entra en el palmarés de Miguel Indurain con una foto de los Juegos Olímpicos de los Ángeles, aquel mismo año 1984, semanas antes de la carrera que nos ocupa, el Tour del Porvenir.
Nos situábamos en septiembre de aquel año, otoño ciclista y prueba de fuego para los más jóvenes, aquello era el preludio del Tour de la CEE, que con el tiempo se ha convertido en el Tour del Avenir.
Indurain ganaría esa carrera dos años después, pero la aproximación a la misma la haría poco a poco y, como no, empezando por una crono, aunque haciendo justicia al desarrollo de la carrera aquel mocetón de veinte años ya había mostrado maneras en etapas anteriores.
La cosa fue que entre Loudes y Tarbes no hubo milagro y sí la constatación del chaval ese que rodaba como los ángeles.
Indurain afrontaría la crono a bloque desde el inicio, para nada asustando por los 30,5 kilómetros iniciados por un primer repecho.
En meta, diferencias humanas pero premonitorias.
El que más cerca acabó el talentoso Jeff Bernard, ya en La Vie Claire, a unos veinte segundos.
El ciclismo les situaría en el mismo equipo y en el mismo lugar siete años después con el navarro de amarillo.
En aquella clasificación de jovenzuelos había algún nombre conocido.
Charly Mottet, ganador de aquella carrera, y Piotr Ugrumov fueron los más destacados.
Ambos ya conocían a Indurain y cómo se las gastaba en su terreno, la crono, rompiendo con ese perfil de agonista español, bueno en la montaña y nulo en la lucha contra el cronómetro.
La presentación en sociedad del navarro fue eso, rompedora, con las crónicas mostrando sorpresa por ver a un ciclista de este lado de los Pirineos ganando toda una contrarreloj.
Ciclismo antiguo
Francesco Moser en 5 esenciales
Francesco Moser lo hizo casi todo bien
No sé si fruto de la casualidad, si de forma inconsciente, Francesco Moser sigue a Fabian Cancellara en esta galería de grandes de siempre que rueda estos días por este mal anillado cuaderno.
Francesco Moser, no lo vi en directo, pero su áurea seguía intacta en los años que empecé a ver ciclismo, a disfrutar de este deporte.
Un ciclista que, leyendo y releyendo, fue muchas cosas al mismo tiempo, un adelantado, un portento y también un poco tramposo.
Pero vayamos al grano…
La hora más rentable
Cuando Francesco Moser batió el récord de la hora de Eddy Merckx en México no tuvo suficiente.
Lo había dejado en 50 kilómetros altos, pero a los cuatro días quiso más, y firmó más de 51.
La tecnología como aliado
En esa tentativa, Moser torció la historia de este deporte y su propia evolución.
Se coronó con esos registros sobre una bicicleta histórica por sus geometrías y prestaciones rodando en un velódromo especialmente tratado para la ocasión, marcando el camino de los que habrían de venir después, el escocés Obree, Boardman, Indurain y Rominger.
Polivalencia
Su palmarés es rico como pocos, pues ahí entran mundiales de ruta y pista -imaginaros qué tipo de persecucionista podía ser-, un gran vuelta, varios monumentos y muchos triunfos por doquier.
Si el récord de la hora forma parte indisoluble de su recuerdo, no menos lo es ese Giro de 1984 que le gana a Laurent Fignon con toda la «ayuda» del mundo, como si la Italia de Bertoglio, Battaglin y Saronni necesitara también coronar al trentino.
Un «bruto» rodador
Su enemistad con Roger De Valeminck fue mítica en Roubaix, eran dos ciclistas maestros en lo suyo, Moser ganó hasta tres ediciones del tirón -algo inédito desde la Segunda Guerra Mundial- para cabreo del gitano.
Si De Vlaeminck era más sutil sobre el adoquín, el amigo italiano directamente los abordaba por la mitad para volar hacia el velódromo, sin rodeos ni abalorios, directamente chocando contra ellos.
¿Una victoria? Roubaix, año 1978
En la Roubaix del 78, Moser, arco iris a la espalda, arco iris que ganó en Venezuela, se presentó ante “Monsieur Roubaix” como alternativa ganadora a la mejor carrera del año.
El italiano, listo como el hambre, jugó sus bazas sin esperar instrucciones del gran jefe.
Realizó dos ataques, primero a 23 de meta y luego a 18 para romper la resistencia de Maertens y Raas, mientras el influjo de De Vlaeminck se hacía notar.
Moser llegó solo al velódromo y De Vlaeminck echaba fuego.
“Este tipo es un desagradecido” dijo el belga.
Ciclismo antiguo
Laurent Jalabert, 55 años y sensaciones infinitas
El 1995 de Laurent Jalabert es una de las campañas más brutales jamás vista
He recuperado una conversación antigua con Laurent Jalabert el día de su cumpleaños, 55 primaveras de uno de los ciclistas más queridos y admirados que he tenido la suerte de disfrutar.
Fue una charla alrededor de una de las mejores temporadas que sin duda hemos presenciado a título individual pues si le pides un titular a Jalabert sobre el año 1995 queda claro: «Lo quería ganar todo».
Vamos por eso al meollo de nuestra conversación, consideramos que la temporada 1995 de Laurent Jalabert ha sido la mejor firmada por un ciclista en los últimos 30 años…
«Suena fuerte eso»
Si miramos desde entonces quizá se te aproximó Philippe Gilbert en 2011 y Alejandro Valverde alguna campaña, por ejemplo la de 2008, pero poco más.
Tú afrontas ese año muy condicionado por dos hechos de la campaña anterior…
¿Cómo influyó a Laurent Jalabert aquella victoria en los Lagos de Covadonga?
«A ver, yo iba escapado con muchos minutos y sin gran presión. Sin embargo esos días rebosaba confianza. Los kilómetros iban pasando y la gente se iba quedando hasta que aguantamos Roberto Torres y yo. Me atacó muchas veces, pero aguanté y gané arriba. En ese momento fue como jugar a la lotería, pero me indicó que podía hacer otras cosas»
Hasta la fecha estabas etiquetado como gran sprinter…
«Sí, pero ese triunfo cambió mi forma de ver las cosas»
Y luego la caída en la primera etapa del Tour
«Fue brutal, tras esa caída el ciclismo pasó a un segundo plano, sólo me interesaba volver a ser persona. Tenía 24 años y pasé por momentos muy difíciles. No fue fácil volver a ilusionarme, a ser ciclista, a perder el miedo a esas circunstancias, de hecho empecé a pensar en competir de otra manera, a no meterme en esas llegadas tan masivas y peligrosas, a buscar el éxito en sprints de grupos más pequeños. Hasta la fecha había disfrutado de la vida fácil de sprinter, que está todo el día a rueda y la presión aparece sólo al final, cuando hay que disputar»
¿Qué cambio experimentas?
«Paso a ser más agresivo y completo»
Primera vuelta de tu carrera deportiva, toda una París-Niza
«Fue una victoria clave. Se fraguó en una escapada larga con Vladislav Bobrik. Recuerdo que pinchó a 40 de meta y conseguí mentalizarme para llegar solo hasta el final«
Un punto de inflexión
«A partir de ese día me vi capaz de cualquier cosa»
Temporada 1995, tras la caída del Tour y su recuperación, tras el pelotazo de los Lagos ¿qué objetivo tenía Laurent Jalabert de inicio?
«Tenía la voluntad de demostrar que quería ser ciclista, tanto a mí mismo como al resto. No tenía tiempo que perder»
¿Qué papel juega Manolo Saiz?
«Es clave, incluso siendo ciclista él me insistía que valía para otras muchas cosas. Recuerdo que siendo aún ciclista de Toshiba, se me acercó un día y me dijo que esas piernas veía una Vuelta a España«
Premonitorio
«Ya ves, creía más en mí que yo. En las primeras carreras, la ONCE trabajaba para mí y perdía su rueda, o quedaba en otra parte del grupo, Manolo me convenció que si trabajaban así era por que creían en mí, pero yo esquivaba la responsabilidad»
¿Qué papel juega la cabeza en todo esto?
«Es la clave. A veces el punto entre la derrota y la victoria reside en la cabeza. Recuerdo etapas en las que me llevaban al límite, pero sacaba un resquicio para acelerar y demostrarme que el otro iba peor que yo»
Siempre he pensado que la cabeza fue la gran baza de Laurent Jalabert
«Tuve momentos de todo, momentos en los que volaba y otros más complicados»
Tras París-Niza, apuntas a la Milán-San Remo…
«Iba con toda idea, siempre pensé que San Remo era mi clásica. Durante años, tras el final de la París-Niza me quedaba por la zona, preparando e inspeccionando el final, cuando entonces era más raro que se hiciera, planificando cada paso. Ese día Maurizio Fondriest me sacó los ojos en el Poggio, atacó justo veinte metros antes que yo lo tuviera planificado. Cuando arrancó, me pilló justo a su rueda»
¿Cómo son esos metros de Poggio y el descenso a San Remo?
«Fondriest iba nerviosísimo, mirando para atrás todo el rato. En el descenso me sentía confiado a su rueda y acabé ganando al sprint»
¿Por qué nunca te gustaron los adoquines?
«Los descubrí ya en Toshiba, siendo muy joven y fue duro, luego llego a la ONCE, un equipo en el que no había nada de cultura en esas carreras. Íbamos como obligación. Competí un año en Flandes y acabé reventado, nunca sabes dónde estás, qué te queda, es mareante y esa incertidumbre te quita fuerzas que luego necesitas»
La Flecha Valona es otra cosa…
«Era una carrera que me iba como un guante, ese final en Huy era perfecto. Llegué a la base escapado con Berzin y Fondriest»
¿Qué sucedió en aquella Lieja?
«Pequé de exceso de confianza, fui un poco prepotente. El equipo controló y controló pero a 100 kilómetros de meta estaba reventado, así que decidí jugármela yo solo. Cogí a los escapados y a ochenta de meta decidí atacar. Acabé muerto y los rivales no eran unos cualquiera, desde Armstrong, a Bugno y Bartoli hasta Gianetti que acabó ganando»
Descanso y Volta a Catalunya, otra más a la saca
«Melcior resultó clave para llevarme la carrera. Corríamos en su casa, lo conocía todo al dedillo»
Y llega el Tour
«Curiosamente nunca se me había dado bien del todo. En 1992 conseguí el maillot verde pero siempre tenía la sensación era una carrera en la que fallaba, por lo que fuera, además estaba la caída del año anterior»
¿Para un francés el Tour no es sencillo?
«Hay una presión enorme de la prensa, no te lo puedes imaginar, y luego estaba mi confianza, que no siempre era la mejor»
Pero ese Tour del 95 salió tremendo
«Quería una etapa y el verde esos eran los objetivos»
¿Qué te pasó en la etapa de Lieja?
«Iba mal colocado. Estábamos en la una recta e Indurain hizo lo que nunca había hecho, atacar. Él no necesitaba eso, tenía un poder en las cronos que le permitía no atacar, pero aquel día lo hizo y me pilló atrás. Cuando pasé al frente del grupo ya se había ido por delante con Johan (Bruyneel)«
Sin embargo esos días volabas
«En ese Tour tenía unas piernas capaces de cualquier cosa, esa es la verdad»
Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?
«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»
Tras el Tour, la Vuelta, menuda Vuelta…
«íbamos con una idea, que la ONCE ganara la Vuelta, daba igual con quién»
Dos etapas queremos comentar de una edición mil veces revisada, primero Ávila
«No fue planificado. En cierto momento dijimos a tope y nos salió bien. Fui escapado con Roberto Pistore hasta que me quedé solo, mientras el equipo vigilaba por detrás a Abraham Olano, el principal rival»
Y Sierra Nevada…
«Entonces ya llevaba varias etapas ganadas. La táctica era, llevar el grupo junto y si en los últimos mil metros me veía bien intentar sacar unos segundillos más para la general. Bert Dietz -escapado aquel día- nos llevaba tres minutos a dos de meta. Cuando arranqué al final, estaba convencido que no lo pillaba, pero…»
Lo pillaste ¿qué te hizo dejarle ganar la etapa?
«Cuando paso al coche del Telekom vi tal cara de decepción en el conductor que decidí ponerme tras él y animarle a sprintar, quedaban nada, cien metros»
Olano casi os pilla por detrás
«Sí fue de muy poco. La verdad es que no tuve tiempo de pensarlo, me salió así en ese momento»
¿Por qué no fuiste al Mundial de Colombia?
«Acabé la Vuelta fundido, nunca había mantenido ese nivel de estrés durante tres semanas. Además llevaba un dolor de rodilla desde la etapa de la Vuelta en Luz Ardiden que me había dejado muy tocado, llegué incluso a temer por perder la carrera»
¿Viste aquel Mundial?
«Sí, estaba de vacaciones y lo vi. En esos momentos llegué a la conclusión que mi sitio estaba ahí, en Colombia, compitiendo. Fue un error no haber ido, sin duda habría tenido mis opciones»
Han pasado ya 25 años de todo aquello…
«No soy mucho de mirar al pasado, más en días como hoy, que pienso en el futuro por delante de cualquier cosa. Cuando pienso en aquel año me vienen grandes recuerdos, fue una parte de muy emocionante de mi vida»
Ese año nadie lo ha conseguido igualar desde entonces
«Es que lo piensas y es muy difícil repetirlo. A mí me vinieron grandes temporadas tras aquella, pero ninguna a ese nivel»
Un titular para ese 1995 de Laurent Jalabert
«Lo quería ganar todo»
De las 139 victorias que firmó, 22 fueron en 1995.
Ciclismo antiguo
Cancellara en 5 esenciales
Fabian Cancellara perteneció al grupo de ciclistas más fuertes que he visto nunca
Ahí le veis, a la izquierda, según la marcha, del grupo de su querida Strade Bianche, Cancellara tiene detrás a Sagan y a un lado a Nibali, Kwiatkowski, Valverde, Oss y Ulissi.
Qué fuerte que este post de Fabian Cancellara se etiquete ya con el tag de ciclismo antiguo, pero son siete, ya, los años que llevamos sobre el campeón suizo.
Lo dejó pocos meses después de esa foto, os acordaréis, siendo campeón olímpico de contrarreloj en Rio de Janeiro en un ejercicio sublime de llegar, volar y acertar en el último gran objetivo de su carrera.
Aquel día dejó atrás, con cierta solvencia, a Tom Dumoulin -dos veces subcampeón olímpico- y Chris Froome, recién llegado de ganar su tercer Tour de Francia.
Desde entonces no han sido pocas las veces que nos hemos acordado de Fabian Cancellara y seguro que en el fondo nos hemos preguntado qué habría logrado en este ciclismo de locos que vivimos hoy en día.
En todo caso, he venido aquí a hablar de los cinco rasgos que más distinguen al último gran ciclista suizo de la historia.
Una fuerza sin igual
Pocos corredores transmitieron la sensación de poder sobre la bicicleta que logró imprimir Fabian Cancellara.
Quizá Indurain y Ullrich se pudieran medir a su potencial rodador y poderío en la máquina.
Fabian Cancellara era un corredor que tenía que intimidar, y mucho.
Polivalencia en el llano, clásicas y cronos
Pocos ciclistas han logrado desplegar un palmarés así en carreras llanas.
Fabian Cancellara era bueno en los muros de Flandes, pero en especial brilló con la carretera lisa, con ritmos que sobrepasaban a muchos de sus rivales para conquistar tanto siete monumentos como numerosas contrarrelojes.
Por suerte Cancellara no se centró en el Tour
Aquella famosa etapa de Hautacam, cuando le hizo un servicio a los Schleck, sobre el papel, que al final benefició a Carlos Sastre, abrió la posibilidad de verle disputar el Tour.
Había rendido muy bien en un entorno como el Tourmalet.
Afortunadamente no hizo caso de esos cantos y Cancellara siguió a lo suyo, a hacer un botín inmenso entre Flandes y Roubaix en una legendaria rivalidad con Tom Boonen.
Evolución táctica evidente
El primer Fabian Cancellara sólo sabía ganar solo y a lo bruto, pero con el tiempo, cuando su ataque no resultaba lo fulminante que en 2010, supo readaptarse y ganar tirando de pizarra.
Así logró sus últimas victorias en Roubaix y Flandes, con maniobras medidas y un trabajo táctico impensable en sus grandes días de antes.
En especial muy bonita la victoria de París-Roubaix 2013, eliminando rivales por el camino y rematando en un glorioso sprint ante Vanmarcke.
¿Un día? El oro olímpico
Y cierro con la misma historia con la que abrí, Fabian Cancellara en campeón olímpico.
Ese día llegó en un escalón inferior de favorito y se impuso a gente por encima en los pronósticos firmando una despedida acorde a la grandeza a uno de los mejores ciclistas de los tiempos recientes.
-
Ciclismo4 días atrás
Lo de Imanol Eviti a Ineos viene con antecedentes
-
Ciclismo antiguo6 días atrás
La primera crono que gana Indurain
-
Ciclistas5 días atrás
Juan Ayuso, el camino no es lineal
-
Ciclismo3 días atrás
Cada ciclista se representa a sí mismo
-
Ciclismo1 semana atrás
¿Un estudio biomecánico? Sí claro y Carlos Verona, en capilla para Lidl Trek, y CX Benidorm
-
Ciclismo1 semana atrás
Tour: Vingegaard puede sobrevivir a la ausencia de Van Aert
-
Ciclistas1 semana atrás
Carlos Rodríguez es bueno pero no lo tiene nada fácil
-
Ciclismo antiguo7 días atrás
Francesco Moser en 5 esenciales
Gerard
4 de enero, 2016 En 12:56
«Les forçats de la route» es un slogan que marcó no sólo una época, sino una manera de enfocar la vida encima de la bicicleta. Bravo a este periodista, que la inmortalizó. Valiosas también las fotografías que condimentan el artículo, hasta el punto de trasladar a uno a esos años legendarios…
Consol
14 de enero, 2016 En 22:51
Artículo muy interesante de Gerardo Fuster desde el punto de vista de la Hisroria del ciclismo.
Pere Brunsó
14 de enero, 2016 En 23:07
El mundo de la «bici» nos remite, según Marc Augé, a la infancia y a nuestra propia adolescencia. Gerardo Fuster, en un documentado y espléndido artículo, nos remite también a la época de los «forzados de la ruta», así llamados por el periodista Albert Londres. D. Gerardo, en sentido metafórico, también es un «forzado de la ruta», pero prefiero llamarle «esforzado» de la ruta, un esforzado y apasionado de la ruta que lleva en sus piernas ciento setenta mil kilómetros, cuatro veces la vuelta al mundo, sobre la bicicleta que le regaló su amigo el gran campeón Fausto Coppi.Enhorabuena, D.Gerardu, y mi gran admiración.