Mundo Bicicleta
Volta a Portugal, esa gran perjudicada por las majaderías del calendario
Este agosto de 2012 se significará como el mes que ha tenido dos vueltas por etapas rodando simultáneamente en la Península Ibérica. La Volta a Portugal que finaliza este domingo en Lisboa ha compartido fechas en gran parte de su desarrollo con los primeros ocho días de la Vuelta a España, una circunstancia que un servidor considera inédita. Mientras aquí vibramos con los duelos en cuesta de los Valverde, Purito y cia, en Portugal David Blanco hace historia sumando su quinto triunfo en la grande lusa, algo sin precedentes.
Y es que la portuguesa es una carrera que al ciclismo español se le ha dado muy bien en los últimos años. Una cosa siempre me quedará por eso en el mar de las dudas. ¿Por qué Liberty si salió tan hastiado del ciclismo, el deporte que le abrió las puertas al conocimiento generalizado, sigue patrocinando en Portugal y no en España?.
Pulsando las sensaciones portuguesas, nuestra amiga Helena Dias nos explica in situ cómo se ha vivido la Volta en convivencia con la Vuelta.
Cuando se supo que este año la Volta a Portugal iba a coincidir con la Vuelta a España, varios fueron los comentarios de desagrado… A la pérdida de la visibilidad en la que la mayor carrera portuguesa ha trabajado los últimos años, se añade la celebración de una de las tres grandes vueltas en medio de la prueba lusa. La explicación dada por la organización de la prueba, Lagos Sport, para retrasar la ‘Grandíssima’ a la segunda quincena de agosto fue la coincidencia con los Juegos Olímpicos de Londres. Además de quererse evitar la coincidencia de fechas en la transmisión televisiva, también se debió al hecho de que los ciclistas nacionales pudieren tener la oportunidad de participar en los Juegos.
En cuanto a la segunda razón, pronto se desvaneció, pues ninguno de los corredores olímpicos seleccionados corren en los equipos nacionales (excepto en el caso de David Rosa, pero en BTT). En relación a la primera razón, el evitar coincidir con los Juegos Olímpicos, supuso sobreponerla con la Vuelta a España a partir de la tercera etapa. Teniendo en cuenta el regreso a la competición del mejor ciclista de la actualidad, Alberto Contador, y el hecho de que algunos de los equipos internacionales que participan en la carrera portuguesa guardaren sus ‘grandes figuras’ para la carrera española, parece que el cambio de calendario no ha sido bien estudiado y mucho menos del agrado de la mayoría.
Quedamos divididos entre varias perspectivas ante la situación. Los portugueses aficionados del ciclismo se dividen como pueden por las dos carreras. Para los portugueses fans de la Volta a Portugal, que sólo siguen el ciclismo cuando ‘Grandíssima’ rueda, este cambio de fechas no afecta en modo alguno en el seguimiento de la prueba. Y después aún hay aquel grupo de lusos que, no siendo aficionados de este deporte, siguen un poco de la Volta y de las tres grandes Vueltas. En este caso, la Volta a Portugal está perdiendo claramente, ya que en la Vuelta a España se sumó este año a un pelotón de lujo la expectativa de ver cómo Alberto Contador lidia con su regreso y, como si eso fuera poco, con varios portugueses en liza. Tenemos que volver a 1997 para ver tantos lusos en la Vuelta. Este año, la entrada del Caja Rural de nuevo en la Vuelta, hizo que sus tres corredores lusos no viniesen a Portugal.
La guinda del pastel es, sin duda, el inicio del campeonato de fútbol, que desvió el interés de casi todos los periódicos de relevancia nacional para el deporte de la pelota. La Volta a Portugal, además de la Volta ao Algarve, es la única carrera ciclista para la que todavía había una cierta visibilidad y este año se reduce a tres periódicos de relevancia nacional (dos de la misma empresa), siendo los regionales, y no todos, los que siguen haciendo todo lo posible para traer al público las noticias de las dos ruedas. En el caso de la televisión, solamente el canal estatal RTP, además de transmitir las etapas en directo, informa de los hechos del día mezclando con algunos reportajes interesantes.
A pesar de todo cabe indicar que una señal de esperanza es el retorno del público a las carreteras, pues este año la afluencia ha sido sido notable.
Foto tomada de www.esciclismo.com
Ciclismo antiguo
Mende siempre será la cima Jalabert
Aquel día en Mende, Jalabert puso en jaque el quinto Tour de Indurain
Mende, dia D ¿qué te parece que llamen al lugar Montée Laurent Jalabert?
«Si te soy sincero me da bastante igual, quizá hubiera tenido sentido llamarle así al año siguiente pero…»
A Jalabert, aquel día hacia Mende, le secundaba el mejor Melchor Mauri jamás visto junto al australiano Neil Stephens.
Con ellos Massimo Podenzana, Dario Bottaro y Andre Peron. Los seis habrían de abrir un hueco más allá de los nueve minutos.
En Banesto no daban crédito.
Las piernas de los gregarios de Indurain al unísono no enjuagaban el desperfecto. Surgieron entonces varias tesis. A cola del pelotón se fraguaba la ayuda de otros equipos. El manejo de José Miguel Echávarri dio frutos apetecidos para mantener a raya la afrenta de Jalabert.
Mundo Bicicleta
En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo
«En el Galibier somos como un pálido y vulgar animalillo; ante este gigante, sólo podemos quitarnos el sombrero y saludar con modestia»
La frase de Henry Desgrange, el padre del Tour, exclamada en 1911, define a la perfección lo que el ciclista siente cuando se tiene que enfrentar al gigante alpino en un terreno grandioso, inexpugnable hasta aquel entonces, donde incluso los más grandes campeones empequeñecen ascendiendo por su carretera ganada a los hielos, que cubren tres cuartas partes del año alcanzando los siete metros de manto blanco bajo las órdenes del general Invierno.
Territorio hostil, en su cumbre a 2645 metros sobre el nivel del mar reina el silencio y solo nos queda admirar. Y meditar. Por encima de la cota 2000 hay poca vida en sus laderas, quizás alguna marmota que se despereza del letargo hibernal, pero la actividad humana es prácticamente nula. Es el triunfo de la naturaleza sobre el hombre, en toda su expresión, un monumento hecho montaña donde solo llegar hasta allí arriba supone una victoria y ganar, la gloria, tocando el cielo con las manos.
Así debió sentirse Émile Georget -igual que Neil Armstrong cuando pisó la Luna-, al ser el primer hombre en pedalear por el túnel abierto en su cima, porque el francés, a diferencia del norteamericano, no puso pie durante las 2 h y 38 minutos que invirtió en toda su ascensión, «una gesta sin precedentes en los anales del ciclismo», tal y como tituló L’Auto en su portada del 11 de julio de 1911.
Siguiendo con la analogía, el mismo diario aquella fecha podría haber definido la épica etapa como un pequeño paso para el ciclista pero un gran salto para el ciclismo mundial y el Tour, que con aquella montaña adquiría una nueva dimensión.
El túnel que la mayoría de vosotros conocéis ya estaba abierto en aquellos años, ya que fue nada menos que en 1891 cuando se construyó para comunicar a los vecinos de la Saboya con los de la Provenza, bajo 90 metros de piedra y roca y 365 de largo, tantos como días tiene el año. Poco se podían imaginar que 20 años más tarde alguien montado en aquel invento reciente sería capaz de semejante hazaña.
Le habrían tachado de loco, de lunático, pero así fue para asombro de los aficionados a este increíble deporte que se engancharon a un espectáculo sin igual en el que los ciclistas «fueron capaces de ser alados y elevarse hasta unas alturas donde ni siquiera llegan las águilas», como también pronunció en su día el propio patrón de la Grand Boucle.
Por aquí volaron Fausto Coppi en el Tour del 52 «escalando como un teleférico deslizándose por su cable de acero» (Goddet), Charly Gaul en 1955, Bahamontes en el 64 o Anquetil dos años más tarde en una de sus mejores vuelos.
El Galibier es un paso de montaña casi tan viejo como la propia Humanidad. Se dice que esta ruta se fue trazando siguiendo los pasos de contrabandistas y vendedores ambulantes que desafiaban el frío y las ventiscas de nieve incluso en verano. Acceder a uno de los otros valles era como hacerlo a la cara oculta de la Luna, a un territorio desconocido, otro mundo.
Sin embargo no fue hasta 1979 cuando el coloso da su estirón definitivo y crece nada menos que 89 metros, alcanzando los 2645 actuales. En efecto, el viejo túnel se resintió de una sus bóvedas y amenazaba con desplomarse de un momento a otro.
Se cerraron sus grandes portalones de madera durante 25 años y se construyó una nueva carretera para cruzar el paso en forma de curvas diseñadas «a la mula», mil metros más de escalada al 10%, convirtiéndose en el tramo más duro de toda la ascensión, siendo Lucien Van Impe, aquel mismo año, el primero en estrenarlo pasando en solitario en cabeza.
Aunque las puertas del túnel fueron abiertas de nuevo en el año 2003, después de las reformas que ya permitían el paso incluso de autocares, el Tour prescinde de él y prefiere el nuevo tramo que lleva a la cima, para disfrute de los aficionados que sienten en aquellas nuevas rampas toda la épica de los esforzados de la ruta que se convierten en gigantes cuando hollan su cumbre, igual que lo seréis vosotros si superáis el miedo escénico del cartel «Col du Galibier: 35 km», saliendo de St Michel de Maurienne. Más que un fuera categoría, un puerto de otro planeta.
Por Jordi Escrihuela
Imagen: Ciclismo Épico
Mundo Bicicleta
Mi querido Miguel Delibes
La bicicleta y el ciclismo ocuparon grandes ratos de la vida de Miguel Delibes
Cuenta El País que Miguel Delibes tuvo siete hijos, dieciocho nietos y dos bisnietos.
Nosotros sabemos que Miguel Delibes fue un genio de la arquitectura dela letra y un apasionado, un fiel seguidor de la bicicleta y el ciclismo que hace unos meses nos describió Angel María de Pablos en compañía de Peio Ruiz Cabestany
No fue por eso extraño que aquí nos hiciéramos eco de la primera pieza que La Biciteca publica en su renglón “Re-ciclados” que no es otra que “Mi querida bicicleta” firmada por el literaro como testimonio y pieza de que esta máquina fluye y construye los sueños en la vida de muchas personas.
Porque Delibes no crece con los años, ni evoluciona con el tiempo, se hace, se construye a través de la bicicleta.
Así lo dejó escribo en este manual. Su vida son capítulos en forma de eslabones, los eslabones de la cadena que mueve su bicicleta.
Aprendió a ir en ella, en círculos, sin apoyarse, hasta que el sol cayó, sin saber cómo aterrizar. Con ella supo disimular la debilidad, conoció el amor, consumó ese amor y tuvo hijos y nietos que se envenenaron de tal cariño.
Delibes siempre dijo que el oscuro deseo de cualquier persona era coronar primero el Tourmalet, como si en el gen hispano existiera ese componente de escalador, de sufridor de la vida.
Como decimos La Biciteca se apresuró en reeditar esta pequeña joyita que viene ilustrada por Luis Horna en un todo, un círculo, donde letras y trazos saben hilar una narración sencillamente prodigiosa por su sinceridad.
Un cuadro íntimo, en el que la bicicleta desnuda a uno de los grandes de las letras castellanas.
Imagen: Rutas Pangea
Mundo Bicicleta
El ciclista del Xorret de Catí
En la cumbre de Xorret del Catí espera un ciclista como en el Tourmalet
Xorret de Catí, «la cima de los Jiménez». Un puerto chiquito pero matón, como lo denominan los que han osado a enfrentarse a sus duros 4 km de ascensión desde la población alicantina de Castalla, sin desmerecer de modo alguno su otra vertiente, la de Petrer, uniendo ambos pueblos salvando el magnífico medio natural de la Sierra del Maigmó.
Nos trasladamos al año 1998 y la Diputación de Alicante decide promocionar el Hotel de su propiedad que hay después de coronar el puerto por su vertiente más dura. Por tanto, la aparición de esta montaña en el mundo del ciclismo y más concretamente en la Vuelta a España, inédita hasta aquel momento, respondía más bien a un motivo comercial, más que deportivo o geográfico, pero no deslució estos dos últimos dos conceptos, ya que la ascensión fue una sorpresa mayúscula para todo el pelotón.
En septiembre de aquel mismo año, días antes de correr aquella etapa marcada en rojo en el calendario, el pánico se apoderaba de los corredores. Sólo los Kelme, que habían estado concentrados en dicho hotel, lo conocían, asegurando que se habían retorcido en sus breves pero brutales rampas al 18, 22 y hasta el 23% de desnivel. Datos que lo hacían muy temible.
Hasta Álvaro Pino tuvo que responder ante los medios informativos sobre la gran dureza de la subida: «Es dura, ciertamente, pero tiene 3 km. No vayamos a hacer un Tourmalet del Xorret de Catí».
El primero en dignificar este puerto ganando aquí, después de coronar y bajar los 3.400 m de distancia que le separaban de meta, fue el añorado «Chaba» Jiménez. Después, casualidades de la vida, fue otro Jiménez, Eladio Jiménez, quien recogía el testigo de su tocayo de apellido ganando nada menos que en dos ocasiones, en el año 2000 y 2004. Aún recuerdo sus declaraciones después de ganar su primera etapa: «Es un puerto que si lo entras pasado, al poco rato parece que no avanzas».
Anteriormente a su segundo triunfo, el 26 de febrero del 2003, el entonces presidente de la Diputación de Alicante, Julio de España, tuvo el honor de inaugurar el Monumento al Ciclista en una jornada festiva en la que participaron niños de 40 colegios, para homenajear a ambos ciclistas. Sus nombres quedaron grabados en una placa en la propia piedra que soporta la escultura.
Situada a unos 300 m de la meta, cerca del Área Recreativa y justo delante del parking del Hotel, el monumento fundido en bronce y con unas medidas de 5x3x2 se ha convertido por derecho propio en lugar de visita obligada para todo aquel cicloturista que afronte sus endiabladas rampas y se fotografíe junto a este «Monumento al Valor», como lo definieron en su día los amigos Ander y Juanto, porque valor, y mucho, hay que tener para ascender hasta aquí.
El Ciclista, prácticamente de tamaño natural, nos recuerda a otro gran Ciclista: el Gigante del Tourmalet. La obra pertenece al escultor alicantino Vicente Ferrero Molina nacido en el año 1944 y toda una eminencia en Bellas Artes: catedrático, doctor, ex-director del Museo de Bellas Artes de Alicante y miembro del Consell Valencià de Cultura.
El lugar volvió al mapa de la Vuelta a España, en año 2009, ganando el gallego Gustavo César Veloso, de momento el último español en inscribir su nombre en la placa homenaje a los ciclistas, pues le siguieron dos franceses, David Moncoutié y Julian Alaphilippe.
En 2023 tendremos un nuevo nombre en la cima de los Jiménez…
Por Jordi Escrihuela
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