La tecnificación del ciclismo deja vendida la magia que le hizo tan querido
Un día, si tenéis posibilidad, acercaros a una de esas concentraciones de inicio de año que florecen por diferentes puntos de Levante.
Una rueda de ciclistas, mecánicos, directores, técnicos, responsables en rendimiento, estadísticos, patrocinadores, jefes de prensa… todo eso pulula por los lobbies de los hoteles del lugar.
Una danza en la que nada se deja al azar, una orquesta perfectamente afinada de rostros serios, concentrados y fieles al plan establecido donde el ciclismo, llegas a pensar, a veces es lo último.
Y sí, hasta le quita la gracia, en definitiva, es el ciclismo desprovisto de toda su magia.
La misma que puso a muchos de los que hoy se baten en carreteras de medio mundo en la senda de ser ciclista, el glamour del esfuerzo, la admiración del público, la posibilidad de desplegar toda la magia que un día vieron en la televisión y quieres para ti.
Me viene a la cabeza una entrega de la serie «The Crown», cuando el Duque de Edimburgo mira con tanta pasión la gesta del hombre en la luna, que en la visita de los tres astronautas a Buckingham Palace pide una audiencia exclusiva con ellos.
Está emocionado, extasiado por tener delante a tres tipos que dieron el primer paseo lunar de la historia del hombre.
Les pregunta cómo fue, qué sintieron y qué vieron, los astronautas se observan entre ellos y encogen los brazos: «Era tanto lo que había que hacer, anotar y controlar, que no recuerdo casi nada de ese paseo».
La decepción en el Duque fue mayúscula.
Pues bien, dejadnos recordar esa historia para explicar lo que a veces nos sugiere el ciclismo «super moderno» que nos hemos regalado.
Tenemos actuaciones mayúsculas sobre la bicicleta como la que nos regala Filippo Ganna en cada contrarreloj y nuestra lectura se hace… ¡en números!
Cierto, es cierto, todo se mide, todo se cuantifica, pero se pierde la magia del ciclismo, esa misma que nos enamoró un día de él y nos pegó a la televisión, nos llevó a la cuneta e incluso, en el caso de algunos, les hizo pensar que un día ellos pudieran ser uno de esos tipos que enardece las masas de un puerto en los Alpes.
Luego los ciclistas crecen, ven lo que hay y la realidad está distante de aquello.
Y se nos olvida una cosa, como me contaba en un podcast que en breve verá la luz el responsable de la Fundación Euskadi, Jesús Ezkurdia: «El ciclista que entrena feliz, compite feliz, si compite feliz, conseguirá resultados y si logra resultados será feliz«.
Ni más ni menos, ante ese círculo virtuoso nos encontramos un ciclismo carente de magia, lleno de números, performances, vatios y toda la parafernalia que ha quitado a este deporte la esencia que lo hizo grande.
Todo se fía al resultado inmediato, a triunfar rápido y vemos que el goteo de chavales, y no tan chavales, que renuncian o medio renuncian sigue su curso.
Dice Marc Madiot que no quiere robots, que quiere creatividad en las carreteras, entendemos que el mecenas debe estar al corriente de lo que hacen los suyos, monitorizarlos, pero si no entiende que el corredor necesita cierto margen, nunca le sacará a este deporte el impacto que sin duda espera y desea.
Imagen: FB de UAE Tour
Joseba Barron Arniches
10 de abril, 2013 En 17:58
Cuánta razón tienes en todo lo que has mencionado. Yo estaba pensando en los mismos nombres cuando has puesto el título del post. Pero yo creo que este es mejor aún. Kiryienka es más que los Leaniz y Herminio. Yo creo que éste sí sabe ganar. Sabe escaparse a lo Luisle y ganar y si no al tiempo.
Diego Sánchez
10 de abril, 2013 En 18:33
Sky fichó a un gran gregario pero perdimos a un gran corredor. Lo que hizo otro día en la Itzulia o en la París-Niza demuestra que se deja la piel por sus líderes y si se busca en el diccionario la palabra gregario aparece su foto; pero a su vez no podremos disfrutar de la combatividad y escapadas que nos brinda siempre Kyrienka.