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Ciclismo antiguo

Cinco gregarios de cabecera para Miguel Induráin

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Entre todos hemos escogido los cinco grandes gregarios de Miguel Indurain

En los días que Imanol Erviti ha anunciado su retirada, recordamos algunos gregarios que nos marcaron en tiempos ya lejanos, en los de Miguel Indurain.

Pedro Delgado, hace  unos años, recordaba uno de los primeros Tour que Miguel Induráin logró terminar, cuando el navarro le comentó al segoviano que no le había parecido tan duro como los anteriores.

«No, Miguel -le respondió Perico-, el Tour es igual, pero tú cada año eres más fuerte».

CCMM Valenciana

En ese momento fue cuando, el entonces líder único de Reynolds, se dio cuenta que su relevo estaba próximo, que otro campeón estaba a punto de eclosionar y que tarde o temprano iba a tener que trabajar para él.

Perico, el mejor maestro de Miguel Induráin sobre el asfalto, iba a convertirse en poco tiempo en su gregario de lujo.

Gregario…  ¡qué palabra!

Una profesión de ciclista tan valiosa como poco valorada por parte quizás de algún sector de la afición.

Por eso, hoy, dándole unas vueltas a tan sacrificada labor, hemos querido rendir un pequeño homenaje a lo que nosotros consideramos que fueron los cinco mejores gregarios de Miguel Induráin.

Rudy projet – 2023 – EOS Helmet

Seguro que cada uno de nosotros tiene su lista favorita, compuesta por esos hombres que siempre estuvieron al servicio de su líder.

Obreros del pedal orgullosos de su trabajo.

Ciclistas que se encontraron a sí mismos y que no miraron en ningún momento  su puesto en la clasificación.

Corredores que protegían en el llano a Induráin y otros que le preparaban el terreno en las etapas de montaña.

Hombres que después de completar su labor, levantaban el pie para poder continuar con la faena al día siguiente. Y al otro. Y así hasta el final.

Nombres como el del propio Perico, Rodríguez Magro, Abelardo Rondón, Ramón González Arrieta, Vicente Aparicio o su propio hermano Pruden, entre otros muchos, pero para nosotros este es nuestro auténtico Top 5 de gregarios de lujos de Miguel Induráin.

Marino Alonso, de profesión currante

Fiel escudero de Miguel donde los haya. Si hay un ciclista que ha vivido de cerca los triunfos de Induráin en el Tour, este no es otro que Marino Alonso.

Marino, omnipresente en todas las victorias de Miguel (tan sólo abandonó en el Tour del 94), era además, debido a su corpulencia, el encargado de acompañarlo en el pelotón por si éste sufría cualquier percance en forma de pinchazo o caída para cambiarle de manera rápida su bicicleta.

El cántabro/zamorano siempre se supo ganar con su esfuerzo la confianza del pentacampeón navarro.

Jeff Bernard, trabajo de calidad

¿Quién no recuerda la etapa de Hautacam en el Tour del 94?

A pie de puerto, Pantani ataca y se va solo. Por detrás Induráin aprieta a Bernard: «¡más fuerte Jeff, más fuerte!».

El resultado lo recordamos todos.

Gracias a la gran labor de Bernard, Rominger se queda, se aparta y pone intermitente.

Todos se quedan: Ugrumov, Zulle, Zaina, Virenque. Sólo aguanta Leblanc, hasta que alcanzan a Pantani, con el resultado que ya todos conocemos: el francés se lleva la etapa pero Miguel prácticamente sentencia su 4º Tour.

Jeff fue un gregario de auténtico lujo para Induráin,  no en vano decían de él que era el digno sucesor de Bernard Hinault, un corredor completo tanto en montaña como contra el reloj.

Lo consideraron el futuro del ciclismo francés cuando llegó a Banesto. Pero Miguel para entonces ya era el líder único en aquel Tour, el del 91.

En el recuerdo de aquella ronda gala los ataques de Bugno en Alpe d’Huez, mientras Jeff se iba a por él para ayudar a Miguel, quedándose, volviendo a entrar y volviendo a salir a la caza del elegante italiano.

Armand de las Cuevas, la luz rebelde

Conocido como el gregario rebelde de Induráin, Armand de las Cuevas falleció prematuramente a los 50 años de edad,  pero su nombre quedará ligado para siempre como un ilustre ciclista que fue uno de los hombres importantes del Banesto en dos de los Tours victoriosos de Miguel pero sobre todo, también, en los dos Giros de Italia conquistados por el navarro en 1992 y 1993.

Fue precisamente de la mano de Reynolds cuando el francés pasó a profesionales en 1989 y se dio a conocer entre la afición, ayudando sobre todo a Induráin y de manera decisiva a la consecución de su primer Giro.

Fue al año siguiente, y también en el Giro, cuando Armand empezó a hacer de las suyas, escapándose en una de las etapas con Chiapucci, que era rival directo de Miguel para la general.

Aquel mismo año ya salió de Banesto, ya que no se plegó a su condición de excepcional gregario y, de difícil trato personal,  tuvo que hacer las maletas.

En el Giro del 94 fue cuando exclamó su famosa y misteriosa frase cuando le dedicó «a la luz» su victoria en el prólogo, vistiéndose con la maglia rosa.

Dominique Arnaud, el último gran gregario

El francés Dominique Arnaud, otro ilustre ciclista francés que también nos dejó hace no hace mucho, con 61 años de edad y que también nos marcó por su absoluta lealtad y afecto a Miguel Induráin.

Con Dominique, Miguel siempre tuvo su rueda a su disposición.

Otro fiel escudero que con su enorme trabajo de desgaste se dejaba la piel en las primeras decenas de kilómetros de cada etapa.

Una labor muy sacrificada, poco valorada y nada vistosa, pero que siempre cumplía a la perfección y, según dicen, con una sonrisa en su rostro, satisfecho y orgulloso de haber trabajado hasta la extenuación y haberse dejado todas sus reservas por su líder.

Costa Blanca- Diputació Alacant

Formó parte del equipo que ayudó a la primera de las cinco victorias de Induráin en el Tour, en 1991.

De él han dicho que fue un fiel ejemplo de la vieja escuela de gregarios que quedó sepultada en el olvido y de los que ya prácticamente no quedan.

Gerard Rué, sacrificada labor

Él mismo nos lo decía: «mi trabajo es simplemente sacrificarme por un líder. No hay duda».

En efecto, primero fue con Laurent Fignon, luego con Induráin, del que se mostró orgulloso de trabajar para un ganador de Tour, mucho más que acabar una carrera entre los diez primeros.

Gerard era así de sencillo, un rubio bretón con gafas que soñó alguna vez con ganar alguna etapa del Tour de Francia «pero que enseguida me lo quité de la cabeza, porque en aquel momento era imposible porque yo trabajaba para que Induráin ganase».

Representaba como nadie el sacrificado oficio de gregario  que incluso permitió que, otro compañero trabajador como él, Ramón González Arrieta, ganara la prestigiosa carrera francesa de la Clásica de los Alpes.

Gerard no escondía su admiración por su patrón: «me maravilla su tranquilidad. Ni en la situación que nos parece más difícil se pone nervioso. Cómo calcula y cómo nos dirige», comentaba el corredor que se dejó el alma para cumplir las instrucciones precisas de su jefe de filas el día que prepararon el decisivo golpe en La Plagne.

¿Lo recordáis?

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Ciclismo antiguo

Eddy Merckx: 5 motivos

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En ciclismo y en el deporte general, Eddy Merckx es símbolo de excelencia

Cuando se habla de ciclismo, pero yo creo que de cualquier deporte, hay un nombre que siempre sale primero: Eddy Merckx.

80 años recién cumplidos, nacido el 17 de junio de 1945, no quería pasar de puntillas sobre una efeméride tan singular.

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Y quiero hacerlo justificando por qué muchos consideran el mejor de todos los tiempos, con cinco razones que lo explican muy bien.

1. Ganó más que nadie, en todos los terrenos

Merckx acumuló la increíble cifra de 445 victorias como profesional, además de más de 80 cuando era amateur.

11 + 19: Ganó 11 Grandes Vueltas (cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia y una Vuelta a España), además de 19 Clásicas Monumento, incluyendo 7 veces la Milán-Sanremo.

También fue tres veces campeón del mundo y ganó en pista, en ciclocross, y hasta hizo historia con el récord de la hora. Literalmente, lo ganó todo.

2. El récord de la hora fue su obra maestra

En 1972, después de ganar de todo esa temporada (Giro, Tour, clásicas…), viajó a Ciudad de México sin entrenar en pista ni adaptarse a la altitud, y rompió el récord de la hora, pedaleando 49,431 km.

Al terminar, bajó de la bici y dijo “nunca más”.

Y no hizo falta repetir: su marca duró 12 años, hasta Francesco Moser.

3. Tenía una ambición sin límites: era “El Caníbal”

No dejaba ganar a nadie, ni en las etapas pequeñas.

Una niña, hija de un ciclista rival, lo apodó “el caníbal” porque no dejaba ni las migas.

Aunque sufrió lesiones, como una grave caída en 1969, nunca perdió el hambre de victoria.

4. Perdía, pero volvía más fuerte

Aunque parecía invencible, también fue derrotado por grandes como Ocaña o Gimondi.

Pero siempre volvía con fuerza. Incluso cuando Ocaña lo superó por 8 minutos en el Tour, Merckx remontó con ataques épicos y terminó ganando.

5. Nadie ha repetido lo que él logró

Muchos han ganado Giro, Tour y Vuelta, pero muy pocos dos de ellas el mismo año.

Algunos ganaron las cinco clásicas monumento, pero nadie las ganó todas dos veces y además dominó las grandes vueltas como él.

Su récord sigue intacto.

Por todo eso, Eddy Merckx no fue solo el más fuerte, fue el más completo y hace poco disfrutamos de esta entrevista con él de mano de su hijo Axel.

Y eso, hasta hoy, nadie lo ha igualado.

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Ciclismo antiguo

Eddy Merckx en el Giro: cinco triunfos y enormes polémicas

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La corona de Merckx en el Giro tiene cinco joyas

Eddy Merckx, para muchos el mejor ciclista de la historia y del Giro, por ende, nació en 1945 en Meensel-Kiezegem, Bélgica.

Dicen que desde los ocho años ya andaba en bici y tenía como ídolo a Stan Ockers, una figura del Tour de Francia.

CCMM Valenciana

El Tour lo era todo para mí”, diría años después.

Su verdadero nombre es Edouard Louis Joseph Merckx y fue ciclista profesional entre 1961 y 1978.

Durante esos años se ganó el apodo de “El Caníbal” porque quería ganarlo todo, y casi lo logró: 525 victorias en su carrera, incluyendo cinco Tours de Francia, cinco Giros de Italia y una Vuelta a España.

También ganó tres mundiales, casi todas las clásicas (menos la París-Tours) y batió el récord de la hora.

Un monstruo en vida.

Merckx y e Giro, binomio lleno de aristas

Su relación con el Giro fue especial: lo ganó cinco veces y dejó huella en cada participación.

En Italia lo adoran casi tanto como en Bélgica.

Eso sí, su carrera no estuvo libre de polémicas.

En tres ocasiones dio positivo en controles antidopaje (fencamfamina, norefedrina y pemolina), aunque él siempre defendió su inocencia.

A pesar de eso, su legado sigue siendo enorme.

Se retiró en 1978 y desde entonces ha recibido todos los honores:

Barón en Bélgica, Comandante de la Legión de Honor en Francia, y el trofeo UCI al mejor ciclista del siglo XX.

Hay velódromos, calles, estatuas, libros, cómics y hasta una marca de bicicletas con su nombre.

De vez en cuando, aún aparece como comentarista en carreras o sólo se deja ver para revuelo del personal.

“El Ogro de Tervueren” no solo está en lo más alto de la lista de los mejores ciclistas de todos los tiempos: es una leyenda viva.

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Hace 90 años la Vuelta a España ya rodaba

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La efeméride de los 90 años de la Vuelta merece ser reconocida

Puede que ya estemos a 1 de mayo, y que el 29 de abril haya quedado unos días atrás, pero hay aniversarios que merecen ser contados aunque lleguen con algo de retraso. Porque ese día, hace 90 años, comenzó una de las historias más emocionantes del deporte español: la primera edición de la Vuelta a España.

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Amanecía en Madrid. El sol se colaba entre los árboles de la Puerta de Hierro y una multitud se apretujaba para ver partir a los valientes que iban a dar forma a una carrera que nadie sabía todavía cuánto duraría… pero que estaba a punto de comenzar su leyenda.

Los periódicos de aquel día retrataban como podían el ambiente, los rostros, las esperanzas. Un fotomontaje reunía a los que, sobre el papel, llevaban el peso de las ilusiones españolas.

Federico Ezquerra, delgadísimo, parecía una figura de papel. Luciano Montero tenía la mirada perdida, como si algo ya lo distrajera de la meta. Y Vicente Trueba, casi ausente, ido, como si el cuerpo estuviera ahí pero la cabeza no. Se notó: esa no fue su carrera.

Pero había uno que destacaba, y no solo por llevar una camiseta oscura que rompía con el blanco casi obligatorio. Mariano Cañardo, el ídolo, el favorito de la gente. Elegante, fuerte, de rostro anguloso y ojos llenos de energía.

Llevaba el dorsal número uno, y con él, las esperanzas de toda una afición que había escrito su nombre con tiza por miles de kilómetros: Viva Cañardo, decían los arcenes, los muros, las cunetas.

Niños, ancianos, madres y padres gritaban su nombre al paso. Espachurraban la tiza en el suelo como si con eso pudieran empujar sus sueños hasta el cielo. Era un sentimiento colectivo, casi religioso, ese fervor por Mariano.

Y no era para menos. Cañardo era ya un campeón nacional consolidado. Había ganado la Volta a Catalunya cuatro veces, tenía en su palmarés campeonatos de España, la Vuelta al País Vasco… y hasta un noveno puesto en el Tour de Francia, en tiempos en que cruzar los Pirineos era como atravesar el mundo.

Aquel 29 de abril de 1935, a primera hora, se dio el pistoletazo de salida hacia Valladolid. Pronto, en el Alto de los Leones, Leo Amberg lanzó el primer ataque de la historia de la Vuelta. Y Mariano no tardó en colocarse donde debía: al frente, marcando el paso, pegado a la rueda del belga Antoon Dignef.

Pero el infortunio se cruzó en su camino. Los tubulares de Cañardo parecían hechos de mantequilla: pinchó una y otra vez. Mientras él lidiaba con el asfalto, Dignef volaba hacia la historia.

Ganó la etapa en Valladolid y se vistió de líder. De naranja. Ese maillot que Mariano, pese a todo, nunca llegaría a lucir.

No por eso dejó de ser gigante. Ni dejó de merecer el amor de la gente. Mariano no ganó esa etapa, ni la Vuelta, pero su leyenda empezó justo ahí, en ese arranque lleno de gloria y mala suerte.

Días antes de la carrera, con su estilo discreto, había dicho poco sobre su forma física. Evitó hablar de rivales. Pero debajo de la modestia, había ambición. Sus piernas sabían que podían.

Y aunque esa edición no fue para él, su historia, su coraje y su nombre quedaron grabados para siempre en los libros del ciclismo. Como un pionero, como un héroe de otra época.

Feliz aniversario, querida Vuelta. 90 años después, y con la edición femenina a punto de arrancar en Barcelona.

 

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Ciclismo

DEP Joaquín Galera

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Hermano de Manuel Galera, Joaquín llegó a ganar una etapa del Tour

Poco a poco nuestros mayores se nos van y en este caso Joaquín Galera, una de las figuras más destacadas del pelotón español en los años sesenta y no era sencillo estar en este nivel, entonces el ciclismo español tenía muy buenos ciclistas. .

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Nacido en 1940 en Baúl, una pedanía del municipio de Baza, en la provincia de Granada, Galera dejó una huella imborrable en el deporte nacional, tanto por sus logros sobre la bicicleta como por su compromiso con la memoria de su hermano.

Joaquín Galera fue ciclista profesional entre 1961 y 1972, y durante más de una década formó parte de equipos emblemáticos como Kas, Licor 43, Fagor, La Casera-Bahamontes y Karpy.

Su carrera internacional fue especialmente brillante en el Tour de Francia, prueba que disputó en cuatro ocasiones: 1964, 1965, 1966 y 1969. Su momento más recordado llegó en la edición de 1965, cuando se alzó con la victoria en la 16ª etapa entre Gap y Briançon, jornada en la que el mítico italiano Felice Gimondi vestía el maillot amarillo.

También participó en tres ediciones de la Vuelta a España, en los años 1965, 1970 y 1971, logrando su mejor resultado en 1970 con un destacado octavo puesto en la clasificación general. A lo largo de su carrera, Galera sumó importantes triunfos en competiciones nacionales, como el Campeonato de España de montaña y la prestigiosa Subida a Arrate en 1964. Un año más tarde, en 1965, amplió su palmarés con victorias en la Vuelta a los Valles Mineros y en la Subida al Naranco.

Más adelante, en 1968, se impuso en la exigente Subida a Urkiola, y en 1970 consiguió una victoria de etapa en la Vuelta a Andalucía.

Pero la vida de Joaquín Galera también estuvo marcada por la tragedia.

En 1972, su hermano menor, Manuel Galera, también ciclista profesional, falleció trágicamente durante la Vuelta a Andalucía tras sufrir una caída en el Puerto del Mojón, provocada por una avería en el cambio de su bicicleta.

En el libro de Secudario de Lujo, Jaime Mir nos explicó con pelos y señales aquella horrible caída.

Desde entonces, Joaquín mantuvo vivo su recuerdo organizando el Memorial Manuel Galera, una competición ciclista que se celebró ininterrumpidamente desde 1972 hasta 2004.

Por ella pasaron grandes nombres del ciclismo nacional como Óscar Sevilla y José María Jiménez, quienes también inscribieron su nombre en el palmarés de la prueba.

Con la muerte de Joaquín Galera, el ciclismo español pierde a un corredor combativo, un referente de su generación y una persona profundamente comprometida con los valores del deporte y la memoria.

Su legado, tanto en las carreteras como en el corazón de los aficionados, permanecerá intacto.

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DESTACADO: Giro de Italia

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